18 agosto, 2011

El asedio conservador a Obama

Barack Obama, presidente de E.U. Foto: AP
Barack Obama, presidente de E.U.
Foto: AP

SAN DIEGO (apro).- Inmediatamente después del arrollador triunfo obtenido en las elecciones de medio término del 2 de noviembre del 2010, los republicanos empezaron a delinear su estrategia con miras a recuperar la casa Blanca en el 2012.

Durante una reunión con la Heritage Foundation, dos días después, Mitch McConnell, líder de la minoría republicana en el Senado, lo dijo claro y abiertamente: “La prioridad del Partido Republicano es impedir que Barack Obama logre un segundo término y para ello hay que inflingirle todo tipo de derrotas políticas”.

El resultado de las elecciones los dejó en una posición inmejorable para conseguir su objetivo. Con mayoría en el Congreso y una representación importante en el Senado, la consigna para los representantes republicanos fue: no a la negociación.

La estrategia ha funcionado a la perfección en numerosos temas vitales para el Presidente, debido a que éste ha tenido que ceder, aún en contra de los intereses de su propio partido, haciendo que su imagen sea criticada incluso entre sus seguidores.

En materia de impuestos a los más ricos, no logró un acuerdo político, lo mismo ocurrió en materia migratoria, energía o fuerzas armadas. Su ley de Salud, logró pasar a duras penas. Y no se diga la negociación para incrementar el techo de endeudamiento y limitar el gasto.

Las negociaciones fueron tensas y aunque se logró un acuerdo horas antes, el resultado fue presentado ante la opinión pública como una clara derrota para el presidente Obama, que no tuvo el liderazgo para alcanzar el consenso.

El golpe no lo resintió sólo la imagen del Presidente, sino también la economía de Estados Unidos y del mundo. Inmediatamente después del acuerdo, los mercados tuvieron bajas impresionantes, sólo similares a las de septiembre del 2008, cuando se anunció la quiebra de Lerhman Brothers y el fantasma de una nueva recesión, empezó a materializarse.
“Aunque se puso en riesgo la economía de Estados Unidos, al final era una buena noticia para la estrategia republicana, ya que están conscientes de que ningún presidente ha logrado reelegirse con una tasa de desempleo superior al 8%”, dice a APRO, Gibran de La Vega, un polítólogo con base en Sacramento, California.

Cada vez son más los que piensan que los Republicanos están dispuestos a todo, incluso a impedir la recuperación económica.

El pasado 16 de julio, cuando las negociaciones se encontraban estancadas, el director de la Asociación de Gobernadores Demócratas, Martin O’Malley, acusó al Partido Republicano de tratar de dañar la tambaleante economía para dañar la imagen del presidente Obama.

“Hay un ala extrema dentro del partido republicano que tiene como objetivo principal, no la creación de empleos, no la recuperación económica, sino derrotar al presidente en el 2012, independientemente de lo que cueste”, dijo “O’Malley durante la convención celebrada en Salt Lake City.

“Ellos saben perfectamente que sus fórmulas, sus políticas de menos ingresos y menos regulaciones, van a llevar al país a una nueva recesión, haciendo imposible la creación de nuevos empleos, en este momento en el que el por lo menos el 9 por ciento de los norteamericanos se encuentran desocupados”, agregó O’Malley.

Tiempo de pelear

Todavía se vivían los momentos de tensión generados por la ley antiinmigrante SB1070 en Arizona, cuando la representante demócrata Gabrielle Gifford, concluía una gira comunitaria por su distrito en Tucson, para escuchar las inquietudes de sus electores.

En medio de la multitud, estaba Jared Loughner, un jóven de 22 años de edad. Lentamente se fue acercando hasta Gifford y a menos de un metro sacó una pistola y le disparó a quemarropa.

El atentado costó la vida a seis personas y dejó heridas a 14 más. Gifford salvó la vida milagrosamente a pesar de haber recibido el impacto en la cabeza.

El episodio dejó un amargo sabor de boca en toda la nación. La división política había llegado a extremos no visto en las últimas décadas. El presidente Barack Obama hizo un llamado a la reconciliación política. Aunque el discurso sorprendió por su tono conciliatorio, tenía poderosas razones para hacerlo.

En el ánimo de la población pesaba el hecho de que en los últimos meses se había vivido un agrio debate entre republicanos y demócratas por el tema migratorio. Lo que parecía ser una ley estatal, se convirtió en el escenario de enfrentamiento de dos fuerzas cada vez más polarizadas que protagonizan la vida política de Estados Unidos.

Ante la anticonstitucionalidad de la ley SB1070, el gobierno federal demandó judicialmente al estado de Arizona. En respuesta, la gobernadora republicana Jan Brewer, contrademandó y su base política se movilizó para buscar recursos para mantener la batalla legal contra el gobierno federal y para construir su propia cerca fronteriza.

Fueron meses de un profundo enfrentamiento. Numerosas ciudades, entre ellas Los Angeles, San Francisco y Oakland, todas gobernadas por demócratas, un boicot económico contra Arizona. La respuesta no se hizo esperar.

Un grupo de estados gobernados por republicanos de inmediato se solidarizaron con ese estado fronterizo.
Aunque en Arizona se libraron varias batallas entre republicanos y demócratas, el enfrentamiento se ha extendido a todo el territorio y abarca los más diversos aspectos de la vida pública.

En Wisconsin, a principios de este año, el recién electo gobernador, el republicano Scott Walker, lanzó una ofensiva contra los sindicatos de los trabajadores al servicio del estado. La propuesta pedía permitir la negociación contractual de manera individual y la eliminación de las cuotas sindicales.

La iniciativa fue llevada al Congreso local y fue aprobada en medio de multitudinarias protestas desarrolladas en Madison, la capital del estado. Hasta esa ciudad llegaron sindicalistas de todo el país para pelear lo que se consideraba el futuro del sindicalismo norteamericano.

Pero las cosas no quedaron ahí, las organizaciones pertenecientes al partido Demócrata, reunieron firmas y llamaron a un plebiscito para destituir a al menos seis representantes republicanos y dos demócratas que votaron en favor de la propuesta.

La inquietud de los sindicatos y del Partido Demócrata en Wisconsin no era, ni es infundada.

“La base principal del Partido Demócrata se encuentra entre los trabajadores sindicalizados y una de las principales fuentes de financiamiento de las campañas electorales, proceden precisamente de los sindicatos”, dice a APRO Nativo López, presidente de la Hermandad Mexicana Nacional, con sede en Los Angeles.

“La idea de los republicanos es debilitar las finanzas de los sindicatos de manera que no puedan hacer aportaciones a las campañas”.

La maniobra tuvo éxito. La ley antisindical fue aprobada y en las elecciones para destituir a los congresistas, éstos triunfaron con amplio margen. Actualmente los estados de Ohio, Tennessee, Idaho, Indiana, Iowa y Kansas, han lanzado propuestas similares.

Van por la Casa Blanca

Aunque tradicionalmente el Partido Republicano ha abogado por una agenda profundamente conservadora, en la que destaca la búsqueda de un gobierno más pequeño, con menos gastos, menos impuestos y menor intervención en la vida pública, durante las negociaciones en Washington, generalmente se imponía el centro del espectro político.

Las cosas cambiaron radicalmente desde el momento mismo en que Barack Obama obtuvo la Presidencia.

Lejos de amilanarse por la aplastante derrota que sufrieron a manos de Barack Obama y su candente discurso de “Yes, We Can”, el Partido Republicano se reorganizó con gran rapidez y empezó a dar cabida entre sus filas a una corriente, cada vez más vociferante, cada vez más indignada y cada vez más radical: El Partido del Te.

Dentro de este movimiento que surgió oficialmente el 24 de enero del 2009, y que retoma la bandera de la lucha contra la corona inglesa en épocas de la Independencia, caben todos los anti: antiaborto, antihomosexuales, antiinmigrantes, antiglobalización, anticontrol de armas, antisindicatos.

Las personalidades de este movimiento son caras conocidas, que han ayudado a crear un ambiente de encono. Aquí están personajes como Michele Bachmann, Sarah Palin, Dick Armey y Ron Paul. Entre sus principales promotores se encuentran también el conocido locutor de radio Rush Limbaugh.

Su primera labor fue generar un movimiento popular sumamente participativo. A partir de abril del 2009 se les ve en todas partes, lo mismo en distritos escolares que en juntas de Cabildo, en protestas contra los homosexuales o el aborto. A diferencia de otros sectores de la población norteamericana, los miembros del Partido del Te son profundamente conocedores de la vida comunitaria y de la actividad política en Washington.

En ese mismo mes de enero lanzaron su “Contrato por América”, que pidieron firmar a los candidatos republicanos, para que en caso de triunfar en las elecciones del 2010 se comprometieran a:

Identificar la constitucionalidad de cada nueva ley; rechazar cualquier acuerdo sobre emisiones; demandar un presupuesto federal balanceado; simplificar el sistema impositivo; auditar a las agencias gubernamentales; limitar el crecimiento del gasto federal; rechazar la ley de Salud del presidente Obama, y reducir los impuestos.

Con una agenda similar a la del Partido Republicano, empezaron a exigir a sus representantes que se adhirieran a sus principios en los comités en los que participaran y empezaron a dar seguimiento al récord de cada uno de los legisladores. A los que consideraron que eran traidores a sus principios, o muy blandos o muy poco conservadores, los colocaron en una lista negra.

Después, iniciaron una intensa campaña por todo el país, desbancando a los políticos blandos. El resultado fue un éxito arollador. En la contienda lograron colocar a 60 representantes de 435. Y aunque sólo son una fracción, su corriente ha logrado capturar como rehén a todo el Partido Republicano.

Los legisladores republicanos ante la posibilidad de ser etiquetados como traidores, han llevado la inflexibilidad a todas las negociaciones, siguiendo al pie de la letra la consigna de No negociar.

Esto ha dado origen a un grado de inflexibilidad política que no se había visto antes. La muestra más reciente fue durante la discusión de la elevación del techo de endeudamiento y los recortes presupuestales.

A pesar de que los mercados de todo el mundo empezaron a tambalearse, mantuvieron su postura casi hasta el final, aunque eso llevó a que Standar & Poor’s redujera la calificación de la deuda de AAA a AA+, algo que nunca había ocurrido y que ahora es colocado en el historial de derrotas del presidente Obama.

Pero los demócratas tampoco se han quedado de brazos cruzados. El pasado 9 de agosto, una coalición de organizaciones liberales dio a conocer su “Contrato por el sueño americano”, en respuesta al documento base del Partido del Te.

La coalición incluye organizaciones como MoveOn.org y Rebuild the Dream, ambas encabezadas por Van Jones, un exasesor ambiental de la administración Obama.

“Mi frustración no es que el Partido del Te se haya convertido en un movimiento tan ruidoso y vociferante, sino que la gran mayoría de los americanos están demasiado tranquilos”, dijo Jones en un comunicado de prensa. “Este es un intento por reenfocarnos en los empleos, no en los recortes”, agregó.

La próxima gran batalla

Con el tiempo encima y con el mundo observando las profundas diferencias entre republicanos y demócratas durante la negociación de la deuda, los dos partidos acordaron la creación de un Super Comité compuesto por 12 miembros (seis por bando), el cual tendrá que decidir de aquí a noviembre, formas de ahorrar y obtener nuevos ingresos que a la larga ayuden a la recuperación económica del país.

A pesar de que las diferencias entre los dos partidos han llegado a un punto infranqueable, entre los norteamericanos persiste la opinión de que los políticos deben zanjar sus diferencias y encontrar formas de negociar.

Una encuesta dada a conocer el pasado 10 de agosto y elaborada por el periódico USA Today y la empresa Gallup, mostró que seis de cada 10 estadunidenses quieren que los miembros del “Super comité” se comprometan a obtener un acuerdo para reducir el déficit. El 60% de los encuestados dijo que favorecería el acuerdo, a pesar de si personalmente no estuvieran conformes con el resultado final.

Lo cierto es que la negociación será complicadísima y no se esperan muchos resultados, ya que los republicanos saben que mientras la economía y el empleo no mejoren, las posibilidades de que Barack Obama se reelija, son casi nulas, con lo que cumplirán con la prioridad uno de su partido.

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