ECONOMÍA
El 'efecto Keynes' en España
Por Manuel Llamas
Las cuentas públicas españolas acaban de cerrar su tercer año consecutivo en números rojos. En 2010, el déficit público ascendió al 9,24% del PIB, lo que equivale a la astronómica cifra de 98.227 millones de euros; en 2009, el porcentaje era del 11,1, y en 2008 del 4,1. |
¿Cómo se ha fraguado este brutal desequilibrio presupuestario? Para empezar, debemos distinguir dos etapas claramente diferenciadas en el trienio 2008-2010, al que ya podemos considerar histórico en términos de deterioro fiscal. Tras el estallido de la crisis financiera internacional, a mediados de 2007, y su posterior materialización en lo que se ha venido a denominar la Gran Recesión, los países más desarrollados del planeta, agrupados en torno al G-20, pusieron en marcha amplios y extensos planes de estímulo (gasto público) con el ilusorio fin de impulsar la ansiada recuperación.
Su aplicación se concentró fundamentalmente en 2008 y 2009, al menos en lo que se refiere a la Zona Euro. Posteriormente, y sólo tras el estallido de la crisis de deuda soberana en 2010, los gobiernos se vieron forzados a dar marcha atrás, frenando en gran medida la extensión de tales estímulos, ante el riesgo inminente de quiebra por parte de algunos de ellos. Este cambio de rumbo se observa perfectamente en las cuentas españolas:
– Evolución de gastos (interanual): 8,8% en 2008 // 7,4% en 2009 // -1% en 2010.
– Evolución de ingresos (interanual): -6,6% en 2008 // -9,6% en 2009 // 3,8% en 2010.
El gasto público aumentó un 15,7% si comparamos los Presupuestos de 2007 con los de 2010, mientras que la recaudación cayó un 12,3%.
Ahora bien, medir el déficit público en términos de PIB maquilla, en gran medida, el despilfarro presupuestario. En este sentido, las cuentas públicas deberían ser analizadas empleando términos contables similares a los manejados por las empresas.
No tiene sentido medir el déficit en términos de PIB. Es más correcto medir el déficit en términos de ingresos fiscales. Las Administraciones Públicas gastaron en 2007 un 4,6% menos de lo que ingresaron; en 2008 gastaron un 11,2% más; en 2009, un 32% más; en 2010, un 25% más.
El 2009 fue el año culmen de los planes de estímulo, tanto en el plano internacional como, sobre todo, en el nacional. En ese ejercicio el déficit del Estado (excluyendo CCAA y Ayuntamientos) alcanzó la cifra récord de 99.258 millones de euros. En concreto, sólo el Estado gastó 205.000 millones de euros, cuando sus ingresos no financieros no superaron los 105.000 millones. Es decir, gastó un 93,8% más de lo que ingresó por vía fiscal.
Entre 2007 y 2009, Irlanda, Grecia, España y Portugal registraron los déficits públicos más elevados de la Zona Euro; incluso de toda Europa, si se excluye al Reino Unido y a la ya quebrada Islandia. En concreto, a lo largo de estos tres años España ha acumulado un déficit público de 260.000 millones de euros, equivalente al 25% de la riqueza que produce el país en un año. Una cifra descomunal. Empleando la contabilidad presupuestaria señalada anteriormente, el Gobierno ha gastado de media un 22,6% más de lo que ha ingresado por vía fiscal entre 2008 y 2010.
¿Resultado? El Ejecutivo es responsable de uno de los mayores deterioros presupuestarios registrados en el mundo desarrollado, tan sólo superado por los experimentados en Islandia e Irlanda: un desequilibrio fiscal neto superior al 13% del PIB entre 2006 y 2009, según los últimos datos disponibles de la OCDE.
Todo este descuadre se ha materializado en un espectacular aumento de la deuda pública, que ha crecido desde el 36% del PIB en 2007 hasta el 60% en 2010. Es decir, 24 puntos porcentuales, equivalentes a esos 260.000 millones de déficit acumulado. De hecho, según las propias previsiones que maneja el Gobierno, la deuda pública rondará el 70% del PIB en 2011, con lo que el Ejecutivo habrá duplicado la deuda en apenas cuatro años.
En resumen, estamos asistiendo a uno de los mayores deterioros presupuestarios de la historia reciente de España y del mundo desarrollado. Y la razón hay que buscarla en la política puramente keynesiana aplicada por el Gobierno Zapatero.
Esta política keynesiana made in Spain está contenida en el denominado Plan E, "Plan Español para el Estímulo de la Economía y el Empleo", que comprende 99 medidas, que podemos agrupar en tres bloques básicos:
1) medidas directas de impulso fiscal, centradas en un mayor gasto público para paliar el paro y tratar de activar la demanda;
2) medidas de impulso financiero (financiación pública a bancos, familias y empresas), y
3) los tradicionales estabilizadores automáticos (prestaciones públicas).
El deterioro presupuestario se debió por igual al aumento de gastos y al desplome de ingresos. Así, casi la mitad del déficit público acumulado hasta 2009 se explica por la reducción de ingresos, y la otra mitad por el aumento de los gastos (responsabilidad directa del Gobierno). Si el Ejecutivo hubiera congelado el gasto público desde 2007, España habría registrado en 2009 un déficit próximo al 7% del PIB.
Entre 2008 y 2009 el Gobierno puso en marcha políticas de gasto discrecionales cuyo coste ascendió al 4,2% del PIB, muy superior a la media europea (1,5%), mientras que el coste de los estabilizadores automáticos fue del 4,9% –unos 53.000 millones de euros–, frente al 3,3% de la UE-27.
España ha realizado una de las políticas keynesianas más activas y amplias de los países desarrollados, sin haber logrado impulsar la ansiada recuperación. De hecho, el único resultado ha sido que el déficit ha alcanzado cifras récord y que el volumen de la deuda se ha duplicado en apenas cuatro años, lo que ha suscitado serias dudas acerca de la solvencia de nuestro Estado. Si a ello se suma la grave situación de nuestro sistema financiero, podemos concluir que esta política ha sido, más que errónea, catastrófica para el futuro de la economía nacional, pendiente ahora de si finalmente es rescatada o no por la UE y el FMI.
"Pudo existir civilización en Marte, pero el capitalismo acabó con ella"
Chávez: "Pudo existir civilización en Marte, pero el capitalismo acabó con ella"
Ahí es nada. La última intervención del mandatario ha sido para compartir con los venezolanos, y de paso con el mundo entero, esta reflexisión.
Hugo Chávez ha querido meter miedo con una posible desertización de la Tierra. Y no se le ha ocurrido mejor que soltar la siguiente frase:
"En Marte yo siempre he dicho, oído, que no sería extraño que en Marte haya habido civilización, pero a lo mejor llegó allá el capitalismo, llegó el imperialismo y acabó con ese planeta".
Y aprovechando que el Guadiana pasa por el Guadalquivir, culpabilizó, como siempre, al capitalismo de todos los males del mundo. Advirtió que los suministros de agua en la Tierra se estaban secando.
"Ojo, cuidado, miren que hoy aquí ya en el planeta Tierra donde hubo hace cientos de años o menos grandes bosques lo que hay ahora son desiertos; donde hubo grandes ríos lo que hay son desiertos en muchas partes del planeta. Hay un proceso de destilación avanzado que pone en riesgo la vida sobre el planeta en el medio plazo".
Pues eso, que "la Tierra no es de nadie salvo del viento", que dirían otros.
Exportar la democracia
LAS GUERRAS DE TODA LA VIDA
Exportar la democracia
Por Horacio Vázquez-Rial
La primera intervención americana en el extranjero, cuando los Estados Unidos eran un proyecto en desarrollo, tuvo lugar en 1805, precisamente en lo que hoy es Libia, donde un grupo de diez infantes de marina al mando de William Eaton y unos cuantos árabes reclutados en Egipto, con apoyo naval, tomó la ciudad de Derna. El objetivo era acabar con los impuestos al comercio que el monarca local había establecido. |
Eaton y los suyos dieron la lección y se marcharon. No hubo más tasas. No hacía falta quedarse allí. Bastaba con que el rey de Trípoli supiera que podían volver.
No había entonces aspiración alguna a extender la democracia, que es una idea de finales del siglo XX. También es una idea del siglo XX la de extender la sharia, que acaba de aplicar un juez de Florida para resolver un conflicto entre musulmanes, en lo que es la más grave bajada de pantalones de la historia de Occidente desde el conde don Julián, hace justo mil trescientos años.
El debate se inició con George W. Bush y la guerra de Irak, y cobró una forma interrogativa: ¿es posible conquistar un país e imponer en él un sistema democrático, más allá de lo que sus habitantes deseen? ¿Es posible convertir una sociedad con normas establecidas –brutales, aunque no medievales, como suele decirse: el europeo de la Edad Media era en lo personal mucho más libre que el musulmán contemporáneo, y el cristianismo se extendió por evangelización– en otra con normas diferentes?
Yo creo que la respuesta es no. Un cambio radical se puede, en ocasiones, imponer desde el interior de una sociedad, y aun así sin garantías, como demuestra el caso de Kemal Ataturk, que intentó separar el Estado de la mezquita pronto hará un siglo. El legado de Kemal fue amplio. Ahora los turcos tienen apellido, cosa de la que carecían, por ejemplo –que nadie se admire: los europeos hubieron de registrar los suyos sólo a partir de Bonaparte, a principios del XIX–. Pero, poco a poco, alentado sobre todo por el mundo circundante, el islam fue ganando posiciones y Turquía fue retrocediendo. Ah, sí, hay elecciones, pero en modo alguno se trata de una democracia liberal. También hay elecciones en Venezuela.
Es probable que algunos de mis lectores, muy quemados por la experiencia de los últimos años, se pregunten si la democracia liberal es garantía de algo. Pues sí. No es garantía de que los políticos sean lúcidos, honestos y sabios. Pero es garantía de una convivencia, de unos determinados mínimos comunes que hacen que casi todos estemos preocupados y decididos a intervenir, por ejemplo, frente al maltrato de mujeres y niños, cosa que la sharia no sólo no combate, sino que alienta. El gobierno es una birria, pero hasta cabe la posibilidad de que la policía llegue de tanto en tanto antes de que alguien mate a alguien y lo impida, en vez de contribuir a la muerte de la desgraciada. Cabe la posibilidad de ser gay sin que nadie use las grúas de los corruptos constructores para colgar al pecador, aunque ocasionalmente algún homosexual muera apaleado en un parque público, como ya ha sucedido.
No obstante, las normas de las sociedades que ni remotamente se acercaron jamás a nada parecido a nuestras democracias están muy profundamente arraigadas. Abolir la esclavitud en los Estados Unidos costó la más terrible de las guerras civiles que se recuerdan. Una guerra, por cierto, entre blancos, que consolidó la nación americana, pero no consiguió la integración racial. En fecha tan tardía como 1957, Eisenhower tuvo que intervenir militarmente en Little Rock, Arkansas, para imponer la entrada de alumnos negros en una escuela.
La integración como política de la comunidad negra americana avanzó mientras el cristianismo fue dominante, es decir, hasta el asesinato de Martin Luther King, en 1968. Después, la masiva conversión de los sectores negros más marginales al islam dio por tierra con gran parte de lo obtenido. Pero el problema ya no estaba en los blancos segregacionistas, que hoy son minoría, sino en los negros que decidieron no pertenecer a la comunidad. Y no son pocos: recordar a Farrakhan y la marcha del millón (de varones negros) sobre Washington, en 1995. Por cierto, Farrakhan, antisemita consecuente –se le llamó "el Hitler negro"–, dio su apoyo electoral a Mr. Barack Obama. Ni siquiera en la democracia más desarrollada del mundo cabe integrar a quien no quiere integrarse.
El fracaso de Occidente en Irak en ese sentido es manifiesto. En Irak y en otros países de la región, como Afganistán. El proyecto de Bush de exportar la democracia es menos realizable que el de Castro de exportar la revolución socialista. Finalmente, el marxismo es un producto occidental, que puede ser asumido por occidentales, o sea, que puede funcionar en Hispanoamérica. En Argelia, la fantasía socialista fue occidental, no de los argelinos, que sabían muy bien que lo suyo era el islam y cuyos dirigentes eran musulmanes consecuentes, desde Ben Bela hasta Boumedienne. Ni Mao ni Pol Pot ni Ho Chi Minh fueron marxistas. Y en Rusia lo fueron los de la parte occidental del país. Ninguna de las repúblicas asiáticas, ni las de la zona de influencia islámica, lo adoptaron nunca, por mucho que se dictara en las escuelas. El marxismo vivió en la URSS como un zombi, alimentado por la sangre del Partido. Un partido monstruoso pero europeo.
Por eso la intervención en Libia debería ser limitada a la finalización de la masacre y la sustitución de Gadafi. Y nadie debe esperar que en Egipto haya democracia cuando se llame a elecciones. Todo el proceso que se vive en los países árabes de la región es de unificación islámica. Por mucho que duela reconocerlo, Mubarak y Gadafi eran los más aconfesionales entre los dirigentes de ese mundo. Y a nadie se le va a ocurrir tocar a los saudíes.
Gadafi reaparece
Gadafi reaparece: “estamos viviendo horas gloriosas, no tengo miedo a las tormentas”
El líder libio, Moamar Gadafi, reapareció este martes en la televisión estatal y aseguró que tras los bombardeos aliados su país vive “horas gloriosas”, a la vez que adviritió que no tiene “miedo a las tormentas”.
“Son horas gloriosas que vive nuestro pueblo, de honra de pundonor. todos los países nos apoyan, estamos dirigiendo la revolución internacional”, dijo en una alocución televisada.
Gadafi reiteró que no abandonará el poder en Libia, pues seguirá al “servicio de su pueblo”.
“Yo no tengo miedo a las tormentas. Ahí están los aviones destruyendo, pero yo me mantengo firme al servicio de mi pueblo, nos asiste la razón, yo estoy aquí y voy a seguir aquí junto a ustedes”, añadióAllegados de Gadafi contactaron aliados
Clinton: Allegados de Gadafi contactaron aliados para encontrar una salida
WASHINGTON, 22 marzo 2011 (AFP) - Allegados al líder libio Muamar Gadafi contactaron a aliados de Libia para encontrar una salida al conflicto, dijo este martes la secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, a la cadena de televisión ABC.
“Nos hemos enterado de que (…) gente allegada (a Gadafi) estaba contactando a personas que conocen en todo el mundo –en Africa, Medio Oriente, Europa, América del Norte y otras partes– para decirles ‘¿Qué hacemos?, ¿cómo salimos de esto?’“, agregó Clinton.
Hijo de Gadafi podría haber muerto
La secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, dijo que había escuchado informes de que tal vez uno de los hijos del líder Muamar Gadafi pudo haber muerto durante los ataques de la coalición contra Libia, informó la cadena ABC News.
No obstante, Clinton dijo que “no hay suficientes evidencias” para confirmar que ello ocurrió efectivamente, según fragmentos de una entrevista de la cadena con la jefa de la diplomacia estadounidense.
Este martes fue el cuarto día de las incursiones aéreas de las fuerzas norteamericanas, británicas y francesas, pero Clinton declaró que si efectivamente murió un hijo de Gadafi, no fue por la acción de fuerzas estadounidenses, según ABC.
Clinton no identificó a la fuente de sus informes ni al hijo de Gadafi.
Continuaría como Secretaria de Estado en un segundo mandato de Obama
Clinton dijo este martes que planea seguir como secretaria de Estado en el segundo mandato de Barack Obama, suponiendo que sea reelegido, para ayudar con la transición.
“Continuaré hasta el comienzo del próximo mandato porque sé que toma un tiempo para que la gente sea nombrada y confirmada”, dijo Clinton a la cadena ABC News en una entrevista.
“Es necesario que haya una transición sin cortes con quien sea que el presidente Obama decida nombrar luego de ser reelecto, lo cual confío que será”, agregó la funcionaria.
Obama designó a Clinton, de 63 años, como la jefa de la diplomacia en su administración tras vencerla en las internas demócratas en 2008.
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