17 mayo, 2011

Peru: Tampoco votaré por Humala –

Peru: Tampoco votaré por Humala – por Pedro Salinas

Porque no le creo nada de lo que dice. Porque su piel cambia de color, de acuerdo al público que tiene enfrente, como un camaleón. Porque ni siquiera Saulo de Tarso, camino a Damasco, experimentó una conversión tan súbita y repentina. Porque me es difícil confiar en que las hienas se puedan convertir, de pronto, en vegetarianas. Porque: nacionalismo = alarde de desatinos.

Porque un gobierno suyo, nacionalpopulista, o como se venga a llamar, estoy seguro, nos troceará como país y nos dividirá en tutsis y hutus, con sus postulados anacrónicos, que alimentan la marginación, evidenciando que el nacionalismo no es más que una sequía de ideas, un cascarón vacío sin nada que ofrecer, que habla de “empresas estratégicas”, que insiste en que el Estado debe ser empresario y que siente urticaria ante al capital extranjero –particularmente, el chileno–.

Porque el autoritarismo lo lleva en las venas, en las entrañas, entre las cejas, y lo ha sorbido a pastos desde pequeño, en el desayuno que le preparaba su mamá, en los cuentos para dormir que le leía su papá, en los juegos de nacionalistas y ladrones, o policías y nacionalistas, que practicaba con sus hermanos, y que resultaron un anticipo del “Andahuaylazo”. Porque así fue la levadura de su crianza. Porque su visión nacionalista y vertical, demagógica y gaseosa, que ha pegado en un amplio sector de la ciudadanía, no se morigerará al tomar el poder, como piensan algunos, sino por el contrario, tomará formas autocráticas, atentatorias contra las libertades.

Porque a Humala no le gusta, en nuestras autopistas de la información, un periodismo que pregunte lo que debe preguntar. Él prefiere, ya saben, periodistas que relaten sus milagros, que le den trato de héroe, para él poder seguir avanzando por las nalgas de la insatisfacción. Así las cosas, si la prensa, durante su eventual gobierno, se presenta como un obstáculo para sus objetivos, acuérdense de mí, ya verá la forma de acallarla y silenciarla. De eso no me caben dudas, por más que ahora camufle la amenaza, pues en su mirada cabreada ya se presagia el mal tiempo. Porque Humala es solo el apellido de la censura.

Porque el narcotráfico aumentará peligrosamente con él. Más de lo que se incrementó con Alan García, y eso es decir bastante. Porque desde su ideario, ese que no se puede asir, como el mercurio: tiene que haber más coca. Y, como se sabe, cada hoja de coca adicional va al narcotráfico, asociado además a un terrorismo que funge de sicario del crimen organizado en el Huallaga y en el Ene.

Porque si gana, escúchenme bien, empezaremos a recorrer el camino más corto hacia el fascismo vernáculo, ese que suele extinguirse al final en la alcantarilla de la Historia. Porque si gana, ya lo dije, se gatillará el rencor y esa mansalva de odio hará que los mendigos aborrezcan al pordiosero que le quiere quitar la esquina, y el Perú pagará en sus carnes, pues regirá desde el primer día el matoneo. Y el país se convertirá en un mal sueño y en un pueblo desierto, controlado por un aventurero, por un improvisado, quien como un verdugo coranizado va a tratar de cargarse la democracia al grito de “Isaac es grande”. Más todavía. Si gana, el Perú se balcanizará, las minorías extremistas nos gobernarán, y la tolerancia será abolida; las calles se llenarán de rumores sordos, de preguntas sin respuesta, mientras que desde Palacio se pretenderá construir un edificio sin planos, un Estado sin ideas, instituciones sin principios. Si gana, todos los días se le prenderá fuego a la nación, porque habrá nacionalistas pirómanos y parrilleros con encendedores en ristre. Por último, si gana Humala, el futuro de nuestros hijos se convertirá en una lotería.

Tampoco pienso votar por Humala porque si en el Perú ocurren cosas disparatadas, y eso es, digamos, algo normal, que no se diga que este columnista fue uno de los que alentó dichas barrabasadas. Ahora bien, de repente Humala es lo que los peruanos nos merecemos. Por indiferentes. Por insensibles. Por indolentes. No lo sé. De repente. Pero aún así, el pudor me dice que no debo votar por Ollanta Humala. Pues eso.

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