13 mayo, 2011

El imperio de la cleptocracia

El imperio de la cleptocracia

En México, el combate a la corrupción no es viable desde la estructura de poder.
José Elías Romero Apis*

Las cleptocracias son, sin más ni menos, los gobiernos de ladrones. No digo que el nuestro lo sea. Pero tengo el temor de que un día pudiera llegar a serlo.

Lo traigo a cuenta porque en días recientes se ha vuelto a hablar del asunto de la corrupción, a partir de los datos revelados por el observatorio de la materia.El asunto no sorprende por sabido, pero sí inquieta por extenso. La mordida que los mexicanos practican en lo individual, en lo cotidiano y en lo menor. El estipendio que se le da al tamarindo, al pitufo, al gasero, al inspector, al verificador o al ecogendarme. La que, según el citado observatorio, cuesta 32 mil millones de pesos al año en el mercado nacional de mordidas.

Pero, más allá y por encima de esto, se encuentra la media y la alta corrupción. La que tiene que ver con el otorgamiento de concesiones, la resolución de licitaciones, las tolerancias aduaneras, las ventas del patrimonio público, la sustracción de recursos naturales, los conflictos de intereses, los estancos y monopolios, los rescates ruinosos y con todo un amplísimo menú de especialidades que la imaginación, asociada a la ambición, ha permitido el acopio de inmensas fortunas de inconfesable génesis.

No está por demás decir que esto es parte de un círculo vicioso difícil de quebrar porque es bien sabido que, en México, el dinero está ligado de manera indisoluble con el poder. Ser rico es, al mismo tiempo, ser poderoso y,cuando se es pobre se es, también, muy débil.

Ello ha provocado, entre otros muchos, dos efectos gravísimos. El primero, que el proyecto mexicano de redistribución es, prácticamente, irrealizable puesto que redistribuir la riqueza implica redistribuir el poder. El segundo, que el combate a la corrupción no es viable desde la estructura de poder, misma que es la estructura del dinero y misma que, en parte, es una estructura de malos haberes.

Desde luego que, al abordar el asunto, debemos tener en cuenta algunas prevenciones indispensables sobre el tema. En primer lugar, la corrupción no tiene signo político exclusivo. Ha anidado en cualquier partido y en cualquier ideología. En segundo lugar, debe resaltarse que existen muchísimos funcionarios públicos que son ejemplarmente honestos. Más aún, que ellos sufren, injustamente, el desprestigio global del gremio. En tercer lugar, la corrupción se encuentra en todo el sistema de servicio público. En cuarto lugar, que no es privativo del sector gubernamental sino que también anida en la sociedad civil. Por último, en quinto lugar, que no sólo proviene, coyunturalmente, de los vicios de los hombres, sino también de las imperfecciones estructurales de las normas y de las instituciones.

Así pues, es muy claro que la remisión de nuestras flaquezas de corrupción será un presupuesto ineludible para el fortalecimiento de nuestro Estado de derecho. También es claro que el combate a la corrupción implica un desafío global y total.

Es un desafío total porque todos los espacios del interés colectivo pueden verse amenazados por la corrupción.

Lo mismo el Estado de derecho, que la economía, la salud, la cultura, la seguridad pública, la seguridad nacional, la democracia, la soberanía, la integración familiar y la estructura de valores, entre otros muchos.

Es un desafío global porque, dado lo anterior, nadie es ajeno ni inmune a los riesgos que genera y a los daños que produce. Tan sólo la administración pública produce riesgos o daños en el fisco y en el Ministerio Público; en el comercio exterior y en los intereses como consumidores; en la seguridad social y en el sistema de telecomunicaciones; en los transportes públicos y en la construcción; en el manejo de alimentos y en el de abastos. En los permisos, las licencias y concesiones. En las inspecciones y los controles.

La sociedad que vive en la corrupción vive, aunque no se dé cuenta de ello, en un riesgo creado por ella.
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La desesperación social
La desesperación social

¿Qué hace una sociedad antes de morirse de hambre? Todo, se puede esperar todo, al no encontrar salidas ni soluciones a su enojo ni a su angustia, ante una impotencia creciente
Francisco Martín Moreno

Como bien decía Lucio Anneo Séneca, ese gran pensador romano: ¿Qué hace una sociedad antes de morirse de hambre? La desesperación, una pésima consejera, bien puede conducir al robo, al asesinato, a la disolución social y a la toma de las armas con tal de derrocar al gobernante en turno a quien, con razón o sin ella, se le pueda culpar del desastre. Recordemos a aquéllos miserables, muertos de hambre, que tomaron la Bastilla en 1789 precisamente por haberse desbordado las pasiones y haber perdido toda esperanza en razón de las limitaciones, las privaciones, la pobreza y la miseria. ¿Qué hace una sociedad antes de morirse de hambre? Todo, se puede esperar todo, al no encontrar salidas ni soluciones a su enojo ni a su angustia, ante una impotencia creciente.

La semana pasada un nutrido grupo de marchistas proveniente de Cuernavaca llegaron a la Ciudad de México, protestando por el asesinato, infame e imperdonable, del joven Sicilia y de otros muchachos más. A su paso se escuchaban consignas como la de “Hagamos una resistencia pacífica”, “Que se vaya el Ejército”, “No paguemos impuestos, pongamos al gobierno de rodillas”, “Fuera el Presidente de la República”, “Si no pueden que se vayan”, “Adiós a los partidos”, “No votemos”. Si bien es cierto que si se fuera el Presidente, se cerrara el Congreso, se clausuraran los partidos, se retirara el Ejército, no pagáramos impuestos y nadie votara, por supuesto que de nuestro país, en el corto plazo, no quedarían ni las cenizas después de una nueva convulsión armada, también es justo reconocer que semejantes propuestas populares responden, de nueva cuenta, a un principio, demostrable y evidente de desesperación social. ¿Qué recurso le queda a un ciudadano que al salir de su casa, en la mañana, no sabe si va a regresar a ella por la noche o si, en lugar de volver a su hogar, se encontrará tendido en la cama de un hospital después de haber recibido un balazo en el estómago porque le trataron de robar el reloj? ¿Qué puede hacer un compatriota si al final de semana sus hijos no regresan de una fiesta porque fueron acribillados a balazos? ¿Qué podemos hacer los mexicanos si en plena vía pública nos roban el automóvil o nos secuestran para ir a ordeñar los cajeros automáticos que existen en el país? ¿Cómo reaccionar ante una balacera que se suscita en cualquier café del interior de la República, en donde uno de los comensales ya no se levanta porque recibió un tiro en la cabeza?

Claro que no es válido proponer que los mexicanos no votemos, de la misma manera que resulta suicida apoyar el “paro de contribuyentes”, pero tampoco estamos dispuestos, como sociedad, a sostener a policías rufianes o agentes del Ministerio Público corruptos o a instituciones de supuesta seguridad social que subsisten gracias a nuestros impuestos y que no sólo defraudan la confianza de la nación, sino que la chantajean y esquilman. ¿Pero qué puede hacer una sociedad desesperada que confirma diariamente la incapacidad del gobierno de defender su patrimonio, así como su integridad física? ¿Acaso los representantes populares van a recibir a los ciudadanos enfurecidos y, todavía más, van a acatar sus deseos y a tomar las medidas pertinentes? No nos engañemos: los diputados ni siquiera le abrirán la puerta a sus representados, de la misma manera en que los funcionarios públicos se escaparán por las puertas de seguridad de sus oficinas de lujo con tal de no enfrentarse a los ciudadanos que exigen justicia. ¿Recurrir a los medios? La protesta a través de la prensa resulta cotidianamente menos eficiente porque algunos lectores empiezan a contemplar a los decapitados y a las fosas saturadas de cadáveres como un lugar común y pasan a la sección de deportes sin inmutarse.

En concreto: ¿Qué pueden hacer los ciudadanos antes de recurrir a las manos o de hacerse justicia por ellos mismos, cuando privan de la vida a los suyos, los secuestran, los mutilan, los esquilman, sin que la autoridad pueda contener a los maleantes ni encarcelarlos? ¿Qué puede hacer el mismo ciudadano al que despojan de su casa, de su rancho o de su empresa porque a los narcotraficantes los seducen sus bienes? ¿Acaso no se antoja exigir que se vaya el Ejército, que se vaya el Presidente, que se vayan los partidos políticos, que se vayan los diputados y los senadores, los ministerios públicos, secretarios de Estado, magistrados y ministros? ¡Claro que es una protesta social, claro que la gente está desesperada ante la sordera, la ineficacia y la torpeza de la autoridad! ¿Cuál autoridad si 98% de los delitos que se cometen en el país no se sancionan?

Una sociedad desesperada es capaz de todo y lamentablemente México se está convirtiendo en una sociedad desesperada, porque no se puede circular por las carreteras en paz ni caminar por las calles en paz ni descansar en las casas en paz ni vivir en paz ni estar en paz. El sobresalto nos acompaña todos los días, al igual que nos va poseyendo a diario una furia creciente que nos orilla a hacer propuestas irracionales. Claro que es un suicidio lo que solicitan las masas pero no es menos suicidio lo que está aconteciendo con las masas. La desesperación puede despertar al México bronco. Mejor dejémoslo dormido antes de volver a constatar cómo se pone de pie…
Posted by Ricardo Valenzuela at 10:49 0 comments
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¿Cómo pudo Bin Laden burlar a los mejores agentes de EU?
¿Cómo pudo Bin Laden burlar a los mejores agentes de EU?

Su método para enviar correos electrónicos sin contar con conexión a internet en su casa frustraron los esfuerzos para seguirlo a través del ciberespacio
AP

WASHINGTON, 13 de mayo.- Osama Bin Laden era un escritor prolífico de correos electrónicos y construyó un minucioso sistema que lo mantuvo un paso adelante de los mejores espías estadounidenses a pesar de no tener acceso a internet en su escondite.

Sus métodos, descritos en detalle por un funcionario de contraterrorismo y una segunda persona enterada sobre la investigación de Estados Unidos, le funcionaron bien durante años y frustraron los esfuerzos de Occidente para seguirlo a través del ciberespacio. Los arreglos permitieron a Bin Laden mantenerse en contacto con el mundo sin dejar huellas digitales.

Las personas hablaron con la AP bajo condición de anonimato para discutir el sensible análisis de inteligencia.

El sistema de Bin Laden fue construido sobre la disciplina y la confianza. Pero también dejó atrás un extenso archivo de intercambio de correo electrónico que Estados Unidos va a investigar. El tesoro de los registros electrónicos retirados de su complejo después de que fue muerto la semana pasada está revelando miles de mensajes y, potencialmente, cientos de direcciones de correo electrónico.

Encerrado en su recinto amurallado en el noreste de Pakistán, sin teléfono o internet, Bin Laden tenía que escribir un mensaje en su ordenador sin conexión a internet, a continuación guardarlo utilizando una unidad de memoria USB del tamaño del pulgar. Entonces pasaba la memoria a un mensajero de confianza, que se dirigía a un distante cibercafé.

En ese lugar, el mensajero conectaba la unidad de memoria en una computadora, copiaba el mensaje de bin Laden en un correo electrónico y lo enviaba. Invirtiendo el proceso, el mensajero copiaba cualquier correo electrónico entrante en la memoria y regresaba al complejo, donde Bin Laden leía sus mensajes sin conexión.

Era un proceso lento y laborioso. Y fue tan meticuloso que hasta veteranos funcionarios de inteligencia se han sorprendido de la capacidad de Bin Laden para mantenerlo durante tanto tiempo. Estados Unidos siempre sospechó que Bin Laden se comunicaba a través de mensajeros, pero no anticipó el volumen de sus comunicaciones según lo revelado por los materiales que dejó atrás.

El equipo de asalto encontró unas 100 unidades de memoria USB en el complejo de Bin Laden.

El rastro de los documentos electrónicos es tan enorme que el gobierno ha contratado a personas que hablen árabe de toda la comunidad de inteligencia para estudiarlos minuciosamente. Funcionarios han dicho que los registros no revelaron un nuevo complot terrorista, pero mostraron que bin Laden seguía involucrado en las operaciones de al-Qaida mucho después de que Estados Unidos asumió que había pasado el control a su lugarteniente, Ayman al-Zauari.

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