La democratización no es suficiente
Der Spiegel Hamburgo
A pesar de la multitud de problemas a los que se enfrenta la Unión Europea, la democratización no los solucionará. En lugar de ello, deben mejorar las élites de la UE y el poder debe pasar de la periferia al centro.
En estos momentos, las élites políticas de Europa ofrecen una imagen lamentable, con sus reacciones contradictorias ante las revoluciones en el mundo árabe y su gestión vergonzosa de la crisis del euro. O apuestan por no hacer nada, o bien pasan de una falsedad a otra, con la esperanza de poder volver a retomar así el control de los mercados.
Ahora que las élites europeas tenían que demostrar la afirmación que sostenían desde hace tiempo de que Europa es uno de los principales agentes en el ámbito político y económico global, lo único que han hecho ha sido intentar mantenerse a flote. Y como se niegan a aceptar esta realidad, celebran cada tropiezo como si fuera la salvación para Europa y el euro. La deplorable imagen que está proyectando Europa actualmente es en gran medida el resultado de la impotencia de sus élites.
En vista del fracaso de las élites, no es sorprendente que se estén realizando nuevos llamamientos para democratizar Europa. De repente, se espera que el pueblo solucione los problemas creados por las élites. Puesto que ya se les está pidiendo que paguen por dichos problemas, son muchos los que creen que el pueblo también debería tener más que decir sobre cómo y quién controla Europa.
La UE nunca ha sido un pueblo europeo
Por razonable que pueda resultar este planteamiento, no tiene ningún sentido como podría parecer a simple vista. Incluso después de la democratización de Europa, las élites de Bruselas y Estrasburgo seguirían al mando. La única opción que le queda al pueblo europeo, en la medida en la que pueda denominarse como tal, sería reaccionar ante el fracaso obvio votando para expulsar a sus líderes del poder y eligiendo a una élite de oposición para que ocupe su lugar. Entonces la pregunta que se plantea es si esto cambiaría algo la situación.
Europa fue un proyecto de las élites desde sus inicios, pero con la condición de que se produjera la democratización en cuanto hubiera una oportunidad. No es de extrañar que los pocos intentos para aportar más democracia a Europa hayan sido penosos, por no decir algo peor.
Otro factor que ha contribuido a llegar a esta situación ha sido la relativa falta de confianza entre los votantes. Y las elecciones al Parlamento Europeo, elegido directamente por la población europea desde finales de la década de los setenta, han servido de poco para mitigar este escepticismo: el índice de participación de los votantes es claramente bajo y los que votan tienden a favorecer a los populistas de forma desproporcionada. La población europea nunca ha sido un pueblo europeo y aún no lo es.
Las élites mantienen unida a Europa...
Los que están a favor de la democratización exponen que este proceso es la única forma de crear un pueblo europeo. Puede que sea correcto en principio, pero también implica la existencia de condiciones socio-económicas y político-culturales que sin lugar a dudas no existen en este momento, tal y como ha quedado patente en la creciente desconfianza entre los europeos durante la crisis del euro.
Los que apoyan la democratización están reforzando las fuerzas centrífugas en Europa. A pesar de todos los errores e incompetencias, las élites son las que están manteniendo unida a Europa. Entonces, en lugar de pensar en la democratización, ¿no deberíamos plantear formas de mejorar las capacidades de las élites?
El hecho de que un país como Grecia, cuya producción económica equivale a entre el 2 y el 2,5% de toda la eurozona, pueda poner en peligro a la economía europea y arrastrar a la moneda común al borde de la quiebra, pone de manifiesto los graves fallos de diseño en la constitución política.
... pero fracasaron con Grecia
Desde hace tiempo se conocían las quejas sobre las maquinaciones fraudulentas de los griegos durante su adhesión a la eurozona, las deficiencias administrativas de Grecia (el país ni siquiera dispone de una oficina nacional de registro catastral) y la falta de disciplina y compromiso en partes importantes de la población griega. El auténtico problema es que todas estas cuestiones se conocían desde hace 10 años, pero no tuvieron ninguna consecuencia.
Europa se consideraba un éxito que necesitaba poco mantenimiento y que era capaz de encargarse de los griegos. En lugar de prestar atención a los factores realmente importantes, se generó un debate sobre identidad religiosa y cultural, un debate con el que se pudo mantener fuera a los turcos, mientras se permitía a griegos, búlgaros y rumanos que se adhirieran a la UE. Las élites se caracterizan por plantear las preguntas adecuadas. Pero las élites europeas no han cumplido este requisito.
Otro ejemplo del fracaso de las élites europeas fue afirmar que la introducción del euro en el continente no sólo crearía un mercado mayor al de Estados Unidos, sino que además, el euro reunía todo lo necesario para convertirse, junto al dólar, en la segunda moneda de reserva de la economía mundial.
Víctimas de sus explicaciones
Pero se pasó por alto el concepto paralelo a esta idea: la necesidad de disponer de al menos una agencia europea de calificación que pudiera defenderse contra las agencias estadounidenses. Los europeos estaban dispuestos a desafiar el dominio del dólar y todas las ventajas que aportaba a Estados Unidos, pero aún así, situaron al euro en un entorno sin protección. Podría ser atacado en cualquier momento, porque las agencias de calificación estadounidenses podían buscar los vínculos más débiles en el grupo del euro y ejercer presión sobre ellos.
Ahora es cuando los europeos comienzan a pensar seriamente en la creación de una agencia así, pero ahora sus intenciones y la función de la agencia están demasiado claras. Quizás la única explicación del error estratégico sea que las élites empezaron a verse como administradoras de la prosperidad y perdieron la perspectiva de la lucha estratégica por el poder y la influencia.
Es posible que las élites europeas hayan sido víctimas de las explicaciones que dieron a sus propias poblaciones para legitimar el proyecto. Se vieron a sí mismas como una especie de gigante manso y no como políticos que luchan por sus intereses en el extranjero y se imponen en sus respectivos países. En política, confundir legitimación con estrategia es un pecado imperdonable.
Decadencia y desintegración
Sin duda, existen numerosos ejemplos de los fallos graves de las élites a nivel europeo. Pero la cuestión clave es que estos fallos sólo los pueden corregir las mismas élites y que el intento de compensar estos fallos con una democratización forzada produciría la desintegración desordenada de Europa. En la situación actual, la democratización reforzaría la capacidad de las partes anti-europeas y aumentaría en gran medida el número de los que ejercerían el derecho a veto en Bruselas.
En Europa, es poco probable que accedan al poder élites con más capacidad o que las élites existentes cometan menos errores, sean más decisivas y velen por los intereses de los europeos, mientras no se reestructure sustancialmente el marco general del comportamiento de las élites, es decir, de la Constitución europea. Puede que la crisis actual no sea el momento idóneo para la democratización, pero sin duda constituye una oportunidad para modificar el Tratado de Lisboa.
Antes, se decía que el eje París-Bonn o París-Berlín tenía que mantenerse intacto para que Europa progresara. Actualmente, la carga que reposa en este eje se ha vuelto demasiado pesada.
Ahora, la periferia domina al centro
Se espera de los alemanes que aporten más liderazgo, pero en el momento en el muestran el más mínimo liderazgo, se rechaza o se lucha activamente contra él. En Europa, la periferia acumula demasiado poder y el centro demasiado poco. Mientras no cambie esta situación, la UE y el euro no saldrán de la crisis. La redistribución del peso político en Europa puede resultar difícil, pero esto no cambia el hecho de que sea necesaria.
Antes de la ampliación de la UE hacia el este de Europa, se mantenía un debate sobre el futuro desarrollo de la UE, pero se basaba en la alternativa errónea de "la profundización o la expansión". La pregunta debería haber sido hasta qué punto debe ser fuerte el centro para sostener una periferia más grande. Ahora, la periferia domina al centro y dicta su agenda política y el ritmo de sus procesos de toma de decisión.
Aunque Europa lograra abrirse camino a través de la crisis del euro y del derrumbe griego, persistirá este problema subyacente. De hecho, estas crisis se pueden repetir en cualquier momento. Una bancarrota nacional más o menos ordenada en Grecia sería simplemente un pequeño paso hacia la salvación del euro. El paso clave es una reconstitución política de Europa, una reconstitución en la que la democratización sería una opción real y no supondría la amenaza de la decadencia y la desintegración.
Anders Breivik : asesino, sin más adjetivos
Anders Breivik : asesino, sin más adjetivos
The Daily Telegraph Londres
No hay nada que estudiar en la mente del asesino en serie noruego. No debemos centrarnos en su ideología pueril. A Anders Breivik sólo le importaba él mismo, tal y como expone el columnista y alcalde de Londres, Boris Johnson.
No basta con decir que está loco. Salta a la vista que Anders Breivik está loco: nadie en su sano juicio actuaría así. Ni tampoco basta con decir que es una persona malvada. Si el término malvado tiene algún significado, sin duda se aplica a un hombre que se desplaza hasta un campamento de verano en una isla, llama a jóvenes inocentes para que corran hacia él y dispare mortalmente a 85 de ellos con un rifle automático.
Jamás nos bastarán simples términos como “loco” o “malvado”, y en los próximos días y semanas seguro que se realizan psicoanálisis exhaustivos de este sombrío y altanero psicópata de 32 años. Convocaremos y entrevistaremos a todos los posibles fantasmas de su mente. Con ayuda de los investigadores noruegos, intentaremos comprender cómo estos demonios le convencieron para llevar a cabo un acto de esta crueldad premeditada y como guía emplearemos el manifiesto de odio de 1.500 páginas que publicó en Internet, posiblemente con sus cómplices.
En muchos sentidos se trata de un documento absurdo, con su plan de revivir la antigua orden de los caballeros templarios, en la que Breivik sería el “Caballero Justiciero”. Su idea es movilizar a todo un ejército de imbéciles tan repugnantes como él para liberar a Europa de los inmigrantes en 2083. Al parecer, es el 200 aniversario de la muerte de Karl Marx, a quien Breivik culpa por la igualdad, el feminismo, el multiculturalismo y todo aquello que odia. El intento de copia de Mein Kampf de Breivik está inundado de cavilaciones adolescentes sacadas de Wikipedia sobre Gramsci, Adorno y el Islam, y debo confesar que no he logrado llegar al final del manifiesto.
"Chifladuras" extraídas de blogs conservadores
Pero he leído lo suficiente como para captar lo esencial y he de decir que hay algo curioso y al mismo tiempo turbador en sus obsesiones. No para de hablar de la UERSS [Unión Europea de Repúblicas Socialistas Soviéticas] y de “Eurabia”. Tacha al multiculturalismo de “gran mentira” y afirma que la “corrección política ahora domina a la sociedad europea occidental como un coloso”. “¿Se puede reformar la Unión Europea?”, pregunta. “Lo dudo. La UE está amarrada por una clase de burócratas que sirven a sus propios intereses y quieren ampliar sus presupuestos y su poder, a pesar del daño que causan”.
Afirma que Europa ha sido engañada sistemáticamente por la inmigración masiva de los países musulmanes y que se ha ocultado al electorado el método de esta inmigración. Para apoyar sus argumentos, cita a muchos comentaristas británicos. De hecho, es fascinante comprobar lo arraigado que se encuentra este extremista noruego en el discurso político del mundo anglosajón.
Amigos, no es fácil reconocerlo, pero muchas cosas de las que dice este chiflado podrían extraerse de los comentarios de blogs que se encuentran en los medios de comunicación, en especial en los medios "conservadores" de Gran Bretaña. Algunas personas leerán sus funestas soflamas y llegarán a la conclusión de que estas patrañas exaltadas son las que realmente le han impulsado a actuar así. Dirán que la ira contra la UERSS y la inmigración le han alentado para cometer esta barbarie, al igual que los principios del extremismo islámico desencadenaron los asesinatos del 11 de septiembre.
Simetría con los terroristas islámicos
Es cierto que, en vista de lo que ha hecho, tiene mucho en común con algunos de los recientes terroristas suicidas islámicos. Le molesta la emancipación de las mujeres y cree éstas están mejor en el hogar. Al parecer también le molesta la homosexualidad. Sobre todo, y esto es en lo que más se parece a un islamista, cree que sus propios líderes religiosos han caído en la decadencia y se han desviado de la ortodoxia. Le repugna, al igual que a muchos terroristas musulmanes, cualquier cosa que se parezca a la mezcla de culturas.
La gente dirá que estamos ante la imagen de un terrorista islámico, una persona impulsada por una manía ideológica idéntica, aunque opuesta. Sin duda se observa una simetría, y aun así, en ambos casos, tanto en el de Breivik como en el del terrorista musulmán, no creo que la ideología sea realmente el núcleo del problema. Ayer, los reporteros de la televisión encontraron a un conocido de Breivik en Noruega, un tipo llamado Ulav Andersson y que decía que le conocía muy bien. Estaba muy sorprendido por toda la parafernalia de los Caballeros del Temple, porque nunca había sido muy religioso y no sabía que le interesara tanto la política.
“No parecía estar aferrado a ninguna idea”, afirmaba. Simplemente se volvió irritable y quisquilloso, afirmaba Ulav Andersson, cuando una chica que le gustaba le dejó plantado por un hombre de origen paquistaní.
Narcisistas cuya ideología es una excusa
No se trataba de un problema con la inmigración, ni con Eurabia, ni con el hadith, ni con la conspiración de los eurócratas contra la gente. No era realmente una cuestión de ideología o religión. Era un problema sobre sí mismo y su sentimiento de ineptitud con respecto al sexo femenino. Podría aplicarse el mismo criterio, como se ha hecho, sobre muchos de los jóvenes terroristas musulmanes. Los motivos fundamentales de su comportamiento cruel radican en su propio sentimiento de rechazo y alienación. La ideología es lo que les aporta la causa aparente, lo que aviva el veneno en su sangre, lo que les brinda la excusa para exagerar el rencor que sienten del modo más poderoso para matar.
Por lo tanto, el caso de Anders Breivik nos da una lección importante. Mató en nombre del cristianismo y aún así, por supuesto no culpamos a los cristianos ni a la “Cristiandad”. Y de igual modo tampoco deberíamos culpar al "Islam" de todos los actos de terror cometidos por jóvenes musulmanes. A veces surgen jóvenes patéticos que sienten impotencia y rechazo y se vengan de forma terrible con el mundo. A veces son personas que se sienten tan débiles que necesitan matar para sentirse fuertes. No necesitan ninguna ideología para actuar así.
Michael Ryan no tenía ninguna ideología cuando cometió la masacre de Hungerford (Inglaterra) [causó 16 muertos en 1987]; ni la tenía Thomas Hamilton en Dunblane (Escocia) [con 17 muertos en 1996]. Intentar exponer cualquier otra explicación a sus actos, intentar exponer complejos factores “sociales”, o analizar el impacto del multiculturalismo en Escandinavia, es simplemente caer en su juego para darse importancia. Puede que Anders Breivik haya escrito un profético manifiesto de 1.500 páginas, pero al igual que muchos otros psicópatas como él, es básicamente un narcisista y egomaníaco que no pudo soportar que le rechazaran. Deberíamos dedicar menos tiempo a pensar en él y mucho más en las víctimas y sus familias.
Populismo: cuidado, puede quemar
Noruega
Populismo: cuidado, puede quemar
Manifestación en Ámsterdam: "El extremismo perjudica seriamente la salud. 10 de enero de 2008.
Aunque Anders Breivik sea el único responsable de las atrocidades cometidas en Noruega, ha sacado sus ideas delirantes de un entorno populista. Esto dice mucho sobre el estado de ánimo de Europa, afirma un historiador neerlandés.
Tras los terribles atentados de Anders Breivik en Noruega, se intensifican los debates sobre la relación entre el asesino y los círculos ideológicos con los que se le vincula. De hecho, en atentados anteriores, como el asesinato de Theo van Gogh [polémico realizador neerlandés asesinado en 2004 por un extremista islamista], ¿no se habían pedido cuentas a los correligionarios de los autores? Si entonces se consideraban a los musulmanes responsables ¿podríamos tratar del mismo modo a los defensores de la ideología de la nueva derecha a la que se adhería Breivik?
Habrá pocas personas que compartan o legitimen la forma con la que Breivik justifica su masacre. Él es el único responsable. Y tan sólo podemos pedir cuentas a las personas que justifican o explican sus atrocidades desde un punto de vista ideológico y que comparten el conjunto de sus ideas. Al igual que sólo podíamos juzgar a las personas que compartían la ideología violenta de Mohamed Buyeri, el asesino de Theo van Gogh. Pero ahí queda todo.
Breivik se basó en una ilusión
La justificación de la violencia de Breivik procede de una ilusión según la cual Europa está amenazada por los políticos que apoyan el multiculturalismo y por el islam. Su manifiesto de 1.500 páginas "2083, una declaración europea de independencia" está repleto de teorías conocidas en los medios de la nueva derecha, representada en Países Bajos por el PVV.
Se trata sobre todo de una visión deformada del mundo, en la que Europa estaría amenazada por el islam. Breivik cita a Geert Wilders [líder del partido populista PVV], que sostenía que los marroquíes iban a colonizar Países Bajos y que no llegaban para integrarse, sino para someter a los neerlandeses. También escuchamos entre algunos miembros del PVV las teorías sobre el peligro del "marxismo cultural".
Difundir mentiras no es un acto tan inocente
Se trata en este caso de una imagen deformada de la realidad que no tiene nada que ver con la realidad social. Es la visión del mundo de la que Breivik ha sacado sus violentas conclusiones. Él mismo es responsable de ello. Pero el hecho de que haya podido reunir tantas ideas delirantes dice mucho del estado de ánimo de Europa, y en especial de Países Bajos, donde un movimiento con estas ideas está asociado al Gobierno mediante un acuerdo de apoyo [en el Parlamento].
La violencia de Breivik fue un acto que cometió él. Él es el único responsable. Pero Breivik comparte su visión del mundo falsa y delirante con otros. Y partiendo de ahí, ahora debemos pedir cuentas a todos los adeptos. No es un acto tan inocente difundir mentiras, crear espectros engañosos. Al que deforme la realidad no se le debe tomar en serio como a las numerosas voces en el debate social. Hay que tratarle con rigor. Le podemos exigir que deje de engañar a la gente. Y esto se aplica también a los populistas neerlandeses que propagan la ideología de la nueva derecha. Se acabó el juego. Es la hora de la verdad.
Contrapunto
Cuidado con explotar demasiado la política
"Demasiada política perjudica a la política", advierte Maroun Labaki en Le Soir, que recuerda que para el presidente de Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, la masacre noruega "requiere una respuesta europea, una respuesta común en defensa de la democracia" y que un portavoz del Partido Socialista francés ha censurado con dureza "la ideología del choque de civilizaciones y de la incompatibilidad de las culturas" que conduce hacia el "odio y el terrorismo".
"El debate político es un valor en sí mismo. La explotación política, o propia de los políticos, por el contrario, apenas engrandece a quienes la ejercen", afirma el periodista, que recuerda que el suceso es el acto "de un único hombre. No es una milicia fascista que desembarca a ritmo de desfile marcial en la isla de Utoya".
"No es nuestra intención banalizar sobre la extrema derecha y la derecha populista. Son peligrosas para la democracia y, la segunda, mucho más de lo que se cree, con una simpleza que contamina la derecha tradicional y el debate público", añade el periodista, pero "hay que pensar con la cabeza".
El Hombre del PAN
Epicentro
León Krauze
Hace algunas semanas, en la charla que tuvimos en W Radio, le pregunté al presidente Calderón si le preocupaban los resultados de los candidatos panistas en las elecciones de 2011.
Quise saber, por ejemplo, qué pensaba Calderón —apasionado desde pequeño como estratega electoral blanquiazul y dirigente juvenil de su partido— de que los primero votantes hubieran abandonado en masa al PAN en el Estado de México y amenazaran con hacerlo de manera más clara en 2012.
Después de todo, apunté, la elección del año que viene será la primera en la que un votante que se estrena sólo habrá conocido de gobiernos panistas en Los Pinos. Calderón aceptó preocuparse por el tema. Me dijo que le interesa entender el desánimo de los jóvenes no tanto con el PAN, sino con la política en general. Y después aprovechó para definir algunas características del candidato ideal panista en la elección del año que viene.
Describió a un hombre (o mujer) joven, con “propuesta de futuro”, bien conectado con las redes sociales, capaz de “atraer a esos votantes” para los que el PAN no es la oposición, sino el gobierno establecido, el statu quo: lo que, en la rebeldía natural de los 18 años, uno rechaza.
El PAN deberá tener en cuenta los apuntes de Felipe Calderón cuando el partido decida, como parece estar haciendo ya, el nombre del candidato que lo representará el año que viene. Pero, antes, los panistas deberán plantearse una pregunta fundamental.
En la política electoral hay dos tipos de candidaturas: las pragmáticas y las testimoniales.
Las primeras buscan la victoria, las segundas algún tipo de legitimación incluso moral (pero también narcisista, ya sea de quien la impone o de quien se impone). Casos sobran. Aproveché estos días de descanso para leer un gran libro sobre la candidatura de George McGovern por el Partido Demócrata en las elecciones de 1972 en Estados Unidos.
McGovern creyó que podría ganar la presidencia estadunidense desde la izquierda, blandiendo un pacifismo radical contra la guerra de Vietnam. Obstinado, se negó a moderar el discurso en asuntos fundamentales para ganar el favor de organizaciones y votantes incluso dentro de su propio partido. McGovern era, pues, un romántico. Y como tal, perdió. Richard Nixon —tampoco el hombre más popular de la historia de EU, valdría la pena aclarar— le pasó por encima el día de la elección.
La lección detrás de la historia de McGovern para el PAN (y para el PRD, pero esa es otra historia) está clara: lo primero que debe hacer un partido a la hora de elegir a un candidato es decidir si quiere ganar. Si el PAN quiere ganar, por ejemplo, no puede darse el lujo de nominar a un aspirante mucho mayor, en edad, a Enrique Peña Nieto.
El presidente Calderón está en lo correcto: dada la identidad del candidato del PRI, la edad podría ser un factor potencial de decisión entre los electores. Esta última consideración esconde otra variable que los panistas no pueden dejar de lado: el contraste con el puntero. Enrique Peña Nieto está ya, con toda probabilidad, esperando en el cuadrilátero. Tiene fortalezas y debilidades.
Quien suba a enfrentarlo tendrá que defenderse de las primeras y explotar hábilmente las segundas. Y no se trata solamente de las fortalezas políticas del puntero. Los otros factores, como su manejo de medios y hasta su presencia física (variable frívola para algunos que deberían leer un poco más sobre política electoral en tiempos de televisión), también deberán ser tomados en cuenta.
Así, el PAN deberá elegir a un aspirante con la capacidad para desgastar a Peña Nieto. Alguien con la capacidad de devolverle al partido que ha gobernado el país durante 12 años algo de su carácter opositor, innovador, diferente.
Alguien, también, que pueda poner en una disyuntiva a los (y, de manera crucial, las) votantes que quizá hayan optado por Peña Nieto dada su pinta de joven y serio padre de familia. Alguien, también, que pueda hablar con autoridad de economía, tema que parecen haber elegido los priistas como narrativa para 2012.
Alguien ya conocido y aceptado pero suficientemente desconocido aun como para tener potencial de crecimiento en aceptación. Los panistas deben dejarse de engaños.
Veremos pronto si impera el pragmatismo o los panistas se hunden en los pretextos de la ineficacia y el narcisismo.
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México y China
Marco Rascón
Territorialmente, en población y muchas cosas más, México y China no son comparables. Sin embargo, la globalización nos conecta con China y el mundo, pero sobre todo, con nuestro propio futuro. En el antropoceno (concepto creado por el Nobel de Química Paul Cruzen para determinar la influencia del comportamiento humano sobre la Tierra) México y China tienen en común ser naciones milenarias y, por tanto, sus edades y sus perspectivas pueden medirse bajo este concepto que se inicia a partir de la Revolución Industrial.
La diferencia de ambas naciones se encuentra en dos aspectos: la forma de relacionarse con sus vecinos y el mundo; y la otra, la perspectiva de ver sus problemas.
Mientras en China el debate sobre nación, economía, migraciones y producción se piensa hasta 2055, en que su población y recursos llegarán a un punto límite, en México la clase política y gobernante sólo ve hasta 2012, es decir, a menos de un año.
En lo que sería el sistema asiático de Estados Unidos para mirar todo el continente, China busca una relación armónica (da tong) en su desarrollo y con sus vecinos, muchos de ellos enemigos ancestrales y, al safarse de la lógica maniquea estadunidense de lucha contra el terrorismo, sus retos fundamentales están en acrecentar el bienestar e ingresos de su población tanto rural como urbana.
Estado, gobierno, valor del trabajo, salarios, migración, todo está a debate en China, con la premisa de que viven en la imperfección.
No tiene sentido comparar números, pues nos asombraríamos y coincidiríamos en que el futuro de China no sólo es para China, sino para todo el mundo. Hoy, simplemente con 6 por ciento de la tierra cultivable del mundo, China produce 22 por ciento de los alimentos del planeta.
Existe una realidad de dos clases obreras, la socialista y la que hoy trabaja en la fábrica global con derechos diferentes. El problema se reconoce y la tarea de China es acotar la brecha entre unos y otros, elevando los ingresos y los derechos.
Para resolver cientos de problemas, en el campo pasaron del colectivismo forzoso de la era de Mao, a la liberalización de la tenencia de tierra, producción y comercio que elevó los ingresos de los campesinos, pero que afectó la vida comunitaria.
Hoy los ejemplos de una nueva colectivización del campo están en curso, abatiendo costos y elevando ingresos y servicios de educación, salud, etcétera.
En Occidente existe, sin embargo, una manera provinciana de ver a China como amenaza. En México, para ocultar nuestro desastre presente y futuro, recelamos y nos llenamos de prejuicios contra el mundo. Recelamos de Brasil y su política petrolera; de Venezuela y sus cambios constitucionales; de Colombia viéndolos sólo como narcotraficantes; de Cuba por su independencia y el ejercicio de su soberanía y, por supuesto, de China.
Nos asumimos como parte del sistema creado por Washington y, cobijados por las barras y las estrellas, queremos dictarles desastres a todos, para ocultar el nuestro, pragmático e inmediatista.
Nos hemos refugiado en lo obsoleto de las estructuras políticas que promueven el rearme, la confrontación o guerras internas-externas para buscar ahí la estabilidad y la expansión económica.
Los ingresos de la población y la distribución del producto nacional se basan en el congelamiento de salarios, aumento de precios y la paralización mediante el terror.
Por ejemplo, a causa de Rápido y furioso, armas cayeron en manos del crimen organizado, que a su vez paró la migración en el principal punto de cruce en Nuevo Laredo, Tamaulipas, asesinando en masa a inmigrantes en territorio mexicano.
Es decir, Los Zetas son una extensión de la política migratoria estadunidense y mexicana, que logró, según datos recientes de la Universidad de Princeton, desplomar en los dos últimos años la migración por México.
El Banco Mundial ha dicho que esto se debe a un aumento de los ingresos en México, cuando, por el contrario, existe una baja en el poder adquisitivo de los salarios.
Mientras nosotros vemos nuestros proyectos de nación sólo dependiendo de los resultados electorales en un sistema enfermo, cerrado y excluyente, China en su conjunto, desde el Estado y la sociedad, tiene una visión profundamente autocrítica de sí misma y actúa contra la corrupción de los funcionarios, empresas locales y extranjeras, y va incorporando al desarrollo a miles por año, con objetivos concretos.
Aquí la única producción son héroes, y mientras China busca con su desarrollo la independencia, nosotros la fincamos en el entreguismo y la generación de odios.
China, con problemas infinitamente superiores, busca y encuentra soluciones teniendo a su sociedad como reto educativo, alimentario, de justicia y salud.
Nosotros estamos ciegos, partiendo de que todos somos corruptos y defraudadores.
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