26 mayo, 2011

Obama, el nieto del cocinero torturado

Obama, el nieto del cocinero torturado

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Aplausos y más aplausos en el discurso que ha dado Obama ante las dos cámaras del Parlamento británico. Embelesada, la élite política de Londres se ha rendido a los pies del presidente de EEUU, que ha correspondido como exigía la ocasión. Era el momento de recurrir a todos los lugares comunes, y heroicos, de la relación entre los dos países, lo que obliga siempre a citar a Churchill y recordar la Segunda Guerra Mundial de forma que parezca que la ganaron solos los norteamericanos y los británicos (sin ninguna intervención de los rusos que valga la pena reseñar).

Los aplausos aún han sido mayores cuando Obama se ha referido a la capacidad de ambos países para acoger a gente de todas las razas y credos ("Being American or British is not about belonging to a certain group; it’s about believing in a certain set of ideals -- the rights of individuals, the rule of law."), precisamente cuando el Gobierno de Cameron se dispone a restringir la inmigración.

Hay cosas que quedan genial en los discursos, pero no tanto en el programa electoral.

But even as these debates can be difficult, we fundamentally recognize that our patchwork heritage is an enormous strength -- that in a world which will only grow smaller and more interconnected, the example of our two nations says it is possible for people to be united by their ideals, instead of divided by their differences; that it’s possible for hearts to change and old hatreds to pass; that it’s possible for the sons and daughters of former colonies to sit here as members of this great Parliament, and for the grandson of a Kenyan who served as a cook in the British Army to stand before you as President of the United States. (Applause.)

Muy emocionante.

Y considerado porque Obama ha tenido el detalle de ahorrar a su audiencia descripciones poco alentadoras del pasado colonial británico. Es decir, es obligado citar en estos discursos a Churchill por su papel en la guerra o su relación con Roosevelt, pero nunca el Churchill racista que insultaba a Gandhi, el que apoyaba el uso de armas químicas contra la revuelta iraquí de 1920 o el que dejó morir a millones de indios en la hambruna de 1943.

Eso sería de muy mal gusto.

Obama se refirió a su abuelo keniata, Hussein Onyango Obama, que trabajó como cocinero para las tropas británicas. Lo que no dijo es que pasó dos años en un campo de prisioneros durante la rebelión de los mau mau y que fue torturado. Lo contó The Times en 2008, así que tampoco se trata de un rumor que haya aparecido en alguna publicación de medio pelo.

In 2008, Sarah Onyango, Hussein Onyango's third wife, told journalists that "white soldiers" had visited the prison every few days to inflict what was described as "disciplinary action" upon inmates suspected of subversion. "He said they would sometimes squeeze his testicles with parallel metallic rods," she said. "They also pierced his nails and buttocks with a sharp pin, with his hands and legs tied together with his head facing down." Onyango is said to have been left permanently scarred. He was also bitterly anti-British.

No le hubieran aplaudido tanto. Los británicos creen que extendieron la civilización por medio mundo, no que se dedicaban a arrancar uñas o aplastar testículos.

El nieto del cocinero torturado tiene ahora que mantener el mito de EEUU y Gran Bretaña como las naciones "indispensables". Lo siento, abuelo, tuviste la mala suerte de nacer en el país equivocado.

Humor frente a política

Humor frente a política

Por: Ramón Lobo


Los dibujantes expresan en muy pocas palabras, o en ninguna, lo que nadie se atreve o es capaz de decir con muchas. Una buena viñeta deja muda a una crónica o un reportaje porque una buena viñeta es un puñetazo sobre la mesa. En una sociedad gris, secuestrada por un lenguaje burocrático, un puñetazo en la mesa despierta a cualquiera.

Los 'cartoonists', como se dice en Reino Unido, donde cobran fuerza en el siglo XVIII, son parte esencial en la tradición del buen periodismo escrito, sea periódico, revista o Internet. El buen periodismo siempre ha sido inteligencia y honestidad al servicio de una noticia, de una historia, para contar o explicar mejor lo que sucede a nuestro alrededor.

Un zapato, una lengua, unas manos de perrito fiel y una condecoración de agradecimiento. No hace falta más, el lector pone los discursos.

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Steve Bell lleva 30 años dando puñetazos desde las páginas del diario británico 'The Guardian'. El Museo de las viñetas de Londres celebra la efemérides con una exposición. Una buena excusa para viajar. Bell lo merece; es de los mejores, lectura obligatoria.

En Francia, Jean Plantu es también una referencia. Él da puñetazos desde la primera página de 'Le Monde'; también los da desde una exposición -recién inaugurada en Madrid-, que él impulsa bajo el título 'Dibujando por la Paz' . Dice Plantu que el dibujo es el primer lenguaje, el primer grito.

A veces ser dibujante de asuntos internacionales es un trabajo de alto riesgo. El diario danés Jyllands-Posten se convirtió en el blanco de las iras de los radicales por publicar 12 viñetas de Mahoma. El periódico pretendía denunciar la autocensura y el miedo: el escritor de literatura infantil Kare Bluitgen no encontraba ilustradores para un libro sobre Mahoma. Los 12 dibujos provocaron un estallido de ira popular en el mundo islámico, que los consideró ofensivos, blasfemos.

Periódicos y revistas de todo el mundo debatieron si debían reproducir las viñetas en solidaridad con el diario danés. Pocos lo hicieron; la mayoría optó por no provocar, incluidos los grandes diarios como 'El País'. 'El Jueves' fue rotundo en su explicación: "Nos hemos cagao". Plantu salió al rescate de todos con un dibujo genial, unía el respeto a unos sentimientos religiosos con el derecho de todo individuo a la libertad de expresión. El debate, de todos modos, sigue vivo.

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España es cuna de grandes dibujantes. La dictadura, con sus limites censores, fue una fábrica de talento; permitió acrobacias en revistas de humor con enorme carga política: La Codorniz y Hermano lobo.

En este periódico publican algunos de los mejores herederos de esa tradición. Peridis, especializado en la política nacional; Forges, un referente para la generación de la Transición y El Roto, el hombre que da los puñetazos más sonoros. El suyo con el 15M es uno de los estandartes de la Puerta del Sol.

Este otro retrata la crisis económica, el aprovechamiento de los más ricos y el clima político que los políticos no entienden. También explica el por qué de las movilizaciones. Feliz sonrisa.

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'No hay dinero que pueda pagarme'

'No hay dinero que pueda pagarme'

Ratko Mladic obliga a beber al coronel holandés Tom Karremans, en 1995. | AP

Ratko Mladic obliga a beber al coronel holandés Tom Karremans, en 1995. | AP

  • Para sus acólitos, Mladic era el héroe de Serbia, por encima de Milosevic
  • Era un líder ascético e incorruptible, pero también brutal y arrogante
  • En 1995 humilló a un coronel holandés de la ONU obligándole a fumar y a beber

¿Cuál es el nexo de unión entre los carniceros nazis, los asesinos hutus de Ruanda o los genocidas serbobosnios? La historiadora Hannah Arendt, que estudió el comportamiento del SS Adolf Eichmann -padre de la llamada 'Solución final' contra los judíos- durante su juicio en Israel, identifica un rasgo que luego se ha repetido en otros criminales de guerra: la "banalidad del mal". Se trata de una especie de vulgaridad del malvado que le permite hacer cosas terribles sin dudar, sólo porque lo dictan las órdenes o el deber patriótico.

En su libro 'No matarían ni una mosca', la escritora Slavenka Drakulic analizó las motivaciones de quienes perpetraron matanzas y ejecuciones masivas en la antigua Yugoslavia. Y lo hizo valiéndose de las declaraciones de los verdugos juzgados en La Haya y de entrevistas a muchos militares, ejecutores directos de la paranoia asesina de Slobodan Milosevic, ex presidente de Serbia, Radislav Krstic, primer condenado por genocidio, y sobre todo Ratko Mladic, el jefe del Ejército serbobosnio, detenido en Belgrado con 69 años.

El retrato que realiza Drakulic resulta despiadado. No sólo porque lo dibuje como un "hombre robusto, de cabeza grande, cuello de toro, al que todos los uniformes parecen quedarle pequeños", sino por su endiosamiento. Para sus acólitos, Mladic era el verdadero héroe de Serbia, ya que Milosevic era un político "y los políticos suben y bajan". Mladic tenía carisma entre sus hombres y lo sabía: "Era ascético, disciplinado, sin miedo a la línea del frente, incorruptible, no alguien ansioso de enriquecerse en el mercado negro", pero también "brutal y arrogante".

El más temido

Drakulic recuerda la frase que le dijo a un periodista cuando éste osó preguntarle quién le había pagado y a quién pagaba sus impuestos: "Yo no trabajo por dinero. Mi recompensa es mi nación. No hay dinero que pueda pagarme... El sentido de mi vida consiste en darle a la gente lo que puedo en estos tiempos difíciles".

Mladic además se veía a sí mismo como un dios y se comparaba con el príncipe Lazar, héroe nacional que se enfrentó a los turcos en la batalla de Kosovo Polje, en 1389. No es extraño en un narcisista como él, teniendo en cuenta que en 1995 era la persona más popular de la República Serbia por delante del presidente Karadzic. Pero al mismo tiempo, según aseguran las fuentes consultadas por Drakulic, "era el hombre más temido de todo el territorio balcánico".

La anécdota que mejor revela su carácter se encuentra en el capítulo dedicado a la matanza de Srebrenica. Antes de que entraran las tropas serbobosnias en aquel enclave protegido por la ONU, se reunió en 1995 con el coronel holandés Tom Karremans en una casa destruida de las afueras. La televisión serbia grabó aquel encuentro, en el que el militar balcánico humilla al de Naciones Unidas, mucho más bajito, que llega a temer por su vida.

Mladic "le ladra" a dos palmos de su cara, le obliga a fumar y a beber, pese a que al principio se niega y acaba por mentirle al decirle que "la población musulmana no es el objetivo de su acción". La ONU se asustó igual que el coronel holandés y acabó dejando vía libre al general de pelo blanco, cara colorada y aliento a alcohol. Y todo está grabado por las cámaras.

Un 'guerrero celestial'

Pero Mladic no hizo prisioneros en Srebrenica. Fue la mayor masacre de la historia de Europa desde la II Guerra Mundial, pero curiosamente acabó convirtiéndole en un "guerrero celestial" para sus hombres, "un héroe mitológico muy por encima del propio Milosevic". Cuando tomó Srebrenica a sangre y fuego, le dijo a sus soldados: "Entrego esta ciudad al pueblo serbio. ¡Por fin nos hemos librado de los turcos!". Pero no había ni un sólo turco en Srebrenica.

Para apuntalar su imagen divina, su hija Ana se suicidó en marzo de 1994 pegándose un tiro con la pistola favorita del general, la que le habían regalado sus compañeros de la Academia Militar. Ella había regresado de un viaje a Moscú en el que leyó las andanzas de su padre, el 'Carnicero de los Balcanes'. Mladic siempre atribuyó aquella muerte a "una venganza de los dioses" por sus desmanes en Bosnia. Después de perder a su hija, dejó sus tareas de jardinero y se escondió para ocultarse de la Justicia.

Hoy, como revela 'No mataría ni una mosca', muchos de sus oficiales juegan al fútbol con los militares enemigos en el patio de la cárcel de Scheveningen tan amigos, igual que hacían los líderes hutus con los tutsis después del genocidio ruandés.

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