26 mayo, 2011

Reformas o subsidios

Reformas o subsidios
Carlos Ramírez

La multicitada historia china de que es mejor enseñarle a las personas a pescar y no regalarles pescados, podría señalar el agotamiento del ciclo de la transición mexicana a la democracia: los candidatos a algunos gobiernos estatales y a la presidencia están basando sus campañas en una competencia para ver quién regala más cosas a los electores y no quién ofrece la reforma del modelo de desarrollo que pudiera sacar al país del hoyo improductivo.

Claro, se llega al absurdo del gobierno capitalino, que exalta su apoyo a estudiantes por la entrega de 400 pesos mensuales a cada uno.

Lo malo de la realidad de la crisis no radica en la calificación de la voluntad de ayudar, sino en que el gobierno mejoraría las condiciones de vida de los estudiantes no con dinero regalado sino con programas de empleos. El dinero vía subsidios se agota porque ni siquiera se convierte en detonador de demanda; en cambio, el empleo forma parte del ciclo de la multiplicación de la riqueza.

En este contexto, los gobernantes se han convertido en dadores de dinero público y no en estadistas del desarrollo. Pero la pobreza se convierte en riqueza cuando se cambia el contexto de la dinámica de la creación productiva, no cuando se regala dinero.

La transformación de la política social de desarrollo del viejo PRI en dinero regalado ocurrió cuando el gobierno de Carlos Salinas cambió la política social en el Pronasol. Ahora gana elecciones el que promete más dinero regalado y no el que quisiera un modelo de desarrollo multiplicador de la riqueza.

Así, la justicia social y la igualdad social se han convertido en un vulgar populismo de masas a través de subsidios con carga -obviamente- al presupuesto público.

Invenciones

Tendría más efecto multiplicador un programa de empleo laxo para la tercera edad, inclusive en trabajo en sus casas, que regalarles menos de un salario mínimo mensual. Los gobiernos tienen tareas que requieren esfuerzo mínimo y con ello inclusive podría aprovecharse la experiencia de los jubilados. Y podría tenerse un programa de seguro de vejez para quienes de plano no quisieran trabajar.

Al final, los políticos abusan de la pobreza de la gente y regresan a la parte más perversa de la política: la compra de votos, es decir, el intercambio de programas de dinero regalado por el voto.

Esta práctica la realizan todos los partidos. Eso sí, los partidos ganan votos pero estrangulan las posibilidades de multiplicación de la riqueza del presupuesto público. En lugar de bienestar los gobiernos han inventado la tarjeta Pobremático, una tarjeta de débito para que los beneficiarios ejerzan su derecho al subsidio improductivo.

Lo malo de ello es que los gobernantes están más preocupados por inventar formas de regalar dinero a la sociedad a cambio de votos que en diseñar un modelo de desarrollo multiplicador de la riqueza productiva.

En los países desarrollados los subsidios son usados para los sectores con incapacidad productiva, pero en México es al revés: son mayores los programas de subsidios de dinero regalado que los destinados a fomentar la productividad.

Por tanto, el país se sigue hundiendo en la economía improductiva por el afán de los políticos de ganar votos y no de promover el desarrollo productivo.

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