10 marzo, 2011

El caos le da oxígeno a Muammar Gadhafi

La anarquía en el interior de la resistencia parece estar funcionando como una oportunidad del régimen para armar su contraataque

Pascal Beltrán del Río
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TOBRUK, LIBIA, 10 de marzo.- Lo primero que se respira al entrar en este país es incertidumbre.

Luego de varios días de inmenso ánimo opositor y mítines a plaza llena en Bengasi, la sede del Consejo Nacional de Transición (CNT), la desorganización de la resistencia indica que la caída de Muammar Gadhafi aún está en veremos.

Los opositores han dado muestra de falta de coordinación y hasta de peleas anticipadas por llenar el vacío de poder que dejaría la salida del dictador. Los países que apoyan e incluso incitan a la rebelión no tienen claro con quién negociar, por la variedad de nombres que parecen estar al frente de la oposición y los distintos voceros que comunican sus posiciones.

La anarquía en el interior de la resistencia parece estar funcionando como una oportunidad del régimen para armar su contraataque y un impedimento para la llegada de la ayuda internacional a los rebeldes.

Impera incertidumbre en revolución de Libia

La principal razón del reagrupamiento de fuerzas del régimen parece ser la desorganización que ha demostrado la oposición; los países que apoyan la rebelión no parecen tener claro con quién negociar

Lo primero que se respira al entrar en este país es incertidumbre. Luego de varios días de inmenso ánimo opositor y mítines a plaza llena en Bengasi, la sede del Consejo Nacional de Transición (CNT), los avances del ejército de Muammar Gadhafi sobre posiciones conquistadas por los rebeldes –como Bin Jawad e incluso el importante puerto petrolero de Ras Lanuf–, la caída del dictador se ha puesto en veremos.

No han faltado en días recientes las señales de apoyo de Occidente a la rebelión, desde la fallida operación secreta del ejército británico para poner en contacto a sus diplomáticos con los líderes opositores, hasta la contemplación, por parte de Estados Unidos, de aplicar una suspensión de vuelos en Libia, y la congelación de fondos de la Autoridad de Inversiones Libia en la Unión Europea.

Sin embargo, la principal razón del reagrupamiento de fuerzas del régimen parece ser la desorganización que ha demostrado la rebelión.

Integrados en el CNT, los opositores han dado muestra de falta de coordinación y hasta de peleas anticipadas por llenar el vacío de poder que dejaría la salida de Gadhafi. Los países que apoyan e incluso incitan la rebelión no parecen tener claro con quién negociar, por la variedad de nombres que parecen estar al frente de la oposición y los distintos voceros que comunican sus posiciones.

Por una parte, aparecen en la cúspide del movimiento que intenta derrocar a Gadhafi tanto el ex ministro de Justicia del régimen, Mustafá Abdel Jalil, así como un prominente abogado de Bengasi –ciudad del este del país donde se concentra el mayor impulso opositor–, Abdel Hafidh Ghoga. Entre ambos ha dejado verse la animadversión, e incluso los puntos de vista encontrados sobre información básica relacionada con las operaciones de las milicias opositoras.

Por otro lado, dos ex compañeros de armas de Gadhafi, quienes lo acompañaron en la asonada que lo llevó al poder en 1969, también destacan entre los opositores. Se trata de Omar El-Hariri, encargado de dar forma a las milicias, formadas por muchos jóvenes entusiastas, pero sin entrenamiento, y el general Abdel Fattah Younis, ex ministro del Interior, enviado por Gadhafi a Bengasi para aplacar la rebelión.

El Hariri había caído de la gracia del dictador hace mucho tiempo. En 1975 encabezó un movimiento de resistencia a Gadhafi, pero cayó en la cárcel y permaneció en ella cerca de dos décadas.

Younis, en cambio, se opuso a aplicar las órdenes de acabar a sangre y fuego con la rebelión en Bengasi, ciudad de la que es originaria su tribu, la Obeidat. De acuerdo con su propia versión, Younis habló con Gadhafi y le dijo que sería necesaria una masacre para llevar a cabo el deseo del dictador y que él no lo haría.

Por encima de ello, la oposición tiene una variedad de voceros, como Mustafá Gheriani, que declara a los medios en Bengasi, y Ali al Essawi, el embajador en India quien renunció para protestar contra la represión de Gadhafi.

La desorganización de la resistencia parece estar funcionando, pues, como una oportunidad del régimen para armar su contraataque y un impedimento para la llegada de la ayuda internacional a los rebeldes. Eso, en un país donde, de por sí, la influencia extranjera es vista con suspicacia, como ya lo demostró la captura de los miembros de las fuerzas especiales del ejército británico el pasado fin de semana.

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