Juan Ramón Rallo
Se ha molestado Krugman por que la blogosfera derechista se haya hecho eco de unas falsas declaraciones suyas en las que lamentaba que el terremoto del pasado martes en Washington D. C. no hubiese sido más potente para así estimular el gasto público y relanzar la economía. Decía el falso Krugman:
La gente de Twitter puede reírse, pero estoy hablando seriamente: veríamos un gran incremento en el gasto y por tanto en el crecimiento económico si el terremoto hubiese sido más dañino.
Al poco tiempo, el verdadero Krugman apareció y negó que la frase fuera suya, a lo que apostilló:
Aparentemente alguna gente no puede encontrar suficientes cosas para atacarme en lo que escribo, de modo que se dedican a inventarse declaraciones mías.
Se equivoca el Nobel. Lo peor de sus disparatadas declaraciones no es que jamás las pronunciara, sino que aquello que era un claro intento de ridiculizarlo pasó por un típico razonamiento suyo hasta que él mismo se desmarcó. Al cabo, ni sería la primera vez que un economista keynesiano –el primero el propio Keynes– ha elogiado los efectos estimulantes de un seísmo destructor, ni tampoco la primera que Krugman desbarra con gravedad.
Hagamos un poquito de memoria:
Para combatir la recesión es necesario que la Fed responda con contundencia; hay que incrementar el gasto familiar para compensar la languideciente inversión empresarial. Y para hacerlo Alan Greenspan tiene que crear una burbuja inmobiliaria con la que reemplazar la burbuja del Nasdaq (2 de agosto de 2002).
El hecho es que, en general, las guerras son expansivas para la economía, al menos en el corto plazo. Recordad, la II Guerra Mundial puso fin a la Gran Depresión. Los 10.000 millones de dólares que cada mes gastamos en Irak van dirigidos, sobre todo, a adquirir bienes y servicios producidos en EEUU, lo que significa que la guerra ha sustentado la demanda" (29 de enero de 2008).
Si descubriéramos que unos extraterrestres tienen planes de atacarnos y necesitáramos una producción masiva de armamento para defendernos, podríamos dejar de preocuparnos por la inflación y los déficits presupuestarios, con lo que esta crisis terminaría en 18 meses. Y si después descubriéramos que nos equivocamos, que no había extraterrestres ahí fuera, mejor que mejor... (14 de agosto de 2011).
O por no alejarnos demasiado de la influencia económica de los terremotos:
Y sí, con esto quiero decir que una catástrofe nuclear [en Japón] podría terminar acarreando efectos expansivos sobre la economía, tal vez no para la japonesa, pero sí para la mundial (15 de marzo de 2011).
Vamos, que si no lo dijo podría haberlo dicho perfectamente; lo de menos es que, en esta ocasión, el despropósito no fuera suyo. De hecho, fijémonos en los motivos que ofrece el Nobel para repudiarla:
Los desastres naturales en EEUU no estimulan enormes incrementos en el gasto público, sólo hay que mirar la poca influencia sobre el presupuesto que tuvo el huracán Katrina.
Vamos, que para Krugman el problema de los terremotos no reside en la bobada de pensar que destruir riqueza es igual a crearla, sino en que los políticos estadounidenses son demasiado austeros... incluso tras una catástrofe natural. Si no tuvieran ese exceso de celo, entonces sí: cuanto más devastador fuera un terremoton y cuanto más gastara el Estado para reponer sus destrozos, tanto mejor.
Lo dicho, no hace falta inventarse nada para dejar por los suelos el prestigio de Krugman, del keynesianismo y de su Antieconomía. Él solito lo consigue a diario.
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