Los analistas prevén una vuelta a la recesión y una restricción global del crédito en ausencia de un pacto
ALICIA GONZÁLEZ - Madrid -
Nadie apuesta seriamente por que el 2 de agosto el paraíso deje de ser un lugar seguro y fiable. Analistas e inversores confían en un acuerdo de mínimos de última hora entre Gobierno y oposición en Estados Unidos que permita al Tesoro cumplir con sus obligaciones, aunque no se aborden los graves problemas de fondo de las cuentas públicas de la primera economía mundial. Pero el pánico que se desató en los mercados de todo el mundo el 15 de septiembre de 2008, cuando Lehman Brothers se declaró en bancarrota, está aún demasiado vivo en la memoria como para evitar un escalofrío ante la perspectiva de que EE UU quiebre el próximo martes.
El sector financiero europeo se puede situar al borde del pánico
"Ese escenario hipotético podría ser similar al del otoño de 2008, cuando una pérdida de confianza de los inversores y una huida hacia la calidad llevó a los mercados financieros globales a un cierre temporal", advertía en una reciente nota el director de Standard and Poor's (S&P), Damien Magarelli. Michael Gavin, de Barclays Capital, avisaba a sus clientes: "Dado que la deuda pública de EE UU tenía casi la condición de patrón oro para el mercado mundial de bonos, [una rebaja de su calificación] podría ser como un terremoto". Si el terremoto ocurre, las consecuencias pueden ser terribles para EE UU y la economía mundial.
En cuestión de días, las condiciones de financiación sufrirían un fuerte deterioro. Como en septiembre de 2008, las bolsas caerían en todo el mundo y los préstamos entre bancos dispararían su coste. Aunque la Reserva Federal y los principales bancos centrales lograran mantener el sistema financiero en funcionamiento, el acceso a la financiación sería limitado, lo que tendría su mayor impacto sobre la banca, compañías aseguradoras y casas de liquidación, advierte S&P. Las empresas con peor calificación de riesgo serían las más afectadas, inicialmente, por las restricciones crediticias. Y, sin acceso a financiación y con la actividad económica paralizada, la vuelta a los números rojos de las principales economías sería inevitable. Solo que ahora las arcas públicas están mucho peor que hace tres años.
Para Europa, que a duras penas puede lidiar con su propia crisis de deuda, un default de EE UU puede situar al sector financiero en niveles de pánico y agravar la situación de los países en dificultades. Sin olvidar a China y Japón, grandes tenedores de deuda que pueden verse tentados a vender sus activos en dólares.
Las agencias creen que este es el menos probable de los escenarios, pero ya advertía Winston Churchill de que "los americanos siempre son capaces de hacer lo correcto, después de haber agotado cualquier otra posibilidad".
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