Detesto las revistas de sociales. Me parecen de una frivolidad insoportable. No entiendo cómo puede haber gente que le guste salir en ellas, mucho menos que hasta paguen por eso. En un país como México, con más de 50 millones de pobres, son una grosería. Resulta vergonzoso que la gente presuma su vida privada de esta manera. Creo que algún día le escuché a José Woldenberg decir que una de estas revistas era la publicación más sediciosa que había visto en su vida. El comentario me pareció muy atinado porque efectivamente, después de hojearlas —uno nunca las lee porque lo que importan son las fotografías—, dan ganas de irse a la sierra a comenzar la Revolución en contra de la élite ahí retratada.
Como me causan tanto escozor, no las veo. Sin embargo, producto de no sé qué promoción, a mi casa llega Quién del Grupo Expansión. Como llegaban las revistas, las tiraba a la basura. Hasta que me di cuenta de que siempre había artículos de políticos mexicanos. Al parecer es una nueva tendencia de nuestra clase gobernante el compartir las páginas con la farándula, los grandes empresarios y la insufrible aristocracia europea.
Gracias a Quién, en los últimos números me he enterado de que Marcelo Ebrard ya tiene novia, de quién fue a la última fiesta de cumpleaños del presidente Calderón y también a la de su vocera, Alejandra Sota. Como diría mi admirado Gil Gamés, después de ver estos reportajes, lo único que me quedó fue tomarme medio Tafil.
Sin embargo, nada como el Quién que está circulando ahora. Hay un artículo titulado Bellas que legislan. Sí, escuchó usted bien: Bellas que legislan. ¿El subtítulo? Una sonrisa convence más que mil discursos. He ahí la solución a la parálisis legislativa del país: que los partidos escojan legisladoras que sonrían reteharto.
El artículo afirma: “Las hay jóvenes que incursionan en la clase política y las infaltables pioneras en la apertura de espacios para la mujer. Sus sonrisas son parte del capital con que han conquistado a los electores y su presencia ha trasformado el rostro del Congreso. Gracias a ellas, en los recintos legislativos se respira un toque de glamour y belleza femenina”. Vaya forma de descalificar, de un plumazo, a la política pero, sobre todo, a la participación de las mujeres en ella.
Un “grupo de expertos” (editores de Elle, Instyle, Quién y Life & Style) calificó a 11 legisladoras con cinco criterios que aparecen en barritas de color rosa: poder, carisma, estilo, appeal y coquetería. Aparte de la calificación, aparece una ficha para cada legisladora. Gracias a ellas nos enteramos de que Ninfa Salinas (del Partido Verde) es “una de las solteras más codiciadas del país”. Que Amira Gómez (PRI) “maneja un perfil discreto”. Que Rosario Green (PRI) ha viajado mucho lo cual se refleja en su “estilo de vestir”. Que Gabriela Cuevas (PAN) “quiere gobernar la capital”. Que Leticia Quezada (PRD) es “fiel a la causa de AMLO”. Que Alma Carolina Viggiano (PRI) “está casada con Rubén Moreira”. Que Marcela Guerra (PRI) “ha demostrado cierto talentillo en la conducción de televisión”. Que María Novoa (PAN) “es madre de tres hijos y esposa de Alberto Cárdenas”. Que Rosario Brindis (PVEM) es reconocida por “su atractivo físico”. Que Claudia Ruiz Massieu Salinas “es hija de José Francisco Ruiz Massieu y Adriana Salinas de Gortari”. Que María del Pilar Torre destaca por sus rizos “que en el pleno hacen suspirar a más de uno”.
Vaya frivolidad. Me va a disculpar Gil Gamés, pero en esta ocasión en lugar de medio Tafil tuve que tomarme uno completo. ¡Qué manera de denigrar a la política, pero sobre todo a la mujer! El artículo remata con un recuadro que lo resume todo: “Y porque la belleza y la política no están peleadas, a los pocos meses de haber llegado al cargo, las actuales senadoras propusieron tener un salón de belleza con los mejores equipos y profesionales siempre a su disposición. Esta propuesta se hará realidad en la nueva sede del Senado en el mes de octubre. ¡Consentidas las reinas!” Lo dicho: a la sierra a hacer la Revolución.
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