VENEZUELA
El pánico del bufón
Por Raúl Benoit
Desde que se extendió la oposición a su gobierno, Hugo Chávez, el bufón de América, ha seguido la estrategia de censurar la prensa e internet. Además, también en el extranjero, en ciudades como Miami, sus esbirros hostigan a los críticos. |
No podemos negar que la red virtual es un terreno pantanoso en el que, actualmente, no hay reglas; un terreno que habría de regularse por medio de acuerdos internacionales para evitar el libertinaje, que podría tener en el futuro consecuencias caóticas para la sociedad. Pero también es cierto que los que somos usuarios de internet, así como de la televisión y la radio, no tragamos entero y no precisamos de un gobierno paternalista que nos enseñe cómo estar bien informados y moldear nuestra propia opinión.
El bufón lo que pretende es silenciar a la ciudadanía, para que le escuche solo a él, y prepara la mordaza lanzando advertencias como ésta:
En el marco de la Constitución, en un gobierno socialista, [los medios] tienen que subordinarse a los intereses del Estado.
Chávez acusa a los medios críticos de cometer delitos. Pero para delitos, los que comete él cuando arrebata a la gente sus libertades, empezando por la de expresión. Por no hablar del crimen que representa el arruinar la riqueza de un país como Venezuela mientras se regala dinero a unos amigos que, una vez lo expriman, darán al dictador una patada en salva sea la parte. Por no hablar de la fechoría que supone el arrebatar su patrimonio a unas familias que trabajaron duro durante largos años, y que contribuyeron al desarrollo de la nación generando empleo y riqueza.
El pasado día 9, Chávez presentó a la Asamblea Nacional un proyecto de ley por el que pretende castigar a quienes envíen por internet
mensajes irrespetuosos a los poderes públicos, que pudieran crear zozobra o promover el desconocimiento de las autoridades legítimamente constituidas.
El proyecto, que reformaría una ley que ya restringe el contenido que puede emitirse por radio y televisión, aboga igualmente por prohibir el uso de redes sociales como Facebook o Twitter a quienes manden mensajes que el poder etiquete como "manipulaciones mediáticas''.
Es muy probable que, haciendo uso de los poderes extraordinarios que el Parlamento le concedió de manera irregular el día 17 –para que, por más de un año, haga y deshaga, decrete leyes y gobierne al margen de la Constitución–, Chávez logre salirse con la suya: impondrá una mordaza que le permitirá castigar a la prensa y silenciar la Red.
Lo que intenta Chávez es encubrir el fracaso de sus planes y la bancarrota del Estado, del que se ha servido para saciar su codicia y narcisismo. Su proyecto fundamental es imponer definitivamente el proyecto cubano, lo cual sumiría a Venezuela en la oscuridad del totalitarismo.
Wikileaks: "habrá dimisiones"
Wikileaks: "habrá dimisiones" cuando se revelen los datos sobre el banco de EEUU
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Bank of America: ¿Próxima víctima de Wikileaks?
El fundador de Wikileaks, Julian Assange, sigue calentando el terreno antes de hacer pública la información que su web atesora sobre un gran banco estadounidense. Según ha afirmado hoy, una vez se conozcan los datos "habrá dimisiones".
El pasado mes de noviembre, la revista Forbes hizo saltar la liebre al asegurar que Wikileaks poseía miles de documentos de un gran banco de EEUU que pretendía difundir a comienzos de 2011. Después, los medios llegaron incluso a señalar a Bank of America como la firma protagonista de dicha información.
El diario online Huffington Post recordaba que el australiano había revelado el año pasado en una entrevista con la revista Computer World que su organización "había conseguido hacerse con un cache de gran tamaño de información de Bank of America".
Se conocerá en 2011
Esta posibilidad no se ha llegado a confirmar todavía y hoy, Assange se ha limitado ha confirmar, en una entrevista al diario británico The Times, que tiene en su poder una gran cantidad de material sobre una entidad importante y que principios del próximo año es el momento elegido para sacarlo a la luz.
Eso sí, ha añadido que si la entidad no ginora la información publicada, rodarán cabezas. "No queremos que el banco sufra hasta que no lo requiera", señaló el fundador de Wikileaks. "Pero si su gestión consiste en funcionar de forma receptiva, habrá dimisiones", añadió.
En noviembre había señalado que esta filtración "ofrecerá un conocimiento desde dentro verdadero y representativo sobre cómo se comportan los bancos en un nivel ejecutivo, de una manera que creo que estimulará las investigaciones y las reformas", aseveró el fundador del medio digital. Además, Assange añadió que uno o dos bancos estadounidenses podrían caer.
Recientemente, Assange afirmó hoy que la mayor parte de los ataques contra su portal, que ha filtrado miles de documentos confidenciales de EEUU, no fueron de Gobiernos sino de bancos en Dubai, Suiza, el Reino Unido y EEUU.
Ganancias en Wall Street
Ganancias en Wall Street: el Dow Jones avanza el 0,48%, hasta 11.533,16 puntos
La bolsa de Nueva York ha cerrado con ganancias en todos sus índices animada por los movimientos empresariales al otro lado del Atlántico. De este modo, su principal indicador, el Dow Jones, ha cerrado con un ascenso del 0,48%, hasta 11.533,16 puntos, mientras que el tecnológico Nasdaq ha subid el 0,68%. Por su parte, el selectivo S&P 500 subió 0,6% y encadena una racha ganadora de cuatro sesiones.
El parqué neoyorquino logró así mantener las ganancias durante toda la jornada animada desde primera hora de la mañana por los positivos resultados empresariales presentados al cierre de la jornada anterior por la tecnológica Adobe, que superaron las expectativas de los analistas.
Esa compañía, que por primera vez tuvo unos ingresos trimestrales superiores a los 1.000 millones de dólares, selló la sesión con un avance del 6,01% en el mercado Nasdaq.
En ese mismo mercado destacó el ascenso del 35,57% de la compañía estadounidense Martek Biosciences un día en el que se conoció que será adquirida por la firma holandesa Royal DSM NV por 1.087 millones de dólares.
Más compras empresariales
También animaba a los inversores este martes la noticia de que el banco Toronto-Dominion ha llegado a un acuerdo con la firma de inversiones estadounidense Cerberus para adquirir Chrysler Financial, el antiguo brazo financiero del fabricante de automóviles, por 6.300 millones de dólares.
Minutos después del cierre de la sesión Nike, la mayor empresa de calzado, ropa y complementos deportivos del mundo, informó también de sus resultados empresariales. Esa empresa cerró la jornada con un avance del 2,25%.
Los mayores ganadores esta segunda sesión de la semana fueron los bancos y las entidades financieras, entre las que destacaron Bank of America (2,85%), JPMorgan Chase (2,63%), Wells Fargo (2,39%), Morgan Stanley (2,28%) y American Express (1,72%), mientras que Visa cerró en terreno negativo (-1,68%).
En el terreno positivo del índice Dow Jones de Industriales destacaron, además de las financieras, el fabricante de aviones Boeing (1,45%), el de maquinaria pesada Caterpillar (1,43%), la farmacéutica Pfizer (1,22%) y el conglomerado GE (1,13%).
Crudo y divisas
Anotaron descensos en ese mismo índice el grupo 3M (-0,93%), la farmacéutica Merck (-0,88%), las tecnológicas Intel (-0,61%) y Cisco (-0,46%) y la cadena de tiendas Home Depot (-0,34%), entre otras.
Fuera de ese índice subieron los fabricantes de automóviles Ford (0,83%) y General Motors (0,27%), mientras que en el mercado Nasdaq subieron también Google (1,35%) y Apple (0,62%).
En otros mercados el oro subió hasta los 1.388,2 dólares por onza, el petróleo ascendió a 89,82 dólares por barril, el dólar se fortaleció -por un euro se pagaban 1,3096 dólares-, y la rentabilidad de la deuda a diez años bajaba al 3,3%.
Los monopolios en México y Venezuela
Análisis & Opinión
Los monopolios en México y Venezuela
Es integrante de CIDAC y coordina la Red Mexicana de Competencia y Regulación, participando en proyectos de investigación en temas de productividad, pymes, evaluación de proyectos gubernamentales y energía. Colaboró en el análisis de impacto de la inversión extranjera en América Latina con la Comisión de las Naciones Unidas para el Comercio y Desarrollo (CNUD). Es egresada de la Maestría en Política Pública de la Universidad de Duke y es licenciada en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales en la Universidad de Washington.
“Terminar con los monopolios” se ha vuelto la frase del año en dos países con gobiernos ideológicamente opuestos: Venezuela y México. En realidad, se trata de una frase populista, que tanto en Venezuela como en México se ha utilizado para promover ganancias políticas, y no para promover progreso y una economía más dinámica y competitiva.
La concepción que cada país tiene de los monopolios y de qué implica acabar con ellos es radicalmente distinta. La coincidencia está en que el tema de los monopolios, para ambos países, es finalmente un tema de rotación y protección de elites. En México, “terminar con los monopolios” fue la frase utilizada por el presidente Calderón y senadores del principal partido de oposición para promover una reforma a la ley de competencia, y no para promover cambios que acaben realmente con los monopolios. Buscaron presumir logros sin tener que tocar realmente los intereses más encumbrados del país. Mientras que en Venezuela, el presidente Chávez utiliza constantemente la frase para justificar la expropiación y nacionalización de empresas. Busca desplazar a una elite empresarial que está crecientemente en desacuerdo con el manejo del país, y reemplazarla con actores cercanos al gobierno.
La coincidencia está en que el tema de los monopolios, para ambos países, es finalmente un tema de rotación y protección de elites.
En México, el concepto de combatir a los monopolios tiene todo que ver con el desempeño de la economía. La existencia de monopolios y oligopolios en algunos sectores clave es frecuentemente citada como una de las causas del bajo crecimiento económico de México. La reforma discutida a lo largo del 2010, y aprobada por la Cámara de Diputados, hubiera permitido al órgano regulador de la competencia perseguir con mayores facultades (multas más altas, mayores poderes de investigación, y más autonomía) a empresas que realicen prácticas monopólicas. Después de nueve meses, no hay reforma. Al llegar al Senado la discusión giró en torno a un tema político (el rol del Senado en la aprobación o veto de los Comisionados asignados por el Ejecutivo) y al no lograr un acuerdo, se desechó la propuesta de reforma. De todas maneras, la reforma a la institución no iba a acabar con la existencia de prácticas monopólicas. Para lograr eso en México se requieren otras acciones.
Es necesario realizar cambios que promuevan la eficiencia económica en sectores dominados por monopolios, públicos y privados. Esto incluye acciones tales como promover la entrada de una tercera cadena de televisión, eliminar las trabas a la inversión nacional o extranjera en diversos sectores, y que los consumidores puedan promover acciones colectivas para reclamar abusos por parte de las empresas. La clase política de México ha decidido no avanzar en estas direcciones porque el riesgo político es alto (en términos de influencia electoral) y la ganancia demasiado difusa para ser aprovechada (se benefician los consumidores, cuyo comportamiento electoral es impredecible).
En Venezuela, por otro lado, se han atropellado los derechos de propiedad en aras de “terminar con los monopolios”. Allá el discurso es distinto. Chávez se refiere a toda clase de empresas privadas (ya sea una que domine el mercado o varias que compitan) como monopolios. Se ha tildado de monopolio, sin ninguna diferenciación, a dueños de tierras, a empresas de bebidas y alimentos, cementeras, acereras o de telecomunicaciones, y esto ha servido para justificar expropiaciones y nacionalizaciones. No hay en realidad una pretensión de acabar con los “monopolios”, sino más bien de satanizar a las empresas para moverse en dirección hacia un Estado controlador de todas las esferas, incluyendo la económica.
Así pues, si bien el discurso de cada presidente se deriva de una concepción diferente de los monopolios, ambos países actúan para proteger a elites económicas que los benefician, como es el caso de México, o desplazar elites que los perjudican, como es el caso de Venezuela. Los monopolios siguen ahí, en manos de elites (estén éstas al servicio del estado o de la iniciativa privada). La competencia continúa siendo escasa en algunas áreas del sector privado, sobre todo en México. Y aún no se toman decisiones a favor de los consumidores en ninguno de los dos países. Se trata de demagogia pura.
Al final, lo que está en juego es la concepción de la participación del Estado en la economía. El debate no está resuelto, ni en México ni en Venezuela. Se trata más bien de un juego por incrementar el control político, que a su paso daña la concepción que los latinoamericanos tenemos de nuestras democracias. Los resultados de la más reciente encuesta de Latinobarómetro lo demuestran: parece que retrocedemos al no estar contentos con la democracia, pero en realidad lo que renegamos es el modelo de democracia que se practica en América Latina, que continúa favoreciendo a un puñado de elites, políticas y económicas, en detrimento del bienestar de la población.
En la medida en que controlar o intervenir en la economía implique expandir su esfera de control político, la clase política de países como Venezuela y México continuará defendiendo intereses encumbrados, concibiendo nuevos monopolios (públicos) o manteniendo los que ya existen.
Vargas Llosa, el político
Análisis & Opinión
Vargas Llosa, el político
Director del Instituto de Administración Pública (IAP) y del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (México).
Quienes han pretendido –desde México, Bolivia, Nicaragua o Venezuela- descalificar las opiniones de Mario Vargas Llosa por la vía de decir que es un gran novelista –que lo es- pero que “la política no es su fuerte”, yerran de cabo a rabo porque entre los muchos merecimientos del Nobel de Literatura 2010, su apasionada y tesonera defensa de la libertad, la independencia intelectual y la democracia es, claramente, una posición política, y situada, por cierto, en el lado correcto de la historia. Me explico.
Entre buena parte de la clase política latinoamericana ha sido una costumbre manida y facilona querer matar al mensajero ante la imposibilidad intelectual y moral de rebatir con argumentos el mensaje. Es una clase política que en la disputa por el poder y en el ejercicio del gobierno se mueve con frecuencia, casi con naturalidad, no solo en el miasma de la corrupción sino sobre todo en el de la superficialidad, la incompetencia y la ignorancia.
Hace veinte años Alberto Fujimori derrotó electoralmente a Vargas Llosa. Hoy, uno está en la cárcel y el otro es premio Nobel. A eso llamo estar del lado correcto de la historia.
Poco le importa a ese mandarinato saber aquello a que, diría Francois Miterrand, la historia obliga, o disponer de una noción siquiera estética para manejar los asuntos del Estado, así con mayúscula. Para infortunio de los ciudadanos que lo padecen, es una elite que no se guía por el compromiso social ni, mucho menos, por coordenadas éticas –allí está para probarlo la caterva de tiranuelos que hoy gobiernan en países, estados, ciudades, partidos, sindicatos o universidades de la región- sino por la obsesión enfermiza de lucrar, en beneficio propio, con los cargos y los dineros públicos.
Combatir esos vicios, como lo ha hecho por años Vargas Llosa desde el periodismo y la literatura, es una forma de hacer política, pero una política basada en causas, en ideas, en valores y en principios en los cuales se cree y por los cuales luchar. Supone defender una manera distinta de hacer política en donde la libertad del individuo, el sistema democrático, las buenas decisiones públicas y el apego a la ley son los fundamentos que hacen posible y duradera una comunidad cohesionada y una convivencia civilizada.
Todo ello es hacer política, sí, pero una política entendida como una actividad noble, que puede contribuir de manera decisiva a organizar la vida de las personas pero sobre todo a mejorar su calidad de vida, a promover el bienestar colectivo y a aportar dosis razonables de felicidad a la sociedad.
Atacar a Vargas Llosa porque, según dicen sus detractores con un desprecio próximo al miedo, no sabe de política, es un recurso poco elegante, sobre todo en estos días. Pero es algo más: es una posición suicida porque es ir en contra de lo que, en esencia, debe ser la política, una tarea que no se reduce a ambiciones y mezquindades –aunque inevitablemente tenga unas y otras-- sino que puede ir más allá para ser una misión con fines superiores.
Hace veinte años Alberto Fujimori derrotó electoralmente a Vargas Llosa. Hoy, uno está en la cárcel y el otro es premio Nobel. A eso llamo estar del lado correcto de la historia. Y la política es historia en construcción.
Wikileaks: el ejecutivo fiel
Análisis & Opinión
Wikileaks: el ejecutivo fiel
Peruano, doctor en Relaciones Internacionales, Teoría Política y Política Comparada en la Universidad de Texas, Austin. Fue comentarista en temas internacionales de CNN en español, y actualmente es profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP (Perú) y analista internacional.
A juzgar por la trama, podría tratarse de la saga del film “El Jardinero Fiel”. Pero esta no es una historia ficcional. En 1996 la mayor compañía farmacéutica del mundo, Pfizer, realiza ensayos clínicos para un nuevo medicamento con niños nigerianos. El ensayo resulta en la muerte de once de ellos, y provoca secuelas en decenas más. Pese a algunas quejas de los familiares, la empresa logra mantener el affaire fuera del escrutinio público.
Todo iba bien, hasta que uno de los médicos participantes, víctima de remordimientos de conciencia, denuncia la violación de normas éticas durante los ensayos. Pfizer lo despide (por causas que, según alega, no guardan relación alguna con el incidente), pero ya es tarde: la denuncia provoca movilizaciones de protesta, el gobierno de Nigeria decide tomar cartas en el asunto, y el fiscal general inicia acciones legales.
Apelando a sus influencias (que incluyen desde funcionarios de su embajada hasta un ex presidente nigeriano), Pfizer realiza gestiones ante diversas instancias oficiales para evitar un juicio. Y apelando al servicio de detectives privados, busca información que involucre al fiscal general en actos de corrupción para, acto seguido, filtrar esa información a los medios locales. Finalmente, Pfizer logra un acuerdo extra-judicial, el cual incluye un fondo, la mayor parte del cual no se destina precisamente a indemnizar a las víctimas o a sus deudos.
Esta trepidante historia de intriga y acción no habría llegado a nosotros de no mediar los buenos oficios de Wikileaks, organización a la que también debemos otras historias corporativas que, sin embargo, jamás inspirarán un guión cinematográfico: las compañías de tarjetas de crédito Visa y Mastercard suspenden los servicios de pago a Wikileaks porque, según alegan, sus filtraciones de información oficial violan la ley. Argumento que no repetirán, cuando queda claro que Wikileaks no está siendo enjuiciada por esos hechos ante tribunal alguno en este planeta.
Como recordaba el buen Adam Smith, librados a sus propios medios siempre cabe la posibilidad de que los empresarios prefieran confabularse en vez de competir, en detrimento del consumidor.
Más aún, los remilgos legales que Visa y Mastercard mantienen en este caso no se condicen con su conducta en otro caso en el que la violación del derecho internacional es indubitable: las donaciones para la construcción de asentamientos israelíes en territorios palestinos. Existen al respecto tanto una opinión consultiva de la Corte Internacional de Justicia como una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU (respaldada tanto por la Unión Europea como por los Estados Unidos), que proclaman su ilegalidad. Peor aún, Visa y Mastercard procesan donativos para la construcción de asentamientos no autorizados por el gobierno israelí y que, por ende, además del derecho internacional, violan la normatividad legal de ese país. Para no mencionar el hecho de que ambas instituciones jamás tuvieron reparos en procesar donativos para organizaciones racistas y xenófobas como el Ku Klux Klan. Su política corporativa parece pues resumirse en una paráfrasis de su publicidad: negarle el servicio a Wikilekas no tiene precio, para todo lo demás existe Mastercard (o, si lo prefiere, Visa).
Entonces, tuvimos una muestra de que Wikileaks no hace públicos de manera simultánea todos los documentos oficiales en su poder, y más bien dosifica su entrega en función de su propia agenda: al día siguiente de que Visa y Mastercard anuncian su decisión, Wikileaks filtra un cable de la embajada estadounidense en Moscú que revela como el gobierno federal de los Estados Unidos intercedió ante su par de la federación rusa para favorecer a esas compañías. En lo esencial, se trataba de impedir que el gobierno de ese país sometiera a consideración de la Duma un proyecto de ley que permitiría a bancos estatales rusos recaudar la mayor parte de las comisiones por transacciones con tarjetas de crédito realizadas en ese país. Según cálculos de la propia embajada, Visa y Mastercard dejarían de percibir unos “US$4.000 millones al año”.
Por último, existe un caso que, de haberse hecho realidad, sin duda hubiera ameritado una puesta en escena (aunque más como una ópera bufa que como una película de espionaje): la transacción que el presidente de Millennium BCP (el mayor banco privado de Portugal), ofreciera al gobierno de los Estados Unidos, con conocimiento del primer ministro portugués (de nombre por demás oportuno para un sainete: José Sócrates). La transacción consistía en que, a cambio de que Estados Unidos tolerara sus negocios en Irán, el banco se comprometía a rastrear en su provecho los fondos y las actividades financieras de los miembros del régimen. Transacción que hubiera permitido la transmutación de Carlos Santos Ferreira, un ejecutivo bancario calvo y con sobrepeso, en un inverosímil émulo de James Bond.
Como recordaba el buen Adam Smith, librados a sus propios medios siempre cabe la posibilidad de que los empresarios prefieran confabularse en vez de competir, en detrimento del consumidor. Olvidó mencionar que además pueden confabularse con el poder político, en detrimento del Estado de derecho.
México: algún tipo de progreso, progreso al fin
Análisis & Opinión
México: algún tipo de progreso, progreso al fin
Presidente del Centro de Investigación para el Desarrollo (Cidac), una institución independiente dedicada a la investigación en temas de economía y política, en México. Fue miembro del Consejo de The Mexico Equity and Income Fund y del The Central European Value Fund, Inc., de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal y de la Comisión Trilateral. Escribe una columna semanal en Reforma y es frecuente editorialista en The Washington Post, The Wall Street Journal y The Los Angeles Times. En 1993, recibió el Premio Dag Hammarksjold, y en 1998 el Premio Nacional de Periodismo.
En su discurso al recibir el premio Nobel, Octavio Paz afirmó que “el sol de la historia se llama futuro y el nombre del movimiento hacia el futuro es progreso”. Lo difícil es precisar cuándo se avanza y cuándo se retrocede: qué es progreso y cuándo se alcanza.
Aunque es fácil observar el gran número de instancias en las que México ha experimentado un sensible avance, la mayor parte de la población percibe retroceso y guarda una sensación de que las cosas están mal y sólo podrían estar peor. Eso ha creado una oposición visceral a cualquier cambio, pero también, y paradójicamente, una simpatía en ocasiones enfermiza con vendedores de milagros, teorías conspiracionistas y otras desviaciones similares. ¿Cómo medir el progreso de una mejor manera?
Las percepciones que se van forjando los ciudadanos responden a eventos, circunstancias y realidades que les van afectando. Una persona o familia puede tener un mucho mejor nivel de vida hoy que hace 20 años, situación que se puede medir de manera objetiva y convincente y, sin embargo, percibir que su situación es peor. Parte de esto se explica simplemente por la comparación que toda persona inevitablemente realiza con sus pares, parte por situaciones objetivas (puedo estar mejor, pero no tengo empleo, lo que me hace estar peor) y parte por la sensación de letargo, parálisis e inacción que ha caracterizado al país por décadas. Las cosas pueden mejorar pero la percepción generalizada es que empeoran o, al menos, que no mejoran.
Medir el progreso democrático es todavía más difícil que el material y económico, porque no existen indicadores medibles que sean fácilmente asibles. Mientras que uno puede medir el valor de un salario y compararlo, quitando el efecto de la inflación, con el que uno percibía hace 20 años, lo mismo no se puede decir del acceso al poder, la competencia entre partidos o la calidad del gobierno. Algunos de estos factores podrían parecer evidentes (por ejemplo que hay mayor libertad de expresión), pero también es cierto que ahora más periodistas pierden su vida por hacer su chamba, sobre todo en el mundo de la criminalidad. De la misma forma, aunque es evidente que la administración de los procesos electorales ha mejorado dramáticamente, también es evidente que el abuso por parte de los gobernadores decididos a que ganen sus delfines, es cada vez mayor.
El mensaje general de Brent, y eso es lo que me hizo pensar que el libro se trataba sobre México, es que la cultura es más persistente que las ideas y los regímenes políticos. La gente está acostumbrada a hacer las cosas de una determinada manera y le cuesta mucho trabajo modificar sus patrones de comportamiento.
Una manera de medir el avance en el terreno político, aunque no sea muy ortodoxa, es observar lo que ha ocurrido en otras sociedades que han pasado por procesos similares. En un libro sobre los archivos soviéticos, Jonathan Brent (Inside the Stalin Archives, Atlas Books, 2010) describe su odisea al tratar de lograr la autorización para publicar fuera de Rusia los documentos (cartas, discursos y escritos) de la era soviética, sobre aquellos de Lenin, Stalin y el Partido Comunista. El relato es mucho más que una historia de los avatares que uno esperaría de un ambicioso editor; es, ante todo, la descripción de un sistema político: lo que ha cambiado, lo que ha permanecido y donde algo que había cambiado muestra señales de retroceso. Mucho de ello parece copiado, toda proporción guardada, de la evolución reciente de México.
Brent comienza describiendo el hedor que se respira en algunos lugares, pero no se refiere exactamente a algo que se huele, sino a algo que se percibe: como que algo del viejo sistema nunca desapareció y sigue estando ahí. Aunque hay una gran apertura -la gente puede viajar, hay acceso pleno al mundo externo y la libertad de expresión es amplia- la vieja burocracia sigue instalada en su lugar y sigue comportándose como si fuera dueña del mundo en lugar de empleada de la ciudadanía.
La descripción sobre la burocracia es extraordinaria no porque fotografíe el taco, la torta y el cafecito, sino porque se desvive por controlar, imponer requisitos burocráticos, trabajar poco y pretender que es la ley personificada. En su proceder no existe la noción de explicar qué se requiere para aprobar un determinado trámite y los derechos ciudadanos, consagrados en la Constitución; no existen para quien tiene el poder de decir sí o no. Punto.
El mensaje general de Brent, y eso es lo que me hizo pensar que el libro se trataba sobre México, es que la cultura es más persistente que las ideas y los regímenes políticos. La gente está acostumbrada a hacer las cosas de una determinada manera y le cuesta mucho trabajo modificar sus patrones de comportamiento. Aunque muchos de los incentivos han cambiado -en el caso ruso ya no hay detenciones por parte de la policía secreta a la mitad de la noche- la arbitrariedad sigue siendo la norma: la autoridad judicial decide a quién persigue y a quién libera, qué constituye un crimen, quién es culpable y cómo va a jugar su suerte. En otras palabras, cambió el régimen pero la arbitrariedad judicial sigue siendo la misma. El tema de la cultura es particularmente ominoso porque es uno de los factores centrales en la conformación de la manera como la gente entiende un tema, forja sus respuestas y hasta sus pensamientos.
En el ámbito económico, el ruso sigue viviendo en un mundo en el cual suele ser más fácil ganarse la vida robando que produciendo. La eficiencia es un término inexistente y la productividad todavía más. La legalidad es la que diga la autoridad y el más fuerte, lo que aquí hemos dado por llamar “poderes fácticos”. En este contexto, no debe sorprender que la corrupción sigue siendo un instrumento del poder aunque, dice Brent, responde ante el hecho de que no existe legalidad.
México nunca fue un estado totalitario como el soviético pero muchas de las cosas que describe Brent resultan reveladoras, tanto de lo que hemos avanzado como del enorme trecho que todavía falta por recorrer. Por ejemplo, en el ámbito económico, México va muchísimo más avanzado de lo que describe el autor. Aunque es evidente que al país le falta mucho por recorrer, la economía mexicana parece un reloj suizo comparado con la economía petrolizada rusa de la actualidad. En lo judicial y burocrático, la descripción de Brent casi parece costumbrista mexicana. Pero en términos del poder que ejerce el gobernante, los rusos tienen mucho más que temer a sus gobernantes que los mexicanos. Aquí tenemos un gobierno disfuncional en tanto que allá están experimentando la recentralización del poder, algo que de seguro no va a acabar bien. No es que aquí estemos en el Nirvana, pero la comparación deja pensar, o al menos soñar, con que lo nuestro es progreso, algún tipo de progreso, progreso al fin.
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