Desafortunado y un poco incapaz.
Así es como se ve Japón mientras intenta controlar la fuerte apreciación del yen, que sigue cerca del máximo histórico que alcanzó recientemente frente al dólar.
Tokio está equivocado al culpar a los especuladores por la fortaleza del yen, pese a los débiles indicadores económicos de Japón. Son precisamente estas características las que hacen atractivo al yen en tiempos de turbulencia. Las bajas importaciones ayudan a mantener alto el superávit de cuenta corriente, lo que asegura una demanda sostenida de la moneda. Las caídas de los precios -Japón ha estado luchando contra la deflación desde 1990- aumenta su poder adquisitivo.
Es cierto, cuando se desploman los índices de acciones mundiales, los fondos de cobertura se vuelcan al yen. El enorme mercado del dólar ofrece seguridad en liquidez, pero el yen se impone, porque el superávit de cuenta corriente de Japón ofrece seguridad adicional. Siempre hay exportadores japoneses e inversionistas institucionales con divisas para vender por yenes a fin de repatriar fondos. Debido a esto, el yen tiende a subir más rápidamente de lo que cae, lo que saca a relucir su imagen como activo de refugio.
Tokio tiene razón en que no es una acometida a las acciones o bonos japoneses lo que ha impulsado al yen a máximos históricos frente al dólar en el último tiempo. Sin embargo, el yen está ganando la competencia de la divisa menos fea. Es cierto, Japón tiene una enrome deuda gubernamental, un desorden político y su calificación crediticia fue rebajada. Pero ha sobrellevado estas presiones por muchos años.
Otros países tienen problemas más recientes. Europa no ha logrado controlar su crisis de deuda y Estados Unidos enfrenta sus propios problemas presupuestarios, lo que resta atractivo a los activos en euros y dólares.
La respuesta a la fortaleza del yen no ha sido convincente. La más reciente intervención unilateral el 4 de agosto -que según cifras del Banco de Japón habría sido la más grande que se haya realizado en un día con cerca de Y4,6 billones- dio solo un breve respiro al mercado. Luego está la idea del Ministerio de Finanzas de otorgar US$100.000 millones en préstamos baratos para financiar fusiones y adquisiciones internacionales y, por lo tanto, ventas de yenes por parte de empresas japonesas. No obstante, las empresas están bien provistas de efectivo, el financiamiento comercial es demasiado barato, y lo último que necesita Tokio es promover operaciones mal diseñadas.
En el largo plazo, hasta podría ser contraproducente aumentar el ya elevado superávit de ingresos del exterior mediante un incremento de los activos extranjeros rentables.
Todo lo anterior es suficiente para alentar un poco a los especuladores. De hecho, los fondos de cobertura y otros inversionistas no comerciales han aumentado un 12% sus apuestas en el yen después de la intervención, según cifras de la Chicago Mercantile Exchange, o CME.
Considerando las fuerzas alineadas en su contra, parece improbable que las autoridades japonesas puedan frenar la fortaleza del yen por sí solas.
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