El búho no ha muerto: Señores y esclavos
La insistencia de la prevalencia de los principios del débil, fue esencial tanto en la ética religiosa como filosófica.
Pedro FerrizNietzsche llegó a considerar la idea que hay dos clases de hombres: los Señores y los Esclavos, que han dado distinto sentido a la moral. Para los Señores, el binomio «bien-mal» equivale a «noble-despreciable». Desprecian como malo todo aquello que es fruto de la cobardía, el temor, la compasión. Todo lo que es débil y disminuye el impulso vital. En cambio aprecian como bueno, todo lo superior y altivo, fuerte y dominador. La moral de los señores se basa en la fe en sí mismos, el orgullo propio.
Por el contrario, la moral de los esclavos nace de los oprimidos y débiles. Comienza por condenar los valores y las cualidades de los poderosos. Una vez denigrado el poderío, el dominio, la gloria de los señores; el esclavo procede a decretar como «buenas» las cualidades de los débiles: la compasión, el servicio —propio del cristianismo—, la paciencia, la humildad. Los esclavos inventan una moral que haga más llevadera su condición de esclavos. Como tienen que obedecer a los señores, los esclavos dicen que la obediencia es buena y que el orgullo es malo. Como los esclavos son débiles, promueven valores como la mansedumbre y la misericordia. Critican el egoísmo y la fuerza.
El instrumento más poderoso de los Señores, habrá de ser el dinero. La explicación más evidente del Esclavo, la pobreza. El contraste bueno/malvado surge cuando los esclavos se vengan, convirtiendo los atributos de la supremacía en vicios. Si los favorecidos (los «buenos») eran poderosos. Se decía que los sumisos heredarían la Tierra. Ganarían el cielo. El orgullo se volvió pecado. Caridad, humildad y obediencia reemplazaron competencia, orgullo y autonomía. Clave para el triunfo de la moral de esclavo fue su presunción de ser la única verdadera moral. La insistencia de la prevalencia de los principios del débil, fue esencial tanto en la ética religiosa como filosófica.
Hoy se presentan condiciones que alteraron el equilibrio de valores y disvalores de los estratos sociales. La ausencia de una ética religiosa influyente en un estrato de los débiles, que la desconoce, vuelve a ver con desprecio las condiciones arrogantes de los señores, al no tener el consuelo de una postura propia. La confrontación entre los que tienen y lo que carecen de todo, lleva a estos últimos a aspirar a tener —como sea— los bienes materiales que los dividen, para eliminar la brecha de las diferencias. Y si bien hay leyes que marcan principios homologados para todos —basados en una ética de convivencia— la falta de una correcta aplicación de la misma, desequilibró a la moderna sociedad mexicana, generando el caos por el que transitamos. A nadie le gusta ser débil. A nadie pobre. A nadie explotado. A nadie pisoteado. La mansedumbre desaparece y se observa una especie de código de la selva, en el que prevalece el autoritario, el insensible. Aquel que no tiene escrúpulos. El que manipula. El abusador. El que roba, es respetado. El criminal, temido... Y así la cadena de valor de Los Señores se convierte en aspiración. Y lo grave es que aquello que daba solidez y consuelo a Los Esclavos, desaparece de la escala de valor.
La interpretación moderna del señorío y la esclavitud del siglo XIX a nuestros tiempos, sería la mera reducción entre los que tienen dinero y los que no. El que lo posee, tiene todo. El que no, opta por dos salidas: Despreciar a los ricos o hacer lo que sea para llegar a serlo. El conducto del dinero es el poder. Por ende, no se puede concebir al poderoso, si pobre. Más bien, pobre de aquel que siendo poderoso, no sea rico. Poder y riqueza son sinónimos. Político y bienestar son sinónimos. Servidor público y riqueza son sinónimos. Por todo ello vemos natural que el político, líder campesino, obrero o popular. Cualquiera que está al frente de un grupo de esclavos. Cualquier empresario que disfrute de su relación con el poder, debe tener su problema de dinero resuelto.
La otra cara de la moneda se presenta hoy, habiendo “esclavos” que se brincan las trancas de todo lo establecido por la ley, formando cada vez y con mayor rapidez un estrato delincuencial nutrido que busca reacomodar por la vía del fast track, la escala social que nos rige. Como ejemplo culmen, tenemos a Joaquín —El Chapo— Guzmán, figurando en el top ten de la lista de ricos latinoamericanos. Arquetipo ideal de cualquier desfavorecido social. Ser rico, implica dejar de lado ser moral. El fin justifica a los medios. El Chapo es un Robin Hood de la modernidad. Personaje que quisiera encarnar la mitad de nuestra población.
Rescatemos lo que podríamos llamar “La filosofía de la honestidad”. Atajo de salida a la violencia que nos oprime.
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