18 septiembre, 2008

La peor crisis desde los años 30 no tiene visos de aflojar

Esto aún no ha terminado.

Un día después que el gobierno asumiera el control de la aseguradora American International Group Inc. (AIG), el Promedio Industrial Dow Jones perdió otros 449,36 puntos.

La premura de los inversionistas por apoderarse de los valores más seguros del mercado, los bonos del Tesoro estadounidense, fue tal el miércoles que en cierto momento los inversionistas estuvieron dispuestos a pagar por los papeles en lugar de recibir interés.

El Tesoro, respondiendo al creciente temor de que la Reserva Federal (Fed) podría quedarse sin munición financiera, maniobró para concederle al banco central US$40.000 millones. A su vez, la desconfianza de las otrora venerables firmas de Wall Street ahora se trasladó a Morgan Stanley.

La crisis financiera que empezó hace 13 meses entró en una fase nueva y más grave. El principal responsable del descalabro actual ya no son las hipotecas de alto riesgo, sino las pérdidas de los seguros contra cesaciones de pagos, más conocidos como CDS, vendidos por AIG y otras entidades. Las consecuencias para las compañías y los presidentes ejecutivos que esperaron una ocasión más propicia para recaudar capital, vender activos o asumir nuevas pérdidas se han vuelto tan nítidas como brutales, lo que llevó a John Thain a vender Merrill Lynch a Bank of America. Cada episodio parece tener como consecuencia una intervención estatal más extensa y costosa que la anterior.

Asimismo, las esperanzas de una solución rápida a la crisis se están desvaneciendo. "Creo que esto va a durar mucho más de lo que habíamos anticipado", predijo miércoles Anne Mulcahy, presidenta ejecutiva de Xerox Corp.

"Esta ha sido la peor crisis financiera desde la Gran Depresión. Sin lugar a dudas", dijo Mark Gertler, economista de la Universidad de Nueva York que colaboró con Ben Bernanke, el actual presidente de la Fed, en investigaciones para explicar cómo las turbulencias financieras infectan a la economía real. "Pero al mismo tiempo, tenemos las políticas adecuadas para combatirla, algo que no tuvimos durante la Gran Depresión".

El sistema financiero de Estados Unidos parece un paciente en la unidad de cuidados intensivos. El cuerpo trata de luchar contra una enfermedad que se propaga y al hacerlo entra en convulsiones, luego se calma, luego se vuelve a convulsionar. Los médicos responden con tratamientos cada vez más invasivos y ahora experimentan con remedios que nunca se habían utilizado. Bernanke y el secretario del Tesoro, Henry Paulson, entraron a la reunión de emergencia con los líderes del Congreso el martes por la noche para informarles del rescate de AIG con la apariencia de cirujanos exhaustos que tienen que darles las malas noticias a los familiares del paciente.

La Reserva Federal y el Departamento del Tesoro ya identificaron la patología. Se llama desapalancamiento. Durante el auge crediticio, las instituciones financieras y las familias estadounidenses se endeudaron en exceso. Entre 2002 y 2006, los préstamos a los hogares crecieron a una tasa promedio anual de 11%, muy por encima del crecimiento de la economía. Las instituciones financieras hicieron lo mismo. Ahora, muchos acreedores no pueden pagar los préstamos debido en parte al colapso en los precios inmobiliarios. Necesitan reducir su dependencia del dinero prestado, un doloroso proceso que puede ahogar el crecimiento económico y del crédito.

Al menos tres cosas tienen que suceder para que concluya el proceso de desapalancamiento. Las instituciones financieras y otros necesitan admitir sus errores y asumir rebajas contables sobre los activos problemáticos que compraron con dinero prestado. También tienen que saldar sus deudas y, en tercer lugar, apuntalar su capital que fue erosionado por las pérdidas de esos activos problemáticos.

El proceso, sin embargo, produce un círculo vicioso. Tratar de vender los activos reduce su precio, lo cual hace que sean más difíciles de vender y lleva a que las firmas traten de vender más activos. Eso, a su vez, hace caer los precios de las acciones y dificulta que las empresas emitan nuevas acciones para recaudar capital. En su época de académico, Bernanke llamó a este círculo vicioso un "acelerador financiero".

Goldman Sachs estima que en los últimos doce meses, las instituciones financieras alrededor del mundo han realizado rebajas contables del orden de los US$408.000 millones en activos y recaudado US$367.000 millones en capital. Pero eso no parece suficiente. Cada vez que las firmas financieras y los inversionistas sugieren que han hecho las rebajas contables y recaudado el capital suficiente, una ola de ventas causa una reevaluación, inaugurando un nuevo capítulo de la crisis.

Las crisis financieras no son nada nuevo. Desde la Gran Depresión a la crisis de la deuda externa latinoamericana en los años 80 y la crisis asiática en los 90, los ejemplos abundan. Ni los economistas ni las autoridades tienen soluciones fáciles. Recortar las tasas de interés y lanzar planes de estímulo fiscal pueden ayudar e incluso prevenir o aplazar una recesión profunda, pero al menos en esta ocasión no bastan. En tales circunstancias, los gobiernos experimentan con diferentes recetas. Japón, por ejemplo, recurrió al gasto fiscal durante una década para tratar de reanimar su economía en los años 90. Hoy, Bernanke está sacando su propia receta "e improvisando sobre la marcha", dice Gertler.

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