Ideas al vuelo
La crisis del ensayo y el error
Ricardo Medina Macías
"Siempre puedes contar con que los americanos harán lo correcto; después de haber intentado todo lo demás": Winston Churchill.
Es el Troubled Asset Relief Plan (TARP, Plan de Alivio de los Activos en Problemas) o, si usted prefiere, el Gigantesco Fondo Público de Paulson & Co. para Administrar Activos Financieros Tóxicos. Decir que no es "la solución" a esta crisis global es decir una obviedad. En el mejor de los casos, y con mucha fortuna, servirá para poner algunos precios provisionales que podrían ayudar a combatir la parálisis de los mercados de crédito.
El TARP ha recibido tres tipos de críticas, pertinentes y contundentes:
1. Incrementa la pedagogía de la irresponsabilidad (riesgo moral) para los agentes económicos que incurrieron en las conductas temerarias que provocaron la actual crisis. Estos agentes económicos son: A. Los políticos que impulsaron – e impusieron en varios casos- el otorgamiento de créditos hipotecarios a personas no solventes, B. Los banqueros centrales que, por miedo a la recesión, inundaron el mundo de liquidez, C. Los intermediarios financieros que empataron artificiosamente deudas de largo plazo – sustentadas en un valor inflado de los bienes raíces y no en la capacidad de pago de los acreditados- con activos financieros de muy corto plazo, D. Las agencias calificadoras (¡otra vez fallaron las "murallas chinas" entre intermediarios financieros y calificadoras!), E. Los reguladores omisos, y F. Los acreditados que aprovecharon las gangas hipotecarias sin detenerse a evaluar su capacidad de honrar tales deudas.
2. El TARP no va a la raíz del problema, que es el precio inflado de las viviendas. Martin Feldstein ha propuesto un programa más sólido: apoyar la reestructura de las hipotecas, a partir de una revaloración, con descuento, del mercado de los bienes raíces; hoy, cerca del 30% de las viviendas hipotecadas en Estados Unidos tiene un valor de mercado inferior al valor nominal de la misma hipoteca…, y contando.
3. Tampoco atiende a otra raíz del problema, que es la insuficiente capitalización de las instituciones financieras. Urge que los bancos globales elevan su cociente de capital contra activos.
Haciendo caso a la sabia frase de Churchill no hay que perder la esperanza. Tarde o temprano aplicarán la receta correcta, después de intentar (casi) todo lo demás. Esperemos que sea más temprano que tarde.
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