26 septiembre, 2011

Bordada a la izquierda de Obama

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por Manuel Suárez-Mier

Manuel Suárez-Mier es Profesor de Economía de American University en Washington, DC.

Después de pretender seguir una agenda centrista para enfrentar la crítica situación por la que atraviesa la economía de su país, Barack Obama acaba de dar un golpe de timón con la más reciente propuesta que ha planteado para enfrentar el marasmo en el que se encuentra su economía.

Se trata de un plan para crear empleos con mayor gasto público y subsidios a sectores favoritos por $500.000 millones, financiado con impuestos a los “millonarios y billonarios” contra los que ha lanzado una invectiva retórica como el tema central de su campaña reelectoral.

Después de haber concentrado la atención de su gobierno en impedir la implosión de la economía, que se desmoronaba a ojos vista, y de lograr la aprobación legislativa de un ambicioso plan de cobertura médica, equivalente a estatizar el 20% del PIB, Obama intentó en el último año ubicarse en el centro del espectro político para atender la falta de dinamismo económico.

Habiendo fracasado en estimular la economía y en abatir una tasa de desempleo superior al 9% de la fuerza de trabajo con su primer programa de gasto y reducción de impuestos por casi $800.000 millones, la debacle que sufrió su partido en las elecciones parlamentarias del año pasado lo obligó a atender el problema de la deuda pública creciente.

Creó una comisión bipartidista con l8 integrantes que propuso un buen plan para balancear las finanzas públicas en el mediano plazo, que incluía reformas a fondo al desastroso sistema impositivo imperante, cortes profundos al gasto público, incluyendo vacas sagradas como programas de cobertura médica y de seguridad social, sin lo cual no es posible corregir la creciente deuda.

Sin embargo, la Casa Blanca no presionó a sus aliados clave en la Comisión aludida para que votaran por el proyecto que fue derrotado con 11 votos a favor —se requerían 14 para enviarlo al pleno del Congreso que se había comprometido a votarlo sin enmiendasDespués de pretender seguir una agenda centrista para enfrentar la crítica situación por la que atraviesa la economía de su país, Barack Obama acaba de dar un golpe de timón con la más reciente propuesta que ha planteado para enfrentar el marasmo en el que se encuentra su economía.

Se trata de un plan para crear empleos con mayor gasto público y subsidios a sectores favoritos por 500 mil millones de dólares, financiado con impuestos a los “millonarios y billonarios” contra los que ha lanzado una invectiva retórica como el tema central de su campaña reelectoral.

Después de haber concentrado la atención de su gobierno en impedir la implosión de la economía, que se desmoronaba a ojos vista, y de lograr la aprobación legislativa de un ambicioso plan de cobertura médica, equivalente a estatizar el 20% del PIB, Obama intentó en el último año ubicarse en el centro del espectro político para atender la falta de dinamismo económico.

Después de otros varios intentos fallidos de trabajar con un Congreso dividido para elevar el techo de la deuda pública a cambio de ambiciosos recortes al gasto del gobierno, el presidente dio un giro radical.

El inicio de su campaña política ocurrió ante una sesión conjunta del Congreso en la que anunció un nuevo plan de “estímulo” económico —aunque sin usar esa palabra, completamente desprestigiada por el fracaso del anterior—, pero ahora sin fondearlo con más deuda.

La retórica que usó en esa arenga, reminiscente de sus discursos de campaña y de las oraciones de los predicadores evangélicos negros que recurren a la constante repetición del tema central, en este caso apelando en 17 ocasiones a los legisladores a que aprobaran su iniciativa de ley, sirvió para lanzar su campaña con el tema de crear empleos, más empleos, muchos empleos.

La sorpresa vino cuando reveló cómo pensaba financiar su nuevo programa: elevar las tasas impositivas al ingreso de los “ricos” y, en lugar de cerrar los numerosos hoyos y deducciones que tiene el sistema tributario, los amplía para apoyar sus temas favoritos, como crear “empleos verdes”.

Una vez que se eliminan los trucos contables y la espuma retórica del plan para crear empleos y su financiamiento, que me temo fracasarán en su cometido al igual que el primer paquete de “estímulo,” lo que queda claro es cual es su estrategia reelectoral.

En esencia, se trata de recuperar a los segmentos más radicales de su partido, que ahora les ha dado por llamarse “progresistas” como a principios del siglo pasado, y buscar el apoyo de las minorías étnicas, cuya devoción se había erosionado gravemente al haberse movido Obama hacia el centro.

Está por verse si el desplome en la popularidad del presidente que indican las encuestas, se puede revertir con esta estrategia en la que no queda claro cómo piensa cortejar el voto moderado de la gran mayoría de los estadounidenses que se consideran independientes de los dos partidos políticos principales.

Es dudoso que pueda restaurar el apoyo de los hispanos del que gozó en el 2008, cuando la política de deportaciones masiva de indocumentados de su gobierno supera los récords históricos de cualquier administración previa y al haber fallado en su promesa de campaña de promover la reforma migratoria.

La prueba de fuego estará en ver si Obama consigue abatir el desempleo en el poco más de un año que falta para los comicios, sobre todo con el desastre de la deuda en Europa a punto de entrar en una fase más crítica, y la propia recesión de EE.UU. a la que no se le ve un final pronto ni feliz.

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