30 agosto, 2011

La vacía promesa del empleo


En algún momento de la próxima semana —no se sabe bien cuándo— el presidente Barack Obama va a anunciar su más reciente plan de empleo, diseñado para sacar a Estados Unidos de su mala racha de desempleo. Y aunque no sabemos tampoco los detalles concretos del plan, hay bastantes posibilidades de que incluya varios componentes clave de los que hemos oído antes, uno de los cuales es la ampliación de los beneficios de desempleo.

Como muchas de las otras probables iniciativas del presidente, esta idea no es nueva y la Casa Blanca ha argüido anteriormente que los beneficios de desempleo son la mejor cosa que se inventó para estimular la economía. En una sesión informativa de la Casa Blanca este mes, el vocero de prensa de la Casa Blanca Jay Carney explicaba el razonamiento:

[Extender los beneficios de desempleo] es una de las formas más directas de inyectar dinero en la economía porque la gente que está desempleada y que obviamente no están ganando un salario van a gastar el dinero que ingresen. No lo van a ahorrar, lo van a gastar. Y el seguro de desempleo, ese dinero va directamente de nuevo a la economía, prácticamente dólar por dólar.

Así que es… y cuando [ese dinero] regresa a la economía, significa que en todo lugar donde esa gente, todo lugar donde ese dinero se gasta ha añadido negocio. Y eso crea crecimiento e ingresos para los negocios que entonces toman decisiones sobre empleos — más contratación de empleados.

Pero según los expertos de Heritage James Sherk y Karen A. Campbell, el seguro de desempleo en realidad lleva a periodos más largos de desempleo y no proporciona el prometido efecto estimulante en la economía. Nuestros expertos han abordado los resultados de un estudio de 2004 que concluía con que cada dólar adicional de seguro de desempleo incrementa el producto interior bruto en $1.73. Pero, Sherk y Campbell no se lo creen porque simplemente no es así. Las investigaciones muestran que el gasto en desempleo no resulta en que los trabajadores consuman más y los trabajadores con beneficios ampliados de seguro de desempleo también permanecen desempleados más tiempo. “Una ampliación de trece semanas de los beneficios de desempleo tiene como resultado que el trabajador promedio sigue desempleado por dos semanas más”.

Es de risa pero el destacado nuevo economista del presidente Obama está de acuerdo con nuestros expertos. Ayer, el presidente anunció que el economista de la Universidad de Princeton Alan Krueger reemplazará a Austan Goolsbee como el principal asesor económico de la Casa Blanca. Y aunque Krueger jugará un papel prominente en el desarrollo de la estrategia económica de la Casa Blanca, Lachlan Markay, de Heritage, informa de que las antiguas investigaciones académicas de Krueger no coinciden con la postura de la Casa Blanca sobre los supuestos beneficios estimulantes de la ampliación del seguro de desempleo:

Krueger es coautor de un trabajo para el Handbook of Public Economics de 2002 que parece minar el argumento económico a favor de la ampliación de los beneficios de desempleo. El trabajo concluye que esos beneficios tienden a incrementar la duración del desempleo al desmotivar la búsqueda de un nuevo trabajo y puede en realidad alentar los despidos. Igualmente, el trabajo también concluyó que las personas desempleadas que no tienen derecho a los beneficios buscan más seriamente un trabajo y están por tanto desempleadas menos tiempo.

Nadie sabe si Krueger cambiará de postura ahora que está en el equipo del presidente, pero da igual. Cuando el presidente lance su nuevo plan de empleo, y en caso de que haga un llamamiento a la ampliación de beneficios de desempleo, como se espera, la realidad sigue siendo la misma, al margen de lo que diga Krueger sobre sus anteriores trabajos: Los beneficios de desempleo no estimulan la economía.

Ciertamente, puede haber otras razones para ampliar los beneficios de desempleo. Bajo la economía de Obama, la duración media del desempleo alcanzó un nuevo récord el mes pasado, superando por primera vez las cuarenta semanas. Pero nadie —ni el Congreso, el presidente o el pueblo americano— debería estar bajo la ilusión de que esto vaya a producir estímulo económico y nuevos empleos.

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