18 julio, 2011

El ingenuo

El ingenuo

La estrategia de Ebrard no sólo es la más adecuada, sino la más rentable y lucidora que pudo diseñar un político inteligente, calculador y ambicioso como él.

Ricardo Alemán

Según los sabios del poder en México, en política “no hay sorpresas, sino sorprendidos”. En política “sólo le va mal a los pendejos”. Y en política, “la ingenuidad es la versión radiofónica de la pendejez”.

Viene a cuento el tema porque, durante meses, parte de los políticos que simpatizan con la candidatura presidencial de Marcelo Ebrard —junto con parte de los opinantes profesionales y de no pocos periodistas— se han desgañitado en ofrecer evidencias, argumentos y ejemplos de que ese “animal político” que se llama Andrés Manuel López Obrador terminará por “chamaquear” al jefe de Gobierno del DF.

“¡Te está mintiendo!”, casi le gritan. “¡No le creas cuando promete respetar el resultado de una encuesta para seleccionar al candidato presidencial de la izquierda!”, le advierten. Mientras que muchos otros no comprenden la “ingenuidad” de Marcelo quien, ante los hechos en contrario —de que AMLO nunca ha respetado nada que le impida hacer lo que cree, quiere y le interesa—, dice que él cree religiosamente en López Obrador.

¿Qué tiene que pasar para que Marcelo Ebrard se convenza de que AMLO es un mentiroso, como lo son muchos, o casi todos los políticos mexicanos? Contra la opinión mayoritaria, aquí creemos que la estrategia de Marcelo Ebrard no sólo es la más adecuada, sino la más rentable y lucidora que pudo diseñar un político inteligente, calculador y ambicioso como Marcelo Ebrard. ¿Por qué?

Primero, porque Marcelo entendió que, más importante que la propia candidatura presidencial de la izquierda, la unidad es el verdadero motor de ese sector social y de votantes. Por eso, y a pesar de todas las provocaciones que lanzan desde las filas de AMLO, Marcelo no ha mordido el anzuelo —y no lo morderá— a lo largo del proceso de selección del candidato de izquierda.

Segundo, porque más que creer en AMLO —en realidad sabe que el tabasqueño es un mentiroso—, Marcelo Ebrard diseñó su estrategia bajo la lógica de dejar la carga de la prueba —de la congruencia o la mitomanía— en el propio AMLO. Es decir, que si Marcelo no se mueve de su gesto de confianza absoluta en los dichos de AMLO, cuando López Obrador confirme el engaño y la mentira —paso que les ratificó a sus leales el pasado martes, cuando dijo que, por los medios que fuera, sería candidato de uno, dos o tres partidos—, será AMLO el único exhibido como un político mitómano, en tanto que los bonos de Marcelo subirán como la espuma. Será visto como víctima de un político vulgar y mentiroso.

Y, tercero, porque justo al no caer en el juego de las descalificaciones de nadie —y menos de su principal adversario—, Marcelo Ebrard marca y remarca la diferencia de su discurso, su comportamiento, su perfil y sus objetivos, de los modos vulgares, los rencores obsesivos y las groseras venganzas de un político silvestre como AMLO. En realidad, y al parecer sin darse cuenta, López Obrador le hace buena parte de la campaña de imagen y congruencia a Marcelo Ebrard, al presentarse él mismo —López Obrador— como un político mentiroso, ambicioso sin límite, sin escrúpulos y, literalmente, enfermo de poder. Porque el mensaje que siembra AMLO en el imaginario colectivo de muchos mexicanos y potenciales votantes es precisamente ése: el de alcanzar el poder por el poder, sea por los medios que sea necesario. ¿Quién es el ingenuo?

Es muy probable —casi seguro— que López Obrador hará todo lo necesario para escabullirse de una encuesta nacional, a población abierta, que sería la base de selección del candidato presidencial de la llamada izquierda. Pero a cada paso —en una estrategia que ya califican como la “estrategia del pato”—, López Obrador exhibirá sus estilos, de qué está hecho, sus fobias a la cultura democrática y su amor por el autoritarismo, en tanto que Marcelo aplicará la “estrategia del contraste”, que lo llevará a ganar la simpatía, no sólo de un importante sector de la izquierda, sino de buena parte de las clases medias, empresariales y esa parte de la sociedad que nunca votaría por el PRI, que se decepcionó del PAN, pero que por nada del mundo votaría por AMLO.

Al final del proceso —si se realiza una consulta a población abierta—, Marcelo ganará de manera indiscutible. Y en el escenario de que AMLO no acepte el resultado, el tabasqueño habrá confirmado que no merece la confianza popular y, menos, la candidatura presidencial. El “ingenuo” Marcelo se alzará como el mejor candidato, entre los que no quieren al PRI, y menos al PAN. Al tiempo.

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