La Unión Europea (UE) es una entidad de nuevo cuño sin precedentes en la Historia. Pretender por lo tanto un diseño acabado es utópico. Las instituciones se desarrollan paso a paso, a menudo como respuesta a problemas y crisis sobrevenidas. Ni los propios Estados Unidos (EEUU), que tuvieron el lujo de empezar con un lienzo en blanco, se libraron de los rigores de un camino tortuoso y no lineal. Sólo en 1913, después de una serie de intentos malogrados y espoleados por el pánico financiero de 1907, se instituyó finalmente la Reserva Federal (Fed) y los principios de su entramado regulativo que hoy conocemos.
Y sin embargo se le pide a la UE desde las diferentes orillas atlánticas unas excelencias de respuesta y tino de la que los propios críticos carecen. Titulares,y economistas en busca de éstos, pronostican la disolución del euro, -interesada en el caso del Reino Unido- o curas milagrosas que recomiendan la salida de la moneda única ora a Grecia, ora a Irlanda, ora a Portugal.
¿Hay vida fuera del euro?
Un país que abandone la divisa europea con la esperanza de una vida mejor se enfrenta a una serie de riesgos conocidos y a otros desconocidos que no puede ni imaginar. ¿Cuáles son las ventajas que se esgrimen para abandonar el euro y vestirse de luto con una nueva moneda nacional? Fundamentalmente, su devaluación frente a la moneda única que, según sus proponentes, permitiría ganar competitividad y su resultante: aumentar las exportaciones, reducir las importaciones, dando alas a la economía nacional para que aumentando su superávit primario (Ingresos Fiscales menos Gasto Público antes de intereses de la deuda) se pueda reducir la deuda pública y privada a niveles sostenibles.
Hay un detalle que se pasa por alto; por mucho que la Balanza Comercial mejore, si no se llevan a cabo una serie de profundas reformas tanto estructurales como de gasto público, al final, lo comido por lo servido. Porque el problema no es otro que una estructura de gasto público malgastador e inasumible y unos costes estructurales no competitivos. Los costes salariales irlandeses eran en 2009 un 47 por ciento más altos que los alemanes, según el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Para poder exportar -a menos que se tenga petróleo- hay que tener empresas competitivas, productos exportables, y esas, desgraciadamente, no son las condiciones que se dan en Grecia, Portugal o incluso Irlanda. ¿Donde están los Inditex, Telefónica, Grifols, Gamesas o Indras de estos países? ¿De qué manera les puede ayudar una devaluación si de lo que carecen es precisamente de sectores y empresas con esas capacidades? Y ¿cómo podrán desarrollarlos si tienen que pagar las importaciones de los materiales a mayores precios por mor de una moneda devaluada? Súmese además los inmateriales: seguros de cambio, intereses de cartas de crédito, etc.
Hoy la dinámica es otra. Empresas globales, marcas globales, movilidad de capital y centros de producción deslocalizados en función de una mayor productividad y capacidad de innovación. En China, paraíso de la mano de obra barata, Foxconn, el fabricante de Apple y otras marcas electrónicas punteras, un gigante electrónico que emplea un millón de trabajadores, ha anunciado la introducción de un millón de robots en su fábricas en 2013. La mano de obra barata por sí sola ya no basta, hace falta el desarrollar nichos únicos de competencia. Y España, por fortuna, cuenta con esos nichos. No estamos desarmados, nos hemos hecho un sitio en el mundo; el AVE Medina-Meca, la ampliación del canal de Panamá y docenas de innovaciones en el campo de la medicina, biotecnología y otros campos dan un valor añadido a nuestros productos.
La renuncia al euro no sólo no garantiza ventajas competitivas, sino que su abandono desencadenaría problemas de magnitud desconocida. En cuanto saltase el rumor, se produciría una huida de fondos masiva que descapitalizaría empresas y bancos del país. Y esta vez no habría recurso al Banco Central Europeo (BCE) para suministrar liquidez a un sistema financiero desarbolado.
Eso, por no hablar de la ingente cantidad de contratos, obligaciones, préstamos, etc, referenciados en euros a favor de nacionales y extranjeros que convertidos a la nueva moneda crearían tal cantidad de contenciosos que el único sector que experimentaría un fuerte crecimiento sería sin dudarlo el de los abogados.
En el caso de que se optara por continuar referenciando las deudas en euros para evitar ser declarados en default (impago), habría que hacerles frente con una moneda devaluada que encarecería todavía más las obligaciones contraídas. No parece buen negocio.
Los beneficios de una moneda estable son como la salud, sólo se valora cuando se pierde. La inflación a la que se verían abocados esos países sería un impuesto furtivo que demolería ahorros y salarios, mermando el motor de las economías: el consumo interno.
¿Y si papá nos abandona?
Las más audaces cabezas pensantes insinúan que Alemania podría tener la veleidad de abandonar el euro y crear una zona de Nuevo-Marco con países como Austria y Holanda, ignorando por un lado la historia reciente y por otro las reticencias de estos países a caer bajo la hegemonía alemana, temperada hoy por su inclusión en la UE de los 27.
Es una falacia pensar que Alemania es un paradigma de eficacia. No son opiniones propias, me remito al informe sobre la economía alemana del "Consulta Artículo IV del 9 de Junio 2011" que señala algunas de sus carencias estructurales. Baja tasa de productividad, debido a una mano de obra que durante la última década ha tenido una contribución cero; caída demográfica que reducirá en los próximos años en un 2,5% su población activa, baja tasa de inversión debido a pobres retornos; escasa demanda interna; factores que a partir del 2015 apuntan a una tasa de crecimiento de su PIB en torno al 1,25%.
Todo ello configura una economía que depende fundamentalmente de la demanda externa en aquellos sectores en los que sí son punteros: bienes de capital, bienes de consumo duradero y productos farmacéuticos.
Si Alemania tomara el camino de abandonar el euro, un hipotético marco más fuerte dañaría sus exportaciones y dejaría tras de sí heridas y amarguras difíciles de cicatrizar en el resto de la zona euro, lo que golpearía doblemente a su economía y repercutiría en su prestigio político. Las exportaciones alemanas a los países del euro suponen el 41% del total y contribuyen un 15,74% a su PIB, mientras que las destinadas a Austria y Holanda sólo aportan un 4,64%. Mal negocio: la eurozona es un mercado crucial para la economía alemana. No hay sustitución posible. EEUU supone un 6,9% de sus exportaciones, mientras que China con una balanza comercial a su favor, absorbe un escaso 5,6%.
Más pueden doblones que razones, sentencia nuestro refranero, y como bien dice Jean Pisany-Ferry, director del influyente Instituto Bruegel en Bruselas, recapitulando el atribulado recorrido de estos últimos meses: "Una vez más el 21 de julio los líderes europeos han anunciado que lo que hasta ayer era impensable, hoy es ineludible"
No es cierta la percepción de que en Alemania existe una oposición cerrada contra la introducción de los eurobonos. Tanto el Partido Socialdemócrata como Los Verdes, que suman un 23% de los escaños frente al 38% de la coalición gubernamental, se han declarado públicamente a favor. Y en esa dinámica, que pronto será ineludible, el Parlamento Europeo aprobó el 6 de julio la siguiente resolución vinculante.
13. Se pide a la Comisión que estudie la posibilidad de establecer un sistema de eurobonos con vistas a determinar las condiciones en las que dicho sistema sería ventajoso para todos los Estados miembros participantes y para la zona del euro en su conjunto; señala que los eurobonos ofrecerían una alternativa viable al mercado de bonos del dólar estadounidense y podrían fomentar la integración del mercado europeo de deuda soberana, disminuir los costes de los empréstitos, aumentar la liquidez, la disciplina presupuestaria y la observancia del Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC), promover reformas estructurales coordinadas y dar mayor estabilidad a los mercados de capitales, lo que sustentaría la idea del euro como «valor seguro» a escala mundial; recuerda que la emisión común de eurobonos requiere avanzar hacia una política económica y fiscal común.
14. Subraya, por consiguiente, que cuando se emitan eurobonos, la emisión debe limitarse a una ratio de la deuda del 60% del PIB, con aplicación de responsabilidad solidaria como deuda soberana de primer rango, y que se vincule a incentivos de reducción de la deuda soberana a ese nivel; sugiere que el objetivo principal de los eurobonos ha de ser reducir la deuda soberana y evitar el riesgo moral y la especulación contra el euro; señala que el acceso a dichos eurobonos estaría supeditado a que se acuerden y apliquen programas cuantificables de reducción de la deuda".
Es importante destacar el punto 14 del comunicado del Parlamento Europeo -que responde a una iniciativa del Instituto Bruegel- por el cual los países de?la zona euro sólo podrán financiarse con eurobonos hasta un límite equivalente al 60 por ciento de su PIB. Endeudamientos superiores tendrían que ser financiados por el país en cuestión, acudiendo en solitario al mercado de capitales y pagando la prima de riesgo que el mercado exija. Bonos azules y Bonos rojos.
Estos eurobonos o Bonos Azules crearían un mercado monetario de 5,6 billones de euros que se convertiría en el segundo más líquido después de EEUU, y que según los autores de esta propuesta, Jacque Delpha y Jakob von Weizsaecker, redundaría en beneficio incluso de Alemania, que experimentaría un ahorro de unos 30 puntos básicos en sus costes actuales. Restaurar la confianza en la Europa de los 16, en palabras de los ministros de Finanzas alemán y francés Wolfgan Schäuble y Francois Baroin, "es una tarea que requiere paciencia, constancia y visión de futuro. El camino que nos queda por hacer es exigente, pero estamos decididos a continuar en la dirección de una mayor coordinación y cooperación de nuestras políticas fiscales".
"Se hace camino al andar", Antonio Machado dixit. Europa está señalando a trompicones el único futuro posible. Transcender los nacionalismos para desarrollar estructuras económicas y sociales más amplias de convivencia. El camino que hoy abre Europa marca el único camino viable para el resto del mundo y de eso hay que estar moderamente orgullosos.
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