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Fabián Estapé Rodríguez: De aquellos barros estos lodos
L a crisis se ha recrudecido, ocasionado por la incredulidad de los inversores en que Estados Unidos y Europa tuvieran capacidad para reducir sus deudas y evitar una nueva y temida recesión.
Ciertamente, los analistas financieros no tienen el don de la videncia, pero sí son capaces de predecir, a partir de la marcha de los principales índices, situaciones como la que ahora ha saltado a primera plana de la actualidad.
Por eso, si tenemos en cuenta la opinión (que personalmente compartimos) de especialistas con auctoritas e incluso potestas como BNP Paribas (según ellos mismos se definen: líder europeo en servicios bancarios y financieros, con cobertura internacional creciente, de alcance global y una fuerte presencia en todas las grandes plazas financieras... ¡ahí es nada!): "La recuperación de la economía global sigue siendo frágil, la desaparición rápida de la confianza es preocupante, lo que nos devuelve a un circulo vicioso en el que el declive del mercado alimenta el pesimismo".
Haciendo alarde de cierto sarcasmo y una pizca de erudición, parece ser que esto podría achacarse a la fatalidad, ya que a lo largo de la historia la segunda semana de agosto ha sido propicia a las convulsiones, tales como que los ingleses ataquen a la Armada Invencible, que asesinen a Cánovas del Castillo, que EEUU lance la bomba atómica sobre Nagasaki o que Alemania comience el bombardeo masivo sobre Londres.
Y en este 2011, los siete días que median entre el 8 y el 14 de agosto pasarán meritoriamente a estar en los anales por las aciagas noticias financieras que se han sucedido, y ya se sabe, cuando las barbas de tu vecino veas pelar..., y eso es lo que parece que están haciendo los principales líderes de los países saneados.
Nuestro vecino galo, Nicolas Sarkozy, mantuvo una "reunión de trabajo" sobre la situación económica y del mercado financiero con sus principales ministros y el gobernador del Banco Central, Christian Noyer. Por su parte, la canciller alemana anda de la ceca a la meca aplazando sus vacaciones para participar en una especie de conferencia telemática con el resto de los mandamases europeos donde, seguramente, partirá el bacalao.
La responsabilidad de Alemania
Y es que en esto de la crisis, y no lo afirmo sólo yo, sino voces tan contundentes como la de George Soros, magnate y gurú de las inversiones, las autoridades comunitarias, en especial la dignataria germana, tienen mucho que ver, entre otras cosas, por la dilatación excesiva para atajar el problema.
Resulta curioso que, si miramos hacia atrás en la historia, Alemania ha sido, en gran medida, el foco de los males de Europa y ahora, en la crisis del euro, nacida al socaire de la convulsión financiera mundial, del país teutón han salido decisiones y se han realizado maniobras que han contribuido a empeorar la situación.
Por ejemplo: permitir que, en los momentos alcistas, cada país miembro gestionara su economía al libre albedrío, sin la supervisión real y efectiva de un BCE (cuya misión principal hubiera sido vigilar los desfases presupuestarios de cada Gobierno comunitario); implantar la idea de que cada país debe pagar por los excesos cometidos mediante regulaciones de sus propios Gobiernos de manera poco solidaria; defender a ultranza la propia economía frente al resto olvidando que estamos todos en el mismo grupo que hace tan sólo seis años, cuando a Berlín le interesó incrementar sus exportaciones y se luchaba por una gran Europa fuerte, solidaria y unida; y/o, adoptar decisiones punitivas en exceso sobre Grecia, Portugal e Irlanda para recibir las ayudas comunitarias que han abocado a estas débiles economías a la insolvencia y a generalizar la desconfianza de los inversores internacionales frente a ellas.
Sepan ustedes que, como a río revuelto, ganancia de pescadores, a resultas de la crisis del euro que se ha cebado en los PIG, Alemania se ha visto reforzada al quedar reducida su prima de riesgo en comparación al resto de sus socios, lo que ha aumentado su competitividad en los mercados globales. Y es que, como ya sentenció en su día Charles de Gaulle: "Quiero tanto a Alemania que prefiero que sean dos"
Fuera de la Eurozona, y ello a pesar de que en lo tocante a la moneda única y sus avatares se mantienen al margen, se están produciendo también rebotes de crisis que se traducen en violencia callejera. En Inglaterra, los disturbios y el clima de protesta generalizada por la doliente situación económica se han desbocado, y eso que David Cameron dejó bien claro que se desmarcaba del segundo rescate a Grecia (y de los que pudieran venir después, claro), que si no habría que haber visto las ínfulas que se habrían gastado sus conciudadanos.
Del otro lado del charco, Obama, que en junio ofrecía ayuda de EEUU a la crisis europea, ahora se enfrenta a la quiebra (económica y casi política) del país. Del resto del continente americano, según una reunión previa de la Unasur, Brasil será uno de los países más afectados, seguido de Argentina y Colombia, entre otros.
Por temor al efecto dominó, todos los países del mundo se preparan con planes para evitar ser afectados severamente en sus economías locales. Y no es para menos, créanme, si se conoce que uno de los hombres más ricos del mundo, el empresario mexicano Carlos Slim, ha perdido en sólo 4 días 8.000 millones de dólares (eso sí, de una fortuna que se estima en 70.000 millones).
La crisis podría recrudecerse
Es decir, lo que se suponía poco probable ocurrió: el sistema mundial capitalista ha sufrido un rebrote del fallo financiero de 2008 que ahora amenaza con recrudecerse, o incluso eclipsar, al de 1929.
Esta segunda semana de agosto pasará a la posteridad por pérdidas astronómicas en los mercados mundiales que, estimadas a lunes 8 de agosto habían supuesto pérdidas de riqueza para los inversores de 3,8 billones de dólares (2,6 billones de euros), pérdidas que han ido a parar a valores refugio (el franco suizo, el yen japonés y el oro).
Y es que el lunes se temió que pasase a la historia como el lunes negro en las plazas financieras tras el castigo de S&P a la deuda estadounidense, lo que llevó al BCE a anunciar su disposición a comprar deuda española e italiana en el mercado secundario.
El martes pasado, aparte de proseguir la huida del riesgo, nos desayunamos con más noticias negativas: China, hoy por hoy principal motor de la tambaleante economía mundial, conoció que la tasa anual de inflación se había acelerado un 6,5 por ciento en julio, lo que pone en aprietos al banco central del gigante asiático, que intenta controlar los precios sin lastrar la economía nacional, crecientemente amenazada desde el exterior y por todos los flancos. Con semejantes niveles de inflación, Pekín no podría prestar su apoyo nuevamente a la economía global, como hizo en 2008.
El miércoles, pese a que el Ibex parecía que iba a terminar su tendencia a la baja, las caídas en los principales bancos limitaban el efecto balsámico de la decisión de la Fed de dejar los tipos de interés en niveles excepcionalmente bajos al menos durante dos años en EEUU y de que el BCE comprase bonos italianos (en contra de la opinión de los representantes del Gobierno alemán).
El jueves, las acciones estadounidenses cayeron y el S&P 500 bajó un 4 por ciento por el miedo a que los bancos galos fueran arrastrados por la crisis de deuda europea y que, eventualmente, afectase también al sector financiero estadounidense. Y el viernes, cuando zanjé este artículo, el presidente francés había anunciado que recibirá hoy martes a la canciller alemana en París, para tratar la reforma de la gobernanza de la eurozona?
Esto huele a gato encerrado (¿no será que lo que en estos momentos preocupa a Sarkozy es que el crecimiento económico de Francia se ha estancado en el segundo trimestre, elevando la presión para que recorte el gasto, acabe con las exenciones impositivas y así pueda convencer de que cumplirá sus metas de rebaja de deuda?).
Recapitulando, nada mejor para expresar nuestra opinión que las palabras recogidas por el Financial Times del economista de Harvard, Kenneth Rogoff: "Cuatro años después del comienzo de la crisis financiera, se está volviendo cada vez más claro que el mayor déficit no es en crédito, sino en credibilidad". "Los mercados pueden ajustarse a una rebaja del crecimiento global, pero no pueden lidiar con una pérdida cada vez mayor de confianza en el liderazgo y una sensación creciente de que los diseñadores de las políticas están desconectados de la realidad".
Y es que va a tener razón José Blanco y habrá que mejorar el Gobierno económico de la UE y plantear como estrategia una verdadera política económica y fiscal común para responder a los desafíos que tenemos, y los que se nos planteen en el futuro (que, sin el menor género de duda, vendrán; pues como sabiamente observó John K. Galbraith, cada 20 años -más o menos- se produce una situación de crisis, ya que es el tiempo medio que tarda cada generación en olvidar la lección extraída tras un crack). De momento, esperaremos a ver lo que el tiempo nos depara...
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