12 agosto, 2011

Pactos nacionales?


Día con día
Héctor Aguilar Camín

El que quiera pensar seriamente en una alternativa en materia de seguridad, hará bien en leer con cuidado la propuesta que ha hecho la UNAM bajo la coordinación de Jorge Carpizo.


Es difícil no coincidir con sus planteamientos sobre lo que hay que atender y reformar. Pero cuando oigo hablar de la necesidad de un pacto nacional, me pregunto si esto es posible en el México de hoy, si no ha dejado de ser posible dada la lógica no sólo de nuestra democracia de minorías, sino de nuestra división de poderes y del federalismo mexicano realmente existente.


Hemos construido una democracia de la pluralidad que se parece bastante a la fragmentación, y una institucionalidad política sin mayoría conductora que se parece bastante a la falta de rumbo.


Del empate político que genera esta democracia ha ido creciendo, sin embargo, un nuevo piso de acuerdos, en el sentido de valores o exigencias que cada vez se comparten más. Me he referido a ellos antes en este espacio y los recordaré en otra columna.


Pero de esos acuerdos nacientes, tales como el rechazo a los déficits públicos o la creencia en el voto como única fuente legítima de acceder al poder, no se siguen pactos nacionales que reúnan a todos los poderes en un curso común de acciones, planes o construcción institucional.


No es esa la democracia que tenemos. Nuestra democracia no da para pactos nacionales que las partes se dispongan efectivamente a cumplir. Sería maravilloso que fueran posibles, pero no lo son, o no lo han sido. A menos que estemos pensando en pactos contraídos y celebrados en público, como precisamente el de la seguridad, que luego cada quien cumplió o incumplió como le dio la gana.


Este asunto de empezar una propuesta alternativa diciendo que su premisa es hacer un pacto nacional, recuerda la ocurrencia del economista que ante la imposibilidad de abrir con sus propias manos una lata de conservas planteó la solución indesafiable: “Supongamos que tenemos un abrelatas”.


No tenemos un abrelatas, no tenemos la posibilidad de hacer pactos nacionales. Hay que abrir la lata de otra manera: con mayorías democráticas efectivas que puedan conducir al país hacia un proyecto de gobierno claro, sancionado en las urnas o negociado con las oposiciones lo necesario para crear una coalición gobernante mayoritaria.


Y ya eso parece difícil de conseguir en la democracia que hemos elegido. Su posible legislación está detenida en el Congreso precisamente porque la democracia en que vivimos no está diseñada para inducir pactos nacionales, sino para bloquearlos.
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