Foto: Miguel Dimayuga
MÉXICO, D.F., (apro).- Las familias más pobres del país, cuya cifra se estima en 8 millones, de un total de 52 millones, tienen un ingreso diario de 68.46 pesos diarios, con el que tienen que sobrevivir.
Si la familia está integrada por cinco personas, a cada una de ellas les tocarían 13 pesos diarios para cubrir todas sus necesidades de alimentación, vivienda, luz, agua, salud, educación, transporte, vestido, etc.
De acuerdo con los resultados de su más reciente Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares, el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI) dio a conocer, el pasado 15 de julio, que 44.2% de los mexicanos vive en pobreza de patrimonio, es decir sin los ingresos suficientes para consumir una canasta básica de bienes y servicios, y tampoco para cubrir los factores elementales de bienestar.
Con ese nuevo reporte bianual sobre el aumento de la pobreza en México, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) estimó que la cantidad total de pobres en el país, de 2006 a 2010, ascendió a 8 millones.
Este miércoles, el Coneval reveló que la cantidad de pobres de 2008 a 2010 aumentó de 48.8 millones a 52 millones, o sea que tuvo un incremento de 3.2 millones, lo que da un aumento total de 8 millones de pobres durante los primeros cuatro años del actual sexenio.
La Secretaría de Desarrollo Social culpó a la crisis económica por el nuevo aumento de pobres, sin embargo ese argumento cae si vemos que los primeros cinco nuevos millones de pobres aparecieron principalmente antes de la crisis económica de 2008.
Estos datos parecerían ser una mala broma si vemos que esos millones de ciudadanos pobres viven en un país que tiene una reserva monetaria de 956 millones de dólares, con ingresos petroleros en los últimos 20 años de casi mil millones de dólares, de los cuales una buena parte se utiliza para cubrir el déficit tributario y los salarios de la burocracia, que en los dos gobiernos panistas se ha incrementado considerablemente.
Pero no es así. La broma se ha convertido en un panorama desolador, pues observamos que las oportunidades de empleo se han cerrado paulatinamente, lo mismo que las posibilidades de educación superior, y que la pobreza ha impactado principalmente los centros urbanos.
El impacto ha sido tan traumático que incluso hay familias que quizá como un mecanismo de defensa natural creen que pertenecen a la clase media, sin tomar en cuenta que en la última década han pasado a los niveles de pobreza al caer sus ingresos trimestrales en 4.2%.
En años anteriores, una de las opciones para los más necesitados era saltar la línea fronteriza del norte para ganar el dinero que en su tierra jamás conseguirían, pero el endurecimiento de las leyes migratorias estadunidenses y canadienses han cerrado poco a poco estas puertas.
Otro grupo cansado de buscar una solución a sus necesidades por las vías legales de plano se pasó a la lucha armada, pero las fuertes medidas internacionales y el crecimiento del crimen organizado en las partes serranas, donde tradicionalmente buscan refugio, ha cerrado también esta salida.
Clausuradas las vías de la movilización social a través del empleo, la educación y la migración, la población más necesitada, sobre todo los jóvenes, son el ejército de reserva del crimen organizado, que al paso de tiempo se ha erigido como una fuente de empleo y un símbolo de meta aspiracional.
Ese parece ser el destino fatal de un sector de la población más pobre del país: el de los campesinos que prefieren plantar y cultivar matas de mariguana y extensiones de amapola en sus tierras, que maíz y frijoles. O el del joven desempleado o sin posibilidades de seguir su educación y para quien el narcotráfico significa la única salida de ingreso, de éxito o de bienestar, aunque sea por poco tiempo de vida.
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