11 agosto, 2011

Reseteo: La estrategia global rusa socava los intereses americanos

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WEBMEMO #3333

Según la administración Obama, Estados Unidos no está compitiendo con Rusia por influencia global. Desafortunadamente, Moscú no ha recibido ese memorándum. Al contrario, Rusia intenta expandir su influencia para constreñir la política de Estados Unidos. Líderes rusos como el ministro de asuntos exteriores Sergei Lavrov invocan, de forma habitual, un modelo “policéntrico” o multipolar del mundo, con Rusia laborando con sus socios para un futuro donde el poder de Estados Unidos esté tan disminuido que no pueda actuar sin el permiso de Moscú.

Moscú ha promovido constantemente, de palabra y con hechos, la idea de que hay o debería haber un orden mundial multipolar que restrinja la política exterior de Estados Unidos. El concepto de multipolaridad de Moscú entraña una esfera de influencia rusa indiscutida en los países de la Comunidad de Estados Independientes (CIS) y con actores clave en regiones de importancia crítica: Europa, Extremo Oriente, Oriente Medio y América Latina.

Asociaciones antiamericanas

Moscú ha establecido asociaciones con China, Irán y Venezuela para impedir que Estados Unidos consolide un orden regional bajo sus auspicios. Al igual que como la Unión Soviética, su predecesora y modelo inspirador, la Rusia de hoy busca afanosamente aliados clave en Oriente Medio y Latinoamérica, tales como Siria, Irán y Venezuela, con quienes puede frustrar las iniciativas americanas y occidentales para consolidar un orden regional pacífico. Tales socios pueden presentar resistencia a las políticas de Estados Unidos y contrarrestarlas activamente para distraer a Estados Unidos, forzándolo a acomodar los intereses rusos o, en caso contrario, forzar una retirada americana.

En Extremo Oriente, Moscú se une a China para abogar por “un nuevo orden de seguridad en Asia” basado en “la mutua confianza, el beneficio mutuo, la igualdad y la cooperación” [1]. Según las dos grandes potencias, todos los estados deberían respetar la soberanía e integridad territorial del otro, abstenerse de criticar sus políticas interiores y apoyarse entre sí en los problemas territoriales existentes.

Traduciendo: Pekín, Moscú y sus aliados respetarán la reivindicación de Rusia sobre las Islas Kuriles (los Territorios del Norte para Japón) y los territorios georgianos de Abjasia/Osetia del Sur, así como la de China en Xinjiang, Taiwan y el Tibet; las reivindicaciones de China contra Japón de las Islas Senkaku; y posiblemente incluso las de China en las Islas Spratly.

Ambos países también apoyan los principios de no formación de alianzas de defensa mutua, marcos de seguridad con igualdad y transparencia, y una seguridad igual e indivisible. Rusia también quiere el asentimiento de esta fórmula por parte de India y discretamente solicita que Japón lo refrende — aun cuando humilla a Japón con el asunto de las Islas Kuriles, un claro signo tanto del deseo enfermizo de Moscú de jugar a dos bandas para que se enfrenten a otra tercera como de su orientación fundamentalmente antiliberal y antiamericana. La vaguedad de la propuesta beneficia solo a Rusia y China y denuncia frontalmente el sistema de alianzas de Estados Unidos en Asia. Al final, el concepto de multipolaridad para los rusos es que en Asia, por no decir globalmente, se defienda el beneficio propio de Rusia.

Además, la propuesta conjunta se parece mucho a la propuesta de Rusia, igualmente interesada, antiamericana y anti-OTAN, de celebrar un Tratado de Seguridad Europea en 2009–2010.

Moscú incluso aplica la misma retórica del borrador del Tratado de Seguridad Europea a esta propuesta de seguridad asiática. El vice primer ministro Sergei Ivanov dijo en Singapur en 2011, en la conferencia Diálogo Shangri-La del Instituto Internacional para Estudios Estratégicos:

La propuestas sino-rusas están dirigidas a ayudar a los países de la región a que se den cuenta de que la seguridad es integral, no divisible, y a que abandonen los intentos de fortalecer la seguridad propia en detrimento de la de los otros. La nueva arquitectura de seguridad regional debería basarse en los principios universales de la ley internacional, un enfoque de no alineamiento, la confianza y apertura, con la debida consideración a la diversidad de la región Asia-Pacífico y el emergente equilibrio policéntrico de fuerzas [2].

Los indeseables clientes de Moscú: Teherán, Damasco, Caracas

Además de apoyo diplomático para China, Rusia ha vendido a Irán, Siria y Venezuela grandes cantidades de armas. A pesar de la loable cancelación de la venta del sistema de misiles de defensa aérea S-300 a Irán, Moscú todavía conserva la opción de vender otras armas a Teherán. Firmó acuerdos energéticos importantes con Teherán en 2010 y este verano ha abogado por debilitar las sanciones contra Irán si coopera con la Agencia Internacional de la Energía Atómica — una institución que ha demostrado desde hace mucho cuán fácilmente puede Irán engañarla en lo referente a su programa nuclear.

Moscú quiere evidentemente conservar lazos con Irán, a la que considera la gran potencia naciente del Golfo y Oriente Medio y con quien quiere colaborar contra los intentos occidentales de consolidar un orden pacífico. Moscú ha vendido armas tales como misiles antitanque a Irán y Siria y estas armas continúan llegando a Hamás y Hizbolá.

Rusia defiende el régimen asesino de Bashar al-Assad a pesar de la sangrienta represión de sus propios ciudadanos. Esto es así, entre otras razones, porque Rusia firmó un acuerdo con Siria para volver a poner las bases navales soviéticas de Latakiye y Tartus bajo control ruso. Por tanto, Rusia obstruye las resoluciones de censura de la ONU contra Siria. Los diplomáticos franceses que negociaron con Rusia creen que lo que más teme Moscú es la pérdida de otro aliado en Oriente Medio.

Moscú ha vendido también miles de millones en armas al régimen de Hugo Chávez en Venezuela, lo que incluye cazas, tanques y factorías completas de rifles de asalto Kalashnikov. Chávez utilizó su creciente poder militar para ayudar al grupo terrorista FARC de forma directa y para pasar narcóticos desde África Occidental y América Latina a América Central y del Norte.

El conocido traficante de armas Viktor Bout, que aguarda juicio en una corte federal de Nueva York, fue atrapado ofreciendo vender armas a las FARC. Dadas las conexiones de antiguo de Bout con altos cargos del gobierno ruso, Moscú removió cielo y tierra para impedir su extradición a Estados Unidos desde Tailandia, donde fue arrestado. Es bastante probable que las armas de Bout fuesen destinadas a las FARC o similares grupos narcoterroristas en toda América Latina.

De igual forma, Rusia ha sido la mayor fuente de armas extranjeras de China desde 1990, incluso aunque esas ventas hayan bajado debido a los temores rusos sobre las intenciones chinas y la irritación por la piratería china y subsiguiente venta de armas en competición con Rusia en los mercados de terceros. De todos modos, todavía hay ventas de armas y transferencias de tecnología avanzada de Rusia a China.

¿Qué debería hacer Estados Unidos?

El enfoque de los lazos de Moscú con estados antiamericanos, que acumula poder para desafiar regionalmente a Estados Unidos y apoyar y controlar amplias redes terroristas y de inteligencia, choca con el enfoque del reseteo de la administración Obama. Teherán, Damasco y Caracas tienen un interés en desestabilizar sus regiones y en adquirir armas convencionales avanzadas —y probablemente nucleares—. Tal proliferación favorece una multipolaridad muy problemática, lo que acumula obstáculos contra los intereses y seguridad de Estados Unidos.

A pesar del reseteo, está en el interés de Estados Unidos hallar hasta qué punto Moscú instrumenta o participa en actividades conjuntas con estos estados problemáticos, incluidas ventas de armas de Irán y Siria a Hamás y Hizbolá. Moscú está de seguro al tanto de la extensión de la infraestructura de inteligencia, militar, económica y política de Irán en Irak, así como de los lazos de Irán con Venezuela y la colaboración de estos dos estados en la búsqueda de uranio.

Los planificadores de políticas en Estados Unidos deberían reevaluar el reseteo y desarrollar estrategias regionales que equilibren las agendas de Rusia (y de China). Tales políticas deberían aumentar la presión sobre Irán, la potencia regional más antiamericana, y hacer que el régimen de Assad en Siria y el gobierno Chávez en Venezuela dejen de apoyar el terrorismo.

Los difíciles tiempos que tenemos por delante

Una política de reseteo que ignora los esfuerzos globales de Rusia por socavar a Estados Unidos nos trae a la memoria la malograda détente de los años 70. Se estrelló contra el expansionismo ruso y las guerras en el Tercer Mundo, especialmente Afganistán. A pesar de profundos cambios desde entonces, la orientación estratégica básicamente antiamericana de Rusia, al margen de la retórica del reseteo, parece ser la misma. En los difíciles tiempos que tenemos por delante, en lo que se refiere a desafíos globales, Estados Unidos debería aprender nuevamente y practicar la política del equilibrio de poder internacional.

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