24 julio, 2011

ÍNDICE DE ESTADOS FALLIDOS 2011

Tres Estados africanos -Somalia, Chad y Sudán- ocupan una vez más este año los primeros puestos del Índice de Estados fallidos, el ranking anual preparado por el Fondo para la Paz y publicado por Foreign Policy de los países más vulnerables del mundo. Durante cuatro años consecutivos Somalia se ha situado en el número 1, una muestra de la profundidad de la crisis de un país que se ha convertido en el fracaso más prolongado de la comunidad internacional.

La nueva edición del índice ha hecho uso de unas 130.000 fuentes de acceso público para analizar a 177 países y evaluarlos respecto a 12 indicadores de la presión sobre el Estado durante el año 2010 -desde los flujos de refugiados a la pobreza, de los servicios públicos a las amenazas de seguridad. En su conjunto, los resultados de un país en esta batería de indicadores nos dicen lo estable -o inestable- que es. Y los más recientes muestran el grado en que la crisis económica de 2008 y su efecto expansivo en todas partes, desde el colapso del comercio a los disparados precios de los alimentos, pasando por el estancamiento en las inversiones, persiguen todavía al mundo.

Las interminables desgracias de Somalia son la materia prima de la que se hace la desesperanza. Pero en otros casos de entre los 20 primeros puestos, ciertos países mostraron signos de mejora, a pesar de que algunos cayeron aún más abajo. Afganistán e Irak descendieron ambos en la clasificación, sugiriendo que no ha habido muchas mejoras en estos dos Estados desgarrados por la guerra en un momento en que Estados Unidos busca una estrategia sostenible para su salida. Kenia salió del puesto 15, demostrando que continúa recuperándose del sangriento enfrentamiento étnico que ha seguido a las elecciones en los últimos años. Liberia y Timor Oriental, ambos bajo protección de Naciones Unidas, se mantuvieron en general al margen de problemas. Pero Haití, que era ya la imagen de la desgracia, subió seis puestos en el índice, vapuleado y a duras penas luchando por hacer frente a las consecuencias del trágico terremoto de enero de 2010, que dejó más de 300.000 muertos. Otra ex colonia francesa, Costa de Marfil, volvió a sumarse a los 10 países en cabeza -un lúgubre presagio de su devastadora crisis postelectoral de este año- mientras que el frágil Níger avanzó cuatro posiciones entre una catastrófica hambruna.

Es probable que África, tierra de promesas pero también de peligros, figure en un lugar destacado de nuevo este año 2011, en el que 27 países del continente tienen programadas elecciones presidenciales, legislativas o locales. Por mucho que los comicios puedan contribuir al avance democrático, a menudo son un momento crítico en el origen de los problemas -conflictos que invariablemente envían a Estados ya de por sí frágiles de vuelta a los primeros puestos del índice. El presidente saliente de Uganda, Yoweri Museveni, logró de nuevo la reelección en febrero, pero la oposición ha denunciado juego sucio y su toma de posesión fue recibida con violentas protestas. En Nigeria, estable en los rankings este año como número 14, los disturbios que siguieron a las elecciones de abril dejaron 800 muertos. El referéndum de Sudán en enero, que fue seguido muy de cerca, sobre un Estado independiente en el sur estuvo sorprendentemente exento de derramamientos de sangre, pero el país continúa suspendido al borde de una nueva espiral de violencia.

Como si los traumas del año pasado no fueran suficientemente horribles, en 2011 Haití está demostrando ser de nuevo una dura prueba para el mundo, mientras miles de millones de dólares prometidos como donación no se han materializado y miles de personas viven todavía en miserables tiendas de campaña, luchando contra una epidemia de cólera que ha matado a más de 4.600. Tras una primera vuelta de las presidenciales marcada por el fraude, la segunda y definitiva celebrada en marzo llevó al poder a un músico sin experiencia apodado "el dulce Micky".

Quizá el mayor desafío de todos para 2011 será el tener que abordar las consecuencias globales de las revoluciones árabes, que comenzaron en Túnez y rápidamente se propagaron a Egipto, Bahréin, Libia, Yemen y Siria. Pocos podrían haber predicho que la humillación de un vendedor ambulante sería la chispa que prendiera fuego a toda una región, con consecuencias que pueden extenderse mucho más allá de Oriente Medio. Después de todo, si unos manifestantes pacíficos pueden derrocar a un dictador atrincherado en el poder en El Cairo, ¿por qué no podrían tomar las reprimidas calles de Taskent o Rangún?

BIENVENIDO A MURDOCHIA

BIENVENIDO A MURDOCHIA


Gran Bretaña vive estos días el alboroto causado por las revelaciones de News of the World. Incluso la caída del periódico amenaza con hundir al Gobierno británico. Pero el polémico imperio mediático de Murdoch se extiende mucho más allá del Canal de la Mancha.




Murdoch



PHILIPPE LOPEZ/AFP/Getty Images

CHINA

El potencial del enorme mercado de China había hechizado a Murdoch hace mucho tiempo, pero su primera incursión en el país en 1993 fue un desastre sin precedentes. Tras comprar un canal de televisión por satélite de Hong Kong por casi mil millones de dólares (unos 700 millones de euros), pronunció un discurso en Londres jactándose de que la tecnología de los modernos medios de comunicación “estaba demostrando ser una inequívoca amenaza para los regímenes totalitarios en todas partes”. A los líderes chinos no les hizo gracia y como represalia prohibieron la propiedad privada de antenas parabólicas, amenazando la viabilidad del canal.

Cuando Murdoch lo intentó de nuevo varios años más tarde, tuvo mucho más cuidado. Cultivó las relaciones con los líderes chinos, se embarcó en alianzas estratégicas con emisoras de propiedad estatal y eliminó a los informativos de la BBC de su red por satélite Star porque su cobertura crítica había enfurecido a Pekín. Sus esfuerzos para lograr un acercamiento contaron con el muy hábil apoyo de su esposa, Wendi Deng, una antigua empleada china de News Corp. con quien se casó en 1999.

Sin embargo, la adulación no sirve para abrir todas las puertas en China. En 2005, News Corp. chocó con lo que Murdoch denominó “una muralla de ladrillos” cuando su intento de adquirir derechos de emisión en prime-time se vino abajo la compañía vendió el control de sus tres canales de televisión chinos a una empresa de este país el año pasado. En definitiva, Murdoch invirtió más de 2.000 millones de dólares en el país, y perdió al menos la mitad.

Murdoch australia
AFP/Getty Images

AUSTRALIA

El ascenso a la primera línea de la popularidad internacional de Murdoch comenzó cuando heredó News —un tabloide diario de Adelaida— de su padre, Keith, en 1952. Hoy, el magnate posee docenas de periódicos y emisoras en su país de origen, incluyendo el más importante diario nacional, Australian.

Murdoch ha sido una presencia influyente en la política australiana desde la década de los 60. Controla la mayoría de los periódicos importantes del país, y una reunión con el magnate se considera de rigor para los primeros ministros en el cargo (o aspirantes a serlo). Mientras que sus críticos en la izquierda dibujan Australia como una Murdochracia y señalan que el aumento de su protagonismo ha coincidido con un giro a la derecha en la política australiana, el empresario en ocasiones ha apoyado a líderes de ambos partidos mayoritarios según ha convenido a sus intereses.

El magnate tenía estrechos vínculos con el ex primer ministro laborista Paul Keating, que se remontan a cuando ambos cooperaron en la adquisición por parte de Murdoch de Melbourne Herald Sun, ahora el diario más leído de Australia, mientras Keating era ministro del Tesoro. El empresario fue un abierto partidario del Partido Liberal (de tendencia conservadora según la definición estadounidense) del primer ministro John Howard, pero su sugerencia de que Howard debería renunciar y su apoyo a Kevin Rudd contribuyeron a inclinar el resultado de las elecciones australianas de 2007.

Murdoch es menos cercano a la actual primera ministra Julia Gillard, especialmente en lo que se refiere a las cuestiones relacionadas con el medio ambiente, pero una portavoz de Gillard fue de lo más diplomática al describir a la más famosa de las exportaciones empresariales del país diciendo: “Por supuesto que no estamos de acuerdo en todo, pero creo que es justo decir que deberíamos estar orgulloso de que él sea un producto australiano."

En Australia, como en todos los demás sitos, por lo general Murdoch parece menos interesado en imponer una agenda social o ideológica que una que le beneficie a él.




Berlusconu



ALBERTO PIZZOLI/AFP/Getty Images

ITALIA

Murdoch y el magnate de los medios y primer ministro del país Silvio Berlusconi fueron en el pasado amigos íntimos y acostumbraban a cenar juntos en las villas del mandatario a mediados de los 90. Pero los esfuerzos de Murdoch para expandir sus participaciones en los medios de comunicación italianos han irritado, como era previsible, a Berlusconi. Entre las cadenas de televisión de Mediaset, propiedad de éste, y su control de facto sobre los canales públicos del país, el primer ministro disfruta de una influencia prácticamente hegemónica sobre el panorama mediático de Italia.

Ese control parecía destinado a ser desafiado a comienzos de la década de 2000 por Sky Italia, una cadena de televisión por satélite propiedad de Murdoch que empezó a ir despojando a Mediaset de sus espectadores y a contratar a sus presentadores. A buen seguro no escapó a la atención de Berlusconi el que los periódicos británicos de Murdoch, en especial The Times, se mostraran implacables en su cobertura de los escándalos sexuales y empresariales del primer ministro italiano. Berlusconi rechazó la crítica mediática británica por ser parte de una campaña orquestada por Murdoch para abrirse paso a la fuerza en el mercado de los medios italianos. El responsable de News Corp. descalificó esta acusación en una entrevista con Fox Business Network: “Yo no controlo lo que el director de The Times dice en Londres, o The Economist, que han estado atacándole, diciendo que es una vergüenza haberle tenido como primer ministro durante los últimos cinco años”.

India
OHN MACDOUGALL/AFP/Getty Images

INDIA

El hijo y socio de Murdoch, James, presidente de News Corp. para Europa y Asia, ha descrito a los medios de India como “un tigre durmiente esperando a ser despertado”, y la empresa se ha movido con rapidez y agresividad para llevarse su parte del pastel. Star India, propiedad de News Corp., es el líder indiscutible de la televisión por satélite en el país. Uno de sus canales, la cadena de entretenimiento en hindi Star Plus, tiene 45 de los 50 principales programas nacionales y 56 millones de espectadores. En 2008, Murdoch amplió este compromiso, invirtiendo 100 millones de dólares en India.

No obstante, la expansión en India no siempre ha sido fácil para Murdoch. Durante algún tiempo, debido a las leyes que rigen la propiedad por parte de extranjeros de los medios de comunicación, Star News tenía que solicitar permiso del Gobierno indio cada semana sólo para continuar emitiendo. Además, en el país se han dictado varias órdenes de detención contra Murdoch: la primera la emitió un juez en 1995 después de que un participante en un talk show de uno de los canales del magnate se refiriera a Mahatma Gandhi como un “vaisia bastardo” —en alusión a su casta—. En 1998, se emitió una orden por la emisión en sus cadenas de películas “vulgares” como Desnuda para matar y Una mamá sin freno.

En 2007, una turbamulta de nacionalistas hindúes atacó las oficinas de un canal de noticias propiedad de Murdoch en Mumbai después de que éste emitiera una entrevista con una joven pareja —una hindú y un hombre musulmán— que había escapado de sus familias.




Murdoch Fiji



TORSTEN BLACKWOOD/AFP/Getty Images

FIJI

El imperio mediático de Murdoch con frecuencia se ha convertido en una piedra en el zapato de gobiernos por todo el mundo, y más de un mandatario probablemente ha deseado en secreto poder simplemente dar la patada a News Corp. Pero, hasta la fecha, el único que de verdad lo ha hecho ha sido el líder de la junta de Fiji, Frank Bainimarama, que accedió al poder tras un golpe de Estado incruento a finales de 2006. Poco después de su llegada al Gobierno comenzaron las quejas sobre el acoso a periodistas, incluyendo a los empleados del periódico más antiguo y popular del país, Fiji Times, propiedad de Murdoch. El diario suspendió su publicación por un breve periodo poco después del alzamiento para no someterse a la exigencia del nuevo régimen de permitir que el Ejército comprobara cada edición antes de su publicación con el fin de asegurarse de que éste no incluía contenidos contrarios al Ejecutivo.

La junta en última instancia dio marcha atrás, pero 18 meses después deportó a Evan Hannah, el director australiano de TheTimes, tras declararle una amenaza para la seguridad nacional. El periódico continuó publicando informaciones críticas con la Administración de Bainimarama, pero News Corp. se vio finalmente obligada a vender la propiedad en 2010 después de la aprobación de una nueva ley que exigía que los periódicos de Fiji fueran de propiedad local en un 90%.

¿Qué es una burbuja?

Juan Ramón Rallo - Libertad Digital

¿Qué es una burbuja?

La RAE la define como un "glóbulo de aire u otro gas que se forma en el interior de algún líquido y sale a la superficie"; pero no, no me refiero a esto, sino más bien a qué es una burbuja financiera.

Con la crisis actual, parece que todo el mundo posee, a posteriori, un exquisito conocimiento acerca de las burbujas: se habla de burbuja inmobiliaria, de burbuja bursátil, de burbuja del oro... Parecería que vivimos en un mundo lleno de pompas a punto de estallar. Mas, ¿realmente sabemos definir una burbuja financiera? ¿O simplemente calificamos como tal a todo recalentón más o menos acelerado en el precio de un activo?

Para empezar, ¿en qué consiste un activo? Una definición bastante simple sería la de todo factor productivo que nos dé derecho a bienes o servicios a lo largo del tiempo. Una vivienda, por ejemplo, es un activo porque nos proporciona servicios de habitación durante toda su vida útil (servicios de habitación que podemos alquilar a otras personas a cambio de dinero); una acción es un activo porque representa una porción de la propiedad de una empresa que genera bienes que se venden en el mercado; un terreno también puede considerarse un activo en la medida en que obtengamos año a año una cosecha.

La cuestión es, ¿de qué depende el valor de todos estos activos? Muchos pensarán que los activos poseen valor por sí mismos. De hecho, esta era la idea de numerosos economistas, como los fisiócratas, los marxistas o los keynesianos, quienes elucubraban que la tierra, el trabajo o el capital poseían un valor intrínseco e independiente de casi cualquier otra consideración. Sin embargo, pensémoslo bien: si una vivienda está ruinosa y no es habitable, ¿posee algún valor? Si somos propietarios de una empresa quebrada que ha interrumpido sus operaciones, ¿serán sus acciones en algún sentido valiosas? Si nuestro terreno se ha vuelto yermo y no podemos darle ningún otro uso (ni siquiera la edificación), ¿conservará algún valor? No, claramente el valor de todos los activos depende poderosamente del valor de los bienes y servicios que sean capaces de producir en el futuro.

E insisto en el complemento temporal del enunciado: en el futuro. Pues, obviamente, no podemos esperar que una tierra que nos garantiza dos décadas de trigo a partir del año 2100 sea hoy igual de valiosa que otra que nos garantiza desde ya dos décadas de trigo. El tiempo tiene su valor: preferimos consumir antes que después, y por eso los activos que nos proporcionan antes los bienes o servicios serán más valiosos que aquellos que nos los proporcionan más tarde.

Por ejemplo, 100 euros hoy serán más valiosos que 100 euros dentro de un año y éstos a su vez lo serán más que 100 euros dentro de 10 años. Así, podemos preguntarnos, ¿cuántos euros estaríamos dispuestos a entregar hoy a cambio de recibir 100 euros mañana? O lo que es lo mismo, ¿por cuantos euros actuales estaríamos dispuestos a recibir a cambio de los 100 euros mañana? Si, verbigracia, nos parece bien intercambiar 90 euros de hoy por 100 euros de dentro de un año, diremos que el valor presente de esos 100 euros dentro de un año son 90 euros actuales (de hecho, esa diferencia de valor entre los bienes presentes y futuros se corresponde con el tipo de interés).

Pues bien, el valor de un activo no será más que el valor actual o presente de los bienes futuros que produce (o, por expresarlo en términos monetarios, del dinero a cambio del que se venderán esos bienes futuros). Si un activo proporciona una entrada de caja de 1.000 euros dentro de un año y otra de 2.000 dentro de dos años –siendo, por ejemplo, el valor presente de la primera suma 900 euros y el de la segunda 1.500–, el valor del activo será de 2.400 euros.

Pero valor no es igual a precio. Una cosa es el precio teórico, intrínseco o fundamental que debería exhibir un activo en función de su valor y otra el precio que realmente exhiba en el mercado. En la medida en que los bienes futuros que genere un activo, el precio al que éstos vayan a poder venderse y los tipos de interés a los que habrá que descontarlos son inciertos, su precio de mercado también lo será. Dependiendo de los dispares juicios y estimaciones que hagan los inversores, su valor estará parcialmente indeterminado y, por tanto, también lo estará el precio al que los inversores estén dispuestos a comprarlo o a venderlo.

Mas, como es sabido, en todo mercado donde existe incertidumbre tienden a hacer acto de presencia los muy denostados especuladores (otro día hablaremos de la función económica esencial que realizan... también en los mercados financieros). Los especuladores no guían sus compras o sus ventas del activo en función de su valor estimado, sino en función del precio que esperan que otros inversores o especuladores estén dispuestos a pagar a cambio del activo.

¿Qué significa todo esto? Pues que en ocasiones el precio de mercado de un activo tendrá muy poquito ver con su valor (aun estando éste parcialmente indeterminado). Cuando el precio de mercado de un activo sea superior a su valor, entonces hablaremos de burbuja financiera; esto es, burbuja es sinónimo de sobrevaloración. Por ejemplo, si el valor de una empresa, determinado por el descuento al presente del valor de los bienes futuros que generará, debiera ubicarse entre 100 y 150, pero su precio es de 5.000, entonces tenemos claramente una burbuja en la valoración de esa empresa.

Al igual que nos encontramos con burbujas podemos encontrarnos con lo que podríamos llamar anti-burbujas, esto es, con que el precio de mercado de un activo se sitúe por debajo de su valor. En tal caso, podremos comprar activos muy valiosos a precio de saldo. Es la técnica de inversión que emplea la llamada filosofía del value investing, de la que Warren Buffett es fiel seguidor.

Conviene aclarar que las subidas de precios de un activo pueden ser un síntoma de que se está gestando una burbuja, pero ni mucho menos son su elemento esencial. En ocasiones, observaremos subidas de precios que están justificadas por la mayor cantidad de bienes futuros que ese activo producirá. Por ejemplo, desde 2003 las acciones de Apple se han multiplicado por 50; al margen de que en la cotización actual pueda existir (o no) un elemento de burbuja, es evidente que gran parte de esta subida responde a que las ventas se han multiplicado por 10 y los beneficios por 200, lo que a su vez se debe a que Apple empezó a fabricar una mayor cantidad de productos que los consumidores reputaron útiles. E inversamente, podemos encontrarnos con burbujas sin que hayan subido los precios de un activo: si su valor se desploma (por ejemplo, porque los bienes futuros que puede producir han quedado súbitamente obsoletos) y su precio de mercado no hace lo propio, tendremos una sobrevalorización del activo por inercia en su precio.

Por último, son muchos quienes creen que toda burbuja tiene su origen en un crédito bancario excesivo. Lo cierto, sin embargo, es que las burbujas son fenómenos relativamente frecuentes en mercados con gran presencia de especuladores o de inversores inexpertos. Es del todo factible que un activo esté sobrevalorado aun cuando los bancos no inflen el crédito (en la bolsa, por ejemplo, ocurre a diario). Ahora bien, sí es cierto que toda expansión del crédito bancario no respaldada por ahorro provocará una burbuja financiera en alguna parte de la economía, pues esas expansiones dan lugar a auges económicos insostenibles; esto es, dan lugar a la expectativa de que la producción futura va a ser mayor de lo que en realidad llegará a ser debido al advenimiento de la crisis (y de ahí su peligrosidad: los bancos concentran su patrimonio en activos sobrevalorados que cuando pinchan contraen los medios de pago y dilapidan el capital de los ahorradores).

Por eso, si media una expansión del crédito, lo que juzgamos valoraciones prudentes de un activo podrían tornarse sobrevaloraciones cuando acaezca la crisis, revelando a posteriori la existencia de una burbuja. Y por eso también resulta en gran medida vano que las autoridades pretendan regular y controlar la recurrencia de burbujas: salvo en casos muy evidentes –y ni siquiera así: ahí están las recientes burbujas inmobiliarias que fueron negadas sistemáticamente por las autoridades–, es imposible que los políticos sepan si cada uno de los activos de la economía están sobre, infra o adecuadamente valorados. Quienes triunfan en tal actividad son ahora multimillonarios (o van camino de serlo) y su éxito deriva en gran medida de concentrarse en los sectores económicos concretos que conocen y dominan.

No hay manera de evitar que se produzcan burbujas, pues el futuro es inerradicablemente incierto; pero sí hay maneras de no incentivar su recurrencia y de no multiplicar su potencial destructor. Pero esas soluciones, como ya explicaremos, no pasan por una mayor regulación, sino por eliminar los privilegios a la banca.

Es la insuficiencia de impuestos, estúpidos liberales

- Ángel Martín Oro

Es la insuficiencia de impuestos, estúpidos liberales

Una vez más, el gobierno español ha mostrado una notable pluralidad de opiniones respecto a las políticas económicas más deseables. La pluralidad está muy bien en muchos ámbitos, pero no es del todo recomendable cuando se refiere a las declaraciones de los policy-makers, quienes implementan las políticas. Principalmente porque de esta manera se genera inseguridad, falta de credibilidad e incertidumbre.

Esto viene al caso de la reciente controversia por las dispares declaraciones de miembros del gobierno sobre la subida de impuestos a los ejecutivos de la banca. Aprovechando que se sacaba el tema de los impuestos, José Blanco defendió la necesidad de incrementar los impuestos como forma de mantener un nivel adecuado de infraestructuras y de prestaciones sociales, repitiendo las declaraciones que ya hiciera el pasado año. "Nuestro país tiene que plantearse si con nuestros recursos y con la menor carga impositiva de la UE se pueden mantener las carreteras, los trenes y el Estado del bienestar", dijo en esta ocasión.

Cándido Méndez se apuntó al carro de la fantástica idea de subir los impuestos, asegurando que éstos "son un elemento fundamental para que funcione nuestro país". Afirmó además que hay que resolver la diferencia de 7-8 puntos que existe entre la presión fiscal entre España y sus socios de la UE.

Elena Salgado, sin embargo, negó que el gobierno vaya a subir los impuestos "en el corto plazo". Otra cosa distinta es que así vaya a ser. Tras decir el pasado año en febrero que los salarios de los funcionarios no se iban a tocar, uno tiene razones para la desconfianza.

Pero lo relevante para esta columna no es el batiburrillo de opiniones ni la confianza en sus promesas. Lo que quiero destacar es que tanto Blanco como Méndez han vuelto a sacar a la palestra el argumento de los bajos impuestos en España, haciendo uso de la presión fiscal. El problema para ellos (y otros muchos) es la insuficiencia de ingresos públicos, y no una estructura de gastos excesiva que solo podía sostenerse en periodo de burbuja económica.

Este argumento no es en absoluto nuevo en la historia económica española. Un argumento muy similar fue esgrimido por el economista español Antonio Flores de Lemus en su dictamen de 1929 sobre la conveniencia de implementar el patrón oro en España. En él, este autor recomendó olvidarse del rígido patrón metálico al considerar que la peseta no sería sostenible debido a que existían problemas estructurales, de entre los cuales destacaba, en última instancia, la insuficiencia endémica de los ingresos fiscales.

Ignoro cuánto hay de cierto en el juicio de Flores de Lemus acerca de las circunstancias de la época. Pero sí percibo una importante asimetría entre la gestión financiera que se considera deseable del Estado y la de los agentes privados. Pensemos en una familia de bajos ingresos que se dedica a llevar un ritmo de gastos por encima de lo que pueden financiar sus ingresos, viviendo por encima de sus posibilidades. A esta familia seguramente le recomendaríamos que restringiera sus gastos para ajustarlos a sus posibilidades. Sin embargo, con los Estados parece razonarse de la manera contraria: en lugar de restringir sus gastos, se les pide que aumenten sus ingresos para que puedan continuar con sus actividades de la misma manera que antes.

Volviendo a la actualidad, el problema con la tesis de Blanco y Méndez de que los impuestos son bajos en España es mucho más amplio que el que acabo de señalar. Precisamente a contrarrestar esta idea dedicamos el estudio comparado de fiscalidad del Instituto Juan de Mariana, titulado La falacia de los impuestos bajos en España. A través de distintos argumentos, como el análisis desagregado de las principales figuras impositivas o el uso de indicadores alternativos, tratamos de mostrar cómo el fijar la atención exclusivamente en la presión fiscal es errado. En esencia, señalábamos cómo este último indicador genera confusión al mezclar recaudación fiscal baja real (debida al elevado paro y la escasa productividad) con una inexistente baja imposición.

Tal y como concluía el informe, es conveniente repetir que nuestro país no necesita más impuestos, sino mayor empleo, productividad y dinamismo empresarial. Para ello, es prioritario llevar a cabo una serie de reformas estructurales como las siguientes: una reforma que realmente liberalice y flexibilice el mercado laboral y ayude a crear empleo productivo; reducir la pesada carga administrativa y burocrática que soportan empresarios y emprendedores en sus actividades generadoras de riqueza y empleo; y recortar drásticamente el gasto del sector público –que también debería ajustar sus cuentas a las circunstancias actuales– mediante el recorte ambicioso de programas de gasto y subvenciones o la racionalización del conjunto de las Administraciones Públicas con el objetivo de que el abultado déficit público no obstaculice la recuperación, y se devuelva la confianza a los inversores en la "marca España".

Lecciones de la historia sobre la enmienda del presupuesto balanceado

Lecciones de la historia sobre la enmienda del presupuesto balanceado

Ernest Istook

Resumen: Los intentos de aprobar una enmienda del presupuesto balanceado (BBA) datan de los años 30 y todos han fracasado. Ambos partidos tienen parte de la culpa: En demasiadas ocasiones, el Partido Republicano se ha olvidado de este asunto y la Izquierda del partido Demócrata, al reconocer que la enmienda es una amenaza al gran gobierno, ha obstaculizado y desorientado cuanto ha podido, intentando diluir cualquier propuesta que obligase a balancear los presupuestos. Con ocasión del voto de julio de 2011 sobre una nueva propuesta de enmienda BBA, el que fuera congresista por Oklahoma Ernest Istook nos presenta algunas lecciones de esta historia.

El Congreso va a considerar una propuesta de enmienda del presupuesto balanceado (BBA) a la Constitución este julio — el primer voto sobre esta materia desde 1997.

La BBA es una potente propuesta que despierta la virulencia de la izquierda americana que se da cuenta de que representa una enorme amenaza, quizá la más grande de todas, a sus procedimientos del Estado omnipresente. Por esa razón, la historia para una enmienda BBA en el Congreso está llena de frustraciones, sonadas deserciones, cambios de posición y traiciones.

Este artículo trata sobre esa historia. También describe algunas de las versiones y enmiendas más infantiles que se han presentado para desproveer de sentido a la BBA a la vez que daba cobertura política a los que no eran capaces de apoyar una versión sólida.

Breve historia

En 1798, Thomas Jefferson escribió: “Ojalá fuera posible obtener una sola enmienda a nuestra Constitución. Estaría dispuesto a depender solo de ella para la reducción de la administración de nuestro gobierno; quiero decir, un artículo adicional que quitara al gobierno federal el poder de pedir prestado” [1]. Sin embargo, según el Servicio de Investigaciones del Congreso (CRS) [2], la primera enmienda del presupuesto balanceado no se presentó hasta 1936, cuando el representante Harold Knutson (R–MN) presentó la Resolución Conjunta de la Cámara número 579, en la que proponía un límite per cápita de la deuda federal.

Ninguna cámara del Congreso aprobó ninguna medida BBA hasta 1982, cuando el Senado se tomó once días para debatirla y consiguió la necesaria mayoría de dos tercios para la versión redactada por el senador Strom Thurmond (R–SC) [3]. Una medida de acompañamiento recibió en la Cámara de Representantes un voto de 236 a 187 — sin llegar a la necesaria mayoría de dos tercios. A pesar de la oposición del presidente Thomas “Tip” O’Neill (D–MA), se consiguió que se votase con una maniobra reglamentaria de los representantes Barber Conable (R–NY) y Ed Jenkins (D–GA) [4].

Subsiguientemente, la pertinaz oposición del presidente de la Cámara de Representantes O’Neill y su sucesor, Jim Wright (D–TX), alentaron el uso “creativo” de la misma maniobra reglamentaria para burlar la oposición de los líderes de la Cámara. Tuvieron lugar varias votaciones en la Cámara a principios de los 90, cuando el representante Charles Stenholm (D–TX) dirigió varias coaliciones bipartidistas con objeto de forzar a los líderes demócratas que permitiesen tales (fallidas) votaciones. En aquella época, incluso prominentes demócratas como el representante Joseph Kennedy (MA) abiertamente apoyaron la BBA y votaron a favor. Hubo múltiples votaciones en la Cámara y en el Senado, pero ninguna tuvo éxito [5].

La primera y única vez que la Cámara de Representantes aprobó por dos tercios la enmienda del presupuesto balanceado fue en 1995, cuando sus miembros votaron por el “Contrato con América” que ayudó a los republicanos a obtener fuertes mayorías en el Congreso. Esa fue la última vez que la Cámara de Representantes celebró votaciones de pleno o de comité. Desde entonces, el Senado ha fracasado dos veces —por un solo voto en ambas ocasiones— para reunir los dos tercios necesarios [6].

Las deserciones bloquean la aprobación de la BBA

Tres senadores fueron los desertores clave que impidieron al Congreso aprobar una enmienda del presupuesto balanceado en los años 90. Uno en realidad nunca la apoyó y presionó a su partido para que se opusiera a ella. Los otros dos cambiaron de opinión para sumarse a su partido en la oposición a la BBA.

Primero, en 1995, el senador Mark Hatfield (R–OR) tomó sobre sí una enorme presión cuando no se unió a su partido en apoyo de la BBA. Pero el voto de Hatfield no hubiese sido necesario de no haber revertido el senador Tom Daschle (D–SD) su apoyo de años anteriores y llegar a oponerse a la BBA a instancias del presidente Clinton.

En 1997, la medida fracasó nuevamente por un solo voto en el Senado cuando el nuevo senador Robert Torricelli (D–NJ) rompió su promesa de campaña y se rehusó apoyar la misma BBA que había apoyado como miembro de la Cámara [7].

Más recientemente, muchos demócratas de la Cámara que votaron por la BBA en 1995 dicen hoy que no lo harán en 2011. El más significado entre estos es un líder de la minoría demócrata de la Cámara, Steny Hoyer (D–MD).

Deserciones en el Senado

El senador Hatfield calificó la BBA de “treta política” y con su tan destacada deserción rompió la unidad del Partido Republicano. Se destacó menos que su oposición habría sido puramente nominal. El entonces líder de la mayoría del Senado, Bob Dole (R–KS), dijo al New York Times que Hatfield había ofrecido su dimisión antes del voto — una renuncia que hubiese producido una victoria 66-33 para la BBA— pero Dole se rehusó aceptar la dimisión [8].

Aun así, con o sin el voto o renuncia de Hatfield, la BBA hubiese prevalecido en el Senado en la votación de 1995 de no haber sido por el cambio de voto de Daschle. Ese giro de ciento ochenta grados se describe así en un libro que narra cómo los votantes lo botaron del cargo:

Aunque la enmienda del presupuesto balanceado no ha sido un asunto principal a escala nacional durante varios años, proporciona un fuerte contraste entre la primera campaña de Daschle en 1978 y los inicios de su carrera en el Congreso, donde promovió la enmienda coherentemente, y sus años posteriores en el Senado. Durante su última candidatura al Senado en 1986 en la que tenía competidores al cargo, Daschle hizo un anuncio de televisión diciendo que “en 1979, Tom Daschle vio el daño que estos déficits podrían hacer a nuestro país. Su primer acto oficial fue patrocinar una enmienda constitucional para balancear el presupuesto”. En 1992, las publicaciones de la campaña de Daschle presumían del “Plan Daschle”, que incluía una enmienda del presupuesto balanceado: “En 1979, antes de que fuese popular, yo presioné por una enmienda constitucional de presupuesto balanceado. Fue mi primer acto oficial y cada año he sido autor o coautor de una”. En 1995, la enmienda tenía el apoyo de sesenta y seis o sesenta y siete senadores, necesarios para su aprobación, pero Daschle votó en contra debido a la oposición a esta de la administración Clinton…. Cuando se le preguntó insistentemente sobre la enmienda en el último debate televisivo [en 1994], Daschle dijo que se había opuesto a la propuesta de ley en los años 90 porque no se recogían cláusulas que considerasen emergencias tales como una guerra. Pero el historial muestra que sí había una cláusula para emergencias [9].

En 2011, Daschle ha escrito varios artículos denunciando la BBA, quejándose de que empeoraría incluso más la crisis fiscal del país y que ataría las manos de los legisladores [10].

El intento en 1997 por aprobar la BBA fracasó en el Senado por un solo voto, justo como había ocurrido en 1995. Esta vez fue el senador Torricelli el que estuvo a cargo de las acrobacias políticas. Como lo describió el New York Daily News:

El senador Robert Torricelli (D–N.J.) anunció ayer que votará en contra de la enmienda constitucional del presupuesto balanceado, dando a los demócratas el margen de un voto que necesitan para acabar con la medida. El nuevo senador cambió su promesa de campaña de apoyar la enmienda y su propio historial de apoyo de similares propuestas en la Cámara de Representantes. “He luchado con esta decisión más de lo que nunca hice en mi vida”, dijo Torricelli….

Torricelli reconoció que había hecho campaña en apoyo de la enmienda para ganar su escaño en el Senado el año anterior y que había votado tres veces a favor de enmiendas similares cuando era miembro de la Cámara. Pero dijo que los esfuerzos del presidente Clinton por bajar los déficits presupuestarios anuales de $300,000 a $100,000 millones y el compromiso del presidente con un presupuesto balanceado en el año 2002, habían aliviado la presión de la necesidad de una enmienda constitucional [11].

Intentando darse cobertura política, Torricelli intentó hacer, aunque fracasó, que el Senado apoyara una versión llena de lagunas legales.

Cambios de opinión en la Cámara

Entre los más señalados representantes que apoyaron la BBA en 1995 pero que dicen que se opondrán activamente a ella en 2011 está el representante Hoyer. En 1995, incluso ayudó a reunir votos para la BBA. Como informó en aquel momento el Baltimore Sun: “’El asunto de un presupuesto balanceado no es un tema conservador o progresista y no es fácil’, dijo Hoyer quien manifestó sus temores por las consecuencias de una deuda nacional que va encaminada a los $5 billones. ‘Pero es un tema esencial’” [12]. Defendiendo la BBA en el plenario de la Cámara en 1995, Hoyer dijo:

[E]ste país se enfrenta a una amenaza crítica debida a la sucesión de grandes déficits anuales…. Estoy absolutamente convencido de que las consecuencias a largo plazo por negarse a abordar la necesidad de balancear nuestro presupuesto serán catastróficas…. [L]os que pagarán el mayor precio por nuestra irresponsabilidad fiscal si fracasamos serán aquellos menos capaces de protegerse a sí mismos y los niños de hoy y las generaciones del mañana [13].

Hoyer dio su giro de ciento ochenta grados tras llegar a la cúpula dirigente de su partido, al igual que Daschle. Daschle dio su giro radical y se puso en contra de lo que previamente había apoyado. Hoyer, sin embargo, argumentó que la última versión de 2011 (con la limitación de impuestos y los límites del tamaño del gobierno) habían ido más allá de lo que originalmente había apoyado en 1995:

Requerirá reducciones drásticas y perjudiciales en programas como Medicare, Medicaid y el Seguro Social, programas que forman el núcleo del pacto social de América…. A diferencia de previas enmiendas del presupuesto balanceado, esta enmienda significaría grandes penalidades para americanos comunes y corrientes a la vez que se blinda a los más privilegiados de sacrificios equivalentes. No es una solución para los graves desafíos fiscales de nuestra nación [14].

Queda pendiente por saber cómo votarán en la versión más estricta de 2011 otros demócratas que apoyaron la versión de una BBA en 1995 [15]. Entre ellos está otro miembro de la actual cúpula dirigente demócrata en la Cámara, James Clyburn (SC).

El Partido Republicano es también culpable de abandonar la BBA — por negligencia. La BBA había sido el asunto número uno del programa legislativo de su Contrato con América en 1994, pero después del único y exitoso voto en la Cámara en 1995, los líderes republicanos de la Cámara de Representantes rechazaron todos los intentos de volver a traer el tema a colación. No ha habido ningún voto más en la Cámara o el Senado desde la dramática marcha atrás de Torricelli en 1997.

Durante parte del tiempo que los líderes republicanos estuvieron dormidos en el asunto BBA, el presupuesto estaba balanceado. En vez de ver en ello una oportunidad para consolidar esa condición en un requisito de carácter permanente, algunos vieron en ese balanceo la prueba de que una BBA no era necesaria.

Durante el tiempo que el presupuesto federal estuvo balanceado sin un requisito BBA (los años fiscales 1998–2001) [16], el Congreso tenía incentivos políticos para mantener tal balanceo. Sin embargo, tras el 11 de septiembre, Washington no solo aumentó fuertemente el gasto en seguridad nacional, sino que se dejó que otros gastos también aumentaran significativamente. La idea dominante parecía ser que si el presupuesto no estaba balanceado, entonces no importaba mucho lo desequilibrado que estuviera.

Esa experiencia ilustra no solo la necesidad de una BBA apropiada, sino la necesidad de que las excepciones de seguridad nacional se redacten dejando poco margen, permitiendo déficits solo hasta el grado necesario para cubrir circunstancias fuera de lo común en defensa y no para justificar gasto deficitario no relacionado.

Diluyendo la fuerza de la BBA

Las versiones de la BBA que se van a votar en 2011 son mejoras del Contrato con América. Debido a este fortalecimiento, las versiones actuales se describen a partir de ahora como “BBA+” [17].

Dicho simplemente, las características adicionales incluyen la exigencia de una supermayoría para aumentar los impuestos; la creación de límites sobre el nivel de gasto federal (como porcentaje de la economía nacional); el endurecimiento de las limitadas excepciones a un presupuesto balanceado que se permitan; y la limitación de los potenciales aumentos de impuestos dictaminados judicialmente como de obligado cumplimiento.

Según su rigidez, las diferentes variaciones en los textos propuestos se pueden considerar buenas, mejores y óptimas, con una BBA+ repleta de características deseables considerada la óptima. Pero con mayores rigideces, más difícil se hace su aprobación. Muchos legisladores pro-BBA, como consecuencia, han presentado y apoyado versiones que no son tan estrictas como preferirían pero que tienen mayor probabilidad de aprobación.

Estas variaciones también tienen mayor potencial para causar daños a la idea de la enmienda. Debido a que se dan cuenta del gran apoyo popular por la BBA, muchos oponentes han intentado ofrecer enmiendas y variaciones que rebajarían o debilitarían las cláusulas de la BBA de forma que podrían aparecer como defensores de la medida y simultáneamente verían justificados sus votos en contra. El siguiente es un breve resumen de esas tácticas.

Sacar el Seguro Social del presupuesto. El intento más apoyado por debilitar una BBA es una cláusula para separar los pagos y cobros del Seguro Social de los requisitos de un presupuesto balanceado. Se presentaron enmiendas con ese fin tanto en la Cámara como en el Senado desde 1995 a 1997. El senador Harry Reid (D–NV) fue un líder de tal intento en 1997.

Reid y otros argumentaban que eliminar el Seguro Social de una BBA protegería el programa de los recortes de gasto. Arguyeron que estos fondos no constituyen en realidad gasto gubernamental, ya que el programa se basa en un fondo fiduciario. Esto ignoraba el hecho de que todo el fondo se había invertido en bonos del gobierno federal y que todo el dinero tomado prestado se había gastado. Además, durante los 90, el programa del Seguro Social producía unos superávits anuales de entre $60,000 y $65,000 millones, que enmascaraba el gasto deficitario en otros lugares. Hoy, el Seguro Social es deficitario.

Si el Seguro Social se eliminase de los requisitos de un BBA, el Congreso estaría aprobando gastos importantes de carácter deficitario que no contaría como déficit. Los políticos pretenderían entonces estar balanceando el presupuesto. Como informó la Oficina de Presupuesto del Congreso este pasado enero: “Excluido el interés, los superávits del Seguro Social se convierten en déficits de $45,000 millones en 2011 y $547,000 millones en el periodo 2012–2021” [18].

El complot Torricelli. Como se mencionó previamente, el más visible complot para crear una excusa para oponerse al BBA sucedió en 1997, por parte del senador recién elegido Robert Torricelli. Como miembro de la Cámara, votó por una versión sustitutiva y también votó “sí” en la aprobación final de la BBA del Contrato con América, en 1995. Hizo campaña para el Senado en 1996 como defensor de una BBA.

Según se contaban los senadores para el voto de 1997, quedó claro que Torricelli y la senadora Mary Landrieu (D–LA), anteriormente defensores de la BBA, eran votos dudosos. Si ambos votaban “sí”, se alcanzaría el necesario dos tercios en el Senado. El presidente Clinton negoció con ambos senadores para que votasen “no”. Landrieu anunció que votaría sí, pero Torricelli hizo público que votaría no. Los periodistas le preguntaron abiertamente si “le había tocado el palito corto”.

En un acto que fue públicamente ridiculizado, Torricelli presentó una enmienda a la BBA en el pleno del Senado y luego anunció que votaría no porque su propia enmienda resultó fallida. Minutos después en una conferencia de prensa, perjudicó su propia explicación diciendo que en el futuro votaría no a todas las versiones republicanas de una BBA y sí a todas las versiones demócratas.

La fallida enmienda de Torricelli habría paralizado la aplicación la obligación de que el presupuesto estuviera balanceado en cada ocasión en que una mayoría simple del Congreso declarase “una amenaza militar inminente o seria” o “un periodo de recesión económica o malos tiempos para la economía en grado significativo” o cuando el Congreso decidiese aprobar gasto deficitario para “inversiones en capital físico público de carácter importante que proporcionara beneficios económicos de largo plazo” [19]. La naturaleza del intento de Torricelli, con sus tres tentáculos de acción, fue un desordenado apiñamiento de cláusulas ofrecidas por separado tanto en la Cámara como el Senado por otros congresistas.

Otras enmiendas con propósito de diluir el balanceo. El siguiente es un muestreo de otras propuestas que se presentaron en la Cámara y el Senado durante los debates de 1995–1997 [20]:

  • El representante Robert Wise (D–WV) presentó un sustituto multifacético que habría exigido presupuestos diferentes para gastos federales de capital y para uso operativo; habría requerido que únicamente el presupuesto operativo estuviese balanceado; habría eximido al Seguro Social de los cálculos de balanceo presupuestario; y habría permitido al Congreso evitar los requisitos de balanceo del presupuesto en casos de guerra, conflicto militar o recesión.
  • El senador Richard Durbin (D–IL) intentó incluir esta formulación en la BBA: “Las directrices de este artículo se pueden anular en un año fiscal en que haya recesión económica o seria emergencia económica en Estados Unidos declarada así en una resolución conjunta adoptada por una mayoría de los miembros de cada cámara y que se convierta en ley”.
  • La senadora Barbara Boxer (D–CA) propuso: “Las cláusulas de este artículo pueden anularse para cualquier año fiscal en que el presidente declare (y el Congreso designe) que existe un desastre o emergencia importantes, si es adoptada por una mayoría de los votos de cada cámara de aquellos presentes que voten”
  • El representante Major Owens (D–NY) quería “permitir que una mayoría del Congreso anule las directrices de balanceo del presupuesto contenidas en la resolución conjunta [que se adopta todos los años] en cada año fiscal en que la tasa de desempleo exceda el 4%”.
  • El representante John Conyers (D–MI) quería que se exigiese un plan detallado de reducciones de gasto antes de que fuese requerido el balanceo presupuestario, para lo que proponía “eximir al Seguro Social de los cálculos de presupuesto balanceado; y establecer que antes de que tomase efecto la enmienda constitucional, el Congreso exigiría que se aprobase legislación que mostrase cómo sería el presupuesto para los años fiscales desde 1996 a 2002, proporcionando niveles agregados de programas presupuestarios que se necesite crear, de gastos, de reservas para contingencias y de déficits y superávits, así como listados detallados por cuentas de los nuevos programas presupuestarios y gastos en que incurran tales programas”.
  • El representante David Bonior (D–MI) intentó no solo excluir el Seguro Social de los cálculos sino que también pedía que una simple mayoría (218 votos en la Cámara, 51 en el Senado) permitiera el gasto deficitario.
  • Las enmiendas adicionales era más directas, tales como si se necesitaría o no una supermayoría para aumentar los impuestos con la BBA. El Comité de Reglamentos de la Cámara escrutó 38 enmiendas propuestas en plenario; se permitió prosperar solo seis.

Conclusión

La historia muestra que la potencia de una enmienda del presupuesto balanceado atrae sobre sí grandes presiones para difuminar los asuntos de los que trata, especialmente mediante la creación de versiones y excepciones con trampas para poder cubrirse las espaldas políticamente. Los defensores de la BBA deberían prepararse convenientemente.

Si no fuera por las importantes deserciones de mitad de los años 90, la BBA podría haberse aprobado en el Congreso. De haberse ratificado por los tres cuartos necesarios de los estados, los debates de hoy sobre los límites de deuda, los derechos a beneficios y los niveles de gasto serían enormemente diferentes, de haberse siquiera planteado.

Sin embargo, las versiones consideradas en los 90 eran mucho más débiles que las versiones de la BBA+ ahora consideradas, tanto la de la Cámara como la del Senado. De haberse adoptado una versión anterior, el debate de hoy podría ser acerca de los intentos del Congreso por burlar el espíritu de la BBA haciendo uso de los agujeros de esa versión anterior. Es por esto por lo que es necesaria una atenta vigilancia para impedir la inclusión de agujeros en el texto de la BBA+.

Aquellos que no aprenden de los fracasos de la historia están condenados a repetirlos

¿Qué constituye pobreza en Estados Unidos?

¿Qué constituye pobreza en Estados Unidos?

Mike Brownfield

Mientras el Congreso se jala de los pelos para encontrar una forma de reducir el gasto como parte de la subida del límite de la deuda de $14 billones, sus miembros deberían mirar de cerca el más de $1 billón que se gasta anualmente en asistencia social.

A Ud. le sorprendería ver que muchos de los 30 millones de americanos definidos como “pobres” y necesitados de ayuda del gobierno no son lo que en gran medida Ud. se espera — en vez de no tener hogar y vivir en las calles, el hogar pobre promedio en Estados Unidos tiene lujos como el aire acondicionado, televisión por cable y consolas de videojuegos Xbox.

En su nuevo informe Aire acondicionado, TV por cable y una Xbox: ¿Qué es la pobreza en Estados Unidos?, los expertos de la Fundación Heritage, Robert Rector y Rachel Sheffield, analizan lo que realmente significa ser pobre en Estados Unidos. La realidad que han encontrado es muy diferente de la imagen que pintan las películas y la televisión:

Según los propios datos gubernamentales, en 2005 lo que constituía el hogar promedio definido por el gobierno como pobre era una casa o apartamento equipado con aire acondicionado y televisión por cable. La familia tenía un auto (un tercio de los pobres tenía uno o más vehículos). Para entretenimiento, el hogar tenía dos televisores a color, un aparato DVD y uno de video.

Si había niños en el hogar (especialmente varones), la familia tenía un sistema de juegos, como una Xbox o la PlayStation. En la cocina, el hogar tenía un microondas, una refrigeradora y una cocina con horno. Otras comodidades del hogar incluían lavadora y secadora, ventiladores de techo, un teléfono inalámbrico y una cafetera.

El hogar de la familia pobre promedio estaba en buenas condiciones y sus miembros no vivían apretados. De hecho, el típico americano pobre tenía más espacio en su domicilio que el europeo promedio. [Ojo: Hablamos del europeo promedio, no del europeo pobre]. La familia pobre promedio disfrutaba de atención médica cuando la necesitaba. Cuando se les preguntó, la mayoría de familias pobres afirmaban que habían tenido suficientes fondos durante el año previo para cubrir todas sus necesidades esenciales.

Según sus propias declaraciones, la familia no pasaba hambre. La ingesta promedio de proteínas, vitaminas y minerales de los niños pobres es indistinguible de la de los niños de la clase media-alta y en la mayoría de los casos, superan con creces lo recomendado. Los chicos pobres hoy, de entre 18 y 19 años, son realmente más altos y fornidos que los chicos de clase media de edad similar de finales de los años 50 y son 2.5 centímetros más altos y tienen alrededor de 3 kilos más que los soldados americanos que lucharon en la Segunda Guerra Mundial. El problema nutricional más grande al que se enfrentan los americanos pobres no es comer poco sino demasiado; la mayoría de los adultos pobres, como la mayoría de los americanos, tienen sobrepeso.

Eso no tiene nada que ver con la imagen que los medios hacen aparecer en televisión. Pero es la realidad de los que se define como pobres en América.

De seguro que la familia pobre promedio no representa a toda familia pobre y hay algunos que están mejor y algunos que están peor. Aunque la mayoría de los pobres están bien alojados, en un momento dado durante la recesión de 2009, una de cada 70 personas pobres no tenía hogar y una de cada cinco experimentó escasez temporal de alimentos. Esas personas tienen serias problemas. Pero el hecho es que las estadísticas gubernamentales de pobreza pintan otra realidad.

Esa equivocada caracterización tiene implicaciones internacionales. Rector y Sheffield explican que las estadísticas del gobierno de Estados Unidos dan una imagen engañosamente negativa al mundo. Al Jazeera, el Teheran Times de Irán, los medios chinos y rusos se han agarrado a las estadísticas de pobreza de Estados Unidos para mostrar a Estados Unidos como una sociedad fracasada y de pesadilla. Pero nada puede estar más lejos de la realidad.

El presidente Obama va a empeorar la situación creando una nueva medida de “pobreza” que corta deliberadamente toda relación entre “pobreza” y verdadera privación. Rector y Sheffield dicen que el objetivo es medir la “desigualdad ” delos ingresos, no la pobreza — dando al presidente argumentos propagandísticos para su agenda de “redistribución de la riqueza”.

Rector y Sheffield dicen que en lo que respecta a política pública, se debería tomar en consideración la realidad de conjunto de lo es que la pobreza en América: “La política pública sensata no se puede basar en información errada o en malos entendidos. . . A la larga, exagerar burdamente el alcance y grado de privación material en Estados Unidos no beneficia ni a los pobres, ni a la economía, ni a la sociedad en general”.

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