La idiosincrasia política de quienes fungen de izquierdistas es radicalmente plana, y eso no les permite razonar sobre la realidad de la globalización en que se desenvuelven los acontecimientos del mundo contemporáneo.
Pareciera que ser de izquierda equivale a encasillarse en un raciocinio limitado a la fantasía de defender ideas sin causa, y por lo tanto sin identidad política definida. No se aportan argumentos de responsabilidad política seria para construir democracia; pero sin embargo, se habla de democracia. Esto significa entonces que ser de izquierda es simplemente una contradicción de ideas que conducen a la insensatez política, y la insensatez política consiste en la negación de las elementales condiciones de hacer patria representativa del bienestar común, es decir, hacer democracia progresista.
La mentalidad de ser de izquierda se limita a la función de oponerse en forma recalcitrante y ofensiva a los representantes de otras corrientes políticas, especialmente a quienes gobiernan en nombre del pueblo que los ha elegido democráticamente en las urnas. Ah, pero es que siendo de izquierda, el papel es criticar a quienes gobiernan, porque estos dizque son de derecha. Claro, en esta instancia les aplicaría muy bien lo dicho por José Ortega y Gasset: “Hablar de izquierda o de derecha es la manera propicia de ser imbéciles”.
Para la izquierda nada es bueno, optan por la crítica desprovista de reflexión patriótica, acusaciones de toda índole que pretenden entorpecer la marcha del gobierno, apoyos soterrados a grupos ilegales, no hay apoyo a los programas de desarrollo económico, y hablan de la teoría demagógica e irresponsable de un Estado benefactor.
Este perfil apocado en ideas de valor, y que raya en la tontería política, es el que da a los izquierdistas el calificativo de “mamertos”.
Papel de la izquierda en Colombia
Respecto a la izquierda colombiana, nada menos de lo dicho anteriormente le corresponde a su talante. Los representantes de esta línea política son expertos en camuflarse tras las trincheras del oprobio para lanzar infamias a quienes consideran sus enemigos políticos. Lo grave de esta práctica es que se valen del juego sucio para conseguir testigos falsos y acomodar testimonios igualmente falsos en contra de quienes eligen como víctimas de su resentimiento y mala intención.
El ejemplo práctico está a la vista respecto a los torcidos (éstos sí falsos positivos) que se inventan personajes oscuros que acusan a Uribe y a su gobierno. Es una gavilla temeraria que encuentra eco en organizaciones que les acolitan sus perversidades. Bien se podría afirmar que la bronca con el ex presidente Uribe es por la seguridad que él le proporcionó al país como resultado de la guerra que libró con las FARC y las resonantes derrotas que les ocasionó. Parece que dentro de este escenario el terrorismo tuviera defensores de oficio.
Suficiente es mencionar un solo caso, el de la oprobiosa declaración de Piedad Córdoba expresada en México el día 11 de marzo de 2007, en la cual dijo: “El presidente Uribe es mafioso, paramilitar y asesino. Los gobiernos progresistas de América Latina deben romper relaciones diplomáticas con Colombia”. Es duro decir una frase, por lo fuerte, pero hay que decirla: Esta señora “vomita el fuego de sus injurias”. Solo se requiere tener una muy baja condición del don de gentes para ir a otro país a denigrar de esta forma de su propia patria y de la Institución Presidencial. Y saber que después de esta funesta actitud, ella pudo regresar tranquilamente a Colombia; es decir, que el país estaba gobernado por un demócrata que garantizaba las libertades individuales…
Palos en la rueda del desarrollo
La capacidad de la izquierda para entender los polos del desarrollo es demasiado ineficaz. El mejor argumento para sustentar esta tesis es la campaña siniestra que montaron en contra del Tratado de Libre Comercio (TLC) con los Estados Unidos. Desde el 27 de febrero de 2006 dicho tratado fue firmado por los gobiernos de Colombia y Estados Unidos, y luego requería la aprobación de los respectivos Congresos. El Senado de Colombia lo aprobó el 14 de Junio de 2007. Quedaba pendiente la aprobación del Congreso de Estados Unidos. Pues los amigos de la miopía política, para desprestigiar el contenido del TLC, pusieron en práctica una campaña basada en la ignorancia conceptual de lo que significa desarrollo, hasta el punto de involucrarlo con ridículos comentarios de derechos humanos (para desprestigiar al gobierno). Viajaban a USA expresamente a reunirse con miembros del Congreso y con sindicalistas de ese país para denigrar de Colombia y pedir que dicho tratado no fuera aprobado, y gracias a ellos llevamos cinco años luchando por dicha aprobación.
Lo que estos enemigos del desarrollo de Colombia no saben es que el TLC con el país más importante del mundo, con un potencial de consumo de trescientos millones de habitantes, nos dará acceso a la tecnología, inversión en grandes proyectos industriales, creación de nuevas empresas, generación de empleo masivo, potenciación del comercio internacional, en conclusión, desarrollo económico sostenido que jalona el progreso. O si lo saben, lo hacen adrede para tener el pretexto demagógico en su discurso populista de oponerse por oponerse, y con el cual tratan de engañar a la gente.
El crecimiento económico es directamente proporcional al talante de la política aplicada. Está claro entonces por qué los gobiernos llamados de izquierda fracasan y terminan distribuyendo miseria.
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