06 agosto, 2011

Arte para sanar a Ciudad Juárez

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En ocasiones, el espacio que ocupa una noticia es inversamente proporcional a su importancia en el cuerpo social. Inversamente proporcional al bien que puede aportar a sociedades heridas de muerte, como la de ciudad Juárez, en la frontera mexicano-norteamericana.

Silenciosamente, para no ser presa del fuego cruzado entre narcos y sicarios, asociaciones civiles de Juárez, una de las más violentas ciudades del planeta, intentan combatir la violencia con el arte.

Es una labor ímproba y peligrosa. Ciudad Juárez es famosa por el horror de cuanto en ella acontece. Los feminicidios de Juárez, con miles de mujeres violadas, torturadas y asesinadas desde 1993, se han integrado desgraciadamente al paisaje urbano, cuya emigración en los últimos dos años supera los 250.000 habitantes.

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Sin embargo, hay gente que no se resigna. En 24 centros comunitarios de las zonas más pobres de esta ciudad de 1,3 millones de habitantes, un grupo de maestros vence sus terrores para impartir talleres de danza, escenificación de historias, música, teatro y canto, según recogió ayer el diario Mural, de Guadalajara.

Ya pasaron por las clases, que llevan apenas dos meses, más de 2100 niños y adolescentes. Si cuando llegan por primera vez se reciben a los golpes, habituados como están al lenguaje de la violencia en sus hogares y en las calles, a poco de convivir en los talleres aprenden a tolerarse.

Ni las disciplinas ni las edades de los asistentes son casuales. Los maestros piensan que si desde chicos se los forja en los valores de la paz, es más difícil captarlos para la violencia. La música, la danza, el teatro, el canto y la escenificación de historias, por otra parte, son disciplinas grupales.

Entre los maestros hay bailarines y artistas persuadidos de que el arte es sanador y muestra otros mundos posibles, sobre todo en una ciudad que se desmorona sin remedio.

La noticia es particularmente conmovedora por los testimonios de los maestros y los relatos de los chicos. Algunos cuentan que los niños llegan a los talleres en un tremendo estado de vulnerabilidad, al punto de no tolerar la cercanía física de otros chicos desconocidos. Su realidad es pertenecer a familias diezmadas por las ejecuciones criminales o por los crueles feminicidios a manos de un sicariato impune.

Empeñados en mostrar que es posible soñar con otras realidades, algunos maestros concluyen sus talleres con "Imagine", el bello himno de John Lennon que nos alienta a confiar en la utopía de vivir en armonía.

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