por Gabriela Calderón de Burgos
Gabriela Calderón es editora de ElCato.org, investigadora del Cato Institute y columnista de El Universo (Ecuador).
Guayaquil, Ecuador— El viernes una de las agencias calificadoras de riesgo, Standard & Poor’s (S&P’s), anunció una reducción en la calificación de los bonos de la Tesorería de EE.UU. de AAA a AA+. La reacción generalizada ha sido la de “atacar al mensajero” e ignorar el problema de fondo. El lunes la bolsa tuvo su mayor caída desde 2008.
El Premio Nobel Paul Krugman, culpó casi enteramente a S&P’s y a los republicanos de extrema derecha (los del Tea Party) de la inminente caída en las bolsas que se vería el día lunes.1
Los que culpan en gran medida a la rebaja en la calificación de S&P’s están dándole demasiada importancia a la nueva calificación y a su agencia. S&P’s es solamente una de las tres importantes agencias calificadoras de riesgo y las otras dos —Moody’s y Fitch— reafirmaron su calificación de AAA.2
Incluso si le damos mucha importancia a la calificación de S&P’s, los bonos de la Tesorería de EE.UU. serían relativamente menos seguros que los de 9 países que retienen la calificación de triple A, aunque ninguno de estos países tiene mercados de capitales lo suficientemente líquidos o grandes como para poder reemplazar a los bonos de la Tesorería. Además, el terrible desempeño de las calificaciones de S&P’s y otras calificadoras durante la crisis de bienes raíces en 2008 afectó seriamente su credibilidad. Y es evidente, antes y después de la reducción en la calificación, que los mercados han decidido no depender mucho del juicio de las calificadoras.3
¿Entonces por qué la insistencia en culpar al mensajero y sus supuestos cómplices? Tal vez porque eso ayuda a evadir discutir el verdadero problema: un insostenible gasto público y una política monetaria que pretende evitar recesiones a cualquier costo.
La deuda pública de EE.UU. se ubica en $14,3 billones. Entre 1945 y el presente, en 55 años (82% del período) se registraron déficits fiscales.4 No se puede gastar perennemente más de lo que se tiene y esperar buenos resultados.
Durante los últimos 25 años, cuando los mercados tambaleaban la “Fed” reducía las tasas de interés y esto tenía un efecto secundario: se generaban burbujas de activos, en 2007 y 2008 reventó la de títulos respaldados con préstamos hipotecarios y estos días podríamos estar presenciando la implosión de la burbuja de los productos primarios.5
Pero la capacidad de la Fed de evitar una recesión es limitada. Las tasas de interés no pueden bajar ni mantenerse bajas eternamente sin tener desastrosas consecuencias. Esto es lo que se vivió en los años setenta, la “estanflación”: un desempleo creciente más inflación.
Para volver a la sanidad es necesario que la clase política de EE.UU. reconozcan que el nivel de la deuda es tan grande que no se puede salir de este atolladero a punta de impuestos. Hay que sacrificar las vacas sagradas de ambos partidos. Por ejemplo, eliminar los cuantiosos subsidios agrícolas, el gasto excesivo en defensa y sobre todo: reformar la seguridad social y los programas de atención médica (Obamacare, Medicaid y Medicare) de tal manera que la mayoría de los individuos tengan la capacidad de financiarse su jubilación y su atención médica. Concentrarnos en la supuesta culpa de S&P’s y el Tea Party es perder el tiempo y evadir discutir las posibles soluciones.
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