01 junio, 2010


Anuncia que avanzará en acuerdo con EE.UU. un día después de atacarlo

El presidente de Bolivia, Evo Morales, habla hoy, martes 1 de junio de 2010, en una rueda de prensa en La Paz en la que expresó su deseo de lograr un acuerdo con Estados Unidos para recomponer sus relaciones diplomáticas, comerciales y de inversión, un día después de afirmar que Washington fomenta el narcotráfico para chantajear a otras naciones. Morales hizo el anuncio a la misma hora en que el secretario de Estado adjunto de EE.UU., Arturo Valenzuela, se reunía con el ministro de Relaciones Exteriores boliviano, David Choquehuanca. EFE/Martin Alipaz

El presidente de Bolivia, Evo Morales, expresó hoy su deseo de lograr un acuerdo con Estados Unidos para recomponer sus relaciones diplomáticas, comerciales y de inversión, un día después de afirmar que Washington fomenta el narcotráfico para chantajear a otras naciones.

Morales hizo el anuncio en una rueda de prensa en La Paz, a la misma hora en que el secretario de Estado adjunto de Estados Unidos para Latinoamérica, Arturo Valenzuela, se reunía con el ministro boliviano de Exteriores, David Choquehuanca.

No obstante, ratificó su denuncia de la víspera de que los jueces antidroga bolivianos que reciben bonos de Washington.

Ojalá que pueda avanzar este nuevo acuerdo marco de relaciones diplomáticas, de comercio, de inversión (…) Esperamos que esta visita del representante del Gobierno de Estados Unidos permita retomar las negociaciones”, dijo Morales antes de conocer el resultado de la cita de su canciller con Valenzuela.

El gobernante nacionalista, indigenista e izquierdista hizo la afirmación 24 horas después de haber acusado a todos los Gobiernos que ha tenido Estados Unidos de haber protegido, encubierto y fomentado al narcotráfico en otras naciones para aplicarles un control político y chantajearlas.

Al ser consultado sobre la contradicción que supone la reunión de Choquehuanca con Valenzuela tras las criticas que hizo ayer, Morales dijo que la cita fue “un pedido del Gobierno de Estados Unidos” y que “las relaciones diplomáticas siempre están abiertas”.

Yo no estoy diciendo que ese señor que viene sea narcotraficante para no reunirme”, apuntó Morales.

No obstante, ratificó su denuncia de la víspera de que los jueces antidroga bolivianos que reciben bonos de Washington y han ido a capacitarse a Estados Unidos “vuelven al país a liberar a narcotraficantes”.

Afirmó que al comenzar su Gobierno en 2006, representantes de Washington le decían que no podían “tener relaciones ni con los Gobiernos de Venezuela, ni de Cuba, ni con Irán”.

También reiteró que Bolivia no permitirá “imposiciones” sobre políticas económicas de parte de Estados Unidos, ni tampoco que le digan con qué países relacionarse.

Afirmó que al comenzar su Gobierno en 2006, representantes de Washington le decían que no podían “tener relaciones ni con los Gobiernos de Venezuela, ni de Cuba, ni con Irán”, pero que en sus últimos encuentros ya no dicen nada al respecto.

Choquehuanca y Valenzuela ofrecieron luego una corta rueda de prensa para comentar su reunión, en la que el ministro boliviano aseguró que un nuevo acuerdo marco de relaciones con Estados Unidos está listo “en un 99 por ciento”, por lo que espera que en las próximas semanas se pueda firmar el documento.

En su primera visita a Bolivia, Valenzuela dijo escuetamente que espera que las relaciones bilaterales “entren en una nueva etapa de respeto mutuo” con el nuevo acuerdo marco, porque es el deseo del presidente estadounidense, Barack Obama.

Estamos avanzando mucho (en el nuevo acuerdo marco) para poder ratificarlo“, añadió.

Desde entonces ha habido varias reuniones en La Paz y Washington para recomponer las relaciones, pero sin frutos hasta ahora.

Choquehuanca fue más allá y dijo que hay un gran avance y que se podrá firmar en las próximas semanas, una vez los encargados de redactar el documento solventen los últimos detalles.

“Queremos las mejores relaciones con todos los países del mundo, sin condiciones, y estamos trabajando para ello (…) Vamos a iniciar una nueva era”, aseguró el canciller.

Las relaciones bilaterales tuvieron su peor momento en septiembre de 2008, cuando ambos Gobiernos expulsaron de La Paz y Washington a los respectivos embajadores, tras acusar Morales a Estados Unidos de apoyar un supuesto complot para derrocarlo, durante una oleada de protestas opositoras.

Desde entonces ha habido varias reuniones en La Paz y Washington para recomponer las relaciones, pero sin frutos hasta ahora.

Más aún, el ex sindicalista cocalero Morales ha reiterado que a Bolivia le va mejor sin un embajador de Estados Unidos en La Paz y sin la agencia antidroga de ese país (DEA), que también fue expulsada en 2008

Israel calificó como “sobresaliente” la actuación de soldados

Israel calificó como “sobresaliente” la actuación de soldados al “paralizar la flotilla”

Soldados israelíes vigilan una de las seis embarcaciones que formaban la “Flotilla de la Libertad”, hoy martes, en en puerto de Ashdod, (Israel). El Ejército israelí mantiene confiscadas las grabaciones de vídeo, cámaras de fotos y los teléfonos de los activistas que viajaban en la flotilla humanitaria asaltada ayer por comandos de élite israelíes en aguas internacionales. EFE/Jim Hollander

El jefe del Ejército israelí, Gabi Ashkenazi, visitó hoy a los soldados de su país ingresados en un hospital de la norteña ciudad de Haifa y los felicitó por una operación en la que actuaron de una forma que calificó de “sobresaliente”.

“Los enviamos a una misión para paralizar la flotilla y completaron la misión actuando de forma sobresaliente” dijo Ashkenazi a los soldados que reciben tratamientos, uno de ellos tras recibir una puñalada.

“Bajo circunstancias en las que la vida de los soldados estaba en peligro han operado correctamente”, dijo resaltando la dificultad de la misión en la que la violencia acabó con la vida de nueve de los cerca de 500 activistas que viajaban a bordo del “Mavi Marnara”, uno de los seis barcos de la flotilla con bandera turca.

“Vivimos en una situación complicada tanto en tierra como en mar y estaremos preparados para el próximo incidente”, añadió Ashkenazi, destacando el “valor y coraje de sus soldados” y las lecciones que se pueden sacar para el futuro a partir de la operación la madrugada de este lunes en alta mar.

Por su parte, el viceministro de Asuntos Exteriores israelí, Danny Ayalon, afirmó hoy en un encuentro ante representantes de 40 países en Jerusalén que Israel “no tiene que pedir perdón por defenderse” durante el violento abordaje de la “Flotilla de la Libertad”, en el que mató a nueve activistas.

“La armada del odio y la violencia es una manifestación de la constante provocación a la que hace frente Israel”, dijo Ayalon en referencia a la operación de los comandos de élite hebreos en el “Mavi Marmara”, uno de los barcos con bandera turca que formaba parte de la flotilla.

Ayalon reiteró que la violenta actuación de los comandos israelíes fue la respuesta a las agresiones recibidas al abordar el barco. “Por favor, díganme qué tipo de activistas por la paz llevan cuchillos y barras de metal y tratan de matar”, dijo el viceministro

Wall Street no tiene claro

MEDIA SESIÓN

Wall Street no tiene claro el color de sus apuestas

por L.G.

Los indicadores de la Bolsa de Nueva York avanzan sin rumbo fijo en el ecuador de la sesión. Los inversores se debaten entre apostar por las compras aprovechando los favorables datos llegados desde el mercado inmobiliario o decantarse por la prudencia dada las turbulencias financieras de la zona euro. El repunte del dólar también juega en contra de la renta variable.

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A medias sesión se imponen las tendencias mixtas. El Dow Jones de industriales es el único que se adentra con cierta firmeza en terreno de ganancias y se anota un 0,36%, hasta 10.173 puntos. El tecnológico Nasdaq Composite apenas suma un 0,04%, hasta 2.258 puntos, mientras que el selectivo Standard & Poor's 500 se mueve en negativo con recortes del 0,13%, hasta 1.088 puntos.

Antes de que el mercado abriera sus puertas los futuros de Wall Street anticipaban un arranque de sesión teñido de rojo, como así fue en los primeros minutos de la jornada. Tras el parón festivo por el Día del Veterano la principal bolsa del mundo regresaba al trabajo con pocas ganas de asumir riesgos.

No obstante, la publicación de unos favorables datos macroeconómicos invertía la tendencia del parqué y permitía a las plazas del Viejo Continente remontar posiciones. En el caso del Ibex 35, el selectivo español se repuso de las pérdidas de hasta el 3% que sufrió por la mañana y terminó el día cerrando con recortes del 0,6%.

La Bolsa de Madrid se hizo eco de la mejora que experimentó Wall Street nada más conocer el repunte de los gastos en construcción correspondientes a abril. En dicho periodo se registró el mayor alza mensual de los últimos diez años, un 2,7%, hasta situarse en tasa anualizada de 869.100 millones de dólares.

El ritmo de mejora sorprendía a analistas y mercados, que esperaban que el indicador se mantuviera sin cambios respecto a marzo, dato que, por cierto, se revisó al alza desde una subida del 0,2% hasta el 0,4%. Desde agosto de 2000 el gasto en construcción no marcaba un ritmo de crecimiento tan fuerte.

La otra referencia macro del día fue el ISM manufacturero de mayo, que pese a registrar un balance negativo, la caída experimentada fue menor a la pronosticada por los expertos. El dato se redujo hasta una lectura de 59,7 puntos, desde los 60,4 puntos de abril. Los analistas esperaban un recorte hasta 59 puntos.

La inyección de optimismo que suponía para los inversores la publicación de estos datos fue perdiendo efecto a medida que transcurría la sesión, en gran parte por el giro experimentado en el mercado de divisas. El euro, que había agradecido los datos macro de EEUU con una escalada frente al billete verde, se da la vuelta en el ecuador de la sesión de Wall Street y vuelve a ceder terreno frente al dólar, que sube un 0,22%.

En el plano empresarial hoy son noticia Hewlett-Packard(+1,1%), AIG (-1%) y BP (-12%), habitual ésta última de las portadas de los periódicos desde que originó la fuga de crudo en el Golfo de México.

La petrolera es una de las más castigadas hoy en Wall Street. Los inversores no muestran piedad alguna con la compañía después de que todos los esfuerzos por controlar el vertido de crudo estén siendo en vano. Otras empresas del sector, como Halliburton (-12%), pagan los platos rotos y se registran importantes caídas en la Bolsa de Nueva York.

Hewlett Packard, por su parte, ha anunciado que eliminará unos 9.000 empleos y gastará unos 1.000 millones de dólares en la automatización de sus centros de datos comerciales en una reestructuración que durará varios años. En el caso de AIG, la aseguradora cae en bolsa después de rechazar la rebaja en la oferta de compra de Prudential por su unidad de seguros asiática.

La eurozona

La eurozona: el estado de la unión

por Ralph Atkins

Primer escenario: La restauración del orden
La crisis obliga a los gobiernos a poner en orden las finanzas públicas y a mejorar el dinamismo y la eficiencia de sus economías. La eurozona se convierte en un motor del crecimiento de la economía global.

Grecia podría, tal vez en unos años, convertirse en una economía europea modelo. Gracias a su perfecto clima, su cultura, su historia y su paisaje, el país podría prosperar como destino de lujo para turistas, jubilados y empresarios atraídos por su transformado clima empresarial. Este, al menos, es el sueño de los políticos de la eurozona.

Por el momento, Grecia requiere soporte vital. Pero los programas del Fondo Monetario Internacional y de la UE podrían devolver la sostenibilidad a sus finanzas. Es posible que los años de austeridad que se avecinan den lugar a las condiciones que permitan el nacimiento de un espíritu emprendedor entre los griegos que compense los años de pérdida de competitividad.

En el resto de la eurozona, el trauma de Grecia podría alentar acciones preventivas que favorezcan el crecimiento en países como Portugal y España. Alemania podría favorecer ese proceso aumentando la demanda doméstica en lugar de centrarse sólo en las exportaciones. De este modo, emergería una eurozona más dinámica.

La idea no es del todo ridícula. Atenas se ve sometida a una enorme presión para reconstruir la economía del país, porque la alternativa sería catastrófica: una probable quiebra, el aislamiento de los mercados financieros y tensiones sociales generalizadas (ver mañana el cuarto escenario) .

Cambios similares se han producido en otros países. Suecia se reinventó a sí misma después de una crisis económica y bancaria que estuvo a punto de hundirla en los años 90, y ofrece lecciones incluso pese a estar fuera de la eurozona. "Lo que temo es un impacto fiscal negativo en la eurozona", explica Pontus Braunerhjelm, del Foro Empresarial sueco. "Todos se verán obligados a ser como los alemanes, lo que podría tener un enorme impacto sobre la demanda. Pero nuestra experiencia sugiere que esto forzará más reformas estructurales en muchos países. Si no lo hace, corremos el riesgo de adentrarnos en una espiral viciosa descendente".

Los políticos de la eurozona, entretanto, podrían ponerse de acuerdo en las medidas para evitar futuras crisis. Grecia ocultó el verdadero estado de sus finanzas públicas durante demasiado tiempo. Pero ahora se está reforzando el control de las estadísticas. En el futuro, podría actuarse antes contra los "desequilibrios" económicos –por ejemplo, cunado los países pierdan competitividad debido a unos salarios excesivamente altos–. Podrían crearse instituciones para gestionar las crisis de forma ordenada cuando surjan –así que, por ejemplo, si fuera necesario renegociar la deuda, digamos, en Grecia, los trastornos en el resto de países no serían de mucha importancia–. El Banco Central Europeo podría replegarse y centrarse exclusivamente en combatir la inflación.

Probabilidad: No es imposible –pero no contengan la respiración–.

Implicaciones para el euro: La moneda única se convertiría en un serio rival del dólar como divisa de reservas sólida y estable.

Segundo escenario: Sale del paso
La eurozona se estabiliza pero no consigue abordar los problemas básicos en su construcción expuestos por la crisis.

Las actuaciones de los gobiernos y el BCE –incluido el programa de rescate de emergencia de la eurozona por valor de 750.000 millones de euros acordado el mes pasado– podrían calmar las actuales tormentas financieras en el mercado. La credibilidad de Grecia ante los inversores podría recuperarse a medida que implemente su programa de austeridad. Los recortes del gasto y las subidas de impuestos en España y Portugal podrían alcanzar el equilibrio adecuado para reducir el déficit del sector público sin hundir la economía. Pero es posible que los cambios no bastasen para mejorar lo suficiente las perspectivas de crecimiento de la eurozona, y Grecia podría tener que esperar antes de convertirse en la solución de Europa para el caso de Florida. Y lo que es más importante, cabe la posibilidad de que no se corrigieran los defectos básicos de la unión monetaria –que la crisis ha sacado a la luz–, lo que auguraría nuevos problemas.

Durante la mayor parte de su primera década de vida, la eurozona parecía vivir su sueño, explica Daniel Gros, director del centro de Estudios de Política Europea. Alemania entró con un tipo de cambio muy alto y se convirtió en el "enfermo de Europa", pero se recuperó de forma espectacular recuperando la competitividad internacional gracias a la flexibilidad del mercado laboral.

El problema, explica Gros, es que la eurozona "se excedió". No es sólo que Alemania compensase la sobrevaloración inicial, sino que el firme control de los costes le otorgó una gran ventaja competitiva –mientras otros países como Grecia sufrían una dramática pérdida de competitividad–. Ahora le toca a este último reducir costes, pero no es fácil emular a Alemania. "Así es como funciona la economía europea –muchos países disponen de mercados laborales nacionales e instituciones sociales con mucha inercia–", señala Gros. "Pienso que el péndulo seguirá oscilando".

El debate actual entre los políticos de la eurozona va más allá de los medios para gestionar mejor las crisis, e incluye formas de garantizar que esos "desequilibrios" se identifican y atajan a tiempo. Sin embargo, no está claro que vaya a alcanzarse un acuerdo. Para algunos, el debate ya se encamina en la dirección equivocada. En Alemania, se considera que la intervención del BCE el mes pasado en los mercados de bonos gubernamentales no hace más que fomentar el despilfarro fiscal –y aumentar el riesgo de inflación–. Berlín se opone a dar cualquier paso que mine la competitividad industrial alemana.

Incluso si se diseñan reformas que mejoren el funcionamiento de la eurozona, los políticos podrían incumplir el acuerdo. Después de todo, Alemania y Francia forzaron una relajación de las normas fiscales de la eurozona en 2005 después de rebasar ellos mismos los límites presupuestarios. Braunerhjelm comenta: "Si nos atenemos a la historia y tradiciones de Europa, y a la experiencia de la UE, todo apunta a que el proceso será lento y progresivo –y no un cambio súbito–".

Probabilidad: Perfectamente posible.

Implicaciones para el euro: Las débiles perspectivas de crecimiento y el aumento de los temores políticos a largo plazo incrementarán la presión bajista.

Primarias y expectativas

Primarias y expectativas

Miami (AIPE)- Las elecciones primarias del 18 de mayo en Estados Unidos invitan a la reflexión. En primer lugar hay que tener cuidado con las generalizaciones. Son muchos los factores que juegan un papel, siempre cambiante, en cada elección. Pretender hacer proyecciones a las elecciones de noviembre basándose en las primarias no es absurdo sino y torpe. Absurdo porque faltan casi seis meses y en ese tiempo pueden pasar muchas cosas. Y torpe porque los republicanos que se están jactando de una victoria abrumadora en noviembre sólo están promoviendo expectativas inalcanzables. Históricamente, en las elecciones de medio término el partido gobernante pierde un promedio de 24 escaños. En lo único que deben estar pensando los republicanos es cómo conseguir el máximo de efectividad contra un adversario que está en el poder y que luchará ferozmente por mantenerlo.

La primaria de Pennsylvania vio la celebrada derrota del senador Arlen Specter, un oportunista que recuerda a Charlie Crist y que, al igual que éste, se cambió de partido y prácticamente estafó el dinero de los republicanos que financiaron sus campañas. Specter apoyó la desastrosa reforma demócrata de la salud pública y fue prácticamente gracias a su voto que el Senado pudo aprobar la medida. Obama le quedó muy agradecido y se comprometió a apoyar enérgicamente su reelección. Hemos visto los resultados. Tras casi 30 años en el Senado, Specter fue derrotado por Joe Sestak y su carrera política ha terminado. Enhorabuena. El candidato republicano para el Senado será Pat Toomey.

En otra primaria de Pennsylvania, la del distrito 12, los demócratas mantuvieron el escaño del desaparecido John Murtha. Es un distrito donde los demócratas inscritos superan a los republicanos por 137.000 electores, 62% a 29% y el veterano asesor de Murtha, Mark Critz, derrotó al republicano Tim Burns. Sin duda fue un factor que aunque la primaria demócrata era muy discutida y atrajo muchos de sus electores, la primaria republicana no tenía discusión y movilizó a relativamente pocos. Es importante observar, además, que la campaña de Critz fue eminentemente conservadora, defendiendo el derecho a las armas, oponiéndose al aborto y criticando duramente la reforma de la salud de Obama. Uno se pregunta cuántos demócratas van a hacer campaña en noviembre con esas posiciones y oponiéndose también al “cap and trade”, los impuestos sobre el carbono para frenar el supuesto calentamiento global. Algo que enterraría cualquier perspectiva de recuperación económica.

En Arkansas se esperaba que la senadora Blanche Lincoln, quien también apoyó la reforma de la salud pública, barriera en la primaria. No fue así. Sólo consiguió un apretado triunfo contra el vice gobernador Bill Alter, con el que ahora tendrá que enfrentar una elección de desempate el 11 de junio. Y lo más probable es que pierda. El candidato republicano será John Boozman.

En la primaria republicana de Kentucky, Rand Paul ganó la nominación republicana derrotando al secretario de Estado, Trey Grayson, con 24 puntos de ventaja. Paul no contaba con el respaldo del partido pero era el candidato de los activistas del té. Paul concentró su campaña en criticar el déficit y los irresponsables gastos del gobierno de Obama.

Y no es para menos. Ante la caída del euro, Paul Volcker, antiguo presidente de la Reserva Federal bajo Reagan y actual asesor económico de Obama, dijo que la situación de Europa demostraba el peligro que significa para Estados Unidos pedir prestado de manera incontrolada. “Poco ha sucedido que tranquilice mis preocupaciones sobre los problemas peligrosos e intratables que se están desarrollando en Estados Unidos. Intratables no sólo porque son complicados sino porque no parece haber voluntad o capacidad para hacer algo sobre ellos”, dijo durante una cena en el Instituto Stanford de Investigaciones Económicas. “No me parece que en Estados Unidos compartamos el mismo sentido de urgencia que hay en países como Irlanda”, afirmó. “Tenemos serios problemas y, entre ellos, cómo sostener esos crecientes programas de derechos y privilegios (entitlements)”.

En efecto, el gobierno de Obama está pronosticando un déficit anual récord de $1,6 billones (millones de millones). Se pronostica que el déficit llegará a los $10 billones en 10 años, con un pago de intereses sobre la deuda que se va cuadruplicar, llegando a más de $900.000 millones anuales.

Es esta política irresponsable que está llevando el país a la bancarrota lo que moviliza a los activistas del té. Y lo que está haciendo reconsiderar a los antiguos partidarios de Obama. También ha llevado a que congresistas republicanos tengan que oponerse a medidas que pueden ser útiles y populares pero que tienen un costo insostenible. El único que pide prestado sin preocuparse porque haya que pagar es el gobierno federal y, muy particularmente, el gobierno actual. Pero los programas hay que pagarlos. Y, por consiguiente, se reduce drásticamente la burocracia federal, que bajo este gobierno sólo crece, o habrá que subir drásticamente los impuestos, justamente lo que le espera a la clase media americana.

Riccardo Parboni y el señoriaje del dólar

Riccardo Parboni y el señoriaje del dólar

Francisco Báez



Hoy recordamos a una enciclopedia andante de economía, que se llamaba Riccardo Parboni. A diferencia de otros teóricos, que a cada rato invocan el carácter anárquico del capitalismo, Parboni tenía una visión algo maquiavélica: era capaz de descubrir el “plan con maña” detrás de cada movimiento económico, y de estructurarlo de manera convincente y rigurosa.

Según Parboni, los sujetos de la economía internacional no son primordialmente las familias y las empresas, sino los Estados, que intentan influenciar y condicionar las características de los modelos financieros para servir a sus intereses nacionales.

Hacía un análisis profundo de los tipos de cambio, explicando cómo las devaluaciones (y las revaluaciones) tienen efectos acumulativos (a través de la inflación, en las naciones que devalúan) y que el pasaje de los sistemas de tipo de cambio fijo a tipo de cambio flexible no implicó un cambio en la demanda de reservas internacionales. En ese contexto, señalaba, había un país para el cual las consecuencias inflacionarias de la devaluación eran imperceptibles: Estados Unidos (de hecho, una devaluación del dólar tenía más efectos inflacionarios en el resto del mundo —a través, sobre todo, de los mercados de materias primas— que en el propio EU). Eso era debido a dos razones: el bajo grado de apertura de la economía norteamericana y la gran demanda de dólares para las reservas internacionales.

Para él, el fin de la convertibilidad del dólar en oro debió haber permitido el nacimiento de un sistema paritario, que no le confiriera privilegios a ninguna divisa: una moneda fiduciaria internacional (que pudo haberse desarrollado a partir de los DEGs —Derechos Especiales de Giro— del FMI, que son una suerte de divisa ponderada a partir de las aportaciones de los países miembro). Parboni dudaba del oro —aunque señalaba, profético, que su demonetización tardaría mucho—, por las dificultades de fijarle un precio estable (relativo a las otras divisas).

Sin embargo, decía, Estados Unidos impuso condiciones, ya que el país que emite moneda de reserva puede financiar su propio déficit externo con pagos en moneda local, sin tener que utilizar activos financieros acumulados precedentemente a través de superávits anteriores. En otras palabras, el país con la moneda de reserva se apropia de recursos reales producidos en el exterior (si su déficit es de cuenta corriente) o de títulos para el uso futuro de esos recursos (si su déficit es en cuenta de capitales). Para describir esta situación Parboni acuñó un término: “el señoriaje del dólar”.

Señalaba que, tras las fases en que EU dotaba de reservas al mundo, a través de ayudas y de inversión directa, habíamos llegado a una tercera, en la que ya no hay elementos de legitimación del poder americano, que se sirve del sistema para financiar déficits crecientes de cuenta corriente.

Su visión era la de un mundo capitalista unipolar que se estaba convirtiendo en multipolar, pero que se manejaba con las viejas reglas. Por ello, era un entusiasta del Sistema Monetario Europeo, y en particular del ECU (el antecedente del Euro).

Analizaba constantemente las asimetrías (con tablas de saldos de balanza de pagos, agrupando a las naciones en todo tipo de conglomerados). En su visión principal, dividía a los países en tres grupos: los que no tienen dificultad en su balanza de pagos, aun en situación de pleno empleo; los que que pueden financiar sus déficits, y los países “encadenados financieramente”, para los cuales el pleno empleo significa un déficit en balanza de pagos difícil de financiar. En el primer grupo ubicaba a Alemania, Japón, Holanda, Suiza, Noruega y —parcialmente— el Reino Unido. En el segundo, a Estados Unidos. En el tercero, al resto del mundo, incapaz de tener una iniciativa autónoma de relanzamiento económico. Obviamente, si EU tenía problemas financieros —como sería lógico si desapareciera la centralidad, el señoriaje, del dólar—, tendrían que ser las naciones del grupo uno las encargadas de sacar la economía mundial del atolladero. Por eso, a diferencia del resto de los profesores de la escuela, que temían la influencia alemana —y es que realmente la CDU (Unión Demócrata Cristiana) de aquella época era de miedo—, Parboni decía que la estabilidad de Europa y su futuro estaban en Alemania.

A mediados de los ochenta pronosticó que antes del fin de la década Alemania se reunificaría; que la Perestroika que había iniciado Gorbachov terminaría por acabar con el comunismo —y aconsejaba aprender ruso, porque iba a ser una potencia— y que algo similar ocurriría con China –y aconsejaba aprender chino, porque iba a ser una potencia—. Lo tiraban de a loco.

Parboni dedicó varios análisis a los monetaristas o “antikeynesianos”, como prefería decir. Al tiempo que enseñaba los fundamentos de la teoría, señalaba que éstos ven a la inflación como la violación del fundamento mismo en el que se basa la libertad del hombre, ya que viola la sacralidad de las relaciones contractuales entre los ciudadanos y desnaturaliza la relación entre los ciudadanos y el Estado, y que tomaron fuerza a partir de la insatisfacción por la incapacidad del keynesianismo para explicar coherentemente el fenómeno del estancamiento económico con inflación. Subrayaba que el nivel general de precios se mueve con continuidad, y no de manera discontinua, como lo sugería la “barrera inflacionaria” de Keynes y que la única novedad de los monetaristas —inscrita en una teoría con muchas lagunas— era la introducción masiva del concepto de expectativas, que debían ser tema de central interés para los keynesianos.

Parboni decía que el monetarismo había probado su bancarrota científica, porque no tiene una definición teórica de moneda, porque la selección del agregado monetario es arbitraria, porque no reconoce la inestabilidad de la velocidad de circulación de la moneda, porque —en contra de los principios máximos de Friedman— no resiste la prueba de la verificación empírica.

Hoy la caída de la hegemonía monetaria americana es evidente, los capitales se mueven como hormigas a las que les taparon el hoyo, en busca de algún recipiente estable de valor (y hasta el precio del oro anda en montaña rusa), las naciones que pueden tomar la estafeta lo dudan (y la Unión Europea, a su vez, entra en crisis), la situación es de gran movilidad. En estas circunstancia, vale mucho la pena releer a Parboni (Finanza e crisi internazionale, Moneta e monetarismo, The Dollar and its Rivals), un economista genial, pero injustamente relegado. Varias de sus otras profecías se cumplieron: la unificación de Alemania, el Euro, el auge de China, pero no las pudo ver. En estos días se cumplen 22 años de su muerte, de un ataque al corazón. Tenía 43 años.

Para tirar a Peña

Para tirar a Peña
Epicentro
León Krauze

Los malquerientes de Enrique Peña Nieto deben estar muy frustrados.

Desde que el gobernador mexiquense comenzó a alejarse en las encuestas presidenciales rumbo al 2012, todos sus antagonistas han estado rezando por la aparición de un deus ex machina, un imprevisto providencial que “tire” a Peña Nieto y lo haga, al menos, un puntero alcanzable y no un presidente de facto a dos años de la elección.

Contra todo pronóstico, el evento esperado finalmente ocurrió.

Hasta hace unos días, el escandaloso desenlace de la investigación sobre la muerte de Paulette Gebara parecía ser el respiro que habían buscado los rivales de Peña: era imposible, suponían, que el gobernador emergiera ileso de semejante pantano.

La incredulidad de la opinión pública le pasaría factura; las encuestas reflejarían una erosión inocultable. La sorpresa, entonces, debe haber sido mayúscula. En al menos dos sondeos publicados a finales de la semana pasada, la imagen de Peña Nieto demostró ser, de nuevo, prácticamente invulnerable por la vía del escándalo. Ni Paulette ni Lizette Farah ni la renuncia de Alberto Bazbaz… nada minó la popularidad de Peña: sigue encabezando las encuestas, en algunos casos hasta por 20 puntos.

Evidentemente, la oposición a Peña Nieto guarda todavía varios disparos mediáticos en la canana, varios dignos de seria discusión. El alarmante número de feminicidios en la entidad podría dar de qué hablar.

Lo mismo la no menos vergonzosa presencia de capos del narco en la frontera entre la tierra mexiquense y la capital. La relación simbiótica del gobernador con el oscuro Arturo Montiel podría aún rendir frutos.

En otro tono, se puede intentar recurrir a la extraña historia de la muerte
de la esposa de Peña Nieto, Mónica Pretelini (los rumores que escuché en Toluca en una comida durante el fin de semana harían ruborizar a Poe).

En plena desesperación, hay algunos que incluso aseguran contar con expedientes enteros sobre las relaciones extramaritales del gobernador —hijos ilegítimos, mujeres despechadas y un largo etcétera.

Cualquiera de esos cartuchos podría hacer el milagro y tirar de su pedestal al hijo pródigo del PRI.

Pero, más que cualquier esqueleto en el clóset, lo que realmente se necesita para darle la vuelta a la inevitabilidad de Peña es conseguirle, pronto, un auténtico rival.

Peña Nieto ha aprovechado la confusión de la izquierda, que sigue retrasando y retrasando el momento de la verdad en el que Marcelo Ebrard opta por romper con Andrés Manuel López Obrador o si éste decide, a pesar de sus casi incontables desventajas, aventarse al ruedo por segunda vez.

El limbo del PAN tampoco ha ayudado a detener el crecimiento de Peña.

Haga usted un ejercicio: pregúntele a un panista quién será el candidato presidencial del partido. La respuesta, le aseguro, será un silencio que esconde un temor comprensible: la caballada panista ha dejado de ser escasa pero sigue siendo insulsa.

Hay quien piensa que, en el PAN, los que podrían ser buenos candidatos serían malos presidentes y (crucialmente) viceversa. El resultado es un desgano que ha retrasado incluso la formación de grupos de apoyo para los diversos aspirantes.

Mala cosa.

Enrique Peña Nieto se ha beneficiado de la confusión de sus rivales. Sin nadie que le plante cara con gallardía intelectual y valor cívico, el gobernador mexiquense puede ir contratando la mudanza para el rumbo de Los Pinos. Pero si ocurre lo contrario, si el PAN o el PRD se sacuden cacicazgos y perlesías, la historia podría ser muy diferente.

Como a cualquier otro candidato al que se la da por hecho, a Peña se le puede derrotar no confiando en la providencia sino en la virtud política.

Basta preguntarle a Juan Manuel Santos, el candidato oficialista en Colombia que ya se imaginaba sentado en la Casa de Nariño como el delfín de Álvaro Uribe. Ni Santos ni Uribe contaban con Antanas Mockus y su talento para la organización proselitista.

Lo que tres meses antes de la elección parecía la crónica de un triunfo anunciado se transformó en una segunda vuelta que, aunque termine con el triunfo final de Santos, reivindicará la oposición creativa y decidida.

En México faltan no tres sino 24 meses para la presidencial. Pero también falta un aspirante al papel que ha jugado tan dignamente Mockus. Habrá que ver si se decide uno de estos días.

Diego, un golpe a todos

Diego, un golpe a todos
Pablo Hiriart

Cuando se quiso minimizar el secuestro de Diego Fernández de Cevallos como un “asunto entre particulares”, tal vez no se contaba con información para suponer otra cosa. Pero con los días se confirma que no se trata de algo menor.

Para que el Estado se retire de una averiguación que es su obligación realizar, quiere decir que los secuestradores no son acreedores vengativos ni maridos celosos, como se quiso hacer creer desde distintos frentes.

El gobierno descartó que fuese la guerrilla la que perpetró el plagio, y compartimos su argumento por razones obvias: la debilidad de esos grupos es evidente y carecen de capacidad logística para sostener un secuestro prolongado de un personaje como Diego.

Lo que aparece tras la cortina de silencio impuesta por los secuestradores es algo más grave.

Un diplomático colombiano acreditado en Europa, conocedor a fondo de estos temas, comentó que el secuestro de Diego Fernández de Cevallos tiene el sello de las FARC.

Y ahí sí cabe la posibilidad de que ese grupo armado opere aquí en alianza con células guerrilleras mexicanas.

El secuestro fue realizado por profesionales y la negociación ha sido llevada por profesionales.

Tan es así que el Estado se retiró del caso. Es decir, abdicó de su función. Por la vida de Diego, la decisión del gobierno fue la correcta. Nada más que la ley dice otra cosa.

Poderoso es el enemigo que tenemos encima. Tenemos, porque el afectado no es sólo Fernández de Cevallos, sino el Estado que formamos todos.

Las FARC, en efecto, han sido golpeadas militar y económicamente por el gobierno de Uribe.

Necesitan liquidez, y ésa la consiguen mediante el tráfico de drogas y el secuestro. Ambas actividades las tienen cada vez más restringidas en su país de origen.

Difícilmente a una banda mexicana se le hubiera ocurrido secuestrar a Diego para obtener dinero, si hay otros blancos menos mediáticos.

A la narcoguerrilla colombiana eso le tiene sin cuidado.

Las FARC operan en México desde hace varios años.

En algunos medios de comunicación se han dado a conocer detalles de su actividad proselitista en universidades públicas.

Hay fotografías de salones de clases tomadas por simpatizantes suyos, donde cuelgan sus banderas y adoctrinan.

Un grupo de mexicanos estaba con las FARC en un campamento en la selva ecuatoriana cuando éste fue destruido por el ejército de Colombia. Estaban nada menos que con Raúl Reyes, jefe de la organización.

Podemos estar, pues, ante un adversario complejo, que dio un golpe político a un “gobierno no amigo”, y quieren un rescate millonario.

O como lo dijo un diplomático mexicano: ”estamos ante la operación de una multinacional del terror”.

Un estado demasiado grande

Un estado demasiado grande para los keynesianos

por Juan Ramón Rallo

Juan Ramón Rallo Julián es investigador del Instituto Juan de Mariana (España).

Los economistas ortodoxos suelen decir que en los últimos 40 años la macroeconomía se ha desarrollado especialmente en lo relativo a la política monetaria. Enterrado Keynes en la crisis de los 70, la política fiscal ha recibido desde entonces una atención minoritaria, motivo que explicaría los bandazos que todos los políticos están dando estas semanas en relación con la gestión de sus déficits presupuestarios.

La lógica, pues, establecería que en las próximas décadas viviéramos un auge en la investigación en torno a las distintas políticas fiscales y sus efectos sobre la estabilización del ciclo y el crecimiento a largo plazo. Espero, sin embargo, que este debate no termine cerrándose en falso como el de teoría monetaria, donde parecía que ya estaba todo escrito y al final nos hemos encontrado con que los bancos centrales, a través de su científica política monetaria, contribuyeron a provocar una de las mayores crisis de nuestra historia.

Tampoco estaría de más, por cierto, que la escuela austriaca, tan dada en muchos casos a la endogamia, participara activamente en un debate ni mucho menos resuelto. Sin ir más lejos, uno de sus principales exponentes, Wilhelm Röpke, defiendió políticas de estabilización de la demanda para combatir lo que él denominaba “contracción secundaria”.

Los argumentos de Röpke son sugerentes y merecen ser estudiados de manera desapasionada. Personalmente no me convencen, pero sería interesante que todos aquellos que los rechazan de plano se dedicaran antes a tratar de refutarlos con calma. Al fin y al cabo, Röpke no es un Keynes cualquiera que ignore a Böhm-Bawerk, Mises y Hayek sino que los conoce a la perfección (a ellos y a aquello que cuenta, sus contribuciones esenciales: la compleja y rígida estructura de capital determinada por los precios relativos de cada etapa).

De las ideas de Röpke extraigo una interesante reflexión que deberían plantearse los keynesianos y, en general, todos aquellos que crean en las políticas públicas de estabilización del ciclo. Si algún sentido cabe encontrarle a eso de que aumentando la demanda agregada incrementamos la producción agregada (o frenamos su caída) es justo el de que el Estado pasa a subrogarse transitoriamente en la demanda de los agentes privados para que, una vez se estabilicen las expectativas y los ánimos, los éstos vuelvan a sustituir al Estado en sus demandas: el crédito público sostendría durante las crisis al menguante crédito privado hasta que éste se recupera. La traducción presupuestaria de este principio sería que el Gobierno debería acumular superávits durante la etapa de boom económico e incurrir en déficits durante las de recesión (por supuesto, intento ponerme en la cabeza de los keynesianos, con lo que obvio en esta discusión los problemas básicos de su teoría).

Sin embargo, para que esta política tenga visos de triunfar resulta esencial una condición que muy pocas veces se explicita: el peso del Estado en la economía no puede ser muy grande. Si el Estado copa grandes porciones de la riqueza nacional, no sólo tendrá incentivos durante la etapa del boom a endeudarse de manera desproporcionada como hacen el resto de agentes económicos; sobre todo se habrá adaptado a una estructura de ingresos basada por necesidad en impuestos tremendamente procíclicos (impuesto sobre la renta, sociedades, ganancias patrimoniales…).

Lo que desatará las crisis —el hundimiento de los ingresos derivado del parón de la actividad— será, pues, un déficit público de tal magnitud que se volverá insostenible para el conjunto de la economía y que, en lugar de generar tranquilidad, provocará desazón por la progresiva insolvencia del Estado. España, Grecia, Portugal, Irlanda o Italia lo están comprobando estos días. No se trata tanto de que hayan incrementado sus gastos de manera discrecional para sostener la demanda agregada, sino de que la crisis ha revelado un déficit estructural en sus cuentas públicas que es en sí mismo insostenible y que sólo puede revertirse de dos formas: o aumentando impuestos o reduciendo el gasto, justo lo que ningún keynesiano recomendaría en plena crisis.

Podemos comprender más fácilmente mi argumento si asumimos una economía totalmente socializada en la que el peso del Estado es del 100%. En este supuesto es evidente que el Estado no tendría ninguna capacidad para estabilizar la demanda agregada de la economía porque toda la demanda sería la del propio sector público. Es decir, desde una perspectiva keynesiana este país se enfrentaría necesariamente a una crisis similar a la de otro país cuya economía fuera 100% privada y donde el Estado no pudiera estabilizar la demanda agregada (básicamente la falsa historia que a los keynesianos les encanta explicar sobre la Gran Depresión estadounidense).

Para que un Estado pueda tener éxito a la hora de estabilizar la demanda agregada parece evidente que sus saldos presupuestarios deben ser en buena medida autónomos de la situación económica (adiós, pues, a las ilusorias bondades de los estabilizadores automáticos) y ello sólo puede lograrse cuando los ingresos de ese Estado se obtienen de impuestos acíclicos (por ejemplo, impuestos especiales sobre el tabaco, el alcohol, los hidrocarburos…) que al ser escasos (sólo una pequeña parte de la economía puede quedar al margen del ciclo) necesariamente limitan la cuantía de los gastos en los que ese Estado puede incurrir. Es más, sólo un sector público diminuto tiene capacidad en medio de una crisis para incrementar los impuestos y recaudar enormes cantidades adicionales de una riqueza que antes quedaba exenta; es decir, sólo un Estado pequeño puede permitirse el lujo de mantener durante varios ejercicios déficits públicos elefantiásicos sin que su propio crédito no sea puesto en entredicho.

Es hasta cierto punto comprensible que los economistas keynesianos no pensaran en ello durante los años 20 y 30, cuando el peso del Estado en la economía apenas suponía un 10% o 15% del PIB, pero ahora que el Estado llega a apoderarse en ocasiones de más del 50%, parece claro que ese problema no puede pasar desapercibido.

Si la profunda investigación sobre política fiscal que anticipaba al comienzo del artículo se produce en los próximos años, podríamos asistir al curioso espectáculo de observar a los keynesianos, los sicofantes del Gran Gobierno, defender la imperiosa necesidad de adelgazar el sector público. Quizá así los liberales consigamos un éxito en la práctica, aunque sea por las razones equivocadas.

Juan Carlos Hidalgo comenta la política económica de la administración O...

Yoani Sánchez - Oslo Freedom Forum 2010 English/español

Argentina: El Bicentenario

Argentina: El Bicentenario

por Guillermo M. Yeatts

Guillermo M. Yeatts es presidente de la Fundación Atlas 1853 y de la Fundación de Estudios Energéticos Latinoamericanos.

La semana pasada hemos festejado el Bicentenario de la revolución de mayo. Los primeros 100 años del país nos encontraron con un clima de euforia, alegría y futuro. El sueño argentino era una esperanza para miles de inmigrantes europeos, dado el crecimiento inusitado que posicionó a la Argentina como el décimo país más rico del globo con el 50% del PBI de América Latina en 1913.

Aquella economía abierta enfocada en sus sectores más competitivos fue desapareciendo de manera gradual dando lugar a un nuevo país cuyo rol protagónico era el estado.

Ya a partir de 1907 se comienza a visualizar la interferencia del estado cuando el Ministerio de Agricultura, en busca de agua para los colonos de Comodoro Rivadavia, descubre petróleo. El Código de Minería sancionado en 1886 en su artículo 9, específicamente prohibía al Estado explotar o disponer de minas. No obstante esto, el Gobierno de Figueroa Alcorta (bajo la ley de Tierras de 1903) decretó la creación de una reserva sobre 200.000 hectáreas alrededor del pozo descubierto y prohibía la concesión de yacimientos en esta área. Esta prohibición al sector privado nace con el comienzo de la industria automotriz.

La transferencia gradual y sistemática de los sectores más productivos a los menos productivos, produjo una creciente inestabilidad institucional que conduciría al golpe militar de 1930, desplazando a un gobierno elegido por el voto popular. A partir de allí, la dinámica político-económica fue la de la competencia por la apropiación de recursos para ser distribuidos entre grupos de intereses especiales. El caso argentino nos muestra cómo las reglas de juego de una democracia mayoritaria, sin límites vigentes en el país, generan incentivos notablemente orientados a la redistribución de la renta que favorecen a pequeños grupos de poder.

A pesar de todo esto, el país siguió creciendo, sobre todo a raíz de su posición de país neutral durante el conflicto de la 2da guerra mundial como proveedor de alimentos.

La creciente participación estatal en la producción y comercialización de bienes, trajo aparejado un estado ("bandido estacionario", como lo llama Mancur Olson), que se instala sobre un territorio con el objeto de vivir a costa del área aplicando tributos año tras año, tal como se materializó en el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPI) de los años 40. Este bandido estacionario, para que sigan produciendo debe proveer alguna seguridad a la vida y a la propiedad a través de un sistema judicial subordinado.

Ante esto, el ciudadano tiene tres opciones: escapar, incumplir la ley o la rebelarse.

1. El escape implica dejar de producir por la alta fiscalización y rápido castigo vigente en los países del 1er mundo.
2. El incumplimiento de las leyes a través de la informalidad debido al poco control estatal, lento castigo y arreglos informales
3. La rebelión fiscal como ocurrió en:

  • Inglaterra (Juan Sin Tierra, 1215)
  • Francia revolución a Luis XVI por impuestos.
  • EEUU revolución por impuesto al té.
  • Argentina revolución Santa Fe 1893 impuesto/trigo.

Hoy estamos ante una revolución silenciosa que esta ocurriendo en la sociedad civil. La Argentina se encuentra dentro de los 28 países que mayor cantidad de usuarios de Internet tienen en relación con su población. Esta mayor globalización incentiva el comercio y lleva a cuestionar a los grupos de interés que bloquean el crecimiento de las exportaciones e importaciones al país.

La tecnología, la globalización y la consecuente caída de los muros de información, llevan adelante una revolución por parte de la sociedad civil exigiendo la división de poderes, limites al gobierno, libertad de comercio y protección de derechos de propiedad para avanzar en la creación de riqueza.

Nuestra esperanza es que a partir del Bicentenario, el Estado nos permita quedarnos con el fruto de nuestro trabajo. Que podamos tener la libertad de elegir qué comprar sin aranceles y subsidios y que nos permita vender globalmente sin restricciones que castiguen a los sectores más eficientes, beneficiando a un estado derrochador con subsidios para empresarios prebendarios.

La 'imposición a los ricos': un craso error

Gregorio Izquierdo: La 'imposición a los ricos': un craso error

Gregorio Izquierdo

Se está amenazando estos días con nuevas subidas de impuestos, cuando en la actual coyuntura, el subir los impuestos, sobre todo los directos, es meter más piedras y poner el freno de mano al ya de por si endeble y maltrecho carro de la recuperación.

La mal llamada tributación de los ricos, a través del gravamen progresivo de las rentas de capital, el ataque a las sicav o la resurrección del fallecido Impuesto sobre el Patrimonio, no es sino una fórmula demagógica y populista de denominar a la imposición del capital, tanto en su vertiente de ahorro como de inversión.

En un contexto de incertidumbres en el que se cuestiona hasta el propio euro para España, el incorporar gravosas y desorbitadas medidas de castigo tributario al capital desataría una imparable y masiva desbandada de capitales.

Si en España todavía queda algún rico es porque la coyuntura expansiva anterior hacía más llevaderas las cargas tributarias y el antiguo Impuesto sobre el Patrimonio, con muy buen criterio, dejaba exento su principal valor: los activos y participaciones empresariales. La prueba es que Francia, que es el único país europeo que todavía tiene su viejo gravamen de Patrimonio, pierde más de 3.000 grandes contribuyentes cada década, y eso que tiene el tope de que junto con Renta no se pague más del 50% de los ingresos.

Imposible gravar más a los más ricos

En la práctica, es imposible gravar efectivamente a los más acaudalados. Por un lado, porque son a los que más les compensan los costes de la defensa de deslocalizar su residencia o patrimonios y/o crear estructuras en jurisdicciones más acogedoras.

Por el otro, porque su mayor movilidad relativa les permite escaparse al exterior y/o repercutir su carga al trabajo, que es un factor mucho más atado a la localización, y que, como consecuencia, recibirá peores salarios -por la traslación de la carga impositiva- y/o sufrirá más desempleo -por la menor inversión-.

Es perverso seguir incrementando la tributación de las rentas del ahorro en general y de las variaciones patrimoniales en particular. No sólo porque en la práctica se están gravando rendimientos brutos y nominales y no netos y reales, sino también por el efecto cerrojo de atasco de la dinámica económica y el incentivo a no declarar las transacciones en su totalidad y utilizar dinero negro, tal y como era moneda común en España cuando las ganancias de capital tributaban a los tipos medio y marginal de cada contribuyente.

De partida, la conflictividad judicial está servida. La LOFCA prohíbe fijar tributos estatales sobre hechos imponibles gravados por las comunidades autónomas, como sucedería si se estableciera una nueva figura estatal sobre el patrimonio.

No es posible crear impuestos selectivos, que, como se ha amenazado, intenten castigar a un grupo concreto y limitado de contribuyentes. Tampoco se pueden plantear impuestos confiscatorios, tal y como estableció el Tribunal Constitucional alemán, cuando advirtió que la progresividad tenía como límite inquebrantable la confiscación, y entendía que ésta se producía cuando la carga de los impuestos superaba el 50%. Las vías de recurso no sólo serían españolas, sino también europeas e invocables ante los Tribunales Europeos de Justicia, en la medida que alterarán la esencia de derechos básicos como la igualdad, la propiedad o, en última instancia, la circulación de personas o capitales.

No penalizar el ahorro

Nuestra economía está especialmente afectada por la insuficiencia de ahorro, que es lo que explica a su vez tanto nuestro excesivo endeudamiento y déficit corriente, como que ambos se tengan que financiar con deuda frente al exterior, con el consiguiente aumento de nuestra vulnerabilidad.

El sobrecargar fiscalmente al ahorro es del todo irresponsable, ya que nuestra capacidad de crecimiento y de creación de empleo a futuro está condicionada por nuestras posibilidades de inversión, cuyo coste de capital y disponibilidad, incluso dentro de la eurozona, sigue estando vinculado a nuestros insuficientes niveles de ahorro, tal y como se ha observado en los dos últimos años de crisis.

No pueden venir más a cuento las palabras que dicen que un responsable de Hacienda dijo a su impetuoso segundo: "Recuerda de que los impuestos están para recaudar y no tanto para fastidiar". Esto es justo lo opuesto de lo que ahora equivocada y trasnochadamente se plantea, queriendo potenciar la imposición patrimonial, que es la que más distorsión o exceso de gravamen provoca en relación a los ingresos que logra allegar, con la consiguiente contracción de la oferta productiva y de nuestro potencial de crecimiento y creación de empleo a futuro.

Gregorio Izquierdo, director de Estudios del IEE y profesor titular de Economía Aplicada de la UNED.

Bare-knuckle in Basel

Reforming finance

Bare-knuckle in Basel

The task of sorting out banking is far from finished

ANYONE who doubts how hard it is to reform finance should consider the past fortnight. In America Congress edged towards passing the biggest reform of Wall Street since the 1930s; the heart of this is a pledge that taxpayers will never again be on the hook for failing firms. On May 24th the global banking industry’s biggest lobbying group made a similar pledge. Yet at the same time borrowing costs for banks have spiked up, reflecting fears that southern Europe’s woes might bring a big bank down. The response of investors and supervisors has not been joy at this reassertion of market discipline. It has been dry-mouthed terror, and, one suspects, a familiar thought: what can the state and central banks do to help?

The impulse to both punish and save finance reflects society’s conflicted aims. Voters want banks that can fail, just not now. Creditors must pay for failures, but when creditors get wary, the authorities rush to prop up markets. Banks must shrink and have big safety buffers, but not if that risks a double-dip recession. To reconcile these aims is a tall order.

America’s package is an important step (see article). Its best bits should cut the odds of bad stuff happening. The Federal Reserve will get powers to police almost all big firms, ending some regulatory turf wars. A new consumer-protection agency will combat dodgy lending. Many derivatives contracts will be brought into the light by being put through clearing houses and exchanges. There are some less-than-convincing bits: banning banks from proprietary trading feels good but won’t make them much safer; the package doesn’t tackle Fannie Mae and Freddie Mac, the failed housing agencies; and legislators could include some harmfully draconian prohibitions on derivatives. Still, overall, it does more good than harm.

Build up the buffers

Yet the assumption must be that crises will still happen. Hence it is vital that banks carry bigger safety buffers of capital and liquid assets. This job has been outsourced to the Basel club of regulators, which aims to finalise its proposals by the end of the year and implement them by December 2012. Behind the scenes an almighty brawl is raging (see article). Banks dislike some of the fine print and also claim that the cost of “Basel 3” will force them to raise the price of loans, devastating the economy. The French Banking Federation, for example, reckons it could eventually knock more than 6% off the euro zone’s GDP.

That is just one estimate—the Basel club will produce its own study later this year which is likely to be less alarming. But it will still face an onslaught and to do its job it will need to appeal to a wide audience, in the language of common sense. It must make clear that the timing of bigger buffers can be staggered and that their cost must be compared with the benefit of fewer meltdowns (the Bank of England reckons global GDP in 2009 would have been 6.5% higher without the crisis). And it must insist that as a bare minimum the system has enough capital and liquidity to absorb a crisis as bad as the last one.

The good news is that big banks probably now have enough capital to absorb the aggregate loss rate suffered by the system from 2007 to 2009 (although their build-up of liquidity reserves has been patchier). But buffers can be set at these pragmatic levels only if there is a credible way to deal with the outlier banks that typically lose three to five times more than the average. This is why “resolution schemes” for bad banks, that put losses onto creditors not taxpayers, are so important. They are a linchpin of reform, allowing politicians to argue that bail-outs will not happen again and regulators to resist calls for bigger safety buffers or a radical break-up of banks.

No existing proposal looks sturdy enough. America’s reform package and the industry’s plans will create the bureaucratic tools to push losses onto creditors. But will they be used? In a crisis supervisors will still be terrified that the threat of hundreds of billions of dollars of losses will fuel panic. Faced with a near collapse they are far more likely to give banks’ creditors a guarantee than to hurt them.

What may be needed is a rejigging of banks’ balance-sheets to try to contain this panic, with a clearer line between those who bear losses, including shareholders and junior creditors, and those, such as depositors, senior creditors and counterparties, who can be assured of business as usual. The Basel club is now making a stab at this task as well as trying to co-ordinate resolution schemes globally. Unless it succeeds, every time banks’ borrowing costs rise, the response will not be satisfaction that investors are discriminating against weak firms, but dread that things may spiral out of control again.

ECONOMIA DE EU. UN RESBALOSO PEDAL

The economy

A sticky gas-pedal

America contemplates yet more fiscal stimulus and leaves the pain for later

ONLY by coincidence did Europe’s debt crisis wash over American markets just as debate was heating up in Washington, DC, on a new round of fiscal stimulus. Still, the confluence of events has raised the stakes, both for those who think a bit more deficit spending is essential and for those who think it courts disaster.

The “American Jobs and Closing Tax Loopholes Act” is a typical piece of congressional sausage-making originally projected to add $134 billion to the federal deficit. Only $79 billion of that qualifies as true stimulus: extended unemployment benefits, health subsidies for the unemployed and more Medicaid money for the states. Most of its hundred-odd other provisions are goodies for assorted constituents from Indian reservation property developers to cotton shirt manufacturers and routine extensions of expiring provisions such as the research tax credit.

Congress was scheduled to vote on the bill after The Economist went to press. Republicans and some Democrats have balked at the price tag, prompting changes that would reportedly bring its deficit impact below $100 billion. Barack Obama is anxious to sign it into law by June 1st when several existing stimulus measures are set to expire. He has also backed an additional $26 billion in emergency funds for teachers and firemen who otherwise face lay-offs.

Mr Obama’s fiscal policy has been described as “gas now, brake later”: wider deficits in the near term to keep the economy out of depression (which would risk even bigger deficits), followed by a switch to deficit reduction to cap the rise in the national debt. The switch, however, remains a future abstraction. The latest initiatives would bring the total amount of stimulus since Mr Obama took office to well over $1 trillion (see table).

Does the economy need all this? Despite turbulent markets, forecasts for American growth this year and next are being revised up, not down. On May 26th, the OECD predicted growth of 3.2% for 2010, up from 2.5% last November. But, it added, “it is unclear if output growth is yet self-sustaining and how the economy will respond as the effect of the stimulus ebbs.”

Consumer spending seems unsustainably strong given weak income growth, shrunken wealth, and tight-fisted banks. Exports were meant to take up the burden of recovery as the government’s stimulus wore off. Their prospects have dimmed now that Europe, intent on austerity and with its currency plunging, will be competing for the same export markets and not buying much from America. Little policy ammunition remains should the economy stumble again. The Federal Reserve is tapped out and the TARP programme for recapitalising banks expires on October 3rd. In these circumstances, a bit more fiscal stimulus seems to provide some time-limited insurance without too much damage to the long-term deficit.

Whatever its merits, though, the stimulus bill also exemplifies the dangerous absence of any strategy for that long-term deficit despite, as one budget watchdog puts it, “this huge wake-up call” from Europe. In a show of fiscal fortitude, Mr Obama on May 24th did formally ask for new “rescission” authority: in essence, the ability to pluck bits out of spending bills for elimination, subject only to an up-or-down vote in Congress. It would be a watered-down version of the line-item veto presidents have long craved but the Supreme Court has found unconstitutional. Congressional leaders reacted coolly. “I have no intention of ceding that authority to the executive branch,” said Daniel Inouye, the Democratic chairman of the Senate Appropriations Committee.

Meanwhile, Congress’s own fiscal efforts have produced one damp squib after another. It has been unable to pass its annual budget resolution, which sets out deficit and spending totals with which individual bills must comply. Earlier this year it passed a “Paygo” rule prohibiting new spending or tax cuts from widening the deficit. But $79 billion of the latest bill is labelled “emergency” spending and is therefore exempt. Suspension of scheduled cuts to Medicare reimbursement rates to doctors, originally to cost $63 billion but likely to be scaled back, is also exempt.

On taxes, the bill is equally timid. It closes foreign-income loopholes for multinationals and taxes some of the “carried interest” fund managers earn for managing their investments as income rather than capital gains, on which the rate is lower. But it doesn’t address the much costlier expiration of George Bush’s tax cuts at the end of this year.

America’s long-term fiscal challenge is huge, by some measures bigger than that of the euro zone. By 2015, for instance, the IMF reckons America will have a structural deficit (ie, the deficit that would prevail at full employment) of more than 6% of GDP compared to 4% for the euro area. Mr Obama has called for getting the deficit down to about 3% of GDP by then. But he has shoved off onto a bipartisan deficit commission the grisly question of how, and this commission is not due to report until after November’s mid-term election.

Fortunately, America has time. Its favourable demographic trends mean its fiscal day of reckoning is further off than Europe’s and the dollar’s reserve-currency status provides manoeuvring room. Yet this may not be the blessing it seems. Getting politicians to take the deficit seriously may well be impossible unless the bond market forces them. For now Europe’s crisis has done exactly the opposite: as investors flee the euro, the dollar has soared and Treasury yields have plunged. There is not much incentive to take the foot off the gas-pedal and apply the brakes just yet.

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