Entrevista de Ricardo Valenzuela con Martha Colmenares
MC: ¿Quién eres en realidad, cómo te definirías?
RV: Soy un mexicano norteño heredero de la fugaz corriente liberal que surgió en la revolución mexicana cuando los sonorenses tomaran el poder en 1920. Y fue realmente breve puesto que duró hasta el asesinato de Obregón, para darle avenida libre al México mercantilista de los siguientes 80 años. Soy economista financiero de formación, ranchero de corazón, amante de la libertad que me inculcara mi padre, hombre educado en la Europa liberal antes de la avenida de Keynes y del socialismo que hoy la postra. Soy un hombre forjado con valores de generaciones pasadas en donde palabra, compromiso, justicia, honor, dignidad y libertad eran las banderas.
Soy idealista y un hombre a quien las injusticias le provocan ira y trato de actuar en consecuencia, pero con inteligencia no a base de impulsos. Soy un hombre frustrado observando tanta pobreza en el mundo, y cómo gobiernos ineptos y corruptos la “combaten” a base de demagogia manejando los países como si fueran de su propiedad y, al grito de mueran los ricos, saquean las arcas de esas sufridas y explotadas naciones. Soy liberal hasta la médula de mis huesos pero con los ropajes del liberalismo original, el de Adam Smith, Locke, Bastiat, Rousseau.
MC: Hugo Chávez se la pasa con el cuento que “ser rico es malo”, que la crisis económica en el mundo es culpa del capitalismo. En una entrevista le preguntaron a Fidel Castro cual era su significado del socialismo siglo XXI, a lo que respondió que era “comunismo”. Ahora acaba de renegar del sistema cubano. Raúl Castro estuvo en Venezuela y dijo que “cada día Cuba y Venezuela eran la misma cosa ¿Qué lectura le das a todas estas pachotadas?”
RV: Fidel Castro es un hombrecillo senil que ya no recuerda lo que dijo hace 5 minutos. Algunos quisieran leer esto como su gran despedida iluminado por la divina providencia: Hágase la luz y Fidel entendió que el capitalismo verdadero es el que ha construido riqueza en los países que lo han aplicado, y el comunismo los aprisiona para despojarlos de su humanidad y matarlos de hambre. No es por ahí, Fidel Castro sigue siendo el sanguinario y soberbio comunista de hace 50 años, pero ahora con un cerebro que no le funciona.
Por supuesto que Venezuela y Cuba cada día se asemejan más. Ambos son países sufridos, oprimidos y explotados, ambos manejados por tiranos analfabetos portando coeficientes intelectuales de tal vez 50. La única diferencia es que Cuba, todavía guiada por la mano de Fidel, se ha dedicado a explotar los odios y complejos de inferioridad de Chávez y continua chupando la sangre a Venezuela mientras los venezolanos padecen hambre.
¿Socialismo siglo XXI? Es la misma gata nada mas que revolcada. Como dice la canción mexicana: “Por eso aun estoy en el lugar de siempre, en la misma ciudad y con la misma gente.” Lo pendejo no se cura.
MC: En relación a México: los seguidores del Peje López Obrador me consta que la gran mayoría son una cuerda de fachos estalinistas. ¿Cómo ves el futuro en ese país? ¿Tiene opción este hombre?
RV: Pienso que López Obrador no tiene oportunidad puesto que el país entero ha sido testigo de su escandalosa locura y, a diferencia de la de Chávez, ésta manifestación insana realmente ha provocado pánico entre los mexicanos. Chávez ganó la presidencia actuando el papel de moderado y pragmático con lo que engañó, no solo a los venezolanos, al mundo entero. López Obrador se ha presentado al natural, cargando con su locura y los mexicanos ahora le temen.
Yo veo el futuro de México estacionado en el mismo lugar que ha ocupado durante muchos años: La mediocridad. No veo algún alfil de Chávez tomando la batuta del poder para irnos hacia el socialismo o muerte. Tampoco veo un Ronald Reagan mexicano con las ideas, el carisma, el liderazgo y valor para transformarlo. México tiene un gran cáncer, el congreso que le ha servido la democracia por la que tanto suspirábamos y caímos en la plebecracia. Un congreso controlado por rufianes que se ha dedicado a sabotear el progreso de la nación, para poder recuperar el poder perdido en el 2000.
MC: A mí me da muchísima pena, cuando me asestan que por qué a pesar de todo lo que nos ha hecho Chávez, aun sigue como presidente. ¿Aunque eres mexicano, se te ocurre una respuesta a esto?
RV: Ustedes tienen a Chávez por eso, fueron atrapados por la plebecracia. Lo que la gente no entiende es que nuestros países no son democracias, son repúblicas y hay una gran diferencia. Democracia es el mandato de la plebe, República es el mandato de la ley. Jefferson advirtió al pueblo de los EU de los peligros futuros de mobocracy. Madison afirmaba: “La democracia es el peor de los sistemas políticos, es enemiga de la libertad, de la propiedad, de la justicia, siempre ha tenido corta vida y ha muerto violentamente.” “Democracia son dos lobos y un cordero decidiendo cual será el menú para la cena. República es la misma discusión, pero con un cordero portando tremenda carabina 30-30.”
Chávez se adueñó de Venezuela por eso, la plebecracia. Ahora se mantiene a base de opresión, chantaje, el fraude y, si las cosas se le ponen feas, no vacilará en utilizar la fuerza represiva del estado para masacrar al pueblo. Desgraciadamente no puedo ser optimista en cuanto el futuro de Venezuela. Chávez nunca va soltar su presa y algo que a mi particularmente me preocupa, es la forma cómo, tomando control de la educación, está deformando las mentes del futuro venezolano. Sin embargo, pienso también que las mismas circunstancias expulsarán a Chávez del poder. Este hombre, cargando su ignorancia, su odio, su envidia y su locura, sigue apuntando la nave nacional hacia una tormenta que la destrozará, y entonces los venezolanos deberán recoger los despojos para construir un nuevo país.
MC: ¿En lo político-económico que defiendes?
RV: Yo defiendo los ideas de los fundadores de EU y que, desgraciadamente van muriendo poco a poco. Un gobierno pequeño cuya responsabilidad solamente sea proteger vida, libertad, propiedad de los ciudadanos, y asegurar el cumplimiento de contratos. Creo en la fortaleza de la sociedad civil—algo que en nuestros países no lo han permitido. Creo en el respeto a la propiedad privada, en los mercados libres sin intervención de los gobiernos, creo en comercio mundial sin barreras. Creo en la libertad y la dignidad del ser humano. La única igualdad en la que yo creo, es igualdad ante la ley. El gobierno debe ser el sirviente de la gente y no lo contrario. Creo en la República y el mandato de la ley, no en la deformada democracia que ha surgido en América Latina con dedicatorias para los Chávez, Morales, Correas, Ortegas, Zelayas.
MC: ¿Algo que agregar?
RV: El compañero de cuarto de mi padre en la Universidad de Bruselas era el Dr. Julio Baez, un caraqueño realmente admirable. Hace 20 años lo fuimos a visitar y luego de varios días en tu bello país, al despedirnos don Julio le dice a mi padre: “Catire, se vienen tiempos borrascosos para Venezuela, la gente está lista para algún personaje como el que nosotros atestiguamos en Europa en los años 30 y quien orgullosamente portaba el nombre de Benito Juarez (Mussolini).” Boca de profeta.
RV: Soy un mexicano norteño heredero de la fugaz corriente liberal que surgió en la revolución mexicana cuando los sonorenses tomaran el poder en 1920. Y fue realmente breve puesto que duró hasta el asesinato de Obregón, para darle avenida libre al México mercantilista de los siguientes 80 años. Soy economista financiero de formación, ranchero de corazón, amante de la libertad que me inculcara mi padre, hombre educado en la Europa liberal antes de la avenida de Keynes y del socialismo que hoy la postra. Soy un hombre forjado con valores de generaciones pasadas en donde palabra, compromiso, justicia, honor, dignidad y libertad eran las banderas.
Soy idealista y un hombre a quien las injusticias le provocan ira y trato de actuar en consecuencia, pero con inteligencia no a base de impulsos. Soy un hombre frustrado observando tanta pobreza en el mundo, y cómo gobiernos ineptos y corruptos la “combaten” a base de demagogia manejando los países como si fueran de su propiedad y, al grito de mueran los ricos, saquean las arcas de esas sufridas y explotadas naciones. Soy liberal hasta la médula de mis huesos pero con los ropajes del liberalismo original, el de Adam Smith, Locke, Bastiat, Rousseau.
MC: Hugo Chávez se la pasa con el cuento que “ser rico es malo”, que la crisis económica en el mundo es culpa del capitalismo. En una entrevista le preguntaron a Fidel Castro cual era su significado del socialismo siglo XXI, a lo que respondió que era “comunismo”. Ahora acaba de renegar del sistema cubano. Raúl Castro estuvo en Venezuela y dijo que “cada día Cuba y Venezuela eran la misma cosa ¿Qué lectura le das a todas estas pachotadas?”
RV: Fidel Castro es un hombrecillo senil que ya no recuerda lo que dijo hace 5 minutos. Algunos quisieran leer esto como su gran despedida iluminado por la divina providencia: Hágase la luz y Fidel entendió que el capitalismo verdadero es el que ha construido riqueza en los países que lo han aplicado, y el comunismo los aprisiona para despojarlos de su humanidad y matarlos de hambre. No es por ahí, Fidel Castro sigue siendo el sanguinario y soberbio comunista de hace 50 años, pero ahora con un cerebro que no le funciona.
Por supuesto que Venezuela y Cuba cada día se asemejan más. Ambos son países sufridos, oprimidos y explotados, ambos manejados por tiranos analfabetos portando coeficientes intelectuales de tal vez 50. La única diferencia es que Cuba, todavía guiada por la mano de Fidel, se ha dedicado a explotar los odios y complejos de inferioridad de Chávez y continua chupando la sangre a Venezuela mientras los venezolanos padecen hambre.
¿Socialismo siglo XXI? Es la misma gata nada mas que revolcada. Como dice la canción mexicana: “Por eso aun estoy en el lugar de siempre, en la misma ciudad y con la misma gente.” Lo pendejo no se cura.
MC: En relación a México: los seguidores del Peje López Obrador me consta que la gran mayoría son una cuerda de fachos estalinistas. ¿Cómo ves el futuro en ese país? ¿Tiene opción este hombre?
RV: Pienso que López Obrador no tiene oportunidad puesto que el país entero ha sido testigo de su escandalosa locura y, a diferencia de la de Chávez, ésta manifestación insana realmente ha provocado pánico entre los mexicanos. Chávez ganó la presidencia actuando el papel de moderado y pragmático con lo que engañó, no solo a los venezolanos, al mundo entero. López Obrador se ha presentado al natural, cargando con su locura y los mexicanos ahora le temen.
Yo veo el futuro de México estacionado en el mismo lugar que ha ocupado durante muchos años: La mediocridad. No veo algún alfil de Chávez tomando la batuta del poder para irnos hacia el socialismo o muerte. Tampoco veo un Ronald Reagan mexicano con las ideas, el carisma, el liderazgo y valor para transformarlo. México tiene un gran cáncer, el congreso que le ha servido la democracia por la que tanto suspirábamos y caímos en la plebecracia. Un congreso controlado por rufianes que se ha dedicado a sabotear el progreso de la nación, para poder recuperar el poder perdido en el 2000.
MC: A mí me da muchísima pena, cuando me asestan que por qué a pesar de todo lo que nos ha hecho Chávez, aun sigue como presidente. ¿Aunque eres mexicano, se te ocurre una respuesta a esto?
RV: Ustedes tienen a Chávez por eso, fueron atrapados por la plebecracia. Lo que la gente no entiende es que nuestros países no son democracias, son repúblicas y hay una gran diferencia. Democracia es el mandato de la plebe, República es el mandato de la ley. Jefferson advirtió al pueblo de los EU de los peligros futuros de mobocracy. Madison afirmaba: “La democracia es el peor de los sistemas políticos, es enemiga de la libertad, de la propiedad, de la justicia, siempre ha tenido corta vida y ha muerto violentamente.” “Democracia son dos lobos y un cordero decidiendo cual será el menú para la cena. República es la misma discusión, pero con un cordero portando tremenda carabina 30-30.”
Chávez se adueñó de Venezuela por eso, la plebecracia. Ahora se mantiene a base de opresión, chantaje, el fraude y, si las cosas se le ponen feas, no vacilará en utilizar la fuerza represiva del estado para masacrar al pueblo. Desgraciadamente no puedo ser optimista en cuanto el futuro de Venezuela. Chávez nunca va soltar su presa y algo que a mi particularmente me preocupa, es la forma cómo, tomando control de la educación, está deformando las mentes del futuro venezolano. Sin embargo, pienso también que las mismas circunstancias expulsarán a Chávez del poder. Este hombre, cargando su ignorancia, su odio, su envidia y su locura, sigue apuntando la nave nacional hacia una tormenta que la destrozará, y entonces los venezolanos deberán recoger los despojos para construir un nuevo país.
MC: ¿En lo político-económico que defiendes?
RV: Yo defiendo los ideas de los fundadores de EU y que, desgraciadamente van muriendo poco a poco. Un gobierno pequeño cuya responsabilidad solamente sea proteger vida, libertad, propiedad de los ciudadanos, y asegurar el cumplimiento de contratos. Creo en la fortaleza de la sociedad civil—algo que en nuestros países no lo han permitido. Creo en el respeto a la propiedad privada, en los mercados libres sin intervención de los gobiernos, creo en comercio mundial sin barreras. Creo en la libertad y la dignidad del ser humano. La única igualdad en la que yo creo, es igualdad ante la ley. El gobierno debe ser el sirviente de la gente y no lo contrario. Creo en la República y el mandato de la ley, no en la deformada democracia que ha surgido en América Latina con dedicatorias para los Chávez, Morales, Correas, Ortegas, Zelayas.
MC: ¿Algo que agregar?
RV: El compañero de cuarto de mi padre en la Universidad de Bruselas era el Dr. Julio Baez, un caraqueño realmente admirable. Hace 20 años lo fuimos a visitar y luego de varios días en tu bello país, al despedirnos don Julio le dice a mi padre: “Catire, se vienen tiempos borrascosos para Venezuela, la gente está lista para algún personaje como el que nosotros atestiguamos en Europa en los años 30 y quien orgullosamente portaba el nombre de Benito Juarez (Mussolini).” Boca de profeta.
¿TAMOS PONCHAOS? II
REFLEXIONES LIBERTARIAS
Ricardo Valenzuela
“Subdesarrollo es un estado mental,” es el acusador título de ese gran libro con el que Harrison describe las dolorosas diferencias entre países prósperos, desarrollados, vibrantes, y las naciones frenadas, atoradas y ruinas como la nuestra. Ha sido nuestra cultura la que ha permitido que México continúe en manos de quienes, en palabras de Dehesa, han cometido y siguen cometiendo La Gran Estafa.
Pero para librarnos de esa estafa, los mexicanos debemos provocar una violenta guerra, pero una guerra de ideas y de acciones inteligentes. No podemos ser simplemente testigos de la historia, espectadores, críticos, observadores de un barco que navega sin rumbo mientras los piratas se lo disputan para saquearlo. Como sociedad civil debemos de crear la historia, es nuestra responsabilidad con las generaciones futuras.
Los pasajes históricos de la miseria humana han sido relatados románticamente por la mitología, y en algunos casos se les ha llamado la era dorada de simpleza pastoral. No lo han sido. Solamente durante los últimos 200 años es que el progreso empezó a tocar las vidas de la población en los países industrializados. En esa misma época, México ha empobrecido hasta la saciedad, particularmente en los últimos 100 años, es hora de cambiar los hábitos.
Los mexicanos necesitan ser expuestos ante las ideas que han formado países prósperos y desarrollados, las ideas que han promovido la fuerza de las economías competitivas, que han llevado a esos capitalistas populares a incrementar ventas, arriesgar sus fortunas, a sufrir en los malos ciclos, a sudar y producir utilidades, a hipotecar sus vidas en los mercados. Pero un capitalismo democrático no oligárquico ni estatista, competencia en los mercados, no en los salones de espera de las Secretarias de Estado o palacios estatales de gobierno, con espacio para todos, con verdaderos mercados libres sin las feroces intervenciones estatales que solo crean los monstruos de mil cabezas produciendo empresarios dóciles, estatistas, monos de comparsa del sistema, que callan ante las acciones más degradantes que pueda enfrentar una sociedad a cambio de su dignidad y unos cuantos negocios con los que ese sistema compra su silencio, sus aplausos, la hipoteca de sus vidas con ese estado.
Las vías del interés personal de los individuos, bien entendido, disciplinan al ser humano en sus hábitos de trabajo, moderación, autocontrol, templanza, orden. Y así, buscando su legítimo interés personal, inconscientemente promueven y provocan el bien común. Pero eso lo afirmaba Adam Smith definiendo las actividades personales no las públicas. En México el arribo de la “democracia” nos ha obsequiado a un grupo de pandilleros saboteándose unos a otros teniendo en la mira de sus crueles intenciones, solamente el monopolio del poder político para continuar el saqueo de la nave.
Hace años un famoso autor mexicano publicó un libro titulado “La última llamada.” Los mexicanos deben ya escuchar esta última llamada, la llamada de la responsabilidad, el grito desesperado de una patria herida, de una patria humillada, de una patria agraviada y dividida. Escuchemos la queja dolorosa de los mexicanos ante las afrentas pasadas y presentes. Escuchemos los lamentos que ya no piden tierra y libertad, ahora se conforman sólo con la libertad, libertad del yugo impuesto por la nomenclatura atrincherada en las cavernas de la burocracia que mantiene al país encallado mientras continúan los saqueos.
Thomas Jefferson afirmaba: “Es mejor para el pueblo buscar en los mercados lo que los mercados puedan proveer, porque a través de la competencia se promueve calidad, eficiencia y se mantienen los precios a lo mínimo. Eficiencia en las funciones gubernamentales es cuestión de justicia social. Pero para lograr eficiencia en la función pública debe haber competencia y, sobre todo, participantes que no sean importados de las huestes de Al Capone. No debemos tener monopolios de Petróleo, Teléfonos etc. Mucho menos en la administración pública, sean de los partidos que sean.
Si México quiere dejar atrás sus problemas, cambios radicales son necesarios. Hoy día se necesita una nueva revolución, pero no queremos una revolución armada, queremos una revolución de ideas, de participación cívica, una revolución que nazca de los profundos sentimientos de frustración de los mexicanos. Después de siglos de centralización y agravios, los mexicanos quieren menos no más de nuestro gobierno. Ellos quieren un gobierno pequeño, honesto, eficiente, más cerca de ellos. Los mexicanos gritan por el cambio cuando los fariseos lo ignoran y lo bloquean.
Pero ese cambio solo se dará basado en la fuerza de la sociedad y un estado de derecho, y cito de nuevo a Jefferson: “Donde los poderes se asumen sin haber sido delegados, la nulidad del acto es el único remedio justo: todo estado tiene el derecho natural de nulificar con su propia autoridad todas las tomas ilegitimas de poder; sin este derecho estaría bajo la dominación absoluta e ilimitada de quienes puedan ejercer el juicio sobre ellos a través de ese poder ilegitimo.”
En el extranjero se nos observa como dóciles y serviles a nuestro gobierno, temerosos de el, se atribuye esa actitud a la servidumbre que se estableció entre los Aztecas y sus conquistadores españoles. Hace muchas décadas, los mexicanos estaban dispuestos a dar sus vidas para evitar ser absorbidos por los EU, hoy día, constantemente arriesgan sus vidas para cruzar a dicho país, es hora de ejercer el poder de la democracia liberal.
La sociedad civil tiene el poder para iniciar esta nueva revolución, pero una revolución que no sea librada por ejércitos, guerrilleros, ni políticos, debe ser una guerra en el campo de las ideas y la política sana. Los enfrentamientos deban ser para conquistar los mercados, los trabajos, el progreso, para penetrar los mercados internacionales de capital. No para conquistar y mantener el poder absoluto, ese poder que corrompe absolutamente y cierra las puertas a la prosperidad. Esta guerra no debe ser encabezada por caudillos militares, debe ser liderada por la sociedad civil harta de sus políticos. Démosle las armas a los mexicanos para que se ubiquen en el asiento del conocimiento y de la verdad.
A México le urge encontrar la ruta hacia un futuro mejor, requerimos edificar un México más libre y próspero para futuras generaciones, se debe abrir un nuevo capítulo en la historia de nuestro país, necesitamos encontrar la armonía, el entendimiento, la justicia para todos los mexicanos, necesitamos expulsar del templo a los mercaderes de la Estafa saboteadora. Los mexicanos requieren de participar en una lucha de ideas, de ideales, una cruzada de acciones y propósitos para finalmente edificar el México de sus sueños, más justo, mas prospero, más libre, el México que visualizaron los líderes de su frustrada revolución, el México del tercer milenio. O ¿realmente estaremos ponchaos?
Ricardo Valenzuela
“Subdesarrollo es un estado mental,” es el acusador título de ese gran libro con el que Harrison describe las dolorosas diferencias entre países prósperos, desarrollados, vibrantes, y las naciones frenadas, atoradas y ruinas como la nuestra. Ha sido nuestra cultura la que ha permitido que México continúe en manos de quienes, en palabras de Dehesa, han cometido y siguen cometiendo La Gran Estafa.
Pero para librarnos de esa estafa, los mexicanos debemos provocar una violenta guerra, pero una guerra de ideas y de acciones inteligentes. No podemos ser simplemente testigos de la historia, espectadores, críticos, observadores de un barco que navega sin rumbo mientras los piratas se lo disputan para saquearlo. Como sociedad civil debemos de crear la historia, es nuestra responsabilidad con las generaciones futuras.
Los pasajes históricos de la miseria humana han sido relatados románticamente por la mitología, y en algunos casos se les ha llamado la era dorada de simpleza pastoral. No lo han sido. Solamente durante los últimos 200 años es que el progreso empezó a tocar las vidas de la población en los países industrializados. En esa misma época, México ha empobrecido hasta la saciedad, particularmente en los últimos 100 años, es hora de cambiar los hábitos.
Los mexicanos necesitan ser expuestos ante las ideas que han formado países prósperos y desarrollados, las ideas que han promovido la fuerza de las economías competitivas, que han llevado a esos capitalistas populares a incrementar ventas, arriesgar sus fortunas, a sufrir en los malos ciclos, a sudar y producir utilidades, a hipotecar sus vidas en los mercados. Pero un capitalismo democrático no oligárquico ni estatista, competencia en los mercados, no en los salones de espera de las Secretarias de Estado o palacios estatales de gobierno, con espacio para todos, con verdaderos mercados libres sin las feroces intervenciones estatales que solo crean los monstruos de mil cabezas produciendo empresarios dóciles, estatistas, monos de comparsa del sistema, que callan ante las acciones más degradantes que pueda enfrentar una sociedad a cambio de su dignidad y unos cuantos negocios con los que ese sistema compra su silencio, sus aplausos, la hipoteca de sus vidas con ese estado.
Las vías del interés personal de los individuos, bien entendido, disciplinan al ser humano en sus hábitos de trabajo, moderación, autocontrol, templanza, orden. Y así, buscando su legítimo interés personal, inconscientemente promueven y provocan el bien común. Pero eso lo afirmaba Adam Smith definiendo las actividades personales no las públicas. En México el arribo de la “democracia” nos ha obsequiado a un grupo de pandilleros saboteándose unos a otros teniendo en la mira de sus crueles intenciones, solamente el monopolio del poder político para continuar el saqueo de la nave.
Hace años un famoso autor mexicano publicó un libro titulado “La última llamada.” Los mexicanos deben ya escuchar esta última llamada, la llamada de la responsabilidad, el grito desesperado de una patria herida, de una patria humillada, de una patria agraviada y dividida. Escuchemos la queja dolorosa de los mexicanos ante las afrentas pasadas y presentes. Escuchemos los lamentos que ya no piden tierra y libertad, ahora se conforman sólo con la libertad, libertad del yugo impuesto por la nomenclatura atrincherada en las cavernas de la burocracia que mantiene al país encallado mientras continúan los saqueos.
Thomas Jefferson afirmaba: “Es mejor para el pueblo buscar en los mercados lo que los mercados puedan proveer, porque a través de la competencia se promueve calidad, eficiencia y se mantienen los precios a lo mínimo. Eficiencia en las funciones gubernamentales es cuestión de justicia social. Pero para lograr eficiencia en la función pública debe haber competencia y, sobre todo, participantes que no sean importados de las huestes de Al Capone. No debemos tener monopolios de Petróleo, Teléfonos etc. Mucho menos en la administración pública, sean de los partidos que sean.
Si México quiere dejar atrás sus problemas, cambios radicales son necesarios. Hoy día se necesita una nueva revolución, pero no queremos una revolución armada, queremos una revolución de ideas, de participación cívica, una revolución que nazca de los profundos sentimientos de frustración de los mexicanos. Después de siglos de centralización y agravios, los mexicanos quieren menos no más de nuestro gobierno. Ellos quieren un gobierno pequeño, honesto, eficiente, más cerca de ellos. Los mexicanos gritan por el cambio cuando los fariseos lo ignoran y lo bloquean.
Pero ese cambio solo se dará basado en la fuerza de la sociedad y un estado de derecho, y cito de nuevo a Jefferson: “Donde los poderes se asumen sin haber sido delegados, la nulidad del acto es el único remedio justo: todo estado tiene el derecho natural de nulificar con su propia autoridad todas las tomas ilegitimas de poder; sin este derecho estaría bajo la dominación absoluta e ilimitada de quienes puedan ejercer el juicio sobre ellos a través de ese poder ilegitimo.”
En el extranjero se nos observa como dóciles y serviles a nuestro gobierno, temerosos de el, se atribuye esa actitud a la servidumbre que se estableció entre los Aztecas y sus conquistadores españoles. Hace muchas décadas, los mexicanos estaban dispuestos a dar sus vidas para evitar ser absorbidos por los EU, hoy día, constantemente arriesgan sus vidas para cruzar a dicho país, es hora de ejercer el poder de la democracia liberal.
La sociedad civil tiene el poder para iniciar esta nueva revolución, pero una revolución que no sea librada por ejércitos, guerrilleros, ni políticos, debe ser una guerra en el campo de las ideas y la política sana. Los enfrentamientos deban ser para conquistar los mercados, los trabajos, el progreso, para penetrar los mercados internacionales de capital. No para conquistar y mantener el poder absoluto, ese poder que corrompe absolutamente y cierra las puertas a la prosperidad. Esta guerra no debe ser encabezada por caudillos militares, debe ser liderada por la sociedad civil harta de sus políticos. Démosle las armas a los mexicanos para que se ubiquen en el asiento del conocimiento y de la verdad.
A México le urge encontrar la ruta hacia un futuro mejor, requerimos edificar un México más libre y próspero para futuras generaciones, se debe abrir un nuevo capítulo en la historia de nuestro país, necesitamos encontrar la armonía, el entendimiento, la justicia para todos los mexicanos, necesitamos expulsar del templo a los mercaderes de la Estafa saboteadora. Los mexicanos requieren de participar en una lucha de ideas, de ideales, una cruzada de acciones y propósitos para finalmente edificar el México de sus sueños, más justo, mas prospero, más libre, el México que visualizaron los líderes de su frustrada revolución, el México del tercer milenio. O ¿realmente estaremos ponchaos?
EL MEJOR GOBIERNO, GOBIERNA MENOS
EL MEJOR GOBIERNO, GOBIERNA MENOS
Ricardo Valenzuela
Hace unos días el presidente de los EU, Barak Obama, ofreció su segundo informe de gobierno y, a pesar del mensaje recibido por sus votantes el pasado mes de Noviembre, afirmó su intención de continuar el asalto del estado invadiendo todos los campos de la vida nacional en flagrante atropello a los principios liberales que le dieran vida al país.
A los pocos días el pueblo de Túnez derrocaba a su dictador y Egipto se ha contagiado presagiando una ola de levantamientos en el mundo árabe en contra de sus eternos tiranos. Hay dos posibles avenidas: El medio oriente se convierte en una réplica de Japón, Corea o Taiwán, o, la repetición de la Unión Soviética controlada por los Ayatolas de Irán. El péndulo de la libertad oscila de nuevo cuando México marcha a su elección presidencial.
Desde los pronunciamientos de la carta magna, las revoluciones más importantes de la historia como la americana, la francesa, la rusa, la mexicana, hasta remontarnos a la publicación de La Rebelión de las Masas de Ortega y Gasett y La Riqueza de las Naciones de Adam Smith, encontramos un común denominador; la rebelión de los pueblos ante gobiernos opresores.
A diez años de la expulsión de la dictadura perfecta, es hora de finalmente tomar el poder que el estado le arrebató a la sociedad civil y ha tenido secuestrado durante los primeros doscientos años de vida republicana. Es hora de que los mexicanos establezcamos un gobierno del pueblo y para el pueblo. Un gobierno constitucional, legal y moral.
Hace más de dos siglos Thomas Paine escribió: “El gobierno, aun en su mejor forma, no deja de ser un mal necesario y, en su peor forma, algo realmente intolerable.” Paine, al igual que otros pensadores de su época entendía que la esencia del gobierno es la coerción. Sin embargo, necesitamos el gobierno y sus coercitivos poderes para proteger nuestros derechos naturales a la vida, libertad, y propiedad. La protección de esos derechos es la función moral y legitima del gobierno en una sociedad libre. Pero como Jefferson advirtió: “El progreso natural de las cosas es el que los gobiernos se agiganten mientras la libertad de sus ciudadanos se desvanece.”
Jefferson tenía razón. Hoy día el trabajador mexicano común paga cerca del 40% de sus ingresos a los gobiernos federales, estatales y municipales. Siempre ha sido obligado a pertenecer a sindicatos controlados por el gobierno, votar por el partido que lo controla. Las empresas, entre impuestos, seguro social, infonavit, reparto de utilidades, mordidas, no les queda remanente para seguir operando y expandirse. Además, hay muy pocas cosas que una persona puede hacer y no estén reguladas por algún acuerdo gubernamental, sea al iniciar una nueva empresa, manejar un automóvil, importar, exportar, contratar los servicios de un jardinero y muchas otras actividades diarias que solían ser consideradas privadas y personales.
Es muy fácil culpar a los políticos por el crecimiento de nuestro opresivo gobierno. No hay duda que merecen parte de la culpa por no haber sido estadistas, por no haber respetado nuestra constitución y, sobre todo, por haber sido deshonestos y corruptos. Sin embargo, la mayor parte de esa culpa debe recaer en todos los mexicanos. Los políticos tienden a ejecutar lo que nosotros, a través de elegirlos, les pedimos y exigimos. Elegimos políticos cuando nos han prometido expropiar lo que pertenece a algunos mexicanos para dárselo a otros. Los elegimos también para otorgar privilegios a ciertos ciudadanos que se les niegan a otros.
Los programas de asistencia social son un buen ejemplo. El gobierno, a través de pretorianos impuestos, arrebata el fruto del trabajo de muchos ciudadanos para transferirlos a otros. Pero hay otros ejemplos: los subsidios a diferentes actividades económicas y empresariales, apoyos especiales para el campo que tanto gritan nuestros “luchadores sociales,” los rescates de los bancos cuando por su ineptitud van a la bancarrota, los rescates de los ahorradores estafados por léperos profesionales, los borrones y cuentas nuevas de las deudas de los ejidatarios de la época de Echeverría etc, etc. Está comprobado que más de la mitad del presupuesto federal tradicionalmente es aplicado a este tipo de programas que llenan las características del robo legalizado.
Después tenemos los privilegios especiales: El gobierno le dice a un agricultor de Sonora que puede sembrar trigo, pero a otros no se los permite. A unos les da agua y a otros no. Hay una serie de actividades que están exentas de impuestos, pero no todas. Le dice a un grupo de mexicanos que deberán recibir cheques de Procampo, por el motivo que ellos inventaron, pero el resto de los mexicanos serán discriminados al quedar fuera del programa. El gobierno decide que un determinado grupo de industrias sean agraciadas para recibir préstamos subsidiados, dejando al resto de las actividades productivas a merced de los “agiotistas modernos.” A los habitantes del DF se les subsidia el metro, a los de Monterrey no.
Uno de los elementos más utilizados por los gobiernos como elemento de control, son las regulaciones. La vida de los mexicanos se ha regulado tanto que ha convertido al país en el pozo de corrupción más hondo del universo.
Hace unos meses el viajar en automóvil de Tucson a Culiacán me hizo lidiar con cinco aduanas, ocho retenes de la Policía Judicial Federal, siete casetas de cobro de carretera, tres retenes de la Policía de Caminos, cuatro retenes del ejército mexicano. Me obligó a obtener un permiso de importación temporal para mi automóvil presentando ocho documentos a tres diferentes agencia federales, y hacer “cola” junto otros más de cien mexicanos durante tres horas.
Un candidato al congreso que hiciera su lema de campaña el votar para que se autoricen los gastos solamente implícitos en la constitución, estaría firmando un suicidio político. Los mexicanos tradicionalmente hemos elegido a esa clase de irresponsables y demagogos que son inconscientes de las consecuencias de sus brillantes ideas a largo plazo y, al estar tan “preocupados” por los pobres, no les importa confeccionar presupuestos suicidas sin darse cuenta que simplemente están generalizando la pobreza.
Es por eso que al tratar de restablecer un gobierno moral y constitucional, no deberíamos de perder el tiempo tratando de cambiar las mentes de los políticos. Debemos de tratar de cambiar las mentes y los corazones de los mexicanos. Tenemos que convencer a todos los mexicanos que su sagrado deber es edificar un gobierno moral y constitucional que proteja nuestros derechos inalienables de vida, libertad y propiedad. Un buen gobierno que gobierne menos.
Tenemos que convencer a los mexicanos que ha llegado la hora de nuestra independencia, pero de nuestra independencia individual.
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