23 agosto, 2011

Los 'redentores' de América Latina

Enrique Krauze rastrea la interacción de las ideas y el poder en los siglos XIX y XX en un retrato de 12 personajes clave

MARY ANASTASIA O'GRADY

[KRAUZE1] Chico S?nchez/epa/Corbis

Hay casi 600 millones de personas en América Latina y la mayoría de ellas es de clase media baja o pobre. No debería ser así. La región es rica en recursos naturales, activos geográficos y capital humano. Sin embargo, su economía está muy por detrás de la de América del Norte angloparlante. ¿Por qué?

Muchos historiadores y economistas atribuyen el subdesarrollo de la región a su pasado colonial, a la práctica de la corona española de explotar los recursos para la madre patria, centralizar el gobierno de una amplia y diversa cultura y exportar un catolicismo supuestamente anticomercial. Otros culpan a las guerras y la inestabilidad política post independencia.

Sin embargo, esas teorías ignoran el hecho de que durante el siglo XIX muchos países latinoamericanos experimentaron con el liberalismo clásico, que produjo significativos beneficios económicos. Lamentablemente, ese esfuerzo fue abandonado en el siglo XX y la disparidad de ingresos entre América Latina y el mundo desarrollado se amplió mucho más.

Redentores, de Enrique Krauze, es un ambicioso intento por rastrear la interacción de las ideas y el poder en Hispanoamérica a fines del siglo XIX y el XX. Quizás sin quererlo, también describe cómo una potencialmente vibrante región quedó sumida en la pobreza y plagada por la inestabilidad política. Krauze destaca a 12 personas que, dice, "son representativas de los principales temas de la política latinoamericana" en ese período. Lo que emerge es un mapa del camino intelectual que llevó al nacionalismo y al socialismo que rezagaron a la región.

Los "redentores" de Krauze incluyen a Evita Perón, Ernesto "Che" Guevara, Hugo Chávez, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, así como el intelectual uruguayo José Enrique Rodó, uno de los primeros impulsores del nacionalismo latinoamericano, y el gran propulsor mexicano de la cultura José Vasconcelos. Krauze también ofrece retratos de José Carlos Mariátegui, el padre del indigenismo marxista peruano; José Martí, el padre intelectual de la independencia cubana; el poeta mexicano Octavio Paz; el obispo Samuel Ruiz, defensor de los derechos de los pueblos indígenas en México, y el subcomandante Marcos, quien puso las ideas de Ruiz en acción al encabezar un levantamiento en el estado de Chiapas en 1994.

Corbis

Un poster de Eva Perón de 1949

La historia de Argentina es emblemática del siglo perdido del continente. La inestabilidad política generada por la Gran Depresión dio paso a una mezcla tóxica de represión del Estado y saqueo legalizado. "El peronismo fue el primer verdadero gran movimiento populista de América Latina", dice Krauze, y le costó mucho a Argentina. Juan y Eva Perón "encontraron un país que estaba económicamente entre los 15 más ricos del mundo y dejaron un país dividido y con niveles de producción y eficiencia bastante lejanos a los que Argentina mostró hasta los años 40".

Eva Perón, nos recuerda Krauze, fue una pobre muchacha de provincia que quería triunfar en el teatro. Ella misma admitió que no tenía mucho talento, pero tenía una voz para los melodramas radiales y se hizo lo suficientemente famosa como para conocer y casarse con el dictador militar Juan Perón en 1945. Juan Perón "veneraba" a Benito Mussolini y estudió Mi lucha, de Adolfo Hitler. De Joseph Goebbels aprendió, dice Krauze, "la importancia de la oratoria y especialmente del medio radial para la manipulación política de las masas".

Amargada por su origen pobre, Eva era la perfecta portavoz para la combinación que Perón hacía de populismo y autoritarismo. Y su mensaje tuvo una audiencia ansiosa: Buenos Aires en los años 40 y 50 era hogar de una nueva población de trabajadores industriales con poca educación que se transformaron en la base política del peronismo. El resultado fue un culto a la personalidad y un gobierno represivo que ofreció amplios beneficios sociales sin generar la riqueza para pagar por ellos.

Perón permitió elecciones, pero persiguió despiadadamente a sus oponentes, una amplia categoría que incluía a los liberales clásicos. Y "Evita", aunque supuestamente era una abanderada de los pobres, aprovechó parte de los recursos del Estado. Cuando murió en 1952, a los 33 años, tenía, entre otras cosas, 1.200 broches de oro y plata, 1.653 diamantes, y 120 relojes de pulsera. Mientras tanto, las políticas estatistas de Perón fueron un desastre. Para cuando fue depuesto por los militares en 1955, Argentina había dejado de ser un competidor económico serio. Todavía no se recupera.

Este arco —desde el naciente liberalismo clásico hasta el populismo que hace retroceder al país— es la historia de América Latina en el siglo XX. ¿Por qué ocurrió tan fácil y frecuentemente? La pobreza se explica fácilmente. El irrespeto a los derechos de propiedad, el levantamiento de asfixiantes barreras comerciales y las caprichosas políticas monetarias que destrozaron las monedas no podían producir otra cosa. Pero esas políticas, como muestra Krauze, son desarrolladas por corrientes políticas, y esas nacieron del resentimiento, la envidia y sentimientos de inferioridad cultural. El problema puede haber comenzado cuando los liberales económicos cayeron en la tentación de la intervención estatal. Cualquiera haya sido la raíz, la creatividad, la apertura y la generosidad inspiradas por el liberalismo clásico del siglo XIX, se perdieron. Entonces, la cuestión pasa a ser: ¿por qué el socialismo populista de Juan y Evita triunfaron sobre el liberalismo clásico?

Para Krauze, la genésis de esta victoria puede rastrearse a José Martí (1853-1895). No era ni socialista ni populista. Encabezó la cruzada por una república cubana soberana, libre tanto de los amos coloniales españoles como de la influencia estadounidense. Era, de acuerdo con Krauze, "un republicano, comprometido con la democracia, con el gobierno civil (no militar) y un enemigo jurado de la tiranía".

Martí vivió su exilio político en Nueva York durante 13 años y admiraba, explica Krauze, "la gente heterogénea, trabajadora, conservadora" de Estados Unidos. Sin embargo, no le gustaba "el excesivo individualismo" y temía las intenciones de los líderes estadounidenses con respecto a Cuba. Con el tiempo, sus temores se profundizaron. En Nuestra América (1892), argumentó a favor de las características culturales especiales del "enigma latinoamericano", y sostuvo que el futuro de la región no estaba en copiar a los países desarrollados sino en descubrir un modelo inclusivo que pudiese "avanzar en beneficio de todos". Era, en resumidas cuentas, un temprano "latinoamericanista".

Con la humillación de España en la guerra de 1898, EE.UU. se transformó en la principal potencia, y el latinoamericanismo de Martí mutó en nacionalismo y posiciones antiestadounidenses, que llevaría a la adopción del comunismo como la única respuesta al crecimiento del fascismo. Con el nacionalismo como la máxima prioridad de algunos de los más influyentes intelectuales latinoamericanos en este período crucial, la libertad personal quedó relegada frente al colectivismo.

Krauze ve el error de este cambio en la vida intelectual latinoamericana, pero mantiene una tendencia a dar a los héroes de la izquierda el beneficio de la duda porque eran idealistas. El filósofo peruano José Carlos Mariátegui, por ejemplo, promovió una "visión idealizada del 'comunismo inca', un retorno a las raíces comunales". Incluso ve paralelismos entre el Che Guevara y Jesucristo, encontrando en ambos "un viaje hacia la Redención" y una "devoción sacramental". Esos paralelismos son plausibles si uno ignora la violencia asesina del Che y las características homicidas de su ideología.

Si Krauze es ciego a las más dolorosas fallas de sus protagonistas, es maravillosamente vívido con respecto a las virtudes de los más moderados miembros de sus retratos, especialmente el de Octavio Paz, su mentor y amigo. El poeta mexicano forma la "columna vertebral" de Redentores porque "intelectualmente enfrentó, a favor y en contra, la mayoría de las principales revoluciones del siglo XX".

Como la mayoría de los intelectuales latinoamericanos, Paz comenzó como un hombre de la izquierda. Sin embargo, en un viaje a España durante su Guerra Civil, cuando los soviéticos imponían brutalmente la conformidad ideológica en las fuerzas republicanas, reconoció, "la atmósfera de espionaje y persecución que lo rodeaba". No le gustó la revolución cubana ni lo que sus prometidas "guerras" ofrecían a África, Asia y el resto de América Latina. Para fines de los años 60, se había convencido de la decadencia moral del comunismo.

A pesar de todo el virtuosismo con el que Krauze presenta las ideas que dominaron un convulsionado siglo en América Latina, no puede desprenderse del ideal socialista que guió a muchos intelectuales latinoamericanos. Confunde lo que ve como una reciente tendencia hacia la democracia y la "justicia social" en la región con el progreso. La propiedad privada y el estado de derecho son las más importantes doctrinas de una sociedad libre y próspera y el socialismo no las tolera. Mientras los líderes latinoamericanos socaven los derechos individuales en nombre de la igualdad, la estabilidad política y la vitalidad económica seguirán fuera del alcance.

—O'Grady escribe la columna semanal Americas en The Wall Street Journal. Esta reseña se basó en la versión en inglés de 'Redentores', cuya versión en español sigue en proceso de edición, según Random House, que planea publicar el libro en América Latina en octubre.

No hay comentarios.: