Carlos Ramírez
Agobiados por la inseguridad y la violencia, y distraídos con el juego sexenal de la designación de candidatos presidenciales, los mexicanos parecen ajenos a la dimensión de la crisis económica internacional. Y lo grave es que no se trata de una crisis cualquiera o de otra crisis, sino que se acumulan evidencias de que está reventando todo el sistema capitalista internacional.
La crisis es tan grave que en Estados Unidos y Europa son los ricos los que suplican que por favor les cobren menos impuestos, pero son los dueños de las empresas que no quieren disminuir los precios o cambiar la dinámica de la producción o reformar el sistema financiero o aceptar el cobro de la Tasa Tobin de impuesto a las especulaciones bursátiles.
Sacrifican parte de sus fortunas personales a cambio de mantener sin cambios el sistema financiero y bursátil.
La crisis ha tenido ya un factor inesperado: la sociedad sale a las calles a protestar contra recortes, contra el desempleo y, sobre todo, contra las malas gestiones de las políticas económicas. Y ahí se localiza uno de los principales problemas: los gobiernos socialdemócratas no quieren sacrificar programas asistenciales, pero tampoco reordenar sus finanzas por altos déficit presupuestales.
El problema no se localiza en el gasto social, sino en las parciales políticas fiscales.
En el fondo, la actual fase de la crisis económica está poniendo en el centro del debate al Estado, su papel, sus funciones y sus gestiones. Pero se trata de un Estado mal administrado.
Espejos
La crisis de 2007-2008 llevó a los gobiernos progresistas a aumentar el gasto público para estimular el crecimiento y proteger a empresas y consumidores, pero sin incrementar los ingresos. Inclusive, el Fondo Monetario Internacional aprobó la decisión inusual de déficit presupuestal como estímulo al crecimiento; sólo que el PIB no se recuperó, el desempleo aumentó y ahora hay que pagar la factura del gasto anterior.
En las economías desarrolladas hay un déficit presupuestal que oscila entre 7 y 15%, cuando lo deseable son cifras de 2 por ciento.
Cuando los países del Tercer Mundo en los ochenta y noventa superaban cifras de déficit de 10%, el FMI obligaba a programas de ajuste con altos costos sociales. Hoy que el Primer Mundo (EU y Europa) revelan desajustes presupuestales, no quieren el ajuste.
Barack Obama, por ejemplo, se peleó con su Congreso porque le pusieron un techo a su deuda y con ello los republicanos lo obligaron a bajar gasto; pero carecía de alternativa. Hoy EU enfrenta más desempleo y más recesión.
El desafío es de modelo económico. Aunque México tiene ciertos mecanismos de defensa, de todos modos le dañará el chicotazo recesivo. Por eso es que debe debatirse aquí el modelo económico neoliberal nacional e internacional en el contexto de las elecciones presidenciales de 2012, pero pasma ver que los principales partidos están optando por el neoliberalismo o el populismo o el liberalismo-populista que ha dejado de funcionar.
Para 2012, México encara señales terminales del sistema político, del problema de seguridad y de la crisis económica. Pero no se ven signos de que partidos y precandidatos presenten un debate sobre los grandes problemas nacionales.
Si no hay una oferta de reforma integral, no va a importar quién gane las elecciones, sino de qué tamaño será la protesta social por la marginación y el desempleo.
México debe verse en el espejo de la crisis de EU, España e Italia
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