Siempre tuve la sensación de que el crecimiento o reconocimiento académico que un pensador obtiene con publicaciones científicas o premios, debieran redundar en una mayor responsabilidad al escribir y fundamentalmente en la crítica que se desarrolla a los oponentes teóricos. Básicamente pienso que la experiencia debiera llevar a los personajes más renombrados de la academia a moderar el discurso, a conservar ciertos modos y a tratar de ponerse en el lugar del otro, no en búsqueda de un debate ideológico, sino en búsqueda de entender el discurso ajeno.
Paul Krugman obtuvo el Premio Nobel en 2008, y desde entonces, al igual que Paul Samuelson, ha hecho todo lo opuesto a aquello. En lugar de ser más responsable y cuidadoso en cada artículo, sea en las revistas científicas o en los diarios, Krugman, decide atacar superficialmente a aquellos que le critican, con pasión y con un vacío de argumentos asombroso. No sólo ello, además —como han señalado Anna Schwartz y Edward Nelson— ha abandonado su campo de especialización que es la economía internacional, por la que ha recibido el galardón más importante en la disciplina, y trata temas monetarios, campo sobre el que no se le conocen contribuciones.
Críticas a la teoría austríaca del ciclo económico
A lo largo de la historia del pensamiento económico del siglo pasado, se han desarrollado importantes críticas a la teoría austríaca del ciclo económico, como las de Gottfried Haberler, Tyler Cowen, Bryan Caplan, Gordon Tullock o Leland Yeager.
La crítica de Krugman a la Teoría Austríaca del Ciclo Económico de Mises y Hayek data de 1998, en su corto artículo “The hangover theory: Are recessions the inevitable payback for good times?”, la que recibiera respuesta de Roger W.Garrison y Gene Callahan, entre tantos otros, señalando que constituye un error concebir tal teoría como una de “sobreinversión”, y que sería más atinado calificarla de “mala-inversión”, como de hecho quedaba claro ya, en el tratado de economía de Ludwig von Mises.
La nueva crítica de Krugman
Esta vez, y aclarando que no cambió de opinión respecto de aquel artículo de 1998, la crítica de Krugman apunta a un artículo de poco más de 3.500 palabras de Bob Murphy sobre la Teoría Austriaca del Capital, publicado como Daily Article en el Ludwig von Mises Institute, al que califica como “la mejor exposición que he visto de la perspectiva austriaca”.
Independientemente de la brillantez del artículo de nuestro amigo Bob Murphy, uno espera que un calificado economista como Paul Krugman, concentre sus críticas a trabajos científicos de mayor envergadura, entre los que se pueden citar a aquellos de Ludwig von Mises, Friedrich Hayek, Roger W. Garrison, Jesús Huerta de Soto, Lawrence H. White o Steven Horwitz, los que a su vez posiblemente inspiraron la breve presentación de Murphy.
Lo dicho no significa, sin embargo, que debamos ignorar la nueva crítica de Krugman, y pedirle que lea más, a ver si entiende. Todo lo contrario. Debemos enfrentar el desafío de Krugman, pero seriamente. En este artículo Krugman demanda respuestas:
- Si definimos a la inflación como un caso de exceso de dinero en relación con los bienes disponibles, ¿por qué las depresiones no son asociadas a la aceleración en lugar de la desaceleración de la inflación, mientras la oferta de bienes cae?
- ¿Por qué existe una fuerte correlación entre el PIB nominal y el real?
- ¿Por qué encontramos una evidencia empírica abrumadora de que cuando los bancos centrales deciden desacelerar la economía, esto efectivamente ocurre?
- ¿Qué pruebas hay de que la capacidad de la economía se daña durante el auge?
- ¿Dónde está la evidencia positiva de lo que los austriacos dicen?
Krugman agrega que no encuentra razones para dejar de lado los últimos 75 años del pensamiento económico, dado que el mundo real parece ser más consistente con las lecturas de Keynes y Friedman, sobre los factores del lado de la demanda que conducen al ciclo económico.
La respuesta austriaca
El propio Bob Murphy ofreció “su” respuesta al desafío, señalando que Krugman “no entiende” la posición austriaca.
En mi caso particular, tiendo a coincidir con Peter Boettke en que la respuesta debe ser tomada por los macroeconomistas austriacos como un desafío. No requiere esto de más respuestas en blogs, sino de engrosar las publicaciones científicas en los puntos que a este Premio Nobel llamaron la atención.
El énfasis en los precios relativos, en los micro-fundamentos a la macroeconomía, en la teoría heterogénea del capital, en los efectos no neutrales de largo plazo, en la evidencia empírica que prueba la teoría es necesario para que la academia comprenda finalmente que la macroeconomía austriaca en general y la teoría austriaca del ciclo económico en particular ofrecen respuestas comparativamente superiores a los fenómenos que están ocurriendo con mayor frecuencia desde el abandono del patrón oro.
Sobre el estatismo
Karl Rove, el arquitecto de las victorias del Partido Republicano en 2000 y 2004, y de las victorias del Partido Demócrata en 2006 y 2008, denuncia (en inglés) al presidente Obama por “gastar en exceso” y por el “activismo progresista” palpable en su discurso sobre el estado de la Unión. La frase resaltada por el Wall Street Journal en su columna es, “El martes, los republicanos ofrecen una alternativa a la visión del presidente del estatismo”. Lo que Rove omite es que él y el presidente Bush iniciaron el exceso de gastos, nos dejaron con un Estado obeso y, de hecho, llegaron a la presidencia con una visión estatista, como lo señaló Ed Crane en 1999.
Basta con echar un vistazo a la columna de Rove en el Wall Street Journal:
“La mayor parte de su discurso de una hora de duración fue un himno al activismo progresista, el presidente hizo un llamado para redoblar los gastos en trenes de alta velocidad y crear ‘innumerables’ puestos de trabajo en energía verde”.
Parafernalia progresista, sin duda. Sin embargo, el antiguo colega de Rove, Michael Gerson (asesor de discurso de la Casa Blanca durante los años de Bush), escribió el mismo día en su columna de Washington Post:
“En el discurso del estado de la Unión de 2006, que ayudé a escribir, el presidente George W. Bush propuso un incremento del 22 por ciento en la investigación de energía limpia en el Departamento de Energía, duplicar la investigación básica en las ciencias físicas y la formación de 70.000 profesores de secundaria para impartir cursos avanzados en matemáticas y ciencias. No tengo ni idea de si estas ‘inversiones’ fueron aprobadas o aportaron en algo. Dudo que alguien lo sepa”.
El sinsentido “verde” abunda en Washington.
Rove critica a Obama por
“un presupuesto federal que se incrementó 25% en dos años, aumentando la relación del gasto público federal como porcentaje del PIB al 25% desde aproximadamente el 20%”.
Obama es un gastador de calidad mundial. Pero el gasto aumentó en un 83 por ciento durante la presidencia de Bush, de $ 1.863 billones (trillions en inglés) a $3.414 billones. Él aumentó el gasto federal más rápido que cualquier presidente desde Lyndon Johnson. Y sí, Obama está aumentando la relación gasto público federal como porcentaje del PIB, pero Bush aumentó la participación del gobierno federal en el PIB en 2,2 puntos porcentuales, antes de la crisis financiera, los rescates, y elprograma para alivio de activos tóxicos (TARP, por sus siglas en ingles).
Rove escribe:
“El desafío va más allá de los presupuestos y de la deuda. Se trata de los propósitos básicos del Estado y de su papel en nuestras vidas. Si no actuamos pronto, la naturaleza de la sociedad estadounidense va a cambiar de manera profunda y duradera”.
Sí, ese es el problema real. Yo mismo he criticado de Obama su “agenda estatista de gran envergadura”. Pero la administración Bush nos dio la intrusión del gobierno federal en nuestras escuelas locales, la mayor expansión de las ayudas sociales en 40 años, una propuesta de enmienda constitucional para nacionalizar el Derecho matrimonial, restricciones inconstitucionales a nuestra libertad en el discurso político, y la intromisión del gobierno federal en la habitación de hospital de Terri Schiavo. Como lo han dicho Gene Healy y Timothy Lynch, promovió
“una visión del poder federal que es sorprendentemente amplia, una visión que incluye un gobierno federal con la facultad de regular el discurso político —y restringirlo enormemente cuando más cuenta: en los días previos a una elección federal; un presidente al que no se le podrá impedir, gracias a leyes válidamente promulgadas, emplear cualquier táctica que crea eficaz en la guerra contra el terror; un presidente que tiene el poder inherentemente constitucional para señalar ciudadanos estadounidenses sospechosos de actividades terroristas como ‘combatientes enemigos’, despojarlos de toda protección constitucional y encerrarlos sin cargos mientras dure la guerra contra el terror —en otras palabras, tal vez para siempre; y un gobierno federal con el poder para supervisar prácticamente todos los aspectos de la vida de los estadounidenses, desde la guardería, al matrimonio, hasta la tumba”.
Bush y Rove también han cambiado la sociedad estadounidense de manera profunda y duradera.
Rove dice que Paul Ryan, el nuevo presidente del Partido Republicano del Comité de Presupuesto de la Cámara, “sabe que la reforma de estos programas, especialmente de Medicare, es el único camino a la salud fiscal y el crecimiento económico”. Lástima que el gobierno de Bush empeoró el problema de Medicare ($18 billones peor).
Rove escribe que
“el debate sobre el papel y el propósito del Estado se ha formado de una manera que EE.UU. no ha visto en tres décadas”.
Esperemos que sea así. Nosotros en Cato, hemos estado tratando de tener ese debate durante años, incluyendo la crítica de Ed Crane en 1999 a la visión estatista de Bush y Rove. El libro de Michael Tanner de 2007, Leviathan on the Right: How Big-Government Conservatism Brought Down the Republican Revolution. Y, ciertamente, el compañero de armas de Rove, Gerson, ha sido un enérgico detractor de la visión de gobierno limitado defendida por los liberales que se oponen al estatismo Bush-Obama.
Por último, Rove nos recuerda:
“La deuda total fue de $10,6 billones antes del discurso inaugural [de Obama] y es de $14,2 billones en la actualidad”.
Verdadero. El Presidente Obama está aumentando el déficit y la deuda aún más rápido que el presidente Bush, bajo el cual la deuda nacional aumentó en $4,9 billones. Pero se requiere de mucho descaro para que el arquitecto del mayor aumento de la deuda critique a su sucesor por superar el récord.
Sin duda, el Wall Street Journal podría encontrar críticos más creíbles de la visión estatista del presidente Obama que la gente que dirigía el “desastre estatista ” que fue el gobierno de Bush.
Por: David Boaz
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