17 septiembre, 2011

Argentina: Consagración del Narcotráfico

El caso Can­dela y las man­chas de un fra­caso anun­ciado. Pro­mis­cui­dad, negli­gen­cia, orga­ni­za­ción cri­mi­nal y aban­dono bajo la sos­pe­cha que lleva a juzgar.

La com­ple­ji­dad de la Argen­tina ter­mina siendo, para la socio­lo­gía, una con­tra­dic­ción en sí misma. Un fes­tín necro­ló­gico. Una estado de situa­ción caó­tico que nos nutre. Que agu­diza los sen­ti­dos para aden­trar­nos en un aná­li­sis inago­ta­ble que se enri­quece con las dife­ren­tes pos­tu­ras y que derrama mise­rias por doquier.

Nos ubica en la tra­ge­dia de la moral y los valo­res. En esta Argen­tina de Ham­let entre­mez­clada con un estado de natu­ra­leza hob­be­siano que se encuen­tra a la espera de que lo peor, suceda. Y en esa espera cons­ciente parece que nada puede ser evi­ta­ble si desde arriba, no se nos protege.

Y la espera no es vana. Lo peor, llega.

Así es como la coti­dia­nei­dad está mar­cada por el pulso de la vio­len­cia, por lo gene­ral, seguida de muerte.

EL CASO CANDELA

Antes del secues­tro de Can­dela, exis­tían, en el país, cien­tos de niños des­a­pa­re­ci­dos que no con­ta­ban hasta enton­ces con la media­ti­za­ción de sus res­pec­ti­vos casos. Que no habían tras­cen­dido de las orga­ni­za­cio­nes que, gene­rosa y com­pro­me­ti­da­mente, se ocu­pan de su bús­queda y difu­sión con los medios que les dan cabida.

El 22 de agosto, cuando se pro­duce la desa­pa­ri­ción de Can­dela, se ini­cia un pro­ceso de desin­te­li­gen­cias ope­ra­ti­vas en el seno de la Poli­cía, la Jus­ti­cia y el Gobierno. La bús­queda de la niña tomo estado público inme­diato y la soli­da­ri­dad no se hizo espe­rar. La uni­dad de los veci­nos, la fe y la movi­li­za­ción de una estruc­tura de sen­ti­mien­tos que tiene que ver con el pro­ceso natu­ral de la socie­dad argen­tina apa­re­cían reiteradamente.

Cada día repre­sen­taba el desa­so­siego de la eter­ni­dad sin futuro. Para los ana­lis­tas y para quie­nes tra­ba­ja­mos con el tema de la segu­ri­dad, sig­ni­fi­caba ade­más de angus­tia, una señal de desa­rro­llo del Cri­men Orga­ni­zado que vol­vía a poner en evi­den­cia lo insus­tan­cial de nues­tras Fuer­zas de Seguridad.

Trata de per­so­nas y Nar­co­trá­fico fue­ron pro­ta­go­nis­tas del caos que desde un prin­ci­pio des­pe­jaba una situa­ción arti­cu­lada. No alea­to­ria. Por momen­tos, pare­cía que el secues­tro se espe­raba. Que el fac­tor sor­presa no tenía cabida y que la movi­li­dad al inte­rior de la fami­lia –que logró alcan­zar el encuen­tro con Pre­si­dente– sabía para donde iba.

Pasa­ban los días y mien­tras Can­dela no apa­re­cía el espec­tro de las sos­pe­chas se vol­vía odioso. La mirada inqui­si­dora apun­taba a la fami­lia. A una madre que en sus rela­tos mediá­ti­cos le hablaba a alguien. Como si cono­ciera al cap­tor. A un padre preso que en pri­mera ins­tan­cia no aportó datos y luego, ante la fata­li­dad, se desató con nom­bres y temores.

Un entra­mado de dis­cor­dia. Un círculo de ocul­ta­miento, ban­das, cár­cel, nar­cos, ali­men­tado por la géne­sis de la pro­mis­cui­dad fami­liar y cierta complicidad.

LA COM­PLI­CI­DAD, El JUZ­GAR Y EL FRACASO

Con exo­ne­ra­dos de la Bonae­rense que orga­ni­zan ban­das; con pan­di­llas exis­ten­tes rela­cio­na­das al Nar­co­trá­fico y con el hallazgo del cuerpo de Can­dela, el défi­cit del “armado” de la segu­ri­dad en la Pro­vin­cia de Bue­nos Aires rebalsa de fala­cias, oscu­ri­dad y la cer­teza de que el extenso terri­to­rio pro­vin­cial tiene BAN­DERA NARCO.

Así es como las espe­cu­la­cio­nes de los Minis­tros De Segu­ri­dad y los Gobier­nos, fue­ron las cau­sas de que Argen­tina se Cen­troa­me­ri­ca­nice en mate­ria cri­mi­nal. Con nues­tra pro­pia idio­sin­cra­sia, así como con nues­tras carac­te­rís­ti­cas de reor­de­na­miento local.

Son los hechos trá­gi­cos y cons­tan­tes los que nos per­mi­ten dudar y juz­gar. Por­que el juz­gar, aun­que sea repro­bado por inte­lec­tua­les ensi­mis­ma­dos en cri­te­rios téc­ni­cos, es algo que se encuen­tra en la con­di­ción humana. Juz­gar es pre­ciso como relató Tho­mas Mann en “La mon­taña mágica”. “Para eso nos ha dado la natu­ra­leza ojos y cerebro”.

El juz­gar tiene que ver con esa “vena didác­tica” que com­bina el huma­nismo con la peda­go­gía. Una vena a la que no pode­mos esca­par por­que de hacerlo, no podría­mos aten­der mediante la obser­va­ción, la pre­misa de que Argen­tina, al tiempo que tenía mode­los demos­tra­ti­vos de pota­bi­li­dad de ges­tión; optó por ser espejo de lo peor de la región. Narco Maras.

En el 2011, con el caso Can­dela, Argen­tina se agu­diza en el Fra­caso de la Segu­ri­dad y se Con­sa­gra el Narcotráfico.

Un caso que tiene una diná­mica con­fusa y odiosa por­que a tra­vés de las peri­pe­cias se des­prende lo inexacto del tiempo. La debi­li­dad de un con­ti­nente emo­cio­nal, la pro­tec­ción íntima de una niña a destiempo.

Emerge, ade­más, que el plan jac­tan­cioso de segu­ri­dad es un mito. Que la poli­cía vuelve a fra­ca­sar. Que el Con­ur­bano es otra vez tes­tigo y pro­ta­go­nista de muerte.

MÁS ALLÁ DEL NARCOTRÁFICO

En el caso Can­dela hay un más allá del Nar­co­trá­fico. Los Nar­co­tra­fi­can­tes no van por el pequeño esla­bón cuando se trata de ajus­tes. Es decir, el Narco es una ver­tiente más. Las otras ver­tien­tes se ven en el dis­curso de la fami­lia, los ante­ce­den­tes de la misma y las carac­te­rís­ti­cas del cri­men. Una niña que en cau­ti­ve­rio tuvo, apa­ren­te­mente, cui­da­dos para luego matarla. Una con­tra­dic­ción más.

Esta­mos, evi­den­te­mente, ante orga­ni­za­cio­nes cri­mi­na­les. Pan­di­llas arti­cu­la­das. Cone­xio­nes entre el afuera y el aden­tro. La cár­cel. Direc­ti­vas mafiosas.

VILLA COREA

Es un barrio de alre­de­dor de seis man­za­nas ubi­cado en San Mar­tín, Pro­vin­cia de Bue­nos Aires. En los últi­mos 5 años su cre­ci­miento fue ver­ti­gi­noso, ya que embrio­nes de Maras y Nar­cos encon­tra­ron en el mismo un cen­tro de ope­ra­cio­nes y de refu­gio. A lo que se le debe sumar un fuerte flujo migra­to­rio golon­drina de Nar­cos mexi­ca­nos, boli­via­nos y perua­nos entre­cru­za­dos con los Nar­cos argentinos.

Hoy, este barrio se encuen­tra bajo el pan­óp­tico social aun­que no es una nove­dad para la Poli­cía ni tam­poco para los estu­dio­sos en temas de segu­ri­dad. Ocu­rre, que al igual que muchos barrios del bár­baro Con­ur­bano, Villa Corea, es omi­tida por complicidad.

BAN­DAS PARA­LE­LAS en un barrio cerrado de Narcos.

Por­que así como Gua­te­mala y México en su nivel Maras se alían con Zetas, Kai­bi­les y Nar­cos; nues­tras ya Maras tie­nen víncu­los con los apar­ta­dos de la Poli­cía Bonae­rense y Federal.

Villa Corea es un aguan­ta­dero de trá­fico y trata de per­so­nas. Sus habi­tan­tes de pobreza y tra­bajo, ni siquiera tiene la deci­sión de irse. Viven ame­na­za­dos. Un barrio en donde la entrada de los nue­vos es casi impo­si­ble y la salida de los pobres, casi una utopía.

FINAL CON CONSTATACIÓN

Se asoma una inti­mi­dad esca­brosa. Una niñez en riesgo. Los móvi­les de la inves­ti­ga­ción con­du­cen a un estado de relajo. Lo de Can­dela sen­tará un pre­ce­dente, sobre todo, social. La soli­da­ri­dad que se siente defrau­dada, la falta de rigor ofi­cial y el abandono.

Lo de Can­dela no es un hecho más de inse­gu­ri­dad. Es la cons­ta­ta­ción de que el Cri­men Orga­ni­zado está en Argen­tina con logís­tica y economía.

El homi­ci­dio de Can­dela es el epí­logo que cri­mi­na­liza, por negli­gen­cia, com­pli­ci­dad e inú­til ges­tión, a todos los Gobier­nos que cons­tru­ye­ron el actual Con­ur­bano Bonaerense.

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