Las víctimas son detenidas en falsos retenes... y es lo último que se sabe; las autoridades no han podido resolver los casos
Claudia SoleraEn la mayoría de los casos, lo último que se sabe de los desaparecidos es que cruzaron la caseta de Sabinas Hidalgo, municipio de Nuevo León controlado por Los Zetas, y luego que los detuvo un falso retén. Después, las personas simplemente se esfuman.
Las familias se quedaron en la incertidumbre total: sus parientes no aparecen y las autoridades se han revelado incapaces de solucionar los casos.
Excélsior documentó cuatro hechos similares, ocurridos en 2010 y 2011.
El 27 de enero de este año, Alejandro Moreno salió del Distrito Federal rumbo a Laredo.
Pasó por Monterrey y, a las 8:55 de la noche, la videocámara de la caseta de Sabinas Hidalgo registró su pago. Minutos después, Alejandro utilizó una aplicación de Facebook para que quedaran registradas las coordenadas de su localización. “Estoy segura que lo hizo cuando vio al retén o sintió peligro”, comenta su mamá, Lucía Baca. Después, nada.
Y éste es el caso de Ismael: “Iba hablando por celular con un primo, cuando le dijo que tenía que colgar, pues estaba muy cerca de un retén”, explica don Vicente, su padre. Es la última pista.
El caso de Andrés parece una calca: Su mamá hablaba con él por teléfono. “Le pregunté ‘¿Por dónde vas?’, y me dijo: ‘Ya estoy cerca de Nuevo Laredo, pero qué crees, chule, hace como 20 minutos me agarró un retén y me pidieron 200 pesos’”. El enlace se cortó cuando su hijo gritó: “¡Nos vienen siguiendo!”
El crimen los borra del mapa
Desde su desaparición, nadie, ni sus familiares ni autoridad alguna, tiene una sola pista de su paradero, es como si se los hubiera tragado la tierra, no dejaron rastro; son varios casos y todos con un común denominador: iban en camino a Texas, por carreteras de Nuevo León y Tamaulipas...
Los Zetas han convertido en un Triángulo de las Bermudas un tramo carretero entre Nuevo León, Tamaulipas y Laredo, Texas. Así como a principios del siglo XX desapareció cuanto marino navegó por aquella zona, hoy presuntos sicarios han esfumado a decenas de víctimas que conducen sobre la autopista Monterrey-Nuevo Laredo o Reynosa-Nuevo Laredo. Es como si la misma tierra se los hubiera tragado y ninguna autoridad da pista alguna de qué sucedió con ellos o con sus automóviles.
Excélsior documentó cuatro casos y, en la mayoría, lo último que supieron sus familiares es que cruzaron la caseta de Sabinas Hidalgo, municipio de Nuevo León controlado por Los Zetas, y después que los detuvo un falso retén.
Eran las seis de la mañana del 27 de enero de 2011 y Alejandro Moreno Baca ya había puesto las maletas en la cajuela de un Mazda Rojo, 2007, placas 197 VTC. Nada más le faltaba la bendición de sus papás para emprender su viaje a Laredo. Era la primera vez que visitaría esa ciudad texana y cruzaría solo en automóvil el norte del país para disfrutar unas merecidas vacaciones.
Antes de llegar a Laredo, haría una parada en Monterrey para comer con un compañero de la universidad (del Tecnológico de Monterrey, Campus Ciudad de México). Alejandro, de 33 años, estaba en la cúspide profesional. Trabajaba en una de las mejores empresas de sistemas a nivel mundial, IBM, como ingeniero en computación, con un horario de oficina y descansando los fines de semana.
El itinerario era perfecto. Alejandro hizo exactamente las horas que calculó del Distrito Federal a Monterrey. Comió con su amigo entre las cuatro y seis de la tarde en el restaurante Sierra Madre, del municipio San Pedro Garza García, y a las 7:28 de la noche ya estaba otra vez rumbo a Laredo. “Este tránsito está tan pesado, que está mejor la ciudad de la esperanza”, escribió Alejandro por Facebook, comparando la hora pico de la ciudad regiomontana con la del DF.
A las 8:55 de la noche, la videocámara de la caseta de Sabinas Hidalgo registró su pago y minutos después Alejandro utilizó una aplicación de Facebook para iPhone para que quedaran registradas las coordenadas de su localización. “Estoy segura que lo hizo cuando vio al retén o sintió peligro”, comenta su mamá, Lucía Baca.
Las coordenadas quedaron marcadas en la autopista número 2 (en su tramo Sabinas Hidalgo-Nueva Ciudad Guerrero), en la intersección con la intermunicipal número 21 (Vallecillo, San Carlos, Palo Alto), en Nuevo León.
“En efecto, dicho tramo carretero está considerado, por las propias autoridades, como muy peligroso”, dice Alfonso Moreno, padre de Alejandro.
El 30 de enero, don Alfonso llamó a Atención Ciudadana de la Secretaría de Marina y el teniente Granados, quien lo atendió, le confesó primero sobre la peligrosidad de esta zona y le advirtió también de cuidarse de las policías ministeriales y estatales.
La familia Moreno Baca es de las pocas que tienen una recreación de hechos del día que desapareció su hijo. A pesar de que la información es escasa, a comparación de los otros casos documentados por Excélsior, son quienes más detalles tienen, gracias a que su hijo usó las redes sociales e internet para dejar rastro de su ubicación.
Si la familia Moreno Baca hubiera esperado a que las autoridades respondieran sobre la línea de investigación, estarían hoy como el primer día, sin nada.
Y eso que han ido a parar hasta a Los Pinos con tal de encontrar a Alejandro, pasando por el Senado, por organismos de Derechos Humanos, por la Procuraduría General de la República, por Caminos y Puente Federales, por la Procuraduría Estatal de Monterrey, por el Ejército, por la Secretaría de Marina y por varios ministerios públicos: Monterrey, San Pedro Garza García, Sabinas Hidalgo, Nuevo Laredo, etcétera. Y ninguna dependencia ha resuelto esta investigación.
Tuvo que colgar... estaba muy cerca de un retén...
“En qué bastón me apoyo para buscar a mi’jo, si no tengo nada. Puse la denuncia en Reynosa, en Nuevo Laredo, en Monterrey, en Sabinas Hidalgo, y no sé nada”, reclama don Vicente, como pide que le llamemos, por miedo a represalias. Vive en Nuevo Laredo, donde asegura que ahí los criminales son como las hormigas, “uno levanta una piedra y salen por montones”.
Lo último que supo de Ismael, ingeniero en sistemas de 37 años, es que salió de Saltillo hacia Nuevo Laredo el primero de marzo de 2010 y que ya había cruzado la caseta de Sabinas Hidalgo. “Iba hablando por celular con un primo, cuando le dijo que tenía que colgar, pues estaba muy cerca de un retén”, explica don Vicente. Con esta recreación que detalló en menos de un minuto ha tenido que vivir los últimos 18 meses para entender qué sucedió con su hijo.
“Somos un papel más”
Y las esperanzas para estas familias de que las autoridades actúen y emprendan una verdadera búsqueda en los municipios de Nuevo León y Tamaulipas para hallar a sus hijos, se reducen al conocer la historia de Yadira Carrizales, la esposa de un policía ministerial de San Pedro Garza García, que perdió a su pareja en la autopista Monterrey-Nuevo Laredo, el 21 de enero de 2011, y hasta hoy ni siquiera conoce el tramo exacto, de entre 126 kilómetros, de dónde se extravió.
“Me han dejado a mi suerte. Uno se da cuenta de que no sirvieron los cuatro años que (Perfecto Guzmán) estuvo ahí (en la Policía Ministerial)”, afirma Yadira.
Su esposo (en su día libre) iba hacia Laredo a las nueve de la mañana con Miriam Guadalupe Alemán, una compañera de la unidad deportiva, para comprar la ropa que usarían en el próximo maratón. Hasta hoy tampoco se sabe de ella ni de su carro: Bora, color negro, modelo 2006, placas SHD 1262.
“Sí me reciben sus jefes y me prestan la atención, pero el caso de mi esposo lo archivaron como uno más. Somos un papel más”, asegura Yadira. Los únicos datos que la Policía Ministerial le dio de Perfecto es que cruzó la caseta Sabinas Hidalgo, pero nunca llegó a Estados Unidos.
“Me agarró un retén... ¡Nos vienen siguiendo!”
Cuando doña María Ignacia González Vega llamó a Mónica, manager de su hijo Andrés, para saber si ya se había reportado a la empresa transportista Swift, donde trabajaba en Laredo desde hacía nueve años, y les contestó que no, “sentí morirme”, cuenta.
El 27 de marzo de 2011, Andrés Ascención Téllez González y su acompañante Braulio Hernández Bravo salieron a las cuatro de la mañana de su pueblo natal, Chignahuapan, Puebla, rumbo a Laredo, en una camioneta Pick Up modelo 1993, tipo Ranger, color blanca, con placas número SE41237. Andrés iba a renunciar a su trabajo en Estados Unidos, donde es residente, y a recoger sus pertenencias, porque este año regresaría a México para estar cerca de su novia Selene Cobato, durante su primer embarazo.
Doña María sintió morirse durante esa conversación con la manager, porque estaba segura de que algo malo había ocurrido con Andrés. El mismo 27 de marzo recibió una llamada de su hijo a las 8:40 pm, donde le aseguró que estaba bien, pero a los 25 minutos entró otra llamada. Andrés volvió a marcarle a su madre para contarle que un retén los había detenido.
“Le pregunté ‘¿Por dónde vas?’, y me dijo ‘Ya estoy cerca de Nuevo Ladero, llego como en dos horas, pero qué crees, chule, hace como 20 minutos me agarró un retén, me pidieron que me identificara, les di mi licencia americana y me preguntaron ‘¿Qué más traes?’, y les dije que nada, que sólo más documentos, y me pidieron 200 pesos y se los di para que coman”, recuerda María Ignacia, pero el enlace se cortó cuando su hijo le gritó a Braulio, su acompañante: “¡Nos vienen siguiendo!”.
Sin más tiempo que perder, doña María comenzó a llamar a la Cruz Roja, a los hospitales, a los Ministerios Públicos de la zona, y cuando ninguno le dio razón sobre los muchachos, decidió emprender el mismo viaje sobre la Ribereña, carretera Matamoros-Reynosa y Reynosa-Nuevo Laredo, como lo había hecho Andrés.
De municipio en municipio, doña María iba mostrando la foto de su hijo, de 37 años, en los retenes de policía que encontraba a su paso. “Nos encontramos a más de 10. Yo, inocente, mostraba la foto de mi hijo, y un policía ministerial se burló de mí, me dijo: ‘No crea que lo va a encontrar tan chulo ni tan guapo, porque ahorita ya está barbón, sucio o como lo tengan’”.
Hace unos días, el presidente Felipe Calderón, al formalizar la creación de la Procuraduría Social de Atención a las Víctimas de los Delitos, reconoció que a veces los familiares son doblemente victimizados: “Es decir, primero son víctimas a manos de los criminales y después a manos de autoridades indiferentes a su dolor o que actúan de manera insensible, negligente o, incluso, prepotente”.
Además de las burlas, María Ignacia soportó en los MP comentarios como que Andrés estaba metido en algo malo o que seguro se había ido al otro lado con una amante o simplemente que les dieran pruebas de su desaparición, cuando en cinco meses la misma autoridad no ha podido dárselas.
“No se preocupe, seguro aparece en tres meses”
Los papás de Alejandro también recorrieron varios municipios para buscar rastros de su hijo y para levantar las denuncias pertinentes. Doña Lucía y don Alfonso llegaron al Ministerio Público de Sabinas Hidalgo, Nuevo León, y el encargado de la oficina les confesó que si les había abierto la puerta era porque eran una pareja: “porque si hubieran sido policías no les hubiera abierto. Mire dónde tengo mi escritorio (le señaló a Lucía, detrás de una pared) por miedo a las balaceras”.
Hace un mes, en ese municipio, el Ejército descubrió un campo de entrenamiento de Los Zetas, llamado rancho El Jacalito, donde tenían a hombres secuestrados.
“Luego nos fuimos a levantar el acta del robo del auto de mi hijo con la Policía de Caminos, y mientras nos tomaban la declaración, uno de la policías me dijo: ‘No se preocupe, seguro aparece después de tres meses, pues el crimen organizado se los llevaba pa’ ponerlos a trabajar’. Entonces yo le pregunté que cómo que a trabajar, y dijo ‘Sí, pues a empaquetar, como en mano de obra’”, relata Lucía.
Hasta hoy ninguna autoridad les ha respondido a estas familias qué sucedió con sus hijos. Nadie se ha comunicado con ellos para exigirles rescate, tampoco han aparecido sus carros, nadie los ha visto, es como si se los hubiera tragado la misma tierra en plena autopista, muchos a plena luz del sol y con una supuesta seguridad federal cuidando los caminos y las carreteras.
Doble calvario
Los familiares de los desaparecidos de los que da cuenta Excélsior han padecido indiferencia y burla de algunas autoridades
En algunos de los casos de desapariciones relatados a este diario, los familiares se han topado con la indiferencia de las autoridades, como le ocurrió a María Ignacia, a quien un policía ministerial, con tono de burla, le dijo: “No crea que lo va a encontrar tan chulo ni tan guapo, porque ahorita ya está barbón, sucio o como lo tengan”.
El 6 de septiembre, durante la presentación de la recién creada Procuraduría Social para Víctimas de la Violencia, el presidente Felipe Calderón reconoció que los familiares de las víctimas afrontan una cadena de maltratos.
“Una de las mayores tragedias para quienes han sido víctimas de la violencia es lo que se conoce como doble victimización. Es decir, primero son víctimas a manos de los criminales, y después a manos de autoridades que son indiferentes a su dolor, o que actúan de manera insensible, negligente o, incluso, prepotente”, admitió.
“Esta situación inaceptable ya no debe repetirse, y es, precisamente, la doble victimización lo que busca corregir la Procuraduría Social para Víctimas de la Violencia”, definió.
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