13 agosto, 2011

No es la deuda de Europa ni de Estados Unidos... es algo peor

ANATOLE KALETSKY

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¿Cuáles son las causas de la última crisis del mercado financiero y sus implicaciones? Como es habitual en economía, hay muchas respuestas, pero las dos que aparecen más en los titulares (la crisis de la eurozona y la pérdida de la calificación triple A de EEUU) son casi seguro erróneas.

La decisión de S&P de rebajar la nota a EEUU a AA+ podría suponer una pesadilla para Obama, el primer presidente que ha sufrido la humillación de semejante recorte en la historia americana, aunque tal vez los votantes culpen a la mayoría republicana en el Congreso.

Tras la reciente confrontación sobre la deuda estatal, el porcentaje de votantes a favor del Tea Party cayó de un máximo de casi el 40 por ciento en 2010 al 18 por ciento, prácticamente igual que el 24 por ciento de republicanos y 14 por ciento de todos los votantes que responde en las encuestas que Obama "podría ser el anticristo".

Implicaciones políticas aparte, para los inversores profesionales la rebaja crediticia no ha sido más que un chiste malo. Las susodichas agencias (que no son más que empresas comerciales en realidad) ya se desacreditaron ellas solas con los conflictos de intereses manifestados durante la crisis de las hipotecas basuras, al cobrar cientos de millones de dólares por adjudicar calificaciones de triple A a títulos que poco después se hundieron.

Por esa razón, sus afirmaciones ya no ejercen una influencia real en los mercados. Quedó confirmado cuando el tesoro americano disfrutó de una rebaja en los tipos de intereses que debe abonar sobre sus deuda justo después de la degradación. Esta conducta, aparentemente perversa, no sorprendió a los inversores más sofisticados, que desde hace tiempo ganan dinero haciendo lo contrario de lo que aconsejan las agencias, por ejemplo, prestando dinero a tipos bajos a Japón cada vez que S&P le rebaja el estatus.

En resumen, cualquiera que sea la causa del pánico en el mercado no tiene nada que ver con el desasosiego por la calificación crediticia de Washington. ¿Y la crisis en la eurozona y su propagación desde Grecia, Irlanda y Portugal hasta Italia y España?

La ruptura del euro supondría un trastorno espantoso para la economía mundial, pero la decisión del Banco Central Europeo de comprar bonos de los Estados italiano y español ha conseguido un indulto al menos hasta septiembre. Después, los políticos europeos deberán enfrentarse al inevitable dilema que llevan posponiendo desde el inicio de la crisis: desmantelar el euro o crear una federación fiscal en toda regla. Por el momento, los mercados de bonos en Italia y España respondieron positivamente a la iniciativa del BCE.

Si eliminamos esas causas, ¿sólo nos queda un comportamiento gregario irracional? Por mucho que nos gustara tachar el caos de esta semana de pánico, existen al menos tres razones graves del repentino brote de pesimismo.

La más importante es la tremenda revisión a la baja de la estadística económica americana que pudo observarse a finales de julio. Hasta entonces, reinaba la creencia generalizada de que la economía de Estados Unidos había disfrutado de un repunte considerable tras la crisis de Lehman y sólo el empleo iba a la zaga de otras recuperaciones. Sin embargo, con la información más detallada disponible hasta 2003, está claro que la economía estadounidense ha sido mucho más débil durante la última década y la recesión post-Lehman mucho más profunda de lo que se pensaba.

Ahora resulta que la economía de Washington no ha recuperado todavía el terreno perdido en la recesión y, lo que es peor aún, la recuperación durante la primera mitad del año se ha diluido en una tasa anualizada de sólo el 0,8 por ciento. El resultado es que el país ha tenido muy poco impulso de cara al tercer y cuarto trimestres. De repente, el crecimiento autosostenible que esperaban casi todos los negocios e inversores americanos, la junta de la Reserva Federal y muchos analistas (incluido yo) se ha puesto en duda.

Es mucho más probable ahora que hace varios días que EEUU sufra una doble recesión o un largo periodo de estancamiento a lo japonés. Por otro lado, es un destino muy similar el que le espera a Gran Bretaña, como confirman las nefastas estadísticas de producción industrial y vivienda publicadas en Reino Unido, sin mencionar los trastornos económicos y la desesperación causada por los disturbios de esta semana.

La posibilidad, si no probabilidad todavía, de que EEUU vuelva a hundirse en una recesión apunta a un segundo motivo de auténtica alarma: la sensación de que los Gobiernos y bancos centrales de todo el mundo han agotado las medidas de revitalizar el crecimiento. El Ejecutivo norteamericano y la Reserva Federal no parecen tener opciones plausibles. Un estímulo fiscal adicional queda descartado debido a los déficits históricos y el punto muerto político, mientras que por lo visto de momento los esfuerzos de la Fed para estimular la economía imprimiendo dinero han fracasado.

La impresión de más dinero es lo que exigieron inmediatamente muchos inversores con pérdidas en Wall Street, pero otra dosis de expansión cuantitativa podría resultar peligrosamente contraproducente, si empuja los precios del petróleo y alimentos y debilita el dólar, como ocurrió tras la ronda anterior de QE en otoño.

En teoría, el Gobierno de Estados Unidos podría probar con numerosas medidas (por ejemplo, una inversión en infraestructuras financiada con ventas de activos o la financiación de la Fed para evitar que los embargos de viviendas socaven aún más los precios inmobiliarios), pero en la práctica una intervención tan manifiesta parece imposible dado el tono político de hoy en Washington.

La parálisis en EEUU deja otra posibilidad para icentivar la recuperación: más medidas de fomento del crecimiento en Europa, Japón y otras grandes economías. Por desgracia, esa perspectiva sufrió un duro revés la semana pasada.

El BCE no ha conseguido revertir los aumentos prematuros del tipo de interés anunciados en marzo, que ya han comenzado a dañar el crecimiento. Gran Bretaña está atrapada en un limbo económico y China se pasó toda la semana denunciando la irresponsabilidad de las medidas estadounidenses y europeas, en lugar de proponer cualquier cosa constructiva.

Sólo Japón y Suiza intentaron hacer algo la semana pasada para estabilizar los mercados financieros, actuando para debilitar sus monedas y apoyar al dólar. Sin embargo, para que eso funcione haría falta cierto grado de cooperación global que brilla por su ausencia.

Sin esa cooperación internacional, al mundo sólo le queda esperar que la confianza de empresas y consumidores resucite por voluntad propia. Tarde o temprano, el sector privado se recuperará y generará cierto grado de revitalización económica, pero será una espera larga y dolorosa si los Gobiernos y bancos centrales de todo el mundo no son capaces de colaborar para evitar otra recesión.

(Anatole Keletxky es Director adjunto y jefe de Economía del diario The Times)

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