22 agosto, 2011

La Fed no acierta el diagnóstico

La Fed no acierta el diagnóstico y prescribe placebo a la economía

Caroline Baum

Cuando un paciente entra en la consulta de un médico quejándose de un mal crónico, lo primero que hace el doctor es crear una historia clínica. ¿Cuándo comenzaron los síntomas? Descríbalos. ¿Han mejorado o empeorado? ¿Ya consultó a un médico anteriormente? y en ese caso, ¿qué le prescribió? ¿Y cuáles fueron los efectos?

Cuando la economía está enferma, un diagnóstico correcto es igualmente importante para determinar el tratamiento a seguir. Del lado de la política fiscal, la Administración Obama y los miembros del Congreso no se ponen de acuerdo para determinar si el problema de la economía estadounidense es la deuda demasiado alta o el desempleo demasiado elevado. Por lo menos están de acuerdo en cuanto al "demasiado".

Los banqueros de la Reserva Federal examinaron al paciente y sacaron una conclusión diferente sobre el malestar de la economía. En la reunión sobre política del 9 de agosto, los funcionarios de la Fed determinaron que el problema es la estructura de las tasas: específicamente, las tasas de interés a largo plazo son demasiado altas. Para hacerlas bajar, convenía realizar algunos retoques verbales.

La Fed dijo que las condiciones económicas "probablemente exigirán niveles excepcionalmente bajos para los fondos federales al menos hasta mediados de 2013". Ésta es la primera vez desde la introducción del lenguaje del "período extendido", en marzo de 2009, que la Fed le asigna un marco temporal específico.

La verdad es que la Fed no sabe cuánto tiempo necesitará mantener el tipo de interés para fondos federales en su encuadre actual de cero al 0,25 por ciento. A comienzos de 2010, el banco central se preparaba para una estrategia de salida de un período de acomodamiento monetario. Con cada noticia ya obsoleta, sus pronósticos para el crecimiento son revisados a la baja y sus estimaciones de desempleo al alza. Por eso yo los llamo "retro-análisis".

Las acciones tienen consecuencias. Esto no quiere decir que las proyecciones de la Fed sean peores que las de su economista promedio de Wall Street o de cualquier otro tipo medio. Quiere decir simplemente que el banco central controla las palancas monetarias. A diferencia del resto de nosotros, tiene los instrumentos para convertir sus pronósticos en realidad.

Los errores tienen consecuencias

Al mismo tiempo, las acciones fundadas en errores de pronóstico tienen consecuencias. La Fed todavía seguía preocupada por la deflación a finales de 2003, lo cual dejó durante demasiado tiempo la tasa de interés para fondos federales en 1 por ciento e infló la burbuja inmobiliaria.

De las tres opciones que el presidente de la Fed, Ben Bernanke, había señalado anteriormente si la economía llegaba a necesitar otra transfusión: más compras de títulos a largo plazo, una reducción de la tasa de interés pagada sobre el exceso de reservas y la gimnasia verbal; la Fed escogió la tercera, que es también la más tonta. Y está sacada directamente de las estanterías del mundo académico donde la teoría de las expectativas racionales es una obsesión.

Bernanke explicó el objetivo de esa estrategia en un discurso en la conferencia anual de Jackson Hole de la Fed de Kansas City el año pasado. Modificar el lenguaje de la declaración "para comunicar a los inversores que se prevé mantener baja la meta correspondiente al tipo de interés para los fondos federales durante un período más prolongado que el que se calcula actualmente en los mercados" bajaría, dijo, "presumiblemente, las tasas a más largo plazo".

Expectativas inflacionarias

¿Cuándo fue la última vez que oyó a algún amigo quejarse de que los tipos hipotecarios altos eran un obstáculo para comprar una casa? La semana pasada, el tipo para las hipotecas a tasa fija a 30 años era 4,4 por ciento. En tanto los rendimientos de los bonos del Tesoro estadounidense caen en picado después del comunicado de la Fed, esa tasa podría acercarse al 4 por ciento, donde estaba en noviembre. El mercado inmobiliario estaba sin vida en ese momento, y no hay razón para esperar que tipos hipotecarios más bajos animen el mercado inmobiliario residencial cuando el problema es un excedente de deuda.

La promesa hecha por la Fed durante dos años de tasas de interés cero tiene sus consecuencias. ¿Qué pasa con el próximo susto inflacionario? Si hay algo que la Fed teme más que la inflación actual, son expectativas inflacionarias que se liberen de sus amarras.

Tampoco el acceso al crédito, o el coste de éste, fue un problema para las pequeñas empresas. El 92 por ciento de los encuestados en el sondeo de julio de la Federación Nacional de Empresas Independientes dijo que sus necesidades crediticias estaban satisfechas y no les interesaba endeudarse.

Ésta es otra fijación basada en la convicción errónea de que el coste de la información que la gente necesita para tomar una decisión informada sobre la inflación futura es nulo. Sí, las personas se comportan racionalmente (en realidad, no siempre). En muchos casos, sin embargo, no cuentan con la información que llevaría a un comportamiento racional. Y adquirirla tiene un coste. Mi sondeo de calle, en absoluto científico, sobre la inflación hace varios años me convenció de que los funcionarios de la Fed deberían abandonar cada tanto la torre de marfil para poner a prueba las teorías que utilizan en sus modelos económicos (serían precisamente los modelos que han venido prediciendo un crecimiento sólido y la caída del desempleo).

Algunos economistas sospechan que la gimnasia verbal del 9 de agosto es el preludio a alguna forma de acción renovada de parte de la Fed. Tres miembros de la comisión de elaboración de políticas, todos presidentes de bancos miembros de la Reserva Federal, estuvieron en desacuerdo con el juego de palabras de la Fed. Prefirieron mantener el lenguaje del período extendido sin fecha.

Recuerdo de los 90

La última vez que hubo tres disensos fue el 17 de noviembre de 1992, según Ward McCarthy, economista jefe de Jefferies. Sucedió durante otro período de tipos de interés oficiales bajos (en ese momento el 3 por ciento se consideraba bajo), crecimiento económico por debajo de su potencial (al menos antes de las revisiones de datos), una creación de empleo modesta aunque en aumento y unos déficits presupuestarios récord (290.000 millones de dólares en el año fiscal de 1992).

En comparación con los indicadores actuales, los años 90 probablemente sean como el nirvana para la Fed. En ese momento, la droga del dinero barato bastaba para restablecer la salud de la economía.

Pero hoy la economía hoy parece ser resistente a las drogas. Lo más probable es que esté padeciendo una enfermedad diferente y más letal.

Caroline Baum. Autora de Just What I Said y analista de Bloomberg.

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