Por Robert Higgs
Antes de 1929, el gobierno de EEUU no intentó sistemáticamente moderar o invertir las contracciones empresariales generales. La recuperación normalmente se producía espontáneamente dentro del sistema de mercado en un año o dos. Las excepciones a esta regla, especialmente la caída prolongada de mediados de la década de 1890, reflejaban grandes incertidumbres acerca del compromiso del gobierno con el patrón oro y de su posible interferencia en el sistema de mercado como pedían populistas y otros. Sin embargo, empezando con la administración Hoover y hasta hoy, el gobierno federal ha probado una gran variedad de medidas para suavizar el ciclo de auge y declive.
Estas medidas, que cubren toda la gama desde gastos con “inyección desde la imprenta” al proteccionismo a cambios en impuestos y regulaciones a reorganizaciones forzosas de amplios sectores de la economía, comparten tres cualidades: se centran en obtener beneficios visibles aunque más o menos sin considerar las cargas que no se ven y otras consecuencias negativas; se centran en cambios ostensiblemente beneficios a corto plazo aunque más o menos sin considerar los efectos dañinos a largo plazo y representan acciones basadas en la pretensión de conocimiento, en imposiciones desde arriba por parte de planificadores centrales que utilizan el poder coactivo del gobierno para hacer que el público en general actúe de acuerdo con los planes de talla única de la élite gobernante.
Estas acciones empezaron durante la década de 1930, con la interferencia de la administración Hoover en los niveles salariales ofrecidos por los grandes empresarios, los intentos de mantener altos los precios agrícolas, los aumentos en el gasto en obras públicas, la aprobación de la propuestas de aranceles de Smoot-Hawley, la creación de la Reconstruction Finance Corporation para apuntalar bancos y otras empresas, el patrocinio de aumentos bruscos de impuestos y muchas otras medidas. La administración Roosevelt fue mucho más allá sacando al país del patrón oro, cartelizando toda la economía industrial, semicartelizando la agricultura, aumentan aún más los impuestos, extendiendo mucho el ámbito de las regulaciones federales, especialmente en banca y mercados de valores y de mano de obra entre otros muchos, implicando al gobierno federal directamente en la producción y distribución de la electricidad e interviniendo en muchas otras formas. A pesar de todas estas medidas supuestamente anti-Depresión, la recuperación completa no se había logrado cuando se agotó el New Deal a finales de la década de 1930.
Las administraciones de George W. Bush y Obama aparentemente vieron al New Deal como un modelo de cómo responder a una supuesta emergencia económica. Bush adoptó programas de estímulo y, lo que es más importante, el Troubled Assets Relief Program, así como una serie de rescates, apropiaciones y otras intervenciones en mercados financieros por parte del Tesoro y la Fed. Obama superó lo anterior consiguiendo la aprobación de una programa de “estímulo” masivo, apropiándose de GM y Chrysler y continuando usando la Fed y el Tesoro para inundar la economía con liquidez con la esperanza de estimular los préstamos y el gasto del consumo. A pesar del maremágnum de acciones antirrecesión del gobierno durante los pasados tres años, la economía continúa moviéndose lejos de la completa recuperación, con un alto desempleo, una inversión privada en depresión y, como mucho, un tibio crecimiento de la producción real.
El webinario que empieza el 16 de septiembre, a través de la Academia Mises, se ocupará de estos asuntos, presentando ejemplos de la Gran Depresión y la recesión actual para demostrar como las acciones y programas antirrecesión del gobierno tienen abrumadoramente el efecto de ralentizar, en lugar de acelerar, la recuperación. Al apuntalar bancos quebrados de hecho y otras empresas y malas inversiones (especialmente en vivienda) que deberían liquidarse, interfiriendo con la operativa del sistema de precios y creando incertidumbre de régimen, la actividad antirrecesión del gobierno tiene a hacer las recesiones más profundas y largas de lo que serían si el gobierno siguiera la política tradicional anterior a 1929 de dejar que la economía se repare a sí misma.
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