En realidad, el gobernador de Nuevo León daría una muestra de vergüenza y congruencia si solicitara licencia al cargo.
Martín MorenoTodos mencionan la famosa palabrita: unidad. Sí, pero nadie mueve un dedo para cambiar las cosas. Ni el Presidente ni sus colaboradores ni gobernadores ni legisladores o aspirantes presidenciales. Todos claman por cerrar filas, pero ninguno se atreve a dar el primer paso para romper con la cadena de complicidades y de impunidad.
Unidad, sí, pero cuando miles piden en la Macroplaza la renuncia de Rodrigo Medina, ¿cuál fue su respuesta?: “No renuncio”. ¿Unidad? Que lo haga otro. En realidad, el gobernador de Nuevo León daría una muestra de vergüenza y de congruencia si solicitara licencia al cargo. Eso es ética, pero como buen político, carece de ella.
Unidad, sí, y cuando se le pregunta al presidente Calderón si habrá cambios en la estrategia, su contestación es la misma que tiene al país frente al terrorismo, tapizado con 50 mil muertes: “Vamos a seguir”. Y nadie le pide que deje de luchar contra el narcoterrorismo —ahora ya—, sino que demuestre que se recurrirá a otras opciones. Hasta hoy, casi todas han sido insuficientes. Total, Calderón se va en 15 meses. Pero los demás nos quedamos.
Unidad, sí, exigen diputados. Los mismos que tienen congelada la Ley de Seguridad Nacional en San Lázaro. La mejor muestra de unidad sería empezar a discutirla el jueves uno de septiembre. Ya veremos qué puede más en ellos: si la cacareada unidad o la acostumbrada mezquindad.
Unidad, sí, aunque el secretario de Gobernación, Francisco Blake, se haga bolas con los casinos. La mejor muestra de unidad sería que hoy diera a conocer la lista de aquellas casas de juego ilegales y que operan sin medidas de seguridad, con nombres y apellidos de responsables. Eso sería unidad. Lo demás es simulación.
Unidad, sí, pide la televisión, aunque siga la manipulación informativa y no se explique a fondo qué tipo de terrorismo estamos enfrentando. Para qué poner en pantalla a especialistas, si es menos riesgoso escuchar trivialidades. No basta el luto. Se necesitan voces expertas para saber sobre qué estamos parados.
Unidad, sí, plantean los llamados representantes de la sociedad civil. Bien, pero, aparte de discursos y conferencias, ¿qué han hecho para enfrentar el problema? Con excepción de Isabel Miranda de Wallace, activo valioso y fundamental en la aprobación de la Ley Antisecuestro, ¿qué han hecho los demás, aparte de frases memorables?
Unidad, sí, pero los presidenciables no arriesgan. Peña Nieto reaccionó… ¡cuatro días después de lo ocurrido en Monterrey!, cobijado por la televisión, y pidió… unidad; AMLO, Vázquez Mota, Ebrard y Creel reaccionaron inicialmente por Twitter. Tecnología mata brecha. Que Calderón se la coma solo.
Unidad, sí… pero que la hagan otros. Yo no.
Mientras, en Monterrey, se presenta a cinco presuntos responsables del ataque al Casino Royale. Si son los asesinos, que no quede en eso. Que también vayan por sus jefes criminales, sin dejar de lado a los funcionarios, jueces o políticos responsables del mal funcionamiento del casino. Eso sería unidad.
“Estamos viviendo ya un terrorismo indiscriminado, en el cual se ataca a inmuebles y a civiles sin importar cuántos mueran. A eso nos enfrentamos”, me dice José Luis Piñeiro, especialista en Seguridad (28/VIII/2011 Reporte 98.5 FM, 2 a 4 pm).
Más en el drama ciudadano que en el concepto teórico, el terrorismo llegó a México hace cinco años, cuando en septiembre de 2006 rodaron cabezas en Uruapan, Michoacán, gobernado por el PRD.
La noche del 15 de septiembre de 2008, en Morelia, ataque con granadas contra civiles. Seis muertos.
Siguieron las ejecuciones masivas en Creel, Chihuahua, y en Tamaulipas, Durango y Coahuila —con gobernadores del PRI—, para dar paso a las narcofosas.
En julio de 2010, un coche-bomba estalló en Ciudad Juárez. Mató a mexicanos.
“Si después del ataque en Morelia (Calderón) hubiera solicitado a la ONU incluir a los narcotraficantes mexicanos en la lista internacional de terroristas, se habría desplegado una acción internacional para contener a estos grupos”, advierte Eduardo Buscaglia (Proceso 1817).
Pero no se hizo. Hoy lo pagamos.
Vemos una señal preocupante: un Presidente desesperado. En lugar de corregir desaciertos en su equipo de seguridad nacional, voltea a Estados Unidos y hace una propuesta inaudita y descabellada: que se establezca un “puerto de entrada libre” a EU “para que la cocaína que viene de Colombia, Perú o Venezuela, no pase por México”. En Washington, seguramente, no le darán mayor importancia.
Calderón afirma hoy que es “una lucha de todos”, pero al inicio del sexenio, sobrevalorando las capacidades del Ejército, se fue por la libre y declaró una guerra que, como advirtió Bill Clinton, jamás iba a ganar.
Un Presidente desesperado. Solo. Y huérfanos los mexicanos.
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