15 septiembre, 2011

Sinfonía global de dólares: tres años después, los bancos aún precisan asistencia

Pedro Calvo

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Ben S. Bernanke, presidente de la Reserva Federal y Jean Claude Trichet, presidente del BCE. Foto: archivo.

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Los principales bancos centrales del mundo han refrendado hoy la alianza que sellaron a finales de 2007 de proveer liquidez al sistema bancario de forma coordinada. Los mercados lo celebran, pero constata que, justo tres años después de la quiebra de Lehman Brothers, el sistema financiero mundial aún requiere asistencia.

La Reserva Federal (Fed) de EEUU, el Banco Central Europeo (BCE), el Banco de Inglaterra, el Banco de Suiza y el Banco de Japón, reencarnados en algo así como el séptimo de caballería, han anunciado un movimiento coordinado para reforzar el acceso a financiación en dólares a los bancos. Lo harán mediante unos préstamos a tres meses con los que buscarán paliar los problemas que están encontrando las entidades para obtener financiación en la divisa norteamericana.

El destino, siempre caprichoso, ha querido que esta maniobra de dimensión global haya coincidido con el tercer aniversario de la quiebra de Lehman Brothers, el suceso que partió en dos la crisis y le confirió gravedad histórica. Más allá de ser una anécdota, esta referencia temporal posee mucha más enjundia: certifica que, tres años, después el sistema bancario continúa sin poder caminar solo. Necesita asistencia, porque las entidades no se fían las unas de las otras; porque los cauces habituales de financiación -los mercados interbancarios- continúan atascados; y porque, sin esa ayuda, otros Lehman podrían aflorar.

En esta tesitura, los bancos centrales han optado por el mal menor. Es decir, por intervenir para evitar males mayores, consistentes en que los problemas de liquidez -esta vez, en dólares- deriven en otros más graves. Y al hacerlo de forma coordinada, ese movimiento puede insuflar ánimos a los inversores, que podrían recuperar cierto apetito por el riesgo al ver que los señores del dinero siguen ahí, al acecho, dispuestos a actuar si la situación lo requiere.

Pero es poco consuelo. Ocurre como con las intervenciones del BCE en los mercados de deuda pública. Su actuación contiene las tensiones y sus compras ayudan a evitar algo peor, pero no son una buena noticia, sino un claro síntoma de que las cosas no funcionan.

Los bancos centrales vienen actuando de forma extraordinaria y coordinada desde 2007. Han inyectado cientos de miles de millones de euros para atajar las tensiones de liquidez, han intercambiado divisas e incluso han llegado a rebajar los tipos de interés al unísono. Tampoco han sido menores -ni exentos de polémica- los esfuerzos de los Gobiernos para sostener sus respectivos sistemas bancarios. Pero pasa el tiempo. Y poco, o nada, cambia. La caída de Lehman Brothers vino acompañada de buenas intenciones. De refundaciones del capitalismo. De un nuevo mundo en la banca. De una nueva forma de gestionar. Palabras y más palabras. Pero los hechos, tozudos, mandan. Y los problemas siguen ahí. Y muchos de ellos están donde estaban hace tres años: en los balances de los bancos, con el matiz de que, ahora, a los activos inmobiliarios se añaden unos bonos otrora seguros -deuda pública soberana de países de la eurozona-, pero ahora peligrosos. Ya se sabe: lo que no mejora empeora. Y así seguimos.

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