El catolicismo ha sido una de esas religiones que ha tenido que ir borrando, de a poco, a paso muy lento, sus limitantes.
Yuriria SierraEs el siglo XXI, y para muchos esto habría significado, nada más por los tiempos, el fin de cualquier ideología religiosa con evidente frontera al fanatismo.
Y es que si hablamos de esas doctrinas que han sometido a sociedades enteras y que poco se adaptan a los cambios que trae el tiempo, encontramos tantas; aunque, claro, algunas cruzan más esa línea que las lleva a ser instituciones donde poco cuidado se tiene a los derechos humanos de sus feligreses.
Ahí está el islam, tan radical como monoteísta: “no hay más Dios que el único Dios…”, dice el Corán, y de ahí se desencadena toda una ideología que limita la vida de quienes están dentro, donde las mujeres no son otra cosa que un recurso para la reproducción. No pueden siquiera enseñar el rostro.
Por otro lado, el catolicismo, ya de esté lado del mundo, ha sido una de esas instituciones que ha tenido que ir borrando de a poco, a paso muy lento, sus limitantes. De menos, ha ido incluyendo lo que antes señalaba, y sigue señalando, pero que han sido circunstancias opacadas ante las situaciones que han tenido que enfrentar: acusaciones de pedofilia y hasta el perdón ofrecido por el papa Juan Pablo II por lo que esta institución causó en tiempos pasados.
La religión hoy ya no se vive igual, al menos el catolicismo. La llegada de Benedicto XVI terminó por dividir a los feligreses. Aquellos que vieron a un Juan Pablo II como uno de los últimos líderes sociales del siglo XX, porque lo fue, querámoslo o no; y que hoy ya no están tan contentos con un papa tan radical, que de principio, no tiene el mismo poder de convocatoria que su predecesor.
Y sí, todo esto viene a cuenta por lo que ha pasado en los últimos días.
La visita del actual jefe del Vaticano a España y la llegada de las reliquias de Juan Pablo II a nuestro país.
En Madrid, las protestas ante la llegada de Benedicto XVI tienen su razón; el uso de dinero público para un evento que no es para todos. Pero justo ese es el tema que nos debe ocupar. Además de las protestas, como aquella donde una parte de la comunidad homosexual se manifestó en un beso colectivo a la par del paso de Benedicto XVI por las calles madrileñas, lo cierto es que aquellos que confían y fomentan su fe en la institución católica actual, tampoco están equivocados, están en su derecho.
Lo mismo sucede aquí en México, con el paso de las reliquias de Juan Pablo II , que para algunos no son más que un par de elementos sin significado, pero que para otros representan su fe, aquella que quieren recuperar o alimentar…
Es que, no podríamos imaginar una ideología liberal, dicho así por todo aquellos opositores a los cánones que las religiones dictan, sin un respeto expreso a la libertad de culto.
¿O no es eso lo que todos esperamos?
El respeto a decidir en qué creer, a quién entregarle nuestra fe…
Son muchos, muchos los argumentos que podríamos pensar para rebatir todo aquello que nos brinca, pero también hay una justificación a no hacerlo, y es justo esa, la del respeto. Que los radicalismos no pueden ser enfrentados con otros, aún más irresponsables, aún más incongruentes. Es la libertad en su máxima expresión, y el respeto como principal justificante…
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