06 septiembre, 2011

Cuatro propuestas para México

   El presidente de México, Felipe Calderon, camina frente a las ruinas del Casino Royale, en Monterrey, el pasado 26 de agosto. Calderón condenó la muerte de 52 personas en el incendio provocado del local.
El presidente de México, Felipe Calderon, camina frente a las ruinas del Casino Royale, en Monterrey, el pasado 26 de agosto. Calderón condenó la muerte de 52 personas en el incendio provocado del local.
RONALDO SCHEMIDT / AFP/Getty Images

Monterrey – Esperaba violencia en México y eso es exactamente lo que tenía frente a mis ojos. Un militar tenía el dedo en el gatillo de una ametralladora y estaba apuntando directamente al auto en que yo viajaba con un chofer y otro periodista de Univision, Porfirio Patiño. Cualquier cosa podía pasar. Terminaré siendo otra cifra más, pensé, uno más de los 50 mil muertos.

Otros dos militares nos rodearon con las manos en sus armas y a gritos nos obligaron a detenernos. Apenas dos horas antes habíamos circulado por el mismo lugar sin problemas. Era de noche, estaba lloviendo, no había nadie más en la calle. Porfirio y el chofer subieron las manos y yo, en la parte de atrás del coche, dejé de respirar para no moverme. Finalmente, constataron que éramos periodistas y nos regresaron a punta de un fusil por dónde veníamos, sin ninguna explicación.

Estos nerviosos militares eran parte del contingente de tres mil soldados y policías federales que inundaron Monterrey tras la masacre de 52 personas en el Casino Royale. Esta matanza terminó con el teatrito.

Quedó destruida la teoría oficial de que la violencia en México era de casos aislados, solo entre delincuentes y que no afectaba a la población civil. Hay días en que son asesinadas más personas en México que en zonas de guerra. Se cayeron las máscaras.

Viajé a Monterrey para que nadie me contara lo que estaba pasando y para que no dijeran que solo critico a mi país desde lejos. Y vi a mucha gente doblemente enojada. Primero, por supuesto, con los criminales. Pero también con el presidente Felipe Calderón y con su gobierno por no proteger a su gente. Cada muerto es un fracaso y una muestra de impotencia.

No creo que lo de Monterrey marque un antes y un después. Ojalá lo fuera pero creo que los mexicanos se han resignado a esperar al próximo presidente o presidenta para ver algún cambio. Calderón no va a cambiar.

Ojo, no estoy abogando por una tregua o una amnistía. Nadie, en su sano juicio, puede proponer una negociación con asesinos. Pero es obvio que la actual estrategia contra el narco no está dando resultados. Cada vez hay más muertos y la cantidad de droga que llega a Estados Unidos no ha disminuido considerablemente. 2011 podría convertirse en uno de los años más violentos en México desde la revolución.

Hay veces en que los mexicanos y sus autoridades están en absoluto estado de negación.

México no tiene un problema de percepción; México tiene un problema de realidad, de muerte, de violencia y, últimamente, de terror.

La misma semana en que ocurrió la masacre en Monterrey –la peor en la historia moderna del país– se transmitió en Estados Unidos un programa de televisión en inglés en que el presidente Calderón promovía el turismo y le pedía a los extranjeros que viajaran a México. Qué ironía.

Las marchas de indignados, me temo, no van a cambiar el clima de violencia. Gritar basta ya no basta. Claro, pedir menos corrupción y más educación es básico. Pero eso es a largo plazo. Hoy urgen medidas concretas y propongo cuatro que tuvieron mucho éxito para reducir la violencia en Colombia y que todavía no se están poniendo en práctica en México.

Propongo: 1. Crear una policía nacional que reemplace a los 2,600 cuerpos de policía, que están mal entrenados y sin coordinación. 2. Formar un cuerpo élite, incorruptible, de combate contra los narcos. Está claro que el ejército no puede y los policías menos. 3. Pegarle a los narcos donde más les duele: en el dinero, en sus cuentas. Muchos casinos, por ejemplo, lavan dinero de los narcos recibiendo su cash y, tras cobrarse una comisión, se lo regresan en forma de cheque y limpiecito. 4. Liberar ciudades y carreteras, una por una. Así hicieron los colombianos con Medellín y Cali pero los mexicanos no hemos hecho eso con Cuernavaca, Ciudad Juárez, Torreón o con la carretera de Saltillo a Monterrey.

México está casi solo en esto. Estados Unidos –el principal mercado de drogas del mundo– no está oyendo. Reducir el consumo de drogas no es una prioridad para los norteamericanos. Y no hay voluntad política para restringir el derecho constitucional a comprar armas de fuego. Por lo tanto, México está obligado a tomar medidas unilaterales. Y pronto.

Estados Unidos pone los consumidores de drogas y las armas mientras México pone los narcos y los muertos. Eso no va a cambiar. Entonces, la pregunta es ¿cómo evitar el narcoterrorismo? ¿Cómo reducir los actos de violencia contra la población civil?

Esto ocurrirá en México cuando los narcos se den que el costo de matar civiles es demasiado alto y que es mejor bajar su perfíl. Eso pasó en Colombia y eso debe pasar en México. Pero hoy los narcos matan y no pasa nada. La Comisión Nacional de los Derechos Humanos confirma que la mayoría de los crímenes en México queda en la impunidad.

México, por ahora, está reafirmando ese terrible cliché de ser un país donde no pasa nada. Mi peor temor es que tras la masacre de Monterrey las cosas sigan exactamente igual.

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