Salam Selah tiene 46 años y cuenta que bajo su mando tiene a 350 milicianos que se preparan para el inminente asalto a Sirte, la ciudad natal del tirano
ÁLVARO DE CÓZAR (ENVIADO ESPECIAL) - Bengasi -
Lo peor es la espera. En el frente del este, las horas pasan en el desierto sin que suceda nada determinante y los soldados no dejan de preguntarse los unos a los otros si ha caído ya ese pueblo de más allá, si los aviones de la OTAN atacarán en las próximas horas o si alguien sabe cuándo les tocará el turno para entrar en combate. Y aun así, sorprende la enorme paciencia que demuestran bajo un sol que no deja de quemar hasta las siete de la tarde.
El frente del este no es más que una columna de un centenar de pick-ups armadas con baterías antiaéreas, unos pocos tanques y vehículos blindados y cientos de soldados desperdigados en un cruce de la carretera de la costa que se bifurca hacia el sur.
Estamos a poco más de 100 kilómetros de Sirte, la ansiada ciudad natal del coronel Gadafi y último esqueje en el que se juega la batalla final por el control de Libia. Siguiendo órdenes de los jefes de grupo, muchas de esas furgonetas toman la bifurcación para tratar de acercarse por el sur e iniciar así un nuevo frente que permita rodear la ciudad por todos sus costados.
Cinco kilómetros más adelante, una decena de hombres jóvenes desciende de dos furgones parados a ambos lados de la carretera. De uno de ellos sale un militar con gafas de sol, ropa de camuflaje, chanclas y una dentadura amarilla a la que le faltan varias piezas. Se llama Salam Selah, tiene 46 años y dice tener a su cargo a unos 350 hombres. "Son como leones. No tienen miedo. Nadie ha desertado. Todos están dispuestos a morir por su país", asegura Salam, que pide a uno de los jóvenes que cuente lo que ha pasado en Om Alquandil, uno de los pueblos camino de Sirte en el que los rebeldes se han encontrado con soldados gadafistas.
Imad Bufheim, de 24 años e imberbe en una tropa llena de barbudos, salió el domingo por la tarde de la recién conquistada ciudad de Bin Yauad para avanzar con un pequeño grupo de soldados por la carretera y observar lo que ocurría en Om Alquandil. Según su relato, nada más llegar al pueblo recibieron disparos de los gadafistas. Se tiraron al suelo y fueron arrastrándose hasta que pudieron dispararles desde varios ángulos. "Eran solo cinco, matamos a uno y estuvimos un rato disparando a los demás. Luego se rindieron y los apresamos. Dijeron que luchaban porque les habían amenazado con matar a sus familias", dice Imad, que enseña como trofeos dos fusiles Kaláshnikov, una ametralladora ligera y un lanzacohetes.
A lo lejos, desde el punto en el que Imad cuenta su relato, se levanta una columna de humo. ¿Al Quandil? "No, eso es Harawa. Quedan todavía muchos gadafistas, pero ya hemos colocado la bandera. Estamos a 70 kilómetros de Sirte", asegura Salam. El jefe dice haber recibido minutos antes por radio la noticia de que la OTAN atacaría en las próximas horas algunos objetivos en todo el camino que lleva a Sirte: "Vámonos, más adelante no se debe seguir. No es seguro".
Poco antes de la puesta de sol, unos 40 hombres de Salam retroceden hasta el campamento que tienen instalado en una residencia de estudiantes en las afueras de Ras Lanuf. El complejo es un lugar aún sin terminar lleno de habitaciones donde los soldados pueden ducharse, dormir unas horas y comer algo tras el ayuno del Ramadán. El ambiente es de juerga y camaradería. Algunos aprovechan para limpiar su fusil. En torno a un fuego, un grupo cocina arroz con carne y pescado a la brasa y un anciano prepara té. Se consumen tetrabriks de zumo de pera y pastelitos rellenos de chocolate. Pese a la cantidad de comida hoy, algunos hombres están esqueléticos.
Luego, la charla. Los jóvenes han grabado muchas de sus acciones en la toma de ciudades como Brega o Ras Lanuf y les gusta enseñarlas y bromear ante el resto. "Este soy yo", dice Mohamed Awad, de 27 años, mientras muestra unas imágenes en su móvil en las que aparece disparando a un grupo de gadafistas que asoma entre unos árboles y en las que repite continuamente "Alá es grande, Alá es grande..." para darse coraje. "Nosotros creemos que si es lo último que dices antes de morir, entonces tienes asegurado el paraíso", comenta.
Otro joven, Ali Omram, llega con nuevas noticias. Dice que el Consejo Nacional de Transición, el organismo que gobierna en el bando rebelde, ha dado un ultimátum a Sirte para que se rinda o será tomada por la fuerza. No tiene muy claro cuándo finaliza el ultimátum. El grupo no se inmuta. Todos dicen estar convencidos de que habrá que luchar. Fueron las gentes del este las que empezaron todo esto y aseguran que a ellos les corresponde terminarlo. Ayer, las imágenes tomadas por varios canales de televisión mostraban que los rebeldes del oeste están desplegando todo un arsenal desde Misrata y Trípoli cerca de Sirte, lo que sugiere que la caída de la ciudad será más fácil desde ese lado. Solo entonces, incluso si aún quedan tropas gadafistas al sur del país, podrá decirse que todo habrá terminado.
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