24 agosto, 2011

Cuando golpea la catástrofe


Ayer a la 1:51 p.m. hora de la Costa Este, un terremoto de 5.8 grados azotó un pueblito a las afueras de Washington DC, el sismo más fuerte en 67 años. El suceso geológico, que afectó al tercio oriental de Estados Unidos, hizo que miles de trabajadores en la capital de nuestra nación (y de la ciudad de Nueva York) salieran a las calles en espera de saber qué debían hacer. Afortunadamente, el terremoto resultó solo en algunas heridas leves y daños menores a edificios, un día de trabajo más corto y congestión en las calles de Washington, pero es un recordatorio de la vulnerabilidad de Estados Unidos ante los desastres naturales — y de que la nación debe estar preparada para garantizar su seguridad interior.

El experto de la Fundación Heritage James Carafano explica que cuando golpea un terremoto, “se necesita de prácticamente todos los equipos locales de respuesta de emergencia” para ayudar a hacerle frente a heridas físicas, extinción de incendios, materiales peligrosos, asegurar la seguridad pública y la restauración de la infraestructura, y si fuera necesario dar refugio, comida y agua a las personas afectadas. Puede que cuando el desastre es severo, incluyendo terremotos, el gobierno federal despliegue su asistencia.

Pero el gobierno federal ha asumido un papel creciente en respuesta a casos de desastre. Heritage cree que Estados Unidos ha sobrefederalizado la respuesta a los desastres de un modo tal que amenaza la resistencia de las comunidades de la nación. En sus dos años y medio en el cargo, el presidente Obama ha hecho 306 declaraciones de desastre federal sin que haya habido un huracán o terremoto de gran magnitud. Es la continuación de una tendencia de dieciséis años ya en que las declaraciones se triplicaron de 43 con el presidente George H. W. Bush y 89 con el presidente Bill Clinton hasta 130 con el presidente George W. Bush. Como resultado, según señala Heritage, la Agencia Federal de Manejo de Emergencias (FEMA) no se está centrando en sus tareas por responder a desastres naturales rutinarios en lugar de prepararse para desastres naturales catastróficos tales como huracanes, terremotos y erupciones volcánicas que podrían tener un impacto nacional:

La federalización de desastres menores exige que FEMA se involucre cada dos días y medio en un nuevo desastre en Estados Unidos. Este elevado ritmo operativo está afectando el nivel de preparación general de FEMA porque la mantiene de forma permanente en estado de emergencia, dejando escaso tiempo y recursos para la preparación de catástrofes. Con niveles de personal y presupuestos nominalmente por encima de los que había en 1993, no debería ser sorpresa que FEMA no esté preparada para la gestión de un desastre catastrófico.

La creciente implicación del gobierno federal en la respuesta a los desastres naturales también está teniendo efecto en la respuesta estatal y local. El experto de Heritage en seguridad interior Matt Mayer explica que FEMA “ha estado respondiendo a casi cualquier desastre natural en todo el país, ya sea una inundación de tres condados o una catástrofe de proporciones casi épicas, como el huracán Katrina. Como resultado, muchos estados y localidades han recortado sus propios presupuestos para casos de emergencia, dejándolos a menudo mal preparados para enfrentarse sin ayuda federal a la lluvia o tormentas de nieve. Esto también deja a FEMA mal preparada y no dando más de sí para responder a las catástrofes a gran escala”. Lo que hace falta es una mejora total del proceso de declaración de desastres federales y no conceder subvenciones de seguridad interior.

La respuesta a desastres, sin embargo, no es la única área donde la seguridad interior de América necesita mejoras. Afortunadamente, desde el 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos ha frustrado al menos 40 complots terroristas de inspiración islámica dirigidos contra Estados Unidos. Pero el mismo hecho de que se hayan hecho tantos intentos ilustra que la defensa de la nación sigue siendo un reto. En el informe “Seguridad Interior 4.0”, Heritage concluye que “la seguridad interior efectiva necesita un enfoque más federalista, descentralizado, de trabajo conjunto de los gobiernos estatales y locales con el sector privado”.

Las propuestas de Heritage incluyen el establecimiento de un marco general para dar control y poderes a las autoridades estatales y locales para que cumplan con sus responsabilidades de respuesta a los desastres y de operaciones interiores de contraterrorismo; adoptar un enfoque justo, honesto y realista del cumplimiento de las leyes de inmigración que reconozca a las autoridades estatales y locales como socios en vez de aplicar una estrategia de “amnistía primero”; mantener el uso de herramientas clave de la lucha antiterrorista, como las autorizadas bajo la Ley PATRIOT; y replantear la Administración de Seguridad en el Transporte y reestructurar su misión.

Tanto si se trata de terremotos como de ataques terroristas, Estados Unidos debe estar preparado ante las amenazas al territorio nacional. Pero acertar con los sistemas y respuestas de seguridad interior está entre los más difíciles problemas para Washington. El exceso de centralización, la omnipresente complacencia y el arraigado politiqueo se interponen a la hora de conseguir una seguridad interior más efectiva. Ahora es el momento de que Washington se asegure de hacer lo correcto en vez de esperar a que golpee la catástrofe.

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