04 junio, 2011

El Salvador: Un momento para el cambio

El Salvador: Un momento para el cambio

Por Manuel Hinds

El segundo aniversario de la presidencia de Mauricio Funes ha coincidido con lo que es, hasta ahora, el momento de la peor evaluación de su gobierno. La estadística que supone medir su aprobación ha caído pero se mantiene alta. Sin embargo, la calificación de los problemas que confronta la población y la evaluación de su gobierno, en conjunto y en sus características más esenciales para la población, la violencia y la economía, han caído a niveles abismales. Esto ha sucedido no en una encuesta sino en todas las que se publican en el país.

Pareciera que en ocasiones anteriores, en las que típicamente él ha obtenido calificaciones más altas que las de su gobierno, el presidente ha dado valor sólo a la estadística midiendo su aprobación. Ha interpretado cada encuesta como una reafirmación de que la gente aprueba lo que está haciendo, a pesar de las bajas y descendientes calificaciones en cada área de su gobierno. Esto parece así porque su reacción a esas encuestas ha sido continuar con el estilo agresivo y desafiante que lo ha caracterizado en sus intervenciones verbales desde que tomó el poder, y continuar con su inactividad en el terreno de los hechos, culpando a la oposición, a los gobiernos anteriores y a la empresa privada por los problemas que su gobierno no puede resolver. Es decir, característicamente, el presidente ha dado más importancia a promover su propia imagen que a trabajar para resolverle los problemas al pueblo.

Esta vez el presidente debería de reflexionar antes de optar por una estrategia semejante. Hay varios indicios que sugieren que su nivel de aprobación no tiene que ver con la satisfacción que sus obras han generado en la población sino con la esperanza de la ciudadanía de que él logrará eventualmente trabajar efectivamente en la solución de sus problemas. Uno de estos indicios es el porcentaje de personas que votarían por él si las elecciones fueran ahora, ya sabiendo quién es él. En la encuesta publicada por El Diario de Hoy, que es la que hizo esta pregunta, más del 50 por ciento respondió que no. Dado que él ganó por sólo 30 mil votos, es claro que aunque la gente diga que lo "aprueba" no lo elegiría presidente. Otro indicio es la persistencia misma de la diferencia entre las opiniones sobre el gobierno y sobre él: la gente no ignora que él es el que controla a su gobierno, y que si el gobierno va mal es por culpa de él.

Otra razón por la cual el presidente debería de reflexionar profundamente sobre los resultados de las encuestas es que el tiempo ha ido pasando y las esperanzas que la gente tenía se han ido desinflando. Ya sólo le quedan dos años antes de que el proceso electoral del siguiente presidente comience, y no tiene nada preparado para hacer en estos dos años. Si estos dos años son iguales a los que ya pasaron, su régimen pasará a la historia como el peor en la historia del país. No hay nada logrado, no hay nada en progreso, todo lo que se ve es decaimiento.

Es posible que al principio la gente le haya dado el beneficio de la duda porque pensaban que él era diferente del FMLN, y apostaban a que eventualmente él iba a dominar a ese partido y establecería un gobierno efectivo. Pero con el tiempo pasando, la gente se va dando cuenta de que ese gobierno efectivo no surge. A la larga, a la gente no le importará que esto sea porque en realidad él nunca fue capaz de formarlo o porque el FMLN lo controla y no lo deja actuar. El resultado será el mismo.

El presidente debe de identificar las razones por las que su gobierno tiene un récord tan frustrante. Aunque su gabinete tiene enormes problemas, el problema fundamental no está allí. El problema está en él mismo y en la opción que él parece haber tomado para definir su régimen. En vez de enfocarse en la solución de los problemas del país, el presidente ha optado por expresar resentimientos y frustraciones, enfocándolos en todos sus rivales políticos y en el sector privado. De esta manera, en vez de mirar al futuro, mira al pasado. En vez de buscar lo positivo para el país, busca lo destructivo; en vez de unir lo que une al pueblo, busca lo que lo divide.

Esto debe cambiar. El país merece un líder positivo, no uno que busque revanchas.

Este consejo lo ha escuchado el presidente muchas veces y ha dicho que lo ha escuchado, aunque expresado de manera que siempre ha sido idea de él. Pero lo que ha hecho es buscar maneras de dar imágenes de conciliación, maneras de lograr fotografías que lo muestren frente al mundo como un líder de armonía, mientras en la realidad aleja a los que le pueden ayudar a mejorar los problemas del país.

Este momento es ideal para cambiar. El sector privado y otros sectores de la población, angustiados por la situación del país, le han ofrecido cooperar con él. Es el momento para aceptar esta ayuda, y hacerlo de corazón, no sólo frente a las cámaras.

Esto es lo que podría rescatar su presidencia.

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