Si Obama no lograra convencer a los republicanos de la importancia de aumentar el techo de su deuda, Estados Unidos tendría que declararse en suspensión de pagos.
Francisco Martín Moreno*Es por todos sabido que Estados Unidos es el país más endeudado de la tierra, no únicamente en lo que hace a su gobierno, sino también a sus empresas y a los propios ciudadanos. Existe un porcentaje enorme de la sociedad norteamericana que sobrevive en función del pago mínimo efectuado mensualmente en su tarjeta de crédito. Sólo que en los últimos meses ha venido surgiendo un monstruo que amenaza la base de sustentación de nuestro otrora poderoso coloso del norte, así, con minúsculas, sino a toda la economía mundial. Se trata de aumentar el techo de la deuda norteamericana, que en la actualidad es de 14.29 billones de dólares, una cifra impensable y que difícilmente cabría en una calculadora para efectuar cualquier operación aritmética. Si el presidente Obama no lograra convencer, antes del 2 de agosto, a los republicanos, de la importancia de aumentar, de nueva cuenta, dicho techo, Estados Unidos, aunque parezca una paradoja increíble en nuestro tiempo, tendría que declararse en suspensión de pagos con todas las consecuencias domésticas y planetarias. El consenso legislativo es tan obligatorio como inaplazable porque, de no lograrse, según han declarado varios economistas, Washington, con toda la arrogancia que le es característica, tendría que declarase en bancarrota. ¿Qué tal? Novedades de nuestro tiempo…
Los primeros en padecer el catastrófico impacto financiero serían los estadunidenses que reciben subsidios de la administración de Obama y, en segundo lugar, los funcionarios del gobierno, incluido el personal militar que existe en diferentes partes del mundo para sofocar conflictos o para provocarlos. ¿Qué pasará en Irak o en Afganistán cuando los portaaviones, submarinos y acorazados no tengan ni para gasolina o los soldados no reciban mensualmente su sueldo? ¿Qué pasaría si no hubiera ni para los salarios de los soldados que se juegan la vida sin saber qué defienden? Empezaría a darse un desastroso efecto dominó puesto que las agencias finalmente cumplirían sus amenazas de bajar la calificación de aseguradoras, cámaras compensadoras e instituciones hipotecarias. Por si fuera poco, agregan los expertos, la deuda aumentaría con el disparo de los intereses y los repuntes en dichas tasas afectarían al mercado inmobiliario, así como al comercio en general. Los inversores de bonos abandonarían los mercados, el dólar se derrumbaría y la inflación explotaría. Si la economía más grande del mundo, sweet Lord, no puede hacer frente a sus facturas, no sólo devastaría a la Unión Europea, atenazada por otra crisis de deuda, sino que provocaría una recesión global de consecuencias imprevisibles. La recesión de los años 30 del siglo pasado sería un juego de niños si se le comparara con la que ocasionaría una falta de acuerdo del congreso norteamericano para subir el techo de la deuda.
Es evidente que Obama no creó esta crisis financiera, sino que la heredó de otras administraciones republicanas, en particular la del presidente George Walker Bush (Walker por la marca de whisky…), el hombre que devastó la economía yanqui por sus guerras hasta alcanzar niveles de endeudamiento jamás sospechados ni imaginados. La verdad es que no es hora de buscar culpables, sino de resolver el asunto, porque si llegara a quebrar Estados Unidos, situación, a todas luces indeseable, es decir, si a nuestro vecino le diera pulmonía y no un simple catarrito, ¿qué sería de la economía mexicana y de sus 40 millones de pobres…?
La misma receta dolorosa que se le aplica a Grecia, a España y a Italia, se le tendrá que administrar a EU. Es decir, si en los próximos días se aumenta la deuda nacional norteamericana en 2.4 billones de dólares, se tendría que recortar el presupuesto federal de egresos en 111 mil millones de dólares, una medida dolorosa que disgustará a muchos ciudadanos que jamás han conocido, como nosotros en México, lo que significa tenerse que apretar el cinturón. Nosotros nos lo hemos apretado tantas veces que ya ni siquiera tenemos cintura y mucho menos cinturón.
EU requiere un recorte radical del gasto público y, al mismo tiempo, acordar una enmienda a la Constitución que recoja la prohibición de aprobar presupuestos anuales deficitarios. El gobierno tendrá que presupuestar cada año una cifra de gasto equivalente a los ingresos esperados. Los legisladores norteamericanos hasta ahora están en contra de un aumento automático de la deuda para financiar el gasto público, porque finalmente se percataron de que, con toda su arrogancia, pueden caer en la suspensión de pagos, en la horrorosa insolvencia.
¿Y qué tal los chinos? También están instalados en el terror porque son los mayores tenedores de deuda estadunidense y han sugerido, de manera diplomática, la conveniencia de que el gobierno estadunidense “aplique medidas y políticas responsables que impulsen la confianza de los mercados financieros internacionales y protejan los intereses de los inversores”. ¿No está claro el pánico de los chinos? Basta imaginar en qué se convertirían sus bonos valuados en miles de miles de millones de dólares si EU dejara de pagar los intereses.
¿Qué podríamos hacer los mexicanos en una coyuntura semejante? Elevar nuestras plegarias a la Virgen de Guadalupe, sólo que ella ya emigró a otros países porque ni sus milagros funcionan entre nosotros.
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