El caso Candela y las manchas de un fracaso anunciado. Promiscuidad, negligencia, organización criminal y abandono bajo la sospecha que lleva a juzgar.
La complejidad de la Argentina termina siendo, para la sociología, una contradicción en sí misma. Un festín necrológico. Una estado de situación caótico que nos nutre. Que agudiza los sentidos para adentrarnos en un análisis inagotable que se enriquece con las diferentes posturas y que derrama miserias por doquier.
Nos ubica en la tragedia de la moral y los valores. En esta Argentina de Hamlet entremezclada con un estado de naturaleza hobbesiano que se encuentra a la espera de que lo peor, suceda. Y en esa espera consciente parece que nada puede ser evitable si desde arriba, no se nos protege.
Y la espera no es vana. Lo peor, llega.
Así es como la cotidianeidad está marcada por el pulso de la violencia, por lo general, seguida de muerte.
EL CASO CANDELA
Antes del secuestro de Candela, existían, en el país, cientos de niños desaparecidos que no contaban hasta entonces con la mediatización de sus respectivos casos. Que no habían trascendido de las organizaciones que, generosa y comprometidamente, se ocupan de su búsqueda y difusión con los medios que les dan cabida.
El 22 de agosto, cuando se produce la desaparición de Candela, se inicia un proceso de desinteligencias operativas en el seno de la Policía, la Justicia y el Gobierno. La búsqueda de la niña tomo estado público inmediato y la solidaridad no se hizo esperar. La unidad de los vecinos, la fe y la movilización de una estructura de sentimientos que tiene que ver con el proceso natural de la sociedad argentina aparecían reiteradamente.
Cada día representaba el desasosiego de la eternidad sin futuro. Para los analistas y para quienes trabajamos con el tema de la seguridad, significaba además de angustia, una señal de desarrollo del Crimen Organizado que volvía a poner en evidencia lo insustancial de nuestras Fuerzas de Seguridad.
Trata de personas y Narcotráfico fueron protagonistas del caos que desde un principio despejaba una situación articulada. No aleatoria. Por momentos, parecía que el secuestro se esperaba. Que el factor sorpresa no tenía cabida y que la movilidad al interior de la familia –que logró alcanzar el encuentro con Presidente– sabía para donde iba.
Pasaban los días y mientras Candela no aparecía el espectro de las sospechas se volvía odioso. La mirada inquisidora apuntaba a la familia. A una madre que en sus relatos mediáticos le hablaba a alguien. Como si conociera al captor. A un padre preso que en primera instancia no aportó datos y luego, ante la fatalidad, se desató con nombres y temores.
Un entramado de discordia. Un círculo de ocultamiento, bandas, cárcel, narcos, alimentado por la génesis de la promiscuidad familiar y cierta complicidad.
LA COMPLICIDAD, El JUZGAR Y EL FRACASO
Con exonerados de la Bonaerense que organizan bandas; con pandillas existentes relacionadas al Narcotráfico y con el hallazgo del cuerpo de Candela, el déficit del “armado” de la seguridad en la Provincia de Buenos Aires rebalsa de falacias, oscuridad y la certeza de que el extenso territorio provincial tiene BANDERA NARCO.
Así es como las especulaciones de los Ministros De Seguridad y los Gobiernos, fueron las causas de que Argentina se Centroamericanice en materia criminal. Con nuestra propia idiosincrasia, así como con nuestras características de reordenamiento local.
Son los hechos trágicos y constantes los que nos permiten dudar y juzgar. Porque el juzgar, aunque sea reprobado por intelectuales ensimismados en criterios técnicos, es algo que se encuentra en la condición humana. Juzgar es preciso como relató Thomas Mann en “La montaña mágica”. “Para eso nos ha dado la naturaleza ojos y cerebro”.
El juzgar tiene que ver con esa “vena didáctica” que combina el humanismo con la pedagogía. Una vena a la que no podemos escapar porque de hacerlo, no podríamos atender mediante la observación, la premisa de que Argentina, al tiempo que tenía modelos demostrativos de potabilidad de gestión; optó por ser espejo de lo peor de la región. Narco Maras.
En el 2011, con el caso Candela, Argentina se agudiza en el Fracaso de la Seguridad y se Consagra el Narcotráfico.
Un caso que tiene una dinámica confusa y odiosa porque a través de las peripecias se desprende lo inexacto del tiempo. La debilidad de un continente emocional, la protección íntima de una niña a destiempo.
Emerge, además, que el plan jactancioso de seguridad es un mito. Que la policía vuelve a fracasar. Que el Conurbano es otra vez testigo y protagonista de muerte.
MÁS ALLÁ DEL NARCOTRÁFICO
En el caso Candela hay un más allá del Narcotráfico. Los Narcotraficantes no van por el pequeño eslabón cuando se trata de ajustes. Es decir, el Narco es una vertiente más. Las otras vertientes se ven en el discurso de la familia, los antecedentes de la misma y las características del crimen. Una niña que en cautiverio tuvo, aparentemente, cuidados para luego matarla. Una contradicción más.
Estamos, evidentemente, ante organizaciones criminales. Pandillas articuladas. Conexiones entre el afuera y el adentro. La cárcel. Directivas mafiosas.
VILLA COREA
Es un barrio de alrededor de seis manzanas ubicado en San Martín, Provincia de Buenos Aires. En los últimos 5 años su crecimiento fue vertiginoso, ya que embriones de Maras y Narcos encontraron en el mismo un centro de operaciones y de refugio. A lo que se le debe sumar un fuerte flujo migratorio golondrina de Narcos mexicanos, bolivianos y peruanos entrecruzados con los Narcos argentinos.
Hoy, este barrio se encuentra bajo el panóptico social aunque no es una novedad para la Policía ni tampoco para los estudiosos en temas de seguridad. Ocurre, que al igual que muchos barrios del bárbaro Conurbano, Villa Corea, es omitida por complicidad.
BANDAS PARALELAS en un barrio cerrado de Narcos.
Porque así como Guatemala y México en su nivel Maras se alían con Zetas, Kaibiles y Narcos; nuestras ya Maras tienen vínculos con los apartados de la Policía Bonaerense y Federal.
Villa Corea es un aguantadero de tráfico y trata de personas. Sus habitantes de pobreza y trabajo, ni siquiera tiene la decisión de irse. Viven amenazados. Un barrio en donde la entrada de los nuevos es casi imposible y la salida de los pobres, casi una utopía.
FINAL CON CONSTATACIÓN
Se asoma una intimidad escabrosa. Una niñez en riesgo. Los móviles de la investigación conducen a un estado de relajo. Lo de Candela sentará un precedente, sobre todo, social. La solidaridad que se siente defraudada, la falta de rigor oficial y el abandono.
Lo de Candela no es un hecho más de inseguridad. Es la constatación de que el Crimen Organizado está en Argentina con logística y economía.
El homicidio de Candela es el epílogo que criminaliza, por negligencia, complicidad e inútil gestión, a todos los Gobiernos que construyeron el actual Conurbano Bonaerense.
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