16 septiembre, 2011

Algo de historia y de los estilos del viejo PRI

Francisco Estrada Correa

Ha sido por lo menos curiosa la actitud de los panistas ahora que tienen el poder. Se la pasan criticando a los priístas pero se la pasan igual, tratando de gobernar como ellos, imitando sus modos, sus estilos, aprovechando los vicios del viejo régimen para apuntalarse y asegurar su continuidad en el poder con discursos como ese que trata de convencernos de que en el priato “todo era corrupción”, que imperaba el amiguismo y el compadrazgo. Y lo peor es que dicho por señores como el titular de la secretaría de Hacienda, que sólo se explica que esté en ese sitial por su amistad con el Presidente en turno.


Eso no significa, como sugieren mañosamente los priístas, que lo que pasó antes haya estado mejor. ¿Quién era José López Portillo antes de llegar a la secretaría de Hacienda? ¿Qué méritos tenían para haber llegado al gabinete personajes como Rosa Luz Alegría, Eduardo Pesqueira, Esteban Moctezuma y, ya en el colmo, “el Negro” Durazo?


La verdad es que todos ellos fueron creaciones presidenciales sin más mérito que la amistad o el parentesco, la mayoría de las veces sin tener siquiera experiencia en las responsabilidades que se les encomendaron.


Pero que no nos vengan los panistas con que ellos son mejores, porque habría que recordarles algunos casos que ejemplifican muy bien que el amiguismo, la improvisación y el nepotismo, pero más aún la corrupción y la antidemocracia si bien no llegaron con los gobiernos del PAN bastante que han sido aprovechados y hasta estimulados por ellos.


¿Así que con qué cara se escandalizan hoy de los Moreira quienes han engendrado a las Gómez del Campo, a los Vicencio Tovar y a los Gómez Mont?


En fin, que esto viene a relación por el manejo que se está dando a la sucesión presidencial desde Los Pinos y al discurso –insisto- con el que se pretende arropar a quien a todas luces aparece como el “tapado” presidencial, que por un lado perora contra el regreso al pasado y por otro se beneficia y construye sus posibilidades exactamente igual como se construía a los ungidos por el “gran dedo” en los criticados gobiernos del PRI.


Me refiero a la manera como llegó a la presidencia Luis Echeverría, por ejemplo, una carrera hecha en los pasillos de Palacio, mediante un servilismo y una abyección que ha sido motivo de infinidad de anécdotas; o José López Portillo, cuyo único mérito fue ser amigo de la infancia de Echeverría; y un poco más atrás Miguel Alemán, encumbrado en un momento en el que las figuras populares eran militares pero como el Presidente en turno pensaba que su deber era “interpretar” lo que quería el pueblo y como según él el pueblo no quería más militares, decidió orientar su dedo hacia los civiles y organizar las elecciones para que esa interpretación se convirtiera en hecho.


Efectivamente, igual que ahora, en 1945 Manuel Avila Camacho tenía su favorito, dicen quienes lo conocieron que profesaba una auténtica “debilidad” por su joven secretario de Gobernación, pero como además le gustaba jugar el juego de la democracia, para imponerlo antidemocráticamente montó toda una simulación.


Dejó que se manifestaran los intereses políticos de varios aspirantes, hombres de la talla de Javier Rojo Gómez, Miguel Henríquez Guzmán, Jesús Agustín Castro y Ezequiel Padilla; alentó incluso las aspiraciones de alguno de ellos, dejó hasta que integraran sus grupos de apoyo, sólo que llegado el momento de la gran decisión los mandó llamar uno por uno y los hizo recular.


Desde luego que los Lozano, los Lujambio y los Cordero distan mucho de las biografías y el talento de aquellos personajes, pero los vicios y las mañas son los mismos. Contaba José C. Valadés que para asegurar su decisión el señor Avila Camacho simplemente llamó a los presidenciables y le hizo saber que el candidato era Alemán.


Así lo hizo con Henríquez, con Rojo Gómez, con Agustín Castro y con Padilla desde luego, pero éste último de plano se negó a declinar y se lanzó a una campaña desigual que acabó en fraude y con la obvia imposición del señalado por la voluntad presidencial.


Por cierto que Avila Camacho hizo en su quinto informe profesión de fe democrática y ofreció:


“Todos aquellos que, dentro de los términos legales, aspiren a contender en la lid de las próximas elecciones, gozarán, sean quienes fueren, de las garantías que ha de impartir el Ejecutivo a los ciudadanos para que su voluntad se defina nítidamente”.


Parte del ritual, claro, y una prueba más de lo confiable que en este país ha sido la palabra presidencial sobre todo en cuanto a elecciones se refiere.


Y así podríamos seguir nuestro recuento, que incluye a don Francisco I. Madero, nada menos que el “apóstol de la democracia”, quien siendo Presidente no sólo impuso como Vicepresidente a un amigo sino que se empeñó en que llegaran a los gobiernos de los estados puros revolucionarios y no titubeó en meter las manos en las elecciones de aquellos años.


Contaba Eduardo Correa que con motivo de las elecciones en Michoacán, habiendo ganado la gubernatura el Partido Católico, el jefe de la zona militar, el general Casso López, le dio el triunfo al candidato maderista, y cuando los líderes católicos acudieron a protestar ante el Presidente éste les contestó tranquilamente que la revolución tenía que ganar en Michoacán pero que reconocía que ellos debían tener alguna participación, por lo que sacando de la bolsa de su saco la planilla de diputados tachó algunos nombres y en su lugar puso el de los católicos.


Al menos Madero lo hacía abiertamente. Porque hay de estilos a estilos. Y si de hipocresía y engaños se trata, el maestro fue sin duda Adolfo Ruiz Cortines, quien podía jactarse de que engañó a todos en el juego de su sucesión.


Fue tan cínico que le hizo creer a Gilberto Flores Muñoz que él sería el elegido, y cuando no pasó esto y Flores le fue a reclamar, simplemente le dijo: “La perdimos, ‘pollo’ –así lo llamaba-, la perdimos”. Y a Adolfo López Mateos igual.


Según Luis Spota el entonces secretario del Trabajo le había platicado cómo supo que era el elegido: “Aproximadamente como un mes antes del destape –le confesó- en un acuerdo presidencial, don Adolfo (Ruiz Cortines) súbitamente me preguntó mi edad. Al yo decirle que 48 años, movió la cabeza negativamente expresando:


‘Muy joven, señor licenciado. Habrá que esperar; ya ve, yo llegué a los 62’.


Me sentí descartado y procuré resignarme. Al mes me citó en Los Pinos y sin mayor preámbulo me informó que al día siguiente iba yo a ser destapado… Mi sorpresa fue mayúscula… ¿Por qué –le dije- hace un mes me descartó usted? ‘Me faltaba una prueba –me contestó-: sus reacciones a la adversidad, pero, además, no era conveniente que usted se enterara con tanta anticipación’”.


¡Así se hacían los Presidentes en la era del PRI! Y cuando uno recuerda esto no puede menos que concluir en que hay un dejo ruizcortiniano en lo que pasa hoy. Es tan parecido, que entre algunos panistas existe la certidumbre de que Felipe Calderón optará finalmente por apoyar a un candidato ajeno a su partido y en la izquierda hay quien se hace cruces esperando que salga de sus filas ese favorecido.


No por nada, a sabiendas de sus prácticas, el ex priísta Juan José Rodríguez Prats, quien es hoy ideólogo del PAN, escribió a manera de conclusión en su biografía de Ruiz Cortines: “Fue un político que le imprimió a su carrera la devoción por los principios morales”.


Sí claro, de la moral del viejo PRI que es, claramente, la moral de algunos panistas, ya que para nadie es un secreto que entre la clase política actual más de uno quisiera emular a aquellos viejos políticos. Y los tiene como ejemplo.


Es decir, que efectivamente con estos métodos es muy posible que a cualquiera se le encumbre como Presidente. Que, como dice Andrés Manuel López Obrador, “hasta una vaca gane”. Porque si es malo el método, peor aún es a quien puede acabar por beneficiar.


Pues al menos en los años del PRI había entre los priístas mucha gente de talento, brillante, políticos que entendían lo que era la política, pero ahora, a lo más a que podemos aspirar es a que de los panistas llegue el menos mediano. Basta ver su pasarela.

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