14 agosto, 2011

Culpan a mexicanos de “arruinar” una ciudad de California

Los pobladores, en su mayoría hispanos, aseguran que desde la llegada de una ola de oaxaqueños el lugar ha empeorado

AP

CALIFORNIA, 14 de agosto.- En un tramo de El Camino Real, mujeres con chales empujan cochecitos de bebé y ancianos con sombreros de vaquero permanecen en bancas polvorientas mientras trabajadores del campo descienden de autobuses.

A relativamente poca distancia del trayecto principal se ubican cultivos y viñedos que son el sostén económico de esta ciudad apacible del Valle Salinas, al que se conoce como "El cuenco de la ensalada del mundo".

Sin embargo, existe tensión en esta región rural de California. La mayor parte de los 16 mil 300 habitantes de Greenfield son hispanos, pero a pesar de ello eso no impide que se esté gestando un conflicto entre los residentes con más tiempo allí y los recién llegados de otra parte de México. Los residentes establecidos afirman que su ciudad ha empeorado debido a la oleada enorme de inmigrantes procedentes del estado mexicano de Oaxaca.

En la última década, los inmigrantes -triquis, mixtecos y otros grupos indígenas que vienen de pequeñas aldeas de las montañas de Oaxaca a actividades de recolección y cosecha en Greenfield- han contribuido al desarrollo de la ciudad y constituyan una tercera parte de los habitantes de ésta.

En una localidad que resiente los apremios de la crisis económica y las andadas de las pandillas, la llegada de oaxaqueños y el desconocimiento que tienen de las costumbres estadounidenses han propiciado una disputa étnica.

Este choque constituye un nuevo capítulo en un conflicto tan antiguo como Estados Unidos, en el que con frecuencia los inmigrantes que han llegado en diversas oleadas pelean entre sí. Sin embargo, lo que ocurre en Greenfield es distinto, debido en parte a que la disputa la escenifican inmigrantes que provienen del mismo país, y también debido a que esa división alteró la imagen de la localidad.

Rachel Ortiz se disgustó tanto con los nuevos inmigrantes que, tras cinco décadas de vivir en Greenfield, abandonó su casa y se mudó a Salinas, a 48 kilómetros (30 millas) de distancia.

Ortiz y otras comunidades formadas recientemente se quejan de que las familias oaxaqueñas viven hacinadas en apartamentos y cocheras, tiran basura en las calles, atestan parques en la ciudad y efectúan fiestas ruidosas. Algunos individuos se orinan en lugares públicos y se han involucrado en invasiones a propiedad privada.

"Todo eso es pasable si uno vive en Oaxaca", dijo Ortiz, de 53 años, cuyo abuelo emigró de México. "Pero aquí las cosas son distintas. Aquí hay que cuidar la casa, los hijos, el trabajo y uno mismo".

Ortiz, quien trabaja para una compañía de semillas a la orilla de la ciudad, contribuyó a la formación de "Embellezcamos a Greenfield" (Beautify Greenfield), un grupo que tiene como objetivo limpiar los grafitos, la basura y la maleza en la ciudad.

Los integrantes del grupo lamentaron que entre jardines bien cuidados y casas modestas existan complejos de apartamentos deteriorados, ventanas tapiadas, letreros de pandillas y filas de casas embargadas por vencimientos de hipotecas.

Los miembros de Embellezcamos a Greenfield y un grupo derivado de éste, Salvemos a Greenfield (Save Greenfield), emprendieron de inmediato activismo político. Expusieron su inconformidad hacia los oaxaqueños en reuniones del ayuntamiento, redes sociales de internet y diarios locales.

Una de las aseveraciones de Embellezcamos Greenfield fue: Los nuevos inmigrantes arruinaron las finanzas de la localidad, "destruyeron" su sistema escolar, han causado delitos violentos y se han integrado en pandillas, que proliferan en el Valle Salinas. Los inmigrantes, "invasores del sur", deben ser deportados.

La prensa y los líderes por los derechos de los inmigrantes calificaron de racistas a los grupos comunitarios.

El calificativo es injusto, dijo Ortiz, si se considera que los integrantes de Embellezcamos Greenfield son en su mayoría mexicano-estadounidenses. El grupo no está contra los oaxaqueños en sí, sino que sólo desea la erradicación de las lacras y la delincuencia, agregó.

Ortiz culpó al jefe caucásico de la Policía de Greenfield de apoyar a los inmigrantes y permitir el deterioro de la ciudad.

Después de una redada federal efectuada en 2001 contra personas sin permiso de estar en el país, los líderes municipales de Greenfield establecieron por votación una política de refugio, y durante siete años la localidad efectuó reuniones mensuales -presididas por el jefe de la Policía- para fomentar la adaptación de los oaxaqueños.

En la actualidad, el dirigente triqui Andrés Cruz dice estar horrorizado ante el cambio súbito de actitud de su otrora ciudad adoptiva que le dio la bienvenida.

"Todos somos seres humanos y algunos cometemos errores. Pero eso no significa que toda la comunidad (oaxaqueña) sea mala", dijo Cruz, quien tiene 50 años.

Los lugareños cultivaban maíz, frijol, calabacines y café en un sistema agrícola comunal. Observaban una estricta sociedad patriarcal, practicaban el servicio comunitario obligatorio y concertaban matrimonios con dotes.

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