Peña Nieto y las candidaturas independientes
Leo ZuckermannSi Enrique Peña Nieto no quiere la reforma política es porque considera que no le conviene a sus intereses. Supongo que hay varias medidas que le disgustan al gobernador mexiquense de lo aprobado por el Senado. Pero hay una en particular que es evidente que podría acarrearle riesgos en su carrera hacia Los Pinos y potencialmente como Presidente de la República. Me refiero a las candidaturas independientes.
Lo aprobado y lo que falta
El Senado aprobó una reforma al artículo 35 de la Constitución para permitir que no sólo los partidos puedan registrar a candidatos de elección popular. De tal suerte, los ciudadanos “de manera independiente”también estarían en la posibilidad de solicitar su registro siempre y cuando “cumplan con los requisitos, condiciones y términos que determine la legislación”.
Los senadores dejaron en la ley secundaria las reglas para que un ciudadano independiente de un partido pueda registrarse como candidato. En dichas normas estaría escondido el diablo. La legislación secundaria podría ser tan dura, con requisitos prácticamente imposibles de cumplir, como presentar las firmas de dos por ciento del padrón de electores apoyando el registro, que las candidaturas independientes se convertirían en un derecho más teórico que práctico.
Sin embargo, como quedó el texto aprobado por los senadores, turnado para su aprobación o rechazo en la Cámara de Diputados, sería posible que un ciudadano se inscribiera para competir por cualquier puesto de elección popular incluido el de Presidente de la República.
¿Para qué arriesgarse?
Y aquí vendría el primer cuestionamiento que podría hacerse Peña Nieto. ¿Para qué abrir esta posibilidad? Él va arriba en las encuestas rumbo a la Presidencia y supongo que no le hace nada de gracia que un candidato independiente, que podría tener cierto arrastre popular, apareciera de pronto en la contienda presidencial con el apoyo abierto o tácito de otros partidos cuyos candidatos no crecieran.
Peña Nieto puede llegar a Los Pinos con el voto duro del PRI y atrayendo a parte de los electores independientes. En este segmento estará la verdadera batalla de 2012 y lo que le conviene al PRI es que el PAN y la izquierda vayan divididos en la elección presidencial para que ésta no se polarice entre un candidato priista y uno antipriista. El PRI trataría de atraer a los votantes independientes tomando en cuenta, por un lado, el desgaste con el que llegaría el PAN a 2012 después de 12 años de gobernar y, por el otro, la mala imagen que tiene el que seguramente será el candidato de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador, en este segmento del electorado.
No hay que ser ningún genio para ver que esta estrategia, con una buena campaña, apoyada por grupos de interés tan poderosos como las televisoras, podría llevar a Peña Nieto a Los Pinos. Entonces, ¿por qué en sus cinco sentidos el candidato favorito del PRI debería arriesgarse a abrir la posibilidad de que, de pronto, salga por ahí un candidato independiente que cambie las condiciones de esta estrategia que parece ganadora? ¿Para qué mover el escenario si está a todo dar para el PRI? No. Peña Nieto tiene incentivos para no abrir un nuevo flanco potencial que pueda significarle perder la elección de 2012.
Además está el “chaqueterismo”
Más aún, en términos políticos, las candidaturas independientes pueden acabar debilitando al PRI. Digamos, por ejemplo, que hay dos candidatos fuertes de este partido para ser gobernador de un estado. El partido inevitablemente tiene que decidirse por uno de ellos. El otro, que queda enojado, pues tiene dos opciones: disciplinarse o tomar la costosa decisión de renunciar a su partido e inscribirse como candidato de otro. Justo lo que pasó en 2010 con Mario López Valdez en Sinaloa o José Rosas Aispuro en Durango, y en 2011 con Ángel Aguirre.
A los priistas les choca este tipo de defecciones que coloquialmente conocen como “chaqueterismo” ya que el político en cuestión cambia de chaqueta partidista de un día para otro. En este sentido, lo que los priistas quieren es subirle los costos políticos a los que consideren que van a“chaquetear”. Pues bien, las candidaturas independientes harían exactamente lo contrario: bajarían los costos de irse del partido. El perdedor de la candidatura del PRI ya no tendría que derivar hacia el PAN o el PRD, con todo lo que ello implica en términos de imagen pública, sino que podría lanzarse como independiente, siempre y cuando, por supuesto, las reglas para el registro de este tipo de candidaturas fueran asequibles.
Las candidaturas independientes previsiblemente generarían una mayor salida de políticos del PRI desencantados por no haber sido los elegidos de su partido para representarlo en las urnas. En este sentido, incentivarían la indisciplina partidista. Y esto a los priistas, que son animales de partido, les choca. Sobre todo, supongo, al priista que cree que va a regresar a Los Pinos y necesitar gran disciplina de su partido para poder gobernar. Todo lo cual es una razón más para oponerse a las candidaturas independientes.
En conclusión
A Peña no parecen convenirle las candidaturas independientes aprobadas por el Senado y que están congeladas en la Cámara de Diputados. No importa que potencialmente oxigenaran la vida política del país. No importa que generaran una mayor competencia en un sistema oligopolista concentrado en tres partidos políticos. Eso es lo deseable para la democracia. Pero no para el gobernador del Estado de México que lo que quiere es ser Presidente.
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