04 junio, 2011

El tortuoso ejercicio de elevar el límite de endeudamiento

El tortuoso ejercicio de elevar el límite de endeudamiento

El techo de la deuda será elevado tan seguro como que el sol sale por el Este. Llegar a ese punto, no obstante, será angustioso. Lo cual es bueno.
La deuda nacional aumentó más durante el mandato de Obama que durante los 233 años precedentes, desde la Declaración de Independencia
La deuda nacional aumentó más durante el mandato de Obama que durante los 233 años precedentes, desde la Declaración de Independencia
Por Charles Krauthammer

El techo de la deuda será elevado tan seguro como que el sol sale por el Este. Llegar a ese punto, no obstante, será angustioso. Lo cual es bueno.

El Secretario del Tesoro Tim Geithner advierte que no elevar el umbral será catastrófico. En eso tiene razón. Pero es sibilino cuando insinúa que tenemos que hacerlo antes del 2 de agosto o se desatará el apocalipsis.

No hay fecha fatídica. No hay descubierto en el pago de la deuda soberana que se produzca de la noche a la mañana. La servidumbre de la deuda equivale a un 6% de los presupuestos federales y sólo al 10 por ciento de la recaudación federal. Esto significa que por cada dólar de interés abonado, hay alrededor de 9 de recaudación fiscal que la administración destina a otra cosa.

Haga circular el dinero -- y habrá extinguido la servidumbre de la deuda. Extinga la servidumbre - y no hay descubierto. Lo que asusta a Geithner no es que no vayamos a ser capaces de pagar a nuestros acreedores sino que su Tesoro no vaya a poder seguir gastando las cantidades obscenas de dinero (alrededor de 120.000 millones de dólares al mes) que no tiene y ser (temporalmente) incapaz de endeudarse.

Bien. El estado se verá obligado (temporalmente) a fijar prioridades. Saludable ejercicio.

Igualmente saludable es la tónica de crisis generada por el temor al descubierto. Tendremos un aperitivo de lo que pasa cuando alcancemos el verdadero umbral de endeudamiento dentro de unos años, es decir, cuando afrontemos el descubierto real. Esa es nuestra trayectoria fiscal actual. Con los presupuestos del Presidente Obama, la servidumbre de la deuda, 214.000 millones de dólares anuales hoy, salta a los 931.000 millones de dólares en cuestión de una década.

La actual confrontación por el umbral de la deuda, por tanto, es un instructivo ejercicio de maniobras militares de una verdadera reestructuración de la deuda de corte heleno, cosa que nos espera si no solucionamos nuestro problema de deuda.

Con una diferencia, por supuesto. Durante la lucha actual por el umbral de endeudamiento, si los mercados empiezan a ponerse nerviosos, los tipos de interés de la deuda estadounidense repuntan y la economía se echa a temblar, toda la cuestión puede desactivarse pulsando un botón -- una medida legislativa que eleve el umbral de endeudamiento. Cuando se produzca la verdadera crisis, sin embargo, no habrá botón. No hay reinicio del simulador de vuelo. Faltamos al pago y la economía se desploma realmente.

Motivo por el cual es de celebrar la actual confrontación del umbral de endeudamiento. Genera presión para imponer la cordura fiscal.

Pero puede ser un juego peligroso. Las exigencias Republicanas han por tanto de estar bien redactadas. Afortunadamente, lo están. El secretario de la oposición en el Senado Mitch McConnell presiona por sacar adelante recortes presupuestarios en los dos próximos ejercicios. El impacto será real y exponencial -- cuando se recorta la base presupuestaria, los ahorros se producen un ejercicio tras otro.

Los límites del gasto público son más problemáticos. Tienen antecedentes siniestros. La experiencia demuestra que el Congreso sabe poner candado a la nevera, pero mientras el Congreso siga teniendo la llave, el atracón nunca se detiene.

Sugeriría, por tanto, promulgar límites del gasto que puedan revocarse en futuros ejercicios sólo a través de una mayoría legislativa concreta -- pongamos los dos tercios de las dos cámaras. Bien, por supuesto un futuro Congreso puede desmantelar este ardid entero derogando los límites a través de una legislación que sólo requiera de una mayoría simple en ambas cámaras. Pero mientras los Republicanos conserven el control de la Cámara, pueden bloquear esta maniobra. Los límites serían esencialmente imposibles de derogar.

En este tira y afloja de recortes del gasto público, adquiere una importancia supina enmarcar tus exigencias de forma que la opinión pública las considere razonables. La parte que pueda convencer a la opinión pública triunfará -- la otra parte acabará por ceder por miedo a ser culpada de cualquier alteración que se produzca. Los Republicanos no deberían de pedir, digamos, derogar el Obamacare como quid pro quo a la elevación del umbral de endeudamiento. Son atajos imposibles en estas negociaciones.

Motivo por el cual la oferta del presidente de la Cámara John Boehner de un acuerdo paritario -- elevar el umbral de endeudamiento por un valor exacto al de los recortes del gasto público -- es una belleza. Es eminentemente lógico y fácil de entender. En un país con un considerable surtido del 47% al 19% contrario a elevar el umbral de endeudamiento, la oferta de Boehner es difícil de rechazar para el presidente.

Después de todo, invita a Obama a elegir el importe a recortar. Por ejemplo, 500.000 millones de dólares le permiten tramitar un incremento del umbral de endeudamiento de 500.000 millones de dólares -- y sólo una ampliación a corto plazo. No queriendo volver a atravesar este proceso, a Obama le gustaría un incremento del umbral de 2 billones de dólares que le permitiera llegar al día de las elecciones en 2012. Para ello, tendrá que proponer recortes del gasto público por valor de 2 billones de dólares.

Podría ser chantaje. Pero es progreso.

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